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Pirucho no puede más por Jorge Alastra

Pirucho no puede más por Jorge Alastra
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Todavía siento la emoción al terminar de escuchar por primera vez «Mediocampo» de Jaime Roos en la primavera de 1984. Siempre lo consideré un poco el «Sgt. Pepper” de Jaime (siguiendo una nomenclatura discográfica beatle) y que «Aquello» era el «Rubber Soul» y “Siempre son las 4” el “Revolver”. «Mediocampo» fue la cima artística, la panorámica de una obra que se había ido consolidando de manera lenta pero contundente, y demostraba en los hechos que ciertas ideas y conceptos artísticos desarrollados durante años -con mucho esfuerzo y valentía- podían tener impacto popular más allá del coto cerrado del ambiente artístico. En Mediocampo se hacía un resumen y se daba un paso adelante en cuanto a contundencia compositiva. Y ya desde la portada (foto mítica de Mario Marotta) se lanzaba un mensaje explícito e irónico: el artista posaba de volante medio de una selección de instrumentistas uruguayos destacados, una especie de «Obdulio» antojadizo, como concepto general del álbum y que coincidía con su momento artístico y personal. La poética de la casaca del C. A. Fénix no significaba solo la resurrección; era el triunfo sobre quienes habían pronosticado (algunos importantes periodistas musicales de entonces) que no pasaba nada con la música de Roos. El repertorio incluído fue una colección de canciones que hoy, varias de ellas, son parte importante de lo mejor de nuestra música popular. Más allá de la repercusión de ciertas canciones como «Durazno y Convención», «Los futuros murguistas» o «Luces en el Calabró», hay otras que sin ser tan populares, son de las mejores que hayan salido del «taller Roos». «Nunca fuiste al cine» es un delicioso candombe tecno-pop. Además del ambiente «new wave» del arreglo hay una intención de no perder lo orgánico, entonces la batería está tocada y no sampleada como pudo haber ocurrido. Jaime fusiona, no se descansa en «copiar» lo que está sonando en un período histórico. El solo perfecto de José Pedro Beledo (a la Holdsworth) le da un aire inesperado; como si un pasajero que está retrasado se hubiera trepado al avión a último momento. La letra de la canción es una especie de crítica al que posa de intelectual, al esnob ( “Otros van al cine/ Y dominan situaciones/ Saben más que Lennon/ Sobre Nueva York”). Y este esnob es además un poco machista ( “Pero al ver que su novia llega tarde/ Le preguntan dónde fuiste/ Y la miran con rencor/ Entonces no se trata de ir a cine/ Ni se trata de comedias/ A final de la función/ Tú sabrás”). “Si piensas en mí” es una balada-bolero, una sátira del melódico internacional o especie de revisión de este fenómeno. El arreglo vocal interpretado por el trío «Travesía» es excelente y el texto contiene una poética que escapa a las canciones del género, o quizá Jaime imaginó cómo sería producir una de Julio Iglesias trabajada de esa forma (“Una sombra con perfiles de pasión/ Cruzó mi cara/ Un retazo de esperanza me rozó/ Cuando te vi”). La aparición súbita de Laura Canoura hace crecer la canción justo cuando se pone más “power” (“Ni azar ni destino serán diferentes/ Mas quién tornará tu canción transparente/ Los ojos abiertos y el alma cansada”). El álbum cierra con un candombe descollante, tal vez el mejor que haya escrito y grabado. Su génesis es casi dadaísta. El amigo Homero Diano (Pirucho) le había enviado a Jaime, cuando estaba en Holanda, una extensa carta con un contenido repleto de códigos personales, y entonces decide ponerle música y adaptarla a un marco de canción. La carta era un sinnúmero de imágenes poéticas y sin un sentido aparente (“Recuerdos como el perfume que da el cantero/ Se juntan mano con mano en el paredón/ Tuqueros se dieron cita con Alborada/ Los charcos de cielo solo mirándolos”). Lo curioso de esta obra es que ya estaba escrita desde la época de “Siempre son las 4” donde aparece como “sinopsis” en el final contrapunteado de “Hermano te estoy hablando” entre citas a “Retirada” y “Aquello”. Jaime adelantaba en el comienzo de aquel disco lo que sería el final del próximo, en clave cinematográfica (en realidad “Siempre son las 4” es un disco cinematográfico). “Pirucho” es un himno personal donde el autor pone de manifiesto la cultura afro-montevideana y su problemática político-histórica. La letra del estribillo (escrita por Jaime) funciona como una especie de scanner sobre el microclima de Ansina y Cuareim. Aquí se homenajea a cada uno de los tamboreros, pero sin maquillaje y sin sensiblería (“Los Lobos/ Los Lobos no quieren más/ El Lobo grande marcando el chico/ Y el Lobo Chico llevando el piano se van/ (…) / “Ansina/ Ansina no quiere más/ Donde hubo patios quedan escombros/ Aunque en el hombro siga acusando el tambor”). Lo cierto es que los tambores que aparecen deben ser de los más impresionantes que se hayan registrado en una grabación de un candombe-canción. Además de los Núñez aparece la flor y nata de Ansina: Gustavo Oviedo, su hermano Edison “Palo Bombo” y Fernando “Hurón” Silva (El Palo/ el Palo no quiere más/ Cortando el viento en Playa Ramírez/ Paso de invierno y quién sabe pensando qué/ (…) / Fernando/ Fernando no quiere más/ Repique astuto y leve sonrisa/ Es una fija por qué le dicen Hurón/ Gustavo/ Gustavo no puede más/ El acento más africano/ junto a su hermano los dueños del milongón”). Los teclados en «Pirucho» fueron grabados por Hugo Fattoruso en una madrugada sobre la base de tambores y la guitarra rítmica de Jaime. El resultado fue tan impactante que el propio Jaime terminó agregando a Hugo en los créditos de autoría de la música. Fue inédito para la época lo grabado por HF en esta canción. Ya deja de ser la introducción de cierta textura o color de un arreglo para transformarse en algo espiritual, chamánico, donde los registros del sintetizador sobrepasan su propios límites. Esto significa que HF trasciende lo usual de aquellos registros para convertirlos en otras sonoridades, alucinadas y espectrales. Un gemido largo, en un momento, es el grito de dolor del África negra, de la injusticia histórica del esclavismo. Hugo Fattoruso eleva a su instrumento en «Pirucho», el sentimiento de angustia y dolor de la situación negra de forma más contundente y efectiva que muchos tratados sociológicos sobre el tema.

Ilustración: Óscar Larroca

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