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No fueron los sarracenos por Juan Martín Posadas

No fueron los sarracenos por Juan Martín Posadas
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VOCES es un semanario de izquierda; no es un semanario del Frente Amplio. La diferencia no es menor, por si alguno no se ha dado cuenta (y hay unos cuantos que todavía no se dieron cuenta). Además, VOCES es un semanario que ha dado sistemáticamente cobijo a voces que no son de izquierda. Incluso ha dado espacio a severas críticas a la izquierda y al Frente Amplio. Algunos, en las filas del Frente, consideran que eso es una claudicación o, por lo menos, una ingenuidad. Otros –entre quienes se encuentra quien escribe estas líneas- consideran que allí se encuentra el mayor aporte de esta publicación a la cultura política del país.

Teniendo muy presente lo que antecede es que planteo y me planteo una pregunta. Si este es un semanario que, siendo de izquierda, abre sus páginas para que todos tengan voz ¿por qué no lo aprovechan los frenteamplistas para empezar a desarrollar la reflexión más necesaria -para la izquierda y par el país- que es el análisis de la derrota electoral del Frente? O, mirado desde otro ángulo, ¿por qué los frenteamplistas que aquí escriben siguen escribiendo hoy igual que el año pasado como si no hubiera pasado nada?

Mis amigos frenteamplistas me contestan que ningún partido político hace su autocrítica en la azotea, a la vista de todos los vecinos. Acepto, pero hago ver lo siguiente. Hay una autocrítica menuda, también necesaria pero esa sí sólo doméstica, que versa sobre el desempeño del candidato, la selección de Graciela Villar como Vice, la estrategia electoral, la agencia de publicidad y cosas por el estilo que no son de interés general. Pero hay otros dos aspectos de la autocrítica que no sólo son necesarios en la interna, sino que plantean preguntas interesantes para un análisis general y que, por serlo, interesan a todos quienes reflexionamos sobre el acontecer político en nuestro país.

Uno de ellos es la pregunta sobre por qué el relato frenteamplista, que supo tener una acogida entusiasta en la mayoría de los uruguayos y una marcada influencia en esta sociedad, fue perdiendo en relativamente pocos años no solo el atractivo sino el respeto entre esos mismos uruguayos. Pero de éste no me voy a ocupar hoy.

El segundo aspecto, del que sí me quiero ocupar, es que no se puede achacar a la casualidad el hecho de que lo acontecido acá en Uruguay haya tenido un correlato internacional o regional. La derrota electoral del Frente Amplio en Uruguay es un capítulo, postrero o tardío, de un movimiento similar que tuvo su versión en Brasil, en Perú, Ecuador, Bolivia y Paraguay. Se podría añadir Argentina y Venezuela, pero allí todo es más confuso. Hay un entretejido de contexto regional que llama la atención y merece investigación.

Aquellos partidos políticos que, para no perdernos en suspicacias, podríamos llamar partidos hermanos del Frente Amplio en la región, tuvieron sus días de poder y prestigio más o menos en los mismos tiempos (cronológicos e históricos). Condujeron a sus respectivos países desde posiciones claramente mayoritarias, con un nivel de acatamiento enorme, gozaron de prestigio interno y externo, compartieron una época de gran bonanza económica y sobre las mismas bases (precio internacional de las commodities) lo que produjo distribución de la riqueza primero y despilfarro despues y también, casi en los mismos tiempos, fueron perdiendo elecciones, gobierno y prestigio (y en varios casos terminaron con prisión o destierro).

¿Qué sucedió en la región y por qué? ¿No es acaso una pregunta pertinente para las izquierdas? En realidad, es pertinente para todos –izquierdas o no- para una mejor intelección de lo que vino después. Lo que viene después siempre tiene una parte de su explicación en lo que pasó antes. Acá en el Uruguay eso es clarísimo.

Las respuestas que hacen circular los partidos y las culturas de izquierda, respuesta que fue creada por los politólogos “orgánicos” y repitieron luego todos los periodistas amigos y los dirigentes políticos (sobretodo aquellos que perdieron el puesto o el enchufe en el gobierno), no son respuestas sino justificaciones baratas de la derrota. Se amontonan para informar que el asunto es que se ha desarrollado un colosal embate derechista que le pasó por arriba a toda la región. Y punto.  No hay allí explicación alguna sino solamente justificación o excusa que los resguarda de toda responsabilidad en lo que pasó (y les pasó). Me hace acordar a una cita del Romancero del Cid que mi padre solía traer a colación: “Vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos / Que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos”.

La izquierda que se victimiza deja de ser una izquierda que sirva para algo. Sobre la lloradera que repiten y prolongan Lula, Evo, Correa, el Pepe, Javier Miranda, el inmarchitable Castillo y de ahí para abajo hay que agregarle algo más. De lo contrario se vuelve a reeditar una versión modificada de la vieja cantilena que resonó durante cincuenta años y narcotizó a varias generaciones de jóvenes, (ahora viejos) que aseguraba sin pestañear que todos los tropiezos y las apreturas del régimen cubano se debieron al bloqueo de Estados Unidos y nunca a un error del Comandante.

No existe posibilidad alguna de generar un debate serio sobe lo que ha pasado en la región si el discurso de las izquierdas no habla en Brasil de la operación Lavajato, en la Argentina de los cuadernos de las coimas y las bolsas de dólares revoleadas por encima del muro del convento, en Ecuador de los motivos por los cuales Correa no puede poner los pies en su patria, en Bolivia de las maniobras continuistas de Evo y en el Uruguaya sí no menciona ANCAP, FONDES, el remate trucho de los aviones de PLUNA y el diploma innecesario que no aparece, entre otras yerbas.

No sería justo generalizar ni individualizar. Ni se puede decir sin faltar a la verdad que todos fueron unos bandidos ni se puede condensar el dolo en una acusación singular: fue solamente fulano y su entorno. Hay algo sistemático que debe ser estudiado. Los que he llamado partidos amigos del Frente Amplio, sus conductores, sus Presidentes, elaboraron un relato común de sí mismos como parte de la identidad de sus respectivos pueblos y emblemas del destino de la región. Pero además del relato, de por sí muy importante y muy asimilado en la academia en toda la región, se incorporó una liturgia formalizada en las cumbres presidenciales. Es sobre todo eso, que no fue mera coincidencia sino construcción de un imaginario común, que se debe profundizar

En todas las sociedades la academia, los intelectuales y los politólogos juegan una misión importante como focos de crítica y ámbitos de análisis de los movimientos y cambios políticos. Esta tribuna abierta que es VOCES podría ser el espacio propicio para ir haciéndole lugar a las preguntas que refieran al acontecer político en un período de la región. Las respuestas en serie, esas que ya están prontas antes de que se planteen las preguntas, esas son estereotipos y no sirven para nada. Las preguntas verdaderas no han sido planteadas.

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