Home Entrevista Central Nicolás Batalla, periodista: “La información tiene que aportar más que lo que destruye”
0

Nicolás Batalla, periodista: “La información tiene que aportar más que lo que destruye”

Nicolás Batalla, periodista: “La información tiene que aportar más que lo que destruye”
0

Esta entrevista es un capricho personal que busco desde hace tiempo, y que fue rechazada varias veces, ya que el protagonista consideraba que no tenía nada para decir. Yo estoy convencido que Nico es uno de los mejores periodistas de la nueva generación, en nuestro país, y es una prueba de que la profesión tiene el futuro garantizado.

Por Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

PERFIL:
Nació hace treinta y seis años en Montevideo y vivió sus primeros años en Bergara y en Treinta y Tres. Fue a la escuela y al liceo público. Tiene tres hermanos. El padre es gastroenterólogo y su madre es abogada. Estudió un año de Historia en Humanidades y también Comunicación en la LICOM. Está casado, no tiene hijos. Juega al fútbol dos veces por semana.

¿De dónde viene la veta de Comunicación?
Son dos variables. En mi casa siempre se escuchó la radio. No sé si es un recuerdo que me fui creando con posterioridad, pero tengo la sensación de que estaba sonando La Tertulia cuando me terminé decidiendo por Comunicación. En mi casa se escuchaba En Perspectiva desde siempre.
Sos pichón de Emiliano desde muy chiquito.
Sí, muy mediado por mi vieja. Tengo el recuerdo de mi vieja comentándome las noticias, acompañándola. Mi gusto por el periodismo viene de ahí. Me acuerdo de sentarme a mirar los debates de la campaña del 94, con ella contándome. Ahí hubo algo que me picó. Y con Emiliano y En Perspectiva había una relación particular. Yo tenía muchos intereses. Me gustaba el teatro, la literatura, la historia. La antropología también era una posibilidad. Me gustaba la psicología. Pensé que lo único que podía navegar entre todas esas cosas era la comunicación. Me gustaba escribir. Mi primera intención era escribir en un semanario, para no tener que estar tan atrás de las noticias. Tenía esa visión para mi trayectoria profesional. Una idea del siglo pasado.
¿Qué profesor te marcó?
Hoy la historia sería distinta, porque ha habido mucho recambio en la facultad de Comunicación. Si tengo que pensar en profesores que me marcaron, iría más al liceo. Me gustaría decir otra cosa, pero lo cierto es que tuve buenos profesores, con los que hoy tengo un buen vínculo, buenos recuerdos y cariño. Pero en periodismo es una carencia. Debo haber escrito mi primera nota periodística en cuarto año. Salvo experiencias puntuales, el periodismo era algo que te pasaba muy por el costado. Me consta que hoy es distinto. En determinado momento te das cuenta que hay una generación de gente que está bien formada, ¿pero cuántos años se precisaron para que se desarrollara esa facultad? Hoy los profesores tienen formación de grado y de posgrado, y muchos tienen doctorados. Pero cuando yo hice la LICOM eso no era tan común, y no fue hace tantos años. Había algunos popes, sí, con carreras conocidas. Había algunos docentes con experiencias periodísticas pero limitadas, y otros que no estaban en periodismo, o que estaban arrancando.
Empezaste en producción.
Sí, y hasta hace poco me daba vergüenza decirme periodista.
¿Ahora te definís como periodista?
Ahora sí.
Perdiste los escrúpulos.
Los perdí. También era porque yo nunca atravesé un diario, y eso lo siento como una omisión en mi formación. Nunca pasé por una redacción. Empecé siendo productor periodístico de la Segunda Mañana de En Perspectiva, donde entré con una pasantía en 2008, dejando el currículum por debajo de la puerta. Y un día me llamaron. Ahí empezaron a salir cosas puntuales. Hice asistencia de producción periodística en un programa de Canal 4, Tenemos que Hablar, conducido por Sara Perrone. Duró unos meses. Y estuve otros meses en el digital de El Espectador. Luego quedé como productor periodístico de La Segunda Mañana, con una serie de movimientos que se dieron en el programa que conducía Gonzalo Sobral con Alejandra Borques, que se fue. Ahí quedé como productor, y estuve hasta 2011, cuando aparece Suena Tremendo, un proyecto que existía como nombre en la cabeza de Juanchi Hounie, Diego Zas y algunos amigos más de ellos, desde hacía mucho tiempo. Al Sapo Zas le ofrecen la conducción de un espacio en la tarde, y propuso esa idea. Yo estaba boyando. A Gonzalo Sobral le estoy muy agradecido por esos espacios que me dio en la radio al principio.
O sea que desde 2011 bancás a estos dos.
Sí, con una interrupción en octubre de 2013, cuando se va el jefe de producción de En Perspectiva y me invitaron a mí. Para mí fue un salto gigante, de todo punto de vista, profesional, simbólicamente y económicamente. Hasta entonces yo era un productor de morondanga. Ahí agarré todo el proceso de la ida de Emiliano de El Espectador. Fui testigo de todo ese proceso, del desembarco en las nuevas radios, del armado de todo. Más o menos cuando estaba establecido se dio también la salida de Del Sol. Y en otro de los cambios que hicieron entre Juanchi y Sapo, a Suena Tremendo lo pasaron para la mañana, y me dijeron si quería volver. Fue una decisión difícil, porque yo me sentía muy parte de todo lo que se estaba armando en la nueva etapa de En Perspectiva, y tampoco me podía imaginar en otro lugar. Pero confiaba mucho en lo que Suena Tremendo representaba en ese momento, que era darle duro con el periodismo, trabajar seriamente, pero con un lenguaje que nos reflejara más generacionalmente.
Fue un salto grande.
Y eso era parte de una evolución, si lo miro ahora a largo plazo, con cómo fuimos creciendo todos, profesionalmente, pero también en nuestra propia formación. Al principio nos largábamos a hacer entrevistas a políticos y se los presentábamos a la audiencia, cosa que hoy no se nos ocurriría, pero era porque nosotros los estábamos empezando a conocer. Eran entrevistas biográficas donde nosotros también estábamos chupando esa información. El pasaje a la mañana era una oportunidad, y una muestra de confianza, porque se entendía que la mañana era más desafiante. Empezamos los cuatro en Suena Tremendo en 2017, en la mañana, y al año siguiente es que nos llaman de Del Sol e hicimos el cambio, ahí sí volviendo a la tarde, pero ya con otra potencia en cuanto a la cantidad de gente que nos escuchaba.
Hoy como productor podés desmentir que Emiliano es insoportable.
No es insoportable. Es muy exigente.
La leyenda urbana dice que los productores huyen.
Es sumamente exigente. Y es difícil sostener ese nivel de exigencia a largo plazo. Es un desafío de verdad. Pero no es insoportable, en la medida en que en un porcentaje muy elevado el tipo tiene razón. Sus observaciones son muy quirúrgicas.
Es la mente ingenieril. Hay que reconocerle la capacidad.
Probablemente eso juegue mucho. Siempre digo que tengo dos maestrías que no terminé, pero que tengo otra que sí terminé y es haber trabajado esos cuatro años con Emiliano.
Y con Romina.
Y con Romina, ni que hablar. Lo que ellos se exigen, y a contra horario de la vida de los demás, es para sacarse el sombrero. Dan un servicio que es brutal. Yo sigo consumiendo En Perspectiva, aunque no en vivo, porque estoy en el aire, pero es mi referencia.
Es donde todos acudimos, en algún momento.
Cada tema que tocan es una pequeña tesis, y desprovisto de cualquier tipo de sospecha que puedas tener en el manejo de la información. Obvio que a veces te equivocás o podés profundizar un poco más, y que a veces sale mejor o peor, pero para mí son la referencia a la que no dejo de acudir. Lo que siento es un agradecimiento enorme por el tiempo que pasé ahí y por lo que aprendí, y por lo que me han dado como oyente y como periodista, que es mucho más. Mantienen informado a un tipo que se precia de estar más o menos informado, siendo periodista. Ellos te siguen dando valor agregado. Obvio que existe la pregunta de si Emiliano es difícil para trabajar, palabra que yo trato de reconvertir diciendo que es exigente, pero se pierde mucho lo que todos recibimos de ese laburo que él y el equipo hacen desde hace treinta y seis años.
Ahora trabajar con estos dos delincuentes es estar de vacaciones.
Es un cambio grande.
Son la antítesis de la organización, imagino. Por lo menos eso es lo que trasunta al oyente.
Sí. No somos muy organizados. La dinámica ha cambiado mucho, también. Antes yo tenía un rol más de productor, estrictamente. Luego empezamos a salir los cuatro al aire, y obviamente eso me sacó tiempo para dedicarme a la producción. Ahora armo algunas cosas, que en general siguen siendo las producciones; Jorge Balmelli se encarga del arranque y la estructura de los columnistas; y después vamos los cuatro. No estamos todo el día exigiéndonos, pero sí todo el día metidos y pensando en los temas, y eso es parte del insumo que termina sucediendo al aire. Me siento muy exigido al aire con ellos.
El único que hace algo serio.
No. Todos están muy informados. Pero los tres son muy vivos, e improvisan muy bien.
Son improvisados. Payan abierto.
Tienen un manejo de información, cada uno en su rubro. A Jorge le tirás un tema de cultura o de qué está pasando en Estados Unidos y el loco sabe lo que pasó. Son horas y horas de estar consumiendo cosas, cada uno con su perfil distinto. Juanchi y el Sapo también tienen mucha cultura general.
Saben solo de música y de la segunda guerra mundial
¡No, no! ¡Estás loco!
¿Vos qué consumís todo el día?
Me levanto y leo los diarios. Preparo las entrevistas en casa.
¿Diarios uruguayos o alguno extranjero?
Tengo un gran debe con la información internacional, que la consumo a requerimiento puntual. No me da. Y además tengo el problema de ser muy disperso. A lo largo del día me cuesta mucho consumir información. No soy de los que se pueden sentar al llegar a la radio y ponerse a leer media hora. Me cuesta mucho. Esas horas de la mañana entre las cinco y las siete, cuando entro al canal, las uso para desayunar, consumir información y preparar las entrevistas. Cuando salgo, lo que hago es un paneo de ver qué hubo en la mañana en los otros medios, dependiendo de qué me va a servir para la tarde o para el día siguiente, o de lo que me interesa, en general, y le meto a los podcasts. Escucho a Emiliano, escucho las entrevistas que hizo Juanchi de mañana, lo que sea. Todas las radios. Me fijo a ver qué hubo. Y ahí trato de nutrirme de las cosas que pasaron en la mañana. Después vengo acá, y ahí es en función de lo que pase con el programa. Cuando libero acá y salgo, a las siete, ya bajo un poco. Estoy pendiente de si pasa algo, pero ya apago un poco la cabeza, a menos que haya algo puntual. A veces nos pasa que a Esta Boca es Mía van los mismos entrevistados que vamos a tener al día siguiente, entonces lo escucho. Es algo que hago bastante, estar escuchando qué es lo que están diciendo más allá de que sea redundante en cuanto a que lo voy a escuchar de nuevo. Es una forma de anticiparte.
¿Qué redes manejás?
Tengo Twitter, Instagram y Facebook. Pero soy un publicador muy displicente. No tengo una personalidad en Twitter. No termino de encontrar qué es lo que debo hacer ahí. En los dos programas es como que estás invitado a estar opinando todo el tiempo, y eso de por sí es algo con lo que me siento cómodo o no, porque no valoro tanto mi opinión como para tener que estar permanentemente diciendo algo sobre todo. Y ni que hablar en las redes. ¿Tengo que dar mi opinión solo porque hay un coro de voces? El lugar me parece fascinante, sigo a los que me parecen interesantes, pero no siento que yo tenga mucho para aportar, más allá de mi trabajo diario. Lo que yo hago está ahí. Si alguna vez quiero destacar algo o hay algo puntual que me genera mucha inquina, voy. Pero…
¿Te costó dar la cara en televisión?
Me costó mucho más dar la voz en radio que la cara en televisión. Durante años sufrí muchísimo la salida al aire en radio. Al principio, mientras estaba en producción en La Segunda Mañana, hacía alguna cartelera de espectáculos en lo que era el informativo de El Espectador. Era la lectura de una cartelera, lo más básico que podés hacer, pero me quedaba sin voz. Y me pasó durante meses. Pero me bancaron. Durante un tiempo lo grababa porque no me animaba a hacerlo en vivo. En Perspectiva no me costaba tanto, porque ahí hay mucho de guion y de trabajo previo, y ahí ya más o menos me animaba a leer, más allá de que Emiliano y Romina son unos relojitos leyendo, y siempre se notaba la diferencia con mi lectura cuando me tocaba hacer una suplencia. La salida al aire con Juanchi, Sapo y Jorge también me costaba mucho, por esto que te decía de que son muy rápidos. Es un montón de aire que hay que llenar, y la radio te demanda mucha sustancia intelectual, en el manejo de la voz, de los tiempos. Con eso siempre me sentí mucho más incómodo. En la tele, supongo que por el formato del programa y porque ya me agarró en una etapa mucho más madura, lo padecí menos. El programa tiene una lógica que me resulta más cómoda, con un guion de noticias. Si querés salís, y si no querés, no. Y tenés entrevistas, cosa que ya hacía. Lo que más hice desde que empecé a trabajar fue producir entrevistas. Eso sí me resulta cómodo.
¿Cómo hacés para producirlas? ¿Vas al archivo a buscar lo que dijeron? ¿Pensás preguntas?
He ido variando el método. Ahora lo hago de manera menos metódica, porque las entrevistas en Desayunos tienen producción. Antes me escaneaba todo lo que había salido y estaba horas leyendo toda la información. Me armaba un documento enorme con mil preguntas dispersas, que después empezaba a ordenar. Hoy por hoy, ya con otra mochila, tengo en la cabeza más o menos cuál es la información, pero básicamente lo que hago es pensar en el orden en que quiero que se desarrolle la conversación, y anticiparme a las respuestas que te pueden dar, para poder ser exigente en la entrevista. Básicamente planteo los temas, las preguntas y las posibles repreguntas. Eso lo pienso para los temas más complejos. A veces te implica hacer llamadas, como si estuvieras trabajando para una nota.
¿Quién fue difícil de entrevistar? En Desayunos se meten con todo el mundo, son de terror, no perdonan a nadie.
¿Deberíamos perdonar a alguien?
Todo el mundo se queja.
No sé cuáles son las quejas que habrás escuchado.
Las escucho siempre, ahí mismo. Que son cuatro contra uno y todas esas cosas.
Eso hay que cuidarlo. Ser cuatro contra uno es una imagen que tenemos que cuidar.
¿Qué es ese autojustificarse, con que le dan voz a todos, tienen cola de paja?
Lo que pasa es que permanentemente están siendo señalados por eso.
Pero de un lado y del otro.
Decís que nos debería importar menos.
O tener un poquito más de piel gruesa y que no se note. Son unas señoritas.
Envejece mal esa frase.
La digo igual. Son señoritas. No me corrés con eso, me importa poco la corrección política.
Puede ser que seamos un poco sensibles. Nunca lo había pensado por ese lado. También es verdad que no todos tenemos la misma sensibilidad en el equipo, ni prestamos atención a la misma vez a las mismas cosas que nos pueden estar endilgando por las redes. Puede ser que sea un poco cansador eso de que te pegan por un lado y por el otro.
La necesidad de justificarse en la objetividad.
Lo que reivindico es la independencia y la neutralidad en la cual te parás ante los temas. Me imagino que en la mesa todos tenemos sesgos de sensibilidades diferentes sobre qué cosas nos calientan o no, y todo eso juega. Sí discutimos mucho sobre que eso no nos lleve a tener una cobertura desequilibrada. Capaz no tenemos por qué subrayarlo, está bien.
Como televidente constante, a menudo pienso: “Otra vez se están justificando”. Es como que siempre están a la defensiva.
No sé cómo lo vivís vos, pero es algo con lo que hay que aprender a lidiar. Está bien, lo tomo como algo para reflexionar.
¿Sos de la escuela de que los periodistas tienen que ser asépticos?
Creo que a un periodista no lo ayuda decir qué vota. Me parece que eso no lo va a ayudar en su vínculo con la ciudadanía, porque se presta más fácil a que sea malinterpretado en el ejercicio de su trabajo. Entiendo que son dos cosas diferentes, pero me parece que no te hacés un favor si lo decís. Eso como definición más general, si lo pensás en lo político partidario. Pero nosotros opinamos y marcamos nuestras posturas todo el tiempo, quizás excesivamente. A veces pienso qué importaba mi opinión, si a mí en realidad me faltaban elementos. Por más información que tenga, ¿Por qué mi opinión va a ser válida para que la gente tome contacto con una noticia? Eso me lo planteo todo el tiempo, pero no porque crea que el periodista tiene que ser aséptico. Creo que el periodista tiene su subjetividad, que tiene que tener una forma de trabajar que garantice el equilibrio a la hora de manejar la información, que tiene que ser independiente y equilibrado en las voces que pone en consideración. Tomar decisiones periodísticas todo el tiempo es dar opiniones en las voces a las que les das más o menos lugar. El periodista es un actor más y está bien que opine. No me siento cómodo yo haciéndolo permanentemente, porque no valoro tanto mi opinión, que eso no es lo mismo que creer que no hay que opinar. Creo que está bien que el que valora su opinión y siente que tiene algo para decir lo diga. Es válido. Yo siento que a veces lo hago hasta de más.
¿Siempre hay que dar las dos campanas?
No creo que sirvan esas leyes generales. Me imagino que debe estar lleno de ejemplos donde debe estar claro que no. Hablar de dos campañas simplifica demasiado la realidad. En general tenés un abanico de campanas que es muchísimo más complejo, que no se puede llevar a una página de papel o a una entrevista. No podés abarcar todas las campanas de un tema. En una discusión política eso se simplifica en oficialismo y oposición, pero incluso ahí tenés matices. Pero, suponiendo que tenés dos campanas, entiendo que no, que no siempre tenés que darlas. Entiendo que hay voces que en determinados momentos se tienen que ganar la legitimidad para aparecer. Y hay veces que no calzan con eso. ¿Por qué todas las voces van a valer lo mismo, si estamos hablando de un tema de salud pública y vos no sos ni científico ni político, sin ninguna legitimidad más allá de tu paranoia a la hora de enfrentarte a un determinado tema? No veo por qué te tendría que dar esa voz. Parte del periodismo es, justamente, detectar cuáles son las voces que deberían ser escuchadas o suman a la sociedad; y las otras, las que quedan por fuera del radar, que van a tener un camino más empinado a la hora de aparecer y que deberán encontrar su mecanismo de legitimidad.
El periodismo legitima, también.
Sí, claro.
Por eso llevaron al Pato Celeste el otro día.
El Pato Celeste fue porque había sido aludido en dos oportunidades en el programa.
Y por eso se vieron obligados a llevarlo.
No obligados, fue una decisión periodística, a fin de cuentas. Entendíamos que en la medida en que lo habíamos aludido dos veces con una información que él decía que era falsa, le teníamos que dar el espacio. ¿No te gustó la entrevista? ¿No te pareció entretenida?
Creo que muchas veces el periodismo legitima. Pasó en la pandemia con los antivacunas, o los terraplanistas.
¿Y te parece que el Pato Celeste va a tener más votos por haber ido a Desayunos a no poder explicar cómo financiaba sus viajes?
No lo apretaron tanto.
Esa es tu lectura.
¿Hay censura? ¿Sufriste censura alguna vez?
No.
¿Lo aceptarías?
No, pero es fácil decirlo desde el momento en que no te pasó. Entiendo que llega un punto en el que tenés que definir sobre tu trabajo. Pero entiendo que no, que va en contra de por lo cual hago esto. Cuando era productor periodístico estaba eso de si en algún momento iba a dar un salto o no. Yo estaba muy cómodo como productor periodístico, era como me imaginaba. Y además no tenía apuro, porque sabía que en el momento en que pasara a tener mayor exposición esa carrera podía ser corta, porque la gente se puede cansar de vos, porque puede no funcionar. Y ahí ya es más difícil el volver atrás, o que te acepten. Eso desde el punto de vista de la planificación de la carrera, por lo cual no tenía apuro. Tampoco sabía si me gustaba o no. A la hora de pensarte profesionalmente desde un lugar que tiene tantas incertidumbres como lo es el periodismo, siempre lo había razonado de esa forma: no tengo apuro de estar en el primer nivel de exposición, porque la carrera es larga y hay que saber mantenerse haciendo cosas con las que te sientas cómodo. No sé si voy a seguir toda mi vida haciendo esto. En el momento en que no estén justificadas las cosas por las cuales yo decidí hacer esta carrera, no tiene sentido hacerlo y me reconvertiré e otra cosa, dentro de la comunicación o en otra cosa totalmente distinta.
¿Cuántos años llevás en Fácil Desviarse?
Tuve un parate, pero desde 2011. Son doce años.
Tenés buen currículum para carnaval.
Seguro. Ya no me da el cuero para la madrugada, pero sí.
Todo el tiempo se habla del tema del blindaje mediático. Vos, que estás adentro…
¿A vos alguien te bajó línea alguna vez?
No tiene suerte.
Para entender qué es el blindaje mediático, primero tenés que hacer un esfuerzo para ablandar el concepto a algo que sea más o menos real. Si alguien está hablando de que existe un blindaje mediático como la expresión de que acá no se puede horadar la imagen del Gobierno, me parece que eso se cae por su propio peso. No sé si hay algún medio que puedas decir que no haya tocado temas que hayan sido sensibles para el gobierno y que lo hayan afectado. A mí no me pasó. Creo, además, como consumidor de otros medios, no en los que yo trabajo, donde claramente no existe, porque nunca nadie bajó línea, que les está saliendo bastante mal el blindaje, porque es claro que el Gobierno ha estado protagonizando una serie de escándalos que han sido políticos y han sido mediáticos.
No has recibido llamaditas.
No. Sí sé que puede haber habido alguna llamada, sí, pero nunca me bajaron. No sé si hubo una o cien. Pero si hay llamadas, no llegan. El filtro funciona muy bien. Ni a mí ni a nadie del equipo le han llegado. Desayunos es un equipo que tiene siete periodistas trabajando.
¿Dónde están? Yo conozco dos.
Nombralos.
Paula y Ana (risas).
Tenemos reuniones donde estamos una hora discutiendo periodísticamente, para empezar, sobre las cosas que salieron mal o los enfoques que nos están faltando. Eso lo hacemos casi todos los días, al cierre de cada programa. No está mal. Que yo no haya tenido presiones, que si hay presiones no se filtren de manera perfecta en el canal, con eso no puedo decir que no existan presiones en el medio o que no haya colegas que no hayan tenido presiones, que en algunos casos fueron muy públicas, como el ejemplo del El Observador, o el caso infeliz de Delgado y la periodista de TV Ciudad. No digo que eso no exista. Lo que sí digo es que tengo la fortuna de que no he enfrentado esa situación. No quiero ser injusto con colegas que capaz están atravesando ese tipo de situaciones, que no deben ser fáciles, porque, en definitiva, somos todos trabajadores.
¿Qué metida de pata grande hicieron?
¿Dónde la macaneamos? ¡Yo qué sé! Errores tenemos todos los días. Hoy entrevistamos a Gabriela Fossati y yo no quedé conforme. Quedé desmoralizado, porque era un tema que sentía que más o menos dominaba, y que podría haber logrado una mejor entrevista. Nos debemos haber mandado mil, pero grande no se me viene ninguna a la cabeza.
¿Quién es el entrevistado indomable?
Hay entrevistados que son célebremente difíciles. Fernando Pereira y Óscar Andrade son difíciles, es difícil meterles la pausa y tienen una manera de encadenar, con estilos distintos. Fernando Pereira tiene esa retórica en la que te empieza a preguntar y a responder, poniéndote a vos como el interlocutor que dice una cosa que no es donde vos estás. Tanto con Andrade como con Pereira, en esas respuestas tan largas hacen chicanas, como parte del folclore político, donde te ves en la obligación de interrumpir porque entendés que hay información para contextualizar, y que eso no puede quedar al pasar, pero cuando te metés, perdiste, porque ya empezaste a discutir y quedaste prendado en un ringuirranga, que es divertido, porque me encanta discutir, y me divierte ese tipo instancias en las que hablamos uno encima del otro y nos interrumpimos, pero no sé si terminás bien parado, porque a veces podés cometer algún error, o en el fervor de la discusión das un paso de más que no debías dar; y a veces, además, eso es leído del otro lado… Con Fernando Pereira tenemos una excelente relación.
¿Se han peleado duro?
Termina la entrevista y está todo espectacular. Pero eso no necesariamente se interpreta del otro lado, y aparecen los videos en las redes. Te usan, con esos cortes, ya sea para matarte o para levantarte, o para pegarle al otro. Me ha pasado, que digan: “Al fin un periodista que dice no sé qué”, y queda como que estás saliendo a asesinar a alguien, cuando no fue así; no es un duelo, algo donde haya que perder o ganar. La lógica es que yo pregunto y vos respondés, tratás de explicar tu punto, y si no lo explicás o en el camino estás utilizando información que debería tener otro contexto, yo lo aporto, y si nos enredamos, nos enredamos, pero en el momento en que vos más o menos aclaraste tu punto, yo no tengo que convencerte de nada, esté o no de acuerdo. No importa lo que yo opine, de hecho. O a lo sumo lo puedo dejar consignado, pero tenemos que avanzar en la entrevista. Esa es la lógica que debería tener la entrevista. Claro, no siempre termina pasando eso. A veces terminás un poco enredado.
¿Cambió la situación de la prensa en este Gobierno con respecto a los anteriores?
Mi lugar en la prensa cambió, con lo cual mi experiencia en este Gobierno es distinta, por ejemplo, con mi experiencia en televisión. Empecé a trabajar en producción en televisión en 2019 durante la campaña electoral, en un momento muy puntual. No tengo referencias de gobiernos anteriores. Lo que sí te digo es que a mí nadie me presionó.
¿Pero cuál es tu percepción con respecto a lo que era el trabajo de la prensa antes y ahora? ¿Hay cambios?
Yo he visto a Voces en el conglomerado de medios impresos reclamando políticas de auxilio a la prensa escrita. El periodismo está en crisis. Estamos en una transición hacia no sé bien qué, donde lo digital va ganando mucho protagonismo, pero todavía eso no está redituado desde el punto de vista económico, entonces lo tradicional pesa, nutre lo digital, pero a veces aparece como una cosa muy digerida por otros, con lo cual también es un fenómeno nuevo, o por lo menos más viral que antes. Todos esos fenómenos están cambiando la situación de la prensa. He leído los informes que mencionás. Entiendo que la variedad de situaciones que se presentan como amenazas a la libertad de expresión es muy diversa. No me animaría a sacar conclusiones en función de esos números, no porque desconfíe de ellos sino porque el propio informe tiene el relato de cada uno de los episodios, y te podés dar cuenta que hay episodios de distinta entidad. Sí entiendo que ha habido algunas dificultades en las respuestas a los pedidos de informes.
¿Eso es limitación de la prensa o es inoperancia?
Imagino, pero es una especulación, que debe haber algunas oficinas del Estado donde no se mira de la misma forma la importancia que tiene una ley de acceso a la información pública. En algunos lados puede haber inoperancia, de la misma forma que antes tampoco te respondían todos los informes. Y hay temas muy sensibles, como derechos humanos. Javier García ha sacado bandera con eso, y obviamente lo va a intentar capitalizar políticamente, pero hay que decir que efectivamente está haciendo algo que no se hacía. En algunos lugares debe haber inoperancia, y en otros no deben creer que sea necesario responder, o responden tarde. Eso sí son limitaciones. Pero no es la situación de que te pongan en una crisis de la prensa. La crisis del periodismo en Uruguay es, antes que nada, económica, por la incertidumbre general que hay sobre hacia dónde van los modelos de negocios que vuelvan sostenible la generación de contenidos que demandan mucho tiempo. Eso sí lo notás. Los equipos se van reduciendo, y eso es un problema para la libertad de expresión, el tener cada vez equipos más pequeños a la hora de generar contenidos y de trabajar periodísticamente.
¿Hay una tendencia al vedetismo en el periodismo uruguayo?
Hay una tendencia. Creo que no solo en el periodismo. Las redes te dan la posibilidad de convertirte en una especie de vedette, en términos noventosos, o de influencer, de manera más aggiornada.
Pienso en la corporación periodística uruguaya. A veces notás una tendencia a creerse protagonista. ¿Cuál es para vos el rol del periodista?
Puede ser que en algunos casos los periodistas nos confundamos en nuestras conversaciones diarias con gente que tiene poder y representatividad real, porque representan una porción de la ciudadanía o un lugar de gobierno que toma decisiones relevantes para la vida pública, y que nos confundamos como iguales, porque estamos sentados en la misma mesa o del otro lado del pasillo. En esos diálogos y comunicaciones telefónicas, creyendo que estamos al mismo nivel que los que toman las decisiones, sintiéndonos con la autoridad para discutirles todo permanentemente. Puede ser que algo de eso ocurra. Algunas veces he pensado en estos términos. También entiendo que muchos periodistas son un producto, y que su trabajo también está influido por lo que puedan generar en las redes, ya sea directa o indirectamente, estando metidos en determinadas conversaciones, estando presentes. Hay muchos periodistas que son marcas, me imagino que en parte de su construcción y su desarrollo personal esa es una variable que tienen que atender. Yo no lo hago porque no lo he sabido resolver con solvencia, de una forma que me resulte cómoda, natural y auténtica. Pero no lo cuestiono como tal.
¿El rol del periodista es ser una marca?
No es el rol del periodista ser una marca. En todo caso puede ser una estrategia de desarrollo profesional de un trabajador, que necesita de cierta legitimidad, que a veces te la puede dar el público, o una equis cantidad de seguidores, o un lugar en la opinión que llega a determinados lugares donde se pueden abrir puertas. La casuística puede ser muy grande. No creo que el periodista deba ser una marca. Me parece válido como estrategia de desarrollo profesional. Pero después tenés que bancar las cosas que decís. No es un paso que yo dé. La inseguridad es una materia prima muy importante de mi trabajo. Trabajo mucho a partir de la inseguridad, y por eso mismo me cuesta estar permanentemente en las redes sociales, porque me cuesta mucho sostener algo de una forma inmutable, y no creo que mi opinión valga tanto, y todo lo que ya conversamos. Pero quien lo pueda hacer…
En el flujo de información, que es tan grande, hay determinadas personas o firmas que dan credibilidad. La gente acude a ellas a ver qué dicen.
Te dan claves de lectura.
Se cree en lo que dicen. Eso es una cosa, pero otra es creerse poco menos que un hacedor de políticas públicas, juez y fiscal de la República.
Tenés que bancar lo que decís. En mi caso personal, trato de tener cuidado con eso, porque siento que no doy la talla para eso.
Otra cosa es que frente a cualquier crítica saltan como pelota, como si los periodistas fuesen seres intocables.
Yo no tengo esa visión. Obviamente te cuesta mucho más ser crítico cuando estás adentro. Pero no creo que los periodistas no deban ser tocados en la crítica. Al contrario. Creo que es sano que sean criticados. Es justo. Así como te reivindico que no está mal que el periodista opine, si tiene una opinión para dar, porque en definitiva es una persona que tiene un nivel de información por encima del promedio general, y me parece bien que opine, si tiene algo para opinar sobre un tema que está estudiando. De la misma forma digo que está bien que te critiquen del otro lado. Es parte del juego de la democracia. Tampoco me creo el cuento de que el periodismo es una casta especial…
Esa palabra tiene mala fama.
Una estirpe, un grupo de gente que tenga una definición y se mueva por unos valores. No, el periodista es un trabajador más, y hay buenos trabajadores y malos trabajadores. La gran mayoría estamos en el medio, tratando de ir mejorando. Hay días en que las cosas nos salen bien y otros en que nos salen mal. Criticar el trabajo periodístico me parece lo más sano del mundo. Obviamente que si me atacás a mí o a algo que creo que estuvo bien hecho, te lo voy a discutir. Es parte del juego. El periodismo tiene varias funciones, no solo dar información, sino también tratar de mantener en movimiento la máquina de pensar, de reflexionar. Hay usinas de lugares donde se piensa, como la academia, pero no son la caja de resonancia que le podés dar desde un medio de comunicación. Esa es una de las plazas desde donde podemos hacer eso. La discusión es parte de lo que mueve la reflexión. Está bien que vaya y que venga. De la misma forma no me molesta, y eso lo ato con lo que nos cuestionabas de ser muy sensibles en Desayunos, estar hablando mucho de cómo pensamos periodísticamente. O sea, de estar reflexionando al aire sobre nuestra propia práctica. Me parece que es un ejercicio de transparencia, una especie de educación para los medios, y es sano. Todos los días estás comunicándote con la gente, y está bueno que se vaya sabiendo cómo vas tomando decisiones y que las discutas al aire. Obviamente que nos cuidamos y tratamos de no exponernos, pero hay discusiones que las hemos dado en público, y no siento que el público deba aburrirse por eso, o que digan que estamos haciendo periodismo de periodistas.
¿Como esta entrevista?
Capaz uno está preso de sus propios microclimas, pero entiendo que el periodismo y la libertad con que ejerce es un tema de mucha discusión pública actualmente. La mayoría de tus preguntas han venido por ese lado. Es un tema que tiene interés y me parece bien que la gente sepa cómo vas tomando las decisiones periodísticas, que pueden estar cargadas de errores y sesgos. Lo que no se puede hacer es atribuirte intenciones o sospechas sobre tu trabajo. Me podés discutir sobre si estuve bien al traer a fulano o a mengano, pero si lo ponés en términos de “lo trajiste por tal cosa”, estás simplificando el trabajo que hacemos. La confianza es parte importante del capital simbólico que tenemos para defender el trabajo. Si pegás en la línea de flotación de lo que es el trabajo que nosotros hacemos, ahí sí seguramente me ofenda y responda, porque tengo que defender mi trabajo. Si no puedo defender mi trabajo, no vale nada. Te puedo reconocer el error, pero no dejar que me adjudiques una intención o una deshonestidad.
Sos consciente de que el de ustedes debe ser de los pocos programas periodísticos en televisión.
Muchos lo son. No sé cómo estás catalogando.
El informativo es informativo. Dejalos de lado. Hoy Desayunos debe ser de los pocos periodísticos.
No hay tantos, sí. Le falta periodismo a la televisión.
Y hoy por hoy marcan agenda en algunos temas. Eso lo notás.
Sí.
Nadie hace entrevistas de veintiocho minutos en televisión. En el informativo son de diez.
La entrevista no es la única forma de hacer periodismo en televisión.
El informativo es otra cosa. Ustedes tienen entrevistas en profundidad, que muchas veces generan un hecho político.
Lo he notado.
No lo buscan. ¿No te gusta marcar agenda?
Me gusta que el programa sea levantado porque eso quiere decir que estuviste conversando cosas relevantes. Pero podés ser levantado porque alguien dijo algo rimbombante y eso quedó como parte del periodismo de declaración, y mañana va a venir otro a responder, y eso está bueno. Pero más me interesa cuando te das cuenta que estabas con la mirada en un tema sobre el cual lograste avanzar en la información. Ya sea porque tuviste un entrevistado que era el que había que tener ese día, porque era muy importante lo que dijera sobre determinado tema, o porque a otro entrevistado que podía estar o no en el radar de la información de máxima urgencia le pusiste una mirada sobre algo que terminó revelando algo nuevo. Son dos tipos de repercusiones distintas. Creo que en el programa se dan de las dos. Si tuviste alguien que cometió un exabrupto o tiró una declaración que no estabas buscando, que apareció de la nada, y salió petróleo, perfecto. Sirve, porque implica que el programa se conozca. Pero lo que más me interesa es lo otro, que los entrevistados vayan porque saben que son entrevistas…
Serias.
Que van a ser exigentes pero leales, y que van a tener interlocutores informados a la hora de manejar los temas, y que el entrevistado respete a los entrevistadores. Ese tipo de repercusiones que tienen que ver con que avanzaste en la información porque pusiste la mirada en el entrevistado que tenías que tener ese día, o sobre el tema que era relevante y que no estaba tan visto, son las que más me interesan. Durante la entrevista no estoy pensando: “Esto es título”. Si en el momento me doy cuenta que me están por decir algo relevante, voy a buscar que lo digan porque eso hace avanzar la información. Pero no busco el título porque sí, porque el programa no vive de eso, sino de que las entrevistas estén bien hechas. No es una tribuna de la cual se tiren titulares. Lo otro es más difícil de lograr, y me parece mucho más entretenido. Por ahí es que está la búsqueda.
¿Alguien se niega a ir a Desayunos?
Así como negarse a ir, no. No hemos entrevistado al Presidente de la República porque da pocas entrevistas por año y las tiene medidas, y los canales eligen a qué programas quieren que vaya, y obviamente que los noticieros son el lugar ideal porque son los que tienen más audiencia. Hay entrevistados que no hemos tenido porque no dan entrevistas, como Bustillo en toda su gestión. De repente sí tenés algunos momentos con entrevistados que no te van, pero después terminan yendo. En el programa estamos contentos de ser un espacio válido. Quizás sí hay momentos en que algunos invitados sienten que estratégicamente no les conviene ir. Pero no me doy cuenta, por lo menos ahora, de que haya entrevistados que no vayan al programa por ser Desayunos.
¿Te has visto en algún dilema ético con algo en lo que no podés meterte o que no podés publicar? ¿O si tenés la información, la largás y punto?
Como no trabajo en un diario no soy el que cae con una noticia particular.
¿Vale todo en periodismo para largar la primicia?
No creo. La información tiene que aportar más que lo que destruye. Si sabés dónde está un secuestrado, no lo vas a decir si la Policía está yendo a liberarlo. Como máxima, trato de no atarme a ninguna. Me parece que el trabajo del periodismo es ponderar las situaciones. El ejemplo de probeta nunca lo encontrás tan descontaminado en el ambiente. Es caso a caso. A priori lo que digo es que la pulsión primera es darlo. Pero tampoco tengo el bicho de salir. Vengo más de la producción periodística, no tanto de la redacción, y estoy más acostumbrado a esperar. Como periodista es un horror, pero como periodista no tengo tan metido el chip de ganar. Sí quiero tener el entrevistado que hay que tener ese día. Si no lo tenemos ese día y lo tenemos mañana, mañana va a ser una mejor entrevista, porque ya vamos a saber cómo responde y vamos a poder avanzar. En ese sentido me lo tomo con un poco más de calma, que en realidad el deber ser de la profesión indica y está bien que sea.
Ahora lo importante es ser el primero en algo, no importa el precio. Es quién lo dijo primero.
Yo no tiro noticias en Twitter. De repente puedo tener una información, pero no la tiro porque me parece que no es la forma. No sé hacerlo, prefiero hacerlo en el programa o dejarlo caer como una información que yo tengo de back, y si funciona dentro de la entrevista o en el comentario de las noticias, contextualizando. Pero eso no me deja bien parado frente al deber ser del informativo, que es otro, y me parece bien que así sea. Soy muy naif. No lo veo tanto como una competencia, cuando lo es, sino más como un trabajo colaborativo. Si lo que tenés como deber ser del periodismo es el derecho a la información de todos, que vos vengas con una información del otro lado, lo único que yo veo ahí es un insumo para cuando yo siga trabajando. Y de repente esté incompleto y me ilumine un lugar que yo no había visto, con el cual yo puedo avanzar por algún lado, o que vos no tuviste tiempo de hacerlo, porque estabas muy preocupado por largar esa primicia, o porque a mí se me ocurrió a partir de lo que vos hiciste. El periodismo es un trabajo colaborativo, y creo que lo hemos visto en varios de los casos que se han dado en este tiempo. El trabajo de los periodistas desde distintos medios. Hoy no tenés redacciones superpotentes. Es mucho esfuerzo de equipos a los que en general les faltan recursos para trabajar.
A veces hay primicias que las largan en Twitter.
Ni que hablar.
Una persona, ni siquiera un medio.
Pero igual sigue existiendo el periodista que tira primicias, y que genera una marca, una reputación. Me parece muy válido.
Bolaceros, a veces.
Por supuesto que esas cosas después se tienen que confirmar, pero a lo que voy es que no le saco el mérito. Ni que hablar cuando hay una investigación.
Creo que hoy la gente precisa más el contexto y el análisis que la noticia en sí misma. La noticia surge y rápidamente se expande por cualquier lado.
Siempre me sentí más cómodo en el terreno del productor periodístico, porque implicaba eso, sentarme a estudiar el tema y armar un planteo para poder avanzar de manera ordenada sobre determinada información. Mantengo esa deformación profesional. La otra hipótesis es que nunca me dio para lo otro y por eso me quedo acá. Es una posibilidad. Es un lugar cómodo. Por eso no le quito mérito al que está como sabueso rascando la noticia. Por eso me parece que es un trabajo colaborativo. Está bárbaro que alguien haga eso que a mí me interesa un poco menos, mientras yo me dedico a otras cosas y después voy a recoger ese laburo. Capaz también yo hago algo que al otro le termina aportando.
¿Cuáles son las tres críticas más grandes al periodismo uruguayo?
Hay una que viene por el lado de las condiciones de trabajo.
El multiempleo, el bajo salario, las exigencias.
Exacto. Creo que la mayoría de las críticas que se le achacan al periodismo por el lado de la deshonestidad intelectual y los sesgos se explican más por las condiciones de trabajo que por la voluntad del periodista de hacer mejor su laburo. Estamos en una etapa en la cual nos falta formación, lo cual es una paradoja.
Hay más escuelas que antes.
Exacto. Los medios funcionaban distinto. Tenían años de redacción. Tenían sus mañas y sus vicios, pero tenían un bagaje intelectual que, en mi generación, no se tiene tanto, o se tiene de otro modo, consumiendo medios de manera distinta. Por otro lado, tenés ese piso de la formación en licenciaturas. Ahí hay ventajas de mi generación.
Te da el esqueleto, pero no la carne.
En algunos casos nos termina faltando el bagaje intelectual que, de repente por la propia dinámica de las redacciones, que se sostenían en el tiempo y que trabajaban a otro ritmo, donde la cultura de la lectura era distinta, se tenía. Me da la impresión de que, si bien falta eso, y tenés un nivel de formación y un estándar que te permite, para empezar, esta transición que las otras generaciones nunca habrían podido sostener. Pero falta profundizar en posgrados, en maestrías, en doctorados, en un trabajo de reflexión sobre la práctica periodística más allá de la reunión de redacción. Estamos en una transición. Así como, hoy por hoy, es raro tener periodistas de menos de cuarenta que no estén formados en licenciaturas, me parece que la gente que tenga destaque en el futuro va a ser gente con formación en maestrías y desarrollo académico en lo que hace. Creo que sería deseable que se genere en las propias facultades, que están en proceso de maduración.
Lo que escucho con demasiada frecuencia, y que me molesta, es que los periodistas que vienen no son interlocutores válidos. Los pelotean, dicen los políticos.
Creo que puede pasar, en algunos casos. Yo entré y en mi clase éramos quinientos, y no sé cuántos teníamos interés real de hacer periodismo. Por otro lado, está lo que te decía de las condiciones de laburo. Si tengo que picar en cinco lugares distintos… Tengo la ventaja de laburar en un lugar donde parte de lo que me pagan es por sentarme a estudiar los temas. No estoy atrás de la noticia y de la declaración. Estoy leyendo, y parte de la construcción de los productos en los que trabajo tiene que ver con eso, con que si me agarran mal parado, estoy dos días muerto de vergüenza.
Tenés escrúpulos todavía.
La vergüenza y la inseguridad son lugares muy ricos desde donde trabajar, para mí.
Otros no tienen ese problema.
Hay muchas personalidades distintas.
¿No hay mucho infotainment en el periodismo uruguayo?
¿Cómo te fue hoy en Esta Boca es Mía?
Bárbaro, me divertí mucho.
Tienen una muy buena agenda. Dos por tres pienso: “¡Cómo no se nos ocurrió esta nota si esto ocurrió ayer!”.
La productora es genial. Hay que competir con Esta Boca es Mía, sos un desastre.
Miro todo. Las dificultades que tenés para resolver un tema de producción lo resuelven muy rápido en Esta Boca es Mía. No es menor que todos los días discutan temas relevantes. Está bien, el infotainment es como un género bastardo, la polémica está mal vista, y entiendo que hay un desmerecimiento de la información en pos del show, o por lo menos ese es el prejuicio. Pero el beneficio o el pro que tiene es que todos los días están discutiendo sobre políticas públicas o cosas que importan, temas relevantes. Y eso es un lenguaje que le llega al público que, de otra forma, no estaría discutiendo sobre esos temas. ¿Hay pocos periodísticos en la televisión? Creo que sí. Entiendo las dificultades que eso implica, porque trabajar periodísticamente en televisión es caro, y no es una apuesta fácil de hacer. Me gustaría que haya más, por supuesto. Entiendo que el infotainment es una forma relativamente económica de estar con temas periodísticos arriba de la mesa. No desmerezco el lugar que hoy en día tienen, más allá de que puedo tener mis gustos y puedo preferir consumir información de una manera u otra. Pero soy un público muy especial.
¿Hay suficientes noticias en el país como para tener informativos de dos horas y media?
Nunca trabajé en un informativo. No sé.
Pero como espectador. ¿Mirás dos horas y media de informativo?
No. Pero también tengo un tema con mis horarios de trabajo. Al momento del informativo ya estoy apagándome. Lo miro o no en función de cómo me agarre llegando a casa. No siempre le presto demasiada atención, porque vengo de todo el día. Por otro lado, me doy cuenta de que te estás quejando de que no hay demasiado periodismo en televisión, mientras que el informativo en definitiva son noticias. Dentro de todo es de lo más visto en la televisión. ¿Qué me sacás y qué me vas a poner? Noticieros recontra producidos, trabajados con las mejores condiciones…
Con noticias. Noticieros con noticias.
Si vas a sacarme una hora de noticiero. Después, si querés, podemos mirar hacia adentro. Prefiero eso a una telenovela. Si tu lectura es que están estirando…
Es una afirmación. No sos tan independiente de los medios en que trabajás.
Boludo no soy.
¿Qué estás leyendo ahora, aparte de los diarios?
Empecé con la biografía de Milei, que la dejé por la mitad.
¿Quién la escribió?
Juan Luis González, un periodista argentino. Es donde aparecen todas las investigaciones sobre los perros. Lo dejé por la mitad para empezar a leer a Fernando Amado y el libro de Manini, que viene mañana acá a la radio.
¿No estuvo Fernando ya?
Estuvo en Desayunos. Ahora me faltan veinte páginas del de Fossati.
O sea que de literatura pura y dura, nada.
No.
Vivís obsesionado con las noticias.
Con la información, con el contexto.
¿Qué hace tu mujer?
Es docente en la FIC, en Teoría de la comunicación.
Se retroalimentan.
Un poco, sí. Es otro palo, es la que sabe de comunicación. La escucho mucho, y es durísima con las críticas.
Es el cable a tierra.
Me ayuda mucho a pensar. Cuando tengo temas que no sé muy bien cómo encarar, los peloteo con ella. A veces simplemente peleamos.
Escribir no vas a escribir nada.
No estoy en condiciones de darte esa información.
O sea que estás escribiendo.
Es toda la información que vas a recibir (risas).

POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES

Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.

Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.

Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.

Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo. Conozca aquí las opciones de apoyo.

//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js
Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.