Política: ¿Mercado o docencia? Por Hoenir Sarthou
Anoche, durante una reunión virtual del equipo de comunicación del Movimiento Uruguay Soberano, surgió una pregunta que parece haberse vuelo sustancial para cualquiera que se plantee una acción política (que no es lo mismo que partidaria).
La pregunta es: “¿Cómo comunicamos, ¿cómo transmitimos lo que queremos decir, de manera que la gente lo acepte y adopte la actitud que queremos que adopte?” (que en este caso es la firma del proyecto de reforma constitucional Uruguay Soberano).
Exactamente la misma pregunta se formulan todos los días, a lo largo y ancho del mundo, miles de empresarios, de candidatos, de estrategas, de publicistas y de asesores de imagen: “¿Cómo hago para que la gente (el público) comparta cierta visión de la realidad, y de sus propios deseos y necesidades, que la lleve a comprar mi producto o a votar a mi candidato?”.
La respuesta que suele aparecer en estas circunstancias es clásica: “Hay que descubrir lo que la gente quiere, hay que hablar en el idioma que entiende, hay que decir lo que quiere y espera oír”.
Esa actitud no tiene nada de sustancialmente nuevo. Hace muchos siglos, los mercaderes ya se preocupaban por conocer las necesidades y deseos de sus clientes. Los reyes inteligentes, por muy autoritarios que fueran, supieron siempre que les convenía ganarse la simpatía y congraciarse con sus súbditos. Y los caudillos, todos los caudillos, lo son ante todo porque tienen una especie de antena intuitiva para percibir lo que sus seguidores quieren, lo que no quieren, y lo que pueden tolerar.
Lo que ha cambiado, lo que es sustancialmente nuevo, digamos que desde el Siglo XX, son los medios disponibles para lograr esos fines. Los medios para difundir, seducir, convencer, vender, influenciar y manipular, pero también para averiguar, espiar, hacer estadísticas y prever reacciones.
Los diarios de circulación masiva, la radio, la televisión, las agencias de noticias, las encuestadoras, las agencias publicitarias, internet, los buscadores de internet y finalmente las redes sociales, a lo largo del Siglo XX y lo que va del XXI, han multiplicado hasta el infinito no sólo la posibilidad de hacer llegar mensajes al público sino la de que los emisores reciban información sobre lo que el público quiere, teme, odia o desea, incluida la respuesta sobre cómo recibe los mensajes del propio emisor y cómo reacciona ante ellos.
Paralelamente a ese desarrollo comunicacional, en el mismo Siglo XX, se fue afianzando el principio democrático, es decir que se generalizó, al menos en la cultura occidental, aunque no sólo en ella, la idea de que un gobierno sólo es legítimo cuando es electo por la mayoría de los habitantes del territorio sobre el que gobierna.
Con eso -aunque no sólo por eso- quedaron prontas las circunstancias para que el mundo de la política fuera colonizado por la lógica del mercado y de la publicidad.
Convertido el voto en una mercadería valiosa, por ser la llave para acceder a los cargos de gobierno, la racionalidad de la investigación de mercado, de las encuestadoras y de las agencias de publicidad, potenciada ahora por la “big data” que surge de la internet de la comunicación y de la internet de las cosas, hizo el resto.
Es así que hemos naturalizado que la lógica de la política no difiere de la lógica del mercado. “Hay que darle al público lo que quiere”, “hay que hablar en el idioma que entiende”, “hay que decir lo que el público quiere oír”.
Un detalle nada menor es que lo que el público sabe, quiere, entiende y desea oír está a su vez interferido por la información que recibe por los mismos medios y vías que están interesadas en formatear y condicionar su respuesta.
Así las cosas, parecería que las posibilidades de la política (en el sentido de la intervención y decisión de los ciudadanos en los asuntos que les son comunes), están clausuradas.
Por eso vemos a políticos de todos los pelos desesperándose por conocer la última encuesta de intención de voto, y las encuestas de opinión. Se han convencido de que la política es eso: decir lo que el mercado electoral quiere oír y dar la imagen que el mercado quiere ver.
Si eso fuera absolutamente verdad, la única posibilidad de cambio de las sociedades dependería de quienes controlan a los medios de comunicación, a internet y a las redes sociales. Porque sólo ellos podrían introducir datos, perspectivas y discursos nuevos.
Siempre que me ataca la desesperanza, recuerdo un argumento de alguien que provenía y operaba en el ámbito de quienes pueden manipular a la opinión pública. Steve Jobs, decía que él no contrataba investigaciones de mercado, porque, afirmaba, siempre dicen lo viejo y previsible. “Si se hubiese hecho una investigación de mercado antes de lanzar el automóvil a motor, el resultado habría sido que la gente pedía caballos más veloces”, decía Jobs. Y agregaba: “La gente no sabe lo que quiere hasta que se lo ponemos delante”.
Aunque las frases están impregnadas de una soberbia de las que pocas veces se exhiben, dan cuenta de una verdad: la posibilidad de innovación es inherente a lo humano. Ninguna previsión, ninguna manipulación, ningún control, pueden impedir que ciertas verdades -ciertas visiones nuevas de la realidad- y ciertas ideas se abran paso, a veces trabajosa y lentamente, en el universo mental de todos nosotros.
A menudo esas innovaciones nacen en boca de pequeñas minorías. Ha pasado con las religiones, con las concepciones religiosas o morales y con las ideas políticas.
Puede que esas minorías sean durante mucho tiempo ignoradas, atacadas e incluso reprimidas. Pero, si lo que dicen es verdad, si están dando cuenta de un aspecto oculto y negado de la realidad, tarde o temprano lo que afirman será considerado, discutido y finalmente asumido e incorporado al acervo social.
Lo que estoy diciendo es que toda acción social, y en particular la política, rectamente entendida, tienen una vida y una función que escapa a la lógica de mercado. Una función que no puedo llamar menos que docente.
La lucha de ideas, el enfrentamiento entre visiones realmente distintas de la vida y de la realidad, tiene un efecto “engrandecedor” para todos los que participan en ella.
Es sencillo, si la política no es docencia, si no incorpora a la sociedad perspectivas que no existían y que el poder constituido no quiere admitir, deja de ser política. Se transforma, a lo sumo, en una lucha por segmentos del mercado electoral.
Por eso -creo- no hay que temer a apartarse de la lógica del mercado político y decir aquello que pocos quieren oír, lo que molesta al poder establecido, lo que los medios y el consenso “bienpensante” prefieren ocultar y acallar.
Ensanchar el campo de lo “decible”, insistir educada, pero no edulcoradamente, en las verdades negadas es trabajar en pro del futuro. Aunque tenga costos, aunque tarde más.
Aunque parezca increíble, a la larga, los consensos construidos en base a dinero, poder, publicidad y hegemonía discursiva, caen ante la fuerza desnuda de lo que es verdad.
Ha pasado cientos de veces a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo. No tiene por qué dejar de ocurrir esta vez.
POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES
Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.
Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.
Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.
Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo.
Conozca aquí las opciones de apoyo.