La humanidad ha sabido -a medida que fue creciendo demográficamente- hacer del planeta tierra un lugar más pacífico y menos desigual a pesar de toda la sarta de disparates que escuchamos a diarios por algunos sembradores de odios vernáculos. El mundo es injusto. Ha sido así y seguirá siéndolo, pero porcentualmente hoy más gente vive mejor que en el pasado. Hace 300 años el 90 por ciento de la gente era absolutamente pobre. También es falso que hoy haya más violencia. Por el contrario, este es el siglo de la paz. En la edad media 15 por ciento de la población mundial moría por la violencia. A principios del siglo XX solo el 5 por ciento (y eso que hubo guerras mundiales). Hoy el porcentaje es del 0.5 de la población mundial.
El mundo sustituyó la condición tan cuestionada que el hombre es el lobo del hombre por otras formas de medirse a sí mismo y superar la confrontación y la muerte. Una de ellas son las OLIMPIADAS.
Competir y cooperar está en la esencia del yo colectivo. Las dos están indisolublemente ligadas a la condición humana y no se pueden evitar. Si vamos a competir …está bien; te lo acepto, pero que sea en paz.
La Olimpiada permite medir el rendimiento físico, intelectual y afán de superación de los atletas individualmente considerados. No obstante, ello la necesidad de atar esa individualidad a una idea colectiva es ofrecer en el menú también el plato NACIONALISTA.
La distinción olímpica va dirigida no solo al atleta sino además al país que representa ese atleta. Algunos cronistas locales y mundiales son especialistas en generar con sus relatos un halo de chauvinismo o nacionalismo exagerado. Al menos eso me parece a mí. Nos hacen creer que somos el pueblo elegido por el solo hecho que un remero nuestro, o un luchador de karate uruguayo o un ciclista hayan obtenido una alta clasificación. Ni hablar si ese atleta consigue un lugar en el podio olímpico.
Ese falso nacionalismo exacerbado hoy fue desmentido por las corredoras femeninas de los 100 metros. Las 3 primeras colocadas pertenecían a un solo país. Por cierto, un país muy chico si lo comparamos con el concierto mundial. Por alguna razón que no me animo a analizar por falta de conocimientos en ese país la gente se ve que toma te de liebre o de leopardo. Son rapidísimos. Las chicas jamaiquinas obtuvieron los 3 primeros puestos. Una de ellas ganó y rompió el récord olímpico. Créanme que Ud. y yo vimos exactamente lo mismo. Sus compañeras de nacionalidad casi que ni la saludaron. Y ella tampoco les dio mucha pelota. Probablemente ni siquiera se hayan sacado una foto las 3 juntas y si lo hicieron (cosa que dudo) debe haber sido a presión política. Eso me hace pensar que el nacionalismo es una construcción más política que humana. El ser humano tiende a pensar en sí mismo antes que la bandera. ¿Está mal? ¿está bien? No lo sé. Pero es así.
Chau Jamaica…lo que estaba en juego allí era el esfuerzo que cada una de ellas había hecho para superar obstáculos y romper récords. Puede no gustarme, pero es condición humana y eso lo respeto.
Por tanto, los nacionalismos en el deporte los valoro, pero los relativizo y mucho.
También relativizo mitos y leyendas. Ni nosotros somos ninguna tierra elegida por las pocas medallas que hemos tenido en la historia, ni debemos sentirnos un desastre por no conseguirlas. Menos aún poner tantas excusas cuando no se obtienen resultados. Los demás juegan.
Es verso lo de la garra charrúa. Primero porque de charrúa tenemos muy poco y segundo porque garra tiene un atleta de Kosovo que nació en medio de la invasión a su país por parte de los serbios. Garra tiene un atleta de Trinidad y Tobago, o un tipo salido de un pueblito helado de Finlandia donde viven 4 mil personas. Es puro cuento que los únicos que llegan a las Olimpiadas con poco apoyo son los nuestros. En todos lados se cuecen habas. Le vas a hablar de sacrificio a un corredor de Eritrea o Somalía que si le mostras una hamburguesa al costado del camino capaz que se sale de la pista pa morfarla. ¡Por favor…no me jodan con las excusas!
También es cierto que en determinado tipo de deportes hay potencias y allí es donde hay que valorar que un remero obtenga un 6 º puesto y mucho más un atleta de salto largo que en la olimpiada pasada obtuvo igual figuración. Claro que se valora y se aplaude. Pero cero excusas. Basta de versos, chauvinismos baratos y mitos. No somos un país tan chico tampoco. Está plagado de países más chicos que nosotros. Si fue hazaña la medalla de plata en ciclismo que obtuvimos en el 2000 también es hazaña la medalla del tunecino en natación o la medalla de oro del ecuatoriano en ciclismo o la participación estelar de un habitante de Islas Bermudas obteniendo un oro olímpico. Dejémonos de joder con mediocridades y excusas. El hombre cuando quiere puede y su obligación única es consigo mismo. Superarse, dar un poquito más que si mismo. Un poquito más que ayer y así ir progresando. La bandera y el himno son hermosos, pero apenas son parte de un lindo decorado para quienes creemos que el hombre es uno solo en este planeta sin distinción de piel, raza o colores en una camiseta. Y digo todo esto a sabiendas que también es humano emocionarse porque alguien de tu propio pueblo llegó a lo más alto posible. Yo lo aplaudo y saben que lo he hecho.
Todo vale…pero primero el ser humano. Primero antes que cualquier otra consideración.
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