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Milei: El producto populista y la política del espectáculo por Marcel Lhermitte

Milei: El producto populista y la política del espectáculo por Marcel Lhermitte
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Suenan los primeros acordes de una guitarra con distorsión, la voz del cantante en sus primeras estrofas convoca al agite de un público expectante. Comienza el show. El rockstar, ataviado de campera de cuero negra y melena indomable sube desenfrenado al escenario, mueve sus brazos frenéticamente arengando a las masas enardecidas. Llegó el león.
Por los parlantes se escucha en alto volumen el grupo de rock argentino La Renga. En un escenario digno de los mejores conciertos, leones de fuego custodian al líder de masas que propone un espectáculo digno de una buena noche de rock and roll.
El cantante toma el micrófono y entona a capella: “Hola a todos, yo soy el león. Rugió la bestia en medio de la avenida. Corrió la casta, sin entender, panic show a plena luz del día. Por favor, no huyan de mí yo soy el rey de un mundo perdido. Soy el rey, te devoraré. Toda la casta es de mi apetito”.
No, no se trata de un espectáculo musical, estamos describiendo los primeros minutos de un acto político de masas, el del cierre de campaña del candidato a presidente argentino por La Libertad Avanza, el nuevo fenómeno populista Javier Milei.
Posiblemente haya sido el colectivo español Podemos, al surgir de las entrañas de un grupo de indignados españoles en el año 2014, que llevó el término “casta” a la política, en referencia a una elite de políticos, empresarios y personalidades que ostentaban el poder y hacían mal uso del mismo. Actualmente la formación morada ha eliminado el vocablo y lo ha sustituido por “la trama”.
Hoy es Vox, el grupo ultraderechista español el que se apoderó de la palabra, pero varió el significado, ya que está fundamentalmente focalizado hacia los colectivos LGTBI y los sindicatos de trabajadores, que según ellos manejan la agenda política y mediática, además de ostentar un gran poder.
El discurso de los –ya no tan nuevos– colectivos ultraconservadores, que en su momento fueron apadrinados por Steve Bannon, el estratega político de Donald Trump, entre los que encontramos a Vox, han empezado a encontrar eco en América Latina. Entre ellos podemos identificar el liderazgo de Jair Bolsonaro en Brasil y la región entera, al que ahora también se suma el argentino Milei, quien en vivo realiza unas puestas de escena realmente envidiables para muchos artistas de la cultura espectáculo y trabaja formidablemente la construcción de su personaje asociado a la figura de un león.
Este novedoso fenómeno, que resultó el candidato más votado en las elecciones PASO de Argentina del pasado domingo 13 de agosto, también tomó prestado el término de la “casta”, que lo utiliza para referirse a todos los políticos de su país, que desde su perspectiva son todos corruptos y ladrones. Es más, en su canal de YouTube, este nuevo líder nos recibe con un mensaje que acompaña a su relato: “Los políticos son unos parásitos”.
Claro está que dentro del relato de Milei no se sostiene la contradicción que él también es un político, y que no solo eso, sino que está postulando dentro de un sistema democrático para ocupar el máximo cargo electivo al cual se puede aspirar en la política de su país. Una de las tantas incongruencias de este tipo de personajes.
El hecho de haberse constituido en el candidato más votado de las elecciones primarias argentinas del pasado domingo activó varias alarmas y despertó muchos sentimientos de tristeza, frustración y preocupación de quienes entienden que la política es la mejor herramienta que conocemos para generar cambios en las sociedades y de los que promovemos que el sistema democrático es el mejor que conocemos.
“Duele Argentina”, fácilmente podría haberse convertido en trendig topic en Twitter. Es que el triunfo de Milei, el apoyo a sus postulados por más del 30% de los votantes argentinos, el respaldo a su discurso y su relato, se constituye en una derrota de la política, es la continuada devaluación de los partidos políticos como estructuras de participación democrática y también, claro está, la sostenida pérdida de confianza que está padeciendo la democracia en América Latina.
El problema no es Milei, no es la persona, es lo que ella representa, y que viene precedido por otros fenómenos que han hecho mucho mal en América Latina, como Jair Bolsonaro, como Donald Trump o como Nayib Bukele en El Salvador, entre tantos otros que han tomado esta fórmula populista que ahora la combinan con la política del espectáculo y que tiene como objetivo tomar el poder político denostando la política.
Pero si duele Argentina, si nos duele América Latina y lo que sucede con este tipo de colectivos en el mundo entero, tenemos que entender que el dolor es un síntoma, y como todo síntoma, surge cuando algo está mal, cuando nos enfermamos. No es culpa del dolor, es responsabilidad de los que han permitido que este padecimiento aparezca.
Es que, si existen estos grupos que están horadando la política desde dentro del mismo sistema, si hay lugar para este tipo de propuestas, es porque hay ciudadanos insatisfechos, hartos de quedar postergados y de no ver satisfechas sus necesidades más básicas, como el alimento, la vivienda, el trabajo o la seguridad, que al mismo tiempo observan cómo las elites mantienen sus privilegios y viven cada vez mejor.
El surgimiento de estos nuevos líderes populistas ya no son un hecho aislado, se están convirtiendo en un dolor sostenido, que puede terminar constituyéndose en una enfermedad delicada para la salud de la política y de nuestras democracias.

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