16 de julio de 1950: el día más feliz de mi vida y probablemente de muchos uruguayos. Con once años era apasionado del fútbol y como todo el pueblo escuché por radio la transmisión de la final de Maracaná. Al término del partido, la Avda. 18 de julio en Montevideo, otras grandes avenidas del interior o las estaciones de trenes, se llenaron de hombres, mujeres y niños con banderas uruguayas y otras expresiones de alegría popular. Todos reconocimos la clase y el valor de aquellos once jugadores, y en particular la del “Negro Jefe”, cuyo liderazgo fue reconocido por unanimidad.
16 de julio de ¿1990? (no estoy seguro del año). Era co-delegado de la FENAPES (Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria) en la CSEU (Confederación de Sindicatos de la Enseñanza del Uruguay). La FENAPES propuso homenajear con una placa de la CSEU y de sus sindicatos al septuagenario Obdulio. Recuerdo que con apoyo de Florit (delegado del Magisterio) y de otros compañeros de los demás sindicatos, la idea fue apoyada por unanimidad.
Fui designado con otro compañero (que finalmente no pudo ir) para llevarle la placa a su casa en Villa Española. Era un frío domingo de mañana. Me anuncié ante quien me abrió la puerta, quien me hizo pasar a la humilde vivienda, y a los minutos vino él. Hablé poco, le mostré la placa que lo decía todo y el gran Obdulio emocionado no supo más que abrazarme y dar su aprobación y su alegría con el pulgar para arriba. El gran “Negro Jefe” -uno de los fundadores de la Mutual de Jugadores Profesionales y sostén de la huelga de 1948 para el reconocimiento de sus derechos- valoró el homenaje de los sindicatos docentes.
El fútbol ha sido y es expresión de la pasión popular, que ha llevado a Uruguay a ser reconocido en el mundo. No quedamos muchos vivos desde aquel día de 1950. Y he querido expresar con estas líneas, la relación entre el fútbol -que es parte de la educación de cada vez más pueblos- la docencia y los sindicatos.
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