Recientemente se ha implementado el etiquetado frontal para los alimentos ultraprocesados. Una riña de intereses que terminó modificando algunos parámetros del etiquetado. Aun así y viéndolo al pasar el tiempo, el etiquetado llegó a las góndolas y eso es importante si lo comparamos con la mayoría de países, incluidos los de la Unión Europea, que muy lejos están -por el propio lobby empresarial- de tener un etiquetado similar.
Cuando algunos se preguntan si el etiquetado es suficiente, la respuesta es obvia: claramente no lo es. Hay una mirada superficial que desconoce las variables implicadas en el sobrepeso y la obesidad. Las miradas y planteamientos banales terminan en leyes superficiales y estériles; porque muchos de nuestros gobernantes, activistas sociales y organizaciones no comprenden la gravedad del problema de la desinformación en materia de nutrición y de los riesgos para la salud que esto trae aparejado.
El mayor ejemplo es la Ley N° 19140 (Protección de la salud de la población infantil y adolescente a través de la promoción de hábitos alimenticios saludables). Hemos advertido sobre su precariedad. Su punto más débil es el que tendría que haber sido el más fuerte; el educativo. Sin embargo, la ley deja a criterio de cada institución, de sus necesidades y prioridades a esa educación alimentaria. Una ley que se caracterizó por el autobombo y casi como una fórmula mágica para solucionar los problemas nutricionales. Es una ley que deja de lado a los más vulnerables.
Cuando tu cena son cáscaras de papas
En 2018 me contactaron de una institución pública para construir una huerta y brindar alguna charla de alimentación saludable. Este trabajo era sin honorarios y a través de un grupo social. Tal vez, la mayor prueba de que la educación alimentaria en centros educativos es prácticamente inexistente; y hacemos lo que podemos para dar una mano.
En una de esas tardes en el predio que se iba convirtiendo en huerta, una estudiante nos comentó, que, a la noche, muchas veces, su padre traía cáscaras de papas para freír y comer; esa era su cena. Cuando abrimos los ojos nos dimos cuenta de que muchos de los adolescentes que estaban construyendo la huerta lo hacían con el fin de llevar algo de alimentos a su casa y ayudar a su familia. Esto nos puso en alerta. La huerta que estábamos construyendo era en principio con fines educativos: Biología, Química, recetas, nutrición. Un lugar donde aprender destrezas y temáticas sobre varias disciplinas. Y advertimos: ¿Cuántos estudiantes son y cuánto podrán cosechar en este predio? La ecuación era imposible por la propia capacidad de producción en ese espacio; al menos una producción significativa y que hiciera esa diferencia que algunos deseaban.
“Si traigo tartas de verduras no las compra nadie, son muy caras para estos chicos”.
¿Qué influencia puede tener la ley vigente en lugares como este centro educativo cuando los propios estudiantes no pueden comprar una tarta saludable? Para muchos de ellos decirles que deben comer más frutas y verduras en sus hogares es una broma de mal gusto, porque no pueden acceder a ellas por sus costos. Aquí es donde entran los ultraprocesados de bajo costo, porque también están los de precios significativos; atraviesan toda la sociedad moldeándose a cada situación económica, algo que no pueden hacer las frutas y hortalizas hasta el momento. Si observan la «lista inteligente», una confección que recomienda cada dos semanas las frutas y hortalizas más baratas, verán lo limitada de dicha lista, incluso en época de plena cosecha. Porque aquello de que con poco se come bien es una mirada elitista a base de lentejas y acompañarlas con lo que se pueda, dejando de lado la diversidad de alimentos y por ende de recetas. Incluso muchas veces los alimentos – cultivos de temporada están caros y varios quedan por fuera de esa «lista inteligente». Y no me mal entiendan, las legumbres son muy saludables, y se recomiendan al menos 4 porciones por semana, pero no es lo mismo que comerlas todos los días y sin más opciones.
Educar con el ejemplo
Los hábitos alimentarios no se decretan ni se establecen por mandato. No funciona de esa manera. Lo pueden apreciar cuando a un niño se le insiste de mala gana en que debe consumir la fruta; generalmente el niño responde de mala gana, porque generalmente esa persona que intenta darle la fruta no come fruta. El niño nunca vio a ese adulto comer una fruta. ¿Por qué lo haría él si su padre o su madre no lo hace? Y esto es más común de lo que piensan, y no solo con las frutas. En realidad, sucede con la mayoría de los hábitos, se heredan socialmente en el núcleo familiar.
Y sí, es necesario prohibir, así como determinados comportamientos están prohibidos por ser nocivos para la sociedad, de la misma manera, para promover hábitos alimentarios saludables en una institución educativa es necesario prohibir. Y este punto fue otro problema de la ley 19140; prohibió los saleros en las mesas y la publicidad, pero no había nada en la ley que prohibiera a los alimentos ultraprocesados. De hecho, el mayor consumo de sal de la población es a través de los ultraprocesados y no por el salero (1) (2). Y además no hay controles en cuanto a la publicidad.
Parecería que las leyes las crean personas que no están empapadas del tema, y la estructura que brinde educación alimentaria como asignatura se hace imprescindible. Una materia que involucre a la ya existente educación física y agregándole a la educación alimentaria; no como opcional, ni cuando «pinte», que sea curricular y con participación de los padres en jornadas. Y por supuesto, se necesitan platos de comida en varios liceos públicos.
Combatir en serio el consumo de ultraprocesados y la pseudociencia
En cuanto a los ultraprocesados, se necesita una correcta fiscalización, además de ir pensando en rotulados que adviertan que determinados productos no son saludables para niños y adolescentes, y a la vez prohibir su publicidad en horario de protección al menor. Aun así, si los propios centros de estudios no realizan educación nutricional, es como tener a personas al volante que no saben conducir, y en definitiva, los centros educativos son los encargados de inculcar y enseñar; Lamentablemente se ha dejado a la deriva y que cada uno haga lo que pueda.
Estas proposiciones tienen además del sentido común, respaldo científico. De hecho, acaba de salir otro estudio al respecto (3). Porque es verdad, debemos estar alertas de corrientes educativas que se presentan como innovadoras y no son más que grupos con gran perfil sectario, ese que tanto fascina a los pseudomísticos y al ambiente de las “terapias” New Age.
La publicidad engañosa también es pseudociencia. No existen controles al respecto y los mecanismos para realizar denuncias son tediosos y a veces difíciles de realizar on line. Lo sufrí al tratar de realizar una denuncia. Al final tuve que salir por radio para que la empresa eliminara dicha publicidad.
Para resolver problemas complejos necesitamos en primer lugar a personas serias, idóneas y libres de conflictos de interés; planteamientos complejos, consensuados, sin distinción de partidos políticos, porque en definitiva el sobrepeso y la obesidad no tienen partido político, y así como van las cosas, muchos de estos niños y adolescentes en sobrepeso u obesidad continuarán con esta condición durante toda su vida, porque es lo que ocurre en la mayoría de los casos. Es realmente grave y alarmante.
En nuestro blog de divulgación científica sobre nutrición pueden encontrar material disponible y gratuito para hacer frente a algunos de estos desafíos: https://nutriciondemonios.com/
1 https://www.heart.org/en/healthy-living/healthy-eating/eat-smart/healthy-living-spanish-infographics/los-efectos-de-consumir-mucho-sodio-a-su-salud-e-apariencia
2 https://www.fda.gov/food/nutrition-education-resources-materials/el-sodio-en-su-dieta
3 https://jamanetwork.com/journals/jamanetworkopen/fullarticle/2800162
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