Políticos en la Masonería
La semana pasada la Masonería convocó para un conversatorio a los candidatos a presidente de los partidos con representación parlamentaria. Asistieron al evento Daniel Martínez, Luis Lacalle Pou, Ernesto Talvi y Pablo Mieres. Comenzó con una breve alocución del Gran Maestre de la Masonería, José Garchitorena, y fue moderado por Tatiana Cortazzo y Jaime Clara.
Palabras de José Garchitorena
Señores candidatos a la presidencia de la República, autoridades nacionales y departamentales, autoridades masónicas, señoras y señores, hermanos todos.
Para la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, es un honor recibir a los candidatos a la presidencia de la República, Ingeniero Daniel Martínez, Dr. Luis Lacalle Pou, Dr. Ernesto Talvi y Dr. Pablo Mieres.
Sean bienvenidos a la sede nacional de la Masonería uruguaya, que desde su fundación en 1856 está empeñada en unir a las personas y en romper los moldes que de múltiples maneras condicionan la libertad de conciencia y de pensamiento, limitando la inagotable capacidad del ser humano de crear, en los campos material, intelectual y espiritual.
Por eso hemos invitado a todos los candidatos a la presidencia a conversar a propósito de los temas que hacen a la dignidad y al desarrollo de los seres humanos, a la convivencia pacífica en sociedad y a su progreso.
En tanto institución progresista y representativa del humanismo laico en la sociedad, para la Masonería nada de lo humano es ajeno.
En ella han sabido convivir personas de férreo carácter y de diferentes convicciones políticas y filosóficas y creencias religiosas, pero que, por compartir su fe en el ser humano y en un mismo credo humanista y laico, han sabido impulsar ideas y valores que por trascender la circunstancia han asegurado un futuro a la humanidad.
La vocación universal de los principios y valores que promueve la Masonería y su calidad de verdadera escuela para la vida en libertad y para la libertad hacen de ella el ámbito adecuado para que se reúnan individuos de las más variadas procedencias, vocaciones y preferencias para intercambiar conocimientos, experiencias e ideas sin los condicionamientos de la coyuntura política, económica o social, pero con el objetivo declarado de superarse en lo personal y de trascender las disquisiciones e incidir en la sociedad de la que forman parte.
En ese sentido, más allá de las particularidades de cada país y lugar, a los seres humanos de hoy, fundamentalmente a los de Occidente, nos ha tocado vivir un cambio de época.
Desaparecidas las utopías que caracterizaron el período de la Guerra Fría y sus paradigmas, ingresamos en un tiempo en el que todo -instituciones y valores- ha sido puesto en cuestión, y donde el hedonismo, con la carga de insatisfacción que conlleva, y el igualitarismo, que ignora los méritos y las virtudes de cada individuo, pautan las reacciones y las relaciones entre las personas.
Por otra parte, pese al creciente fenómeno de la globalización, o tal vez incentivado por él, se ha renovado la reivindicación de los particularismos regionales, étnicos, sociales y de género.
La democracia y los valores humanistas están siendo cuestionados por los populismos, de izquierda y de derecha, y por las corrientes teocráticas y fundamentalistas, que en muchos casos no dudan en recurrir al terrorismo.
Y qué decir de los avances tecnológicos, que día a día nos ofrecen mejores perspectivas de vida, pero que también nos obligan a buscar un equilibrio entre la libertad de investigar y progresar y la dignidad y supervivencia de la especie.
Todo ello ha puesto en entredicho los principios y valores humanistas que caracterizan a Occidente y que tienen vocación universal por ser inherentes a la dignidad humana.
En ese marco, la dicotomía izquierda-derecha no alcanza para interpretar y comprender las actitudes y los fenómenos sociales de nuestro tiempo. No alcanza para construir los nuevos consensos. Es que la disyuntiva de nuestra época no está allí. Una vez más, como ha ocurrido otras veces a lo largo de la historia, la dicotomía es entre la cultura liberal y la cultura autoritaria. Izquierda y derecha son posiciones que las personas adoptan en el marco de cada una de esas culturas. Buena parte de la confusión en la que vivimos y de la dificultad que tienen nuestras sociedades para resolver muchos de sus problemas parten de no entender esta cuestión y seguir aferrados a moldes perimidos. Toda sociedad necesita de consensos para convivir y progresar. Necesita de un pacto basado en valores y objetivos compartidos, por mínimos que sean.
Por todo esto, en tiempos en que la razón cede espacio a las emociones y a los instintos a la hora de opinar y actuar, en que el interés general muchas veces es confundido con las agendas de colectivos o individuos y en que las personas parecemos empeñarnos en resaltar lo que nos distingue en lugar de lo que nos une, es que la Gran Logia de la Masonería del Uruguay ha invitado a los candidatos a la presidencia de la República para que compartan sus opiniones en torno a los principios, valores e ideales humanistas que le han permitido al ser humano alcanzar niveles de desarrollo intelectual y material como nunca antes y que la Masonería reivindica y promueve por estar en su esencia.
Los hemos invitado a conversar a propósito del futuro de la República a partir del paradigma que encarna el tríptico Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Gracias por haber aceptado la invitación a abordar estos temas, que no suelen estar en la agenda cotidiana, pero que deben ser el sustento y el contexto de la misma.
Y sepan que cuentan con los masones del Uruguay para promover la cultura liberal y para darles a los principios y valores humanistas su verdadero sentido y alcance, premisa indispensable para alcanzar una sociedad más libre y más justa.
¿Cómo garantizar la libertad de pensamiento, de expresión, incluyendo el tema laicidad y libertad de cultos?
Daniel Martínez
Quiero felicitar a la Masonería por esta iniciativa. Si bien el tiempo es muy reducido, creo que está bueno saber qué opina cada uno y los compromisos asumidos, y mucho más viendo el tríptico que hace a la existencia misma de la democracia y la República, que es el tríptico de la libertad, la igualdad y la fraternidad. El otro día, leyendo a Yuval Harari, un pensador israelí muy interesante, él hablaba de que si hay algo que a partir de la Revolución Francesa empezó a dominar al ser humano y que une a los mejores pensamientos, religiones, y transversaliza a lo mejor del ser humano, es la “religión”, entre comillas, del humanismo, que nos une en torno a valores y principios que deben regir la relación entre los seres humanos. Dentro de este tríptico tuvo mucho que ver la Masonería, ni que hablar en la Revolución Francesa, pero garantizar la libertad en su total y absoluta expresión creo que es un compromiso democrático y republicano que todos debemos asumir. Implica algunos elementos que permitan asegurarla. Me gustaría decir primero que la institucionalidad y el respeto a las leyes que tiene la República es el primer y fundamental eslabón para asegurar en toda su cabalidad el cumplimiento del derecho de todo el mundo de expresarse, sentir y tener libertad de culto, y a su vez el respeto a la laicidad. Nuestra Constitución podrá ser mejorable, pero las instituciones son absolutamente la garantía de cumplimiento de las leyes de todos los integrantes de la sociedad, son la garantía de que se cumpla en toda su cabalidad la libertad. Creo que en ese sentido debemos ser muy estrictos, en lo personal uno puede no tener absoluta coincidencia con las decisiones judiciales, pero uno sabe que la Justicia es independiente y esa es la garantía misma de la libertad, y por lo tanto uno debe limitarse absolutamente a cuestionar y reconocer esa independencia que hace a la base misma del sistema democrático y republicano. En el sentido de la libertad de culto, yo creo que por suerte la República es libre, si bien podrá haber una religión mayoritaria, dominante, hemos logrado construir una sociedad básicamente respetuosa y tolerante, aunque lamentablemente a veces siempre hay expresiones de intolerancia que atentan contra la libertad de culto. Lo que creo que la República debe asegurar es que cada uno, tanto en la religión como en cada aspecto de la vida, pueda decidir con su propia consciencia en el marco del respeto de las leyes. Por eso la laicidad debe ser concebida, desde mi punto de vista, en un sentido que permita cada expresión de pensamiento o religiosa en toda su cabalidad para que cada habitante, hombre o mujer, de la República pueda practicar su pensamiento, su ideología, su religión, en base a su libre sentir, en la medida del respeto a la institucionalidad y las leyes. Creo que en ese sentido es una práctica que a veces la sociedad, y mucho más, como se decía, en este momento donde las redes y la forma de expresarse y debatir no permite mirar a los ojos y respetarse, puede llevar a síntomas de intolerancia que como sociedad debemos aprender a convivir. No creo que sea por el lado de la represión, pero sí por el lado de inhabilitar las expresiones de pensamientos. Creo que debemos dar un debate que nos permita entender que, en esta nueva realidad, donde a veces se discute en base a grupos de afinidad y donde el intercambio de ideas y el entender que hay seres humanos que pueden tener una visión diferente queda excluido, es un verdadero desafío. Es uno de los nuevos desafíos que esta sociedad de la tecnología y la información nos propone. A veces me toca ver y recibir expresiones que uno dice: “¡Pucha!, esta gente está viviendo en su propio mundo, se escucha a sí misma, y demoniza, muchas veces apelando a la intolerancia”. A mí me ha tocado salir a defender a Luis. Al candidato Luis Lacalle, quise decir. En algunas intolerancias o acusaciones absolutamente falsas. Creo que eso nos tiene que unir. Porque la libertad de expresión, en base a la verdad y a que cada uno exprese sus ideas, debe estar por encima de cualquier diferencia política.
Pablo Mieres
Vamos a tratar de ser tan exactos como el ingeniero. Muchas gracias a la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, a la persona del Gran Maestre, José Garchitorena, y a todas las autoridades. Es un gusto estar acá. Y particularmente reflexionar sobre estos temas, que son básicos y cardinales para la convivencia democrática, republicana, y de este primer tema en particular, la libertad de pensamiento y de expresión de opinión, en toda su abarcabilidad y en lo que supone el ejercicio de la facultad básica de los seres humanos, que es la libertad. En las sociedades autoritarias es bastante sencillo el tema. No existen las libertades. Pero lo importante o lo más complejo es cuidar la libertad en toda su extensión en un sistema democrático. Porque que haya un sistema democrático no necesariamente significa obligatoriamente que esa libertad de pensar, de opinar, de expresarse, esté totalmente garantizada. Entonces hay que estar siempre atentos a establecer las garantías que permiten que todos los seres humanos puedan ejercer la libertad en toda su magnitud. Uno de los asuntos centrales es garantizar la neutralidad del Estado. Es decir, que el Estado permita que cada uno piense, opine y se exprese de la manera que le parezca mejor, sin ningún tipo de límites, sin que desde el Estado se busque torcer, o exigir u obligar de manera implícita o explícita que la gente sienta, piense o se exprese de una determinada manera. Ahí hay un primer desafío, que el Estado tenga la neutralidad frente a la diversidad humana, que tiene todo el derecho de ejercer su libertad en la mayor plenitud. En segundo lugar, la idea de laicidad, que nosotros entendemos como el ejercicio del pluralismo. La laicidad es el pluralismo, la posibilidad de que todos podamos expresarnos desde nuestras concepciones, que pueden ser las más variadas que uno pueda imaginar, pero que en definitiva esté garantizada la posibilidad de expresarse. Una tercera dimensión que a mí me preocupa particularmente es que en un sistema republicano y democrático tiene que haber una clara distinción de la frontera entre el Estado, el gobierno y las organizaciones partidarias. El gobierno tiene que tener la capacidad de saber que representa a todos, y que en definitiva no puede cruzar la frontera en el sentido de diluir su responsabilidad, que es la de representar a todos los ciudadanos con respecto a lo que implica un ejercicio del poder que pueda ser visualizado como de alguna forma partidizado. Ahí se afecta la libertad, ahí se entra en el riesgo de afectar lo que es ese valor primordial. La democracia republicana implica un gobierno capaz de distinguir y asegurar que no ingresa en actos de corte partidario. A mí no me parece bien que, amparados en una ley de medios –que, anuncio desde el Partido Independiente, es objetivo nuestro su derogación, porque afecta la libertad-, desde el gobierno se haga un ejercicio de supuestas campañas de bien público, un ejercicio de ingreso a la arena política, haciendo propaganda en favor del partido de gobierno, lo cual me parece que está muy mal. Comparto aquella frase que dijo Danilo Astori hace nos cuantos años: “La mejor ley de medios es la que no existe”. Frase que después secundó el ex presidente José Mujica, que dijo que si le presentaban un proyecto de medios, lo tiraba a la papelera. Después de eso aprobaron una ley que tiene alrededor de doscientos artículos controlando a los medios de comunicación. Nuestro compromiso es que en nombre de la libertad hay que derogar esa ley. Gracias.
Luis Lacalle Pou
Deseo agradecer a la Masonería la invitación. Antes, en una reunión más chica, hablábamos de lo bueno de estas instancias de apertura, que a uno le permiten reencontrarse con las cosas importantes. Todo el resto es instrumental a la libertad, la igualdad y la fraternidad. Obviamente, en campaña electoral, en nuestra tarea, que es vertiginosa, a veces nos detenemos mucho en los medios y perdemos la dimensión de los fines. Obviamente, venir a esta casa, no por primera vez, me permite reencontrarme con los orígenes propios de la nación, con los orígenes propios de mi partido, y después con algunos orígenes familiares paternos y maternos. Y nos permite, también, anclarnos en estos temas propios de la discusión del momento. En este mundo moderno tan interconectado, la libertad tiene sus virtudes y también sus acechanzas. La libertad de pensamiento y conciencia es anterior a todo. Uno piensa, es, y después actúa. Si de alguna manera la libertad de pensamiento o conciencia es cercenada, todas las acciones posteriores lo van a estar. Y esta libertad es una libertad colectiva y en la actualidad hay amenazas que son muy antiguas y constantes, y tenemos amenazas nuevas. Y las defensas a la libertad, que ya no están solo sustentadas en la separación de poderes clásicos, que lo eran. Hoy hay elementos supervivientes que muchas veces nos inhiben de poder defender el ejercicio de la libertad de pensamiento o expresión con soluciones ex post, o sea, cuando ya es tarde. Recuerdo el año 2011, hicimos una jornada en el Parlamento cuando yo fui presidente de la Cámara, una magistral exposición del Dr. Guzmán, que recomiendo, está publicada, donde se discutía la posibilidad o no de regular la libertad de conciencia y expresión de la misma. Tiempo después yo presenté un proyecto de ley en ese sentido. El Dr. Guzmán sostiene que la propia Constitución contiene estos mecanismos. Desde mi punto de vista, hay que asegurarla sobre todo en este mundo moderno. Por supuesto que coincido con las coincidencias de campaña que tenemos con los partidos de oposición. Ya encontré la primera con Pablo, una ley de medios que es instrumental a una forma de entender el gobierno, un gobierno que parcializa, que actúa, que de alguna manera desde el poder filtra o calla algunas opiniones. El artículo 5 de la Constitución, en la primera reforma de la Carta Magna del 17, pasa del Estado confesional a un Estado de separación benévola. El cesaropapismo, esa separación brutal del Estado y la Iglesia, y después está la interconexión. Y creo que ese artículo de la Constitución, que sabiamente resuelve una época de nuestro país, marca una forma de entender la laicidad, muchas veces confundida con laicismo. Y me parece que, desde el gobierno, muchas veces, dentro de los centros educativos, dentro de algunas instituciones, en términos jurídicos, nos pasamos de vuelta, y ya no solo la pluralidad de opiniones y sentires conviven, y hablaremos después de la fraternidad, sino que termina siendo un lugar donde no se piensa, no se siente y no se hace uso natural de la conciencia. El gran desafío en este mundo moderno, interconectado, donde la tolerancia cobra una red nueva de definición, por interconexión de todos los individuos, la libertad de pensamiento y la libertad de conciencia tienen que tener mecanismos que las protejan en el momento del ejercicio y no cuando las consecuencias ya son negativas. Muchas gracias.
Ernesto Talvi
Muchas gracias a la Gran Logia de la Masonería por la invitación, a José Garchitorena por ser tan buen anfitrión. Quiero distinguir dos conceptos que creo fundamentales para reflexionar sobre este tema. Uno es libertad de cultos versus laicidad, el otro es democracia electoral versus democracia liberal. La libertad de cultos rige en nuestro país por el artículo 5 de la Constitución, en toda su acepción más imaginable. Y ese es un tema que atañe a las personas. La laicidad, también consagrada en el artículo 5, implica algo distinto, que el Estado no sostiene religión alguna. Son dos conceptos bien separados y bien distintos. De hecho, uno podría imaginar situaciones en que la laicidad es vulnerada en nombre de la libertad de cultos, tomando el Estado de golpe acciones que en un Estado laico no corresponderían, y viceversa, podría haber situaciones en que estamos violando en nombre de la laicidad, de la libertad de culto, algo que ocurría, por ejemplo, en los países de la ex Unión Soviética, donde declarados laicos perseguían la libertad religiosa, y en algunos Estados donde, por la laicidad, la práctica religiosa quedaba reducida al ámbito privado, sin poder tener ninguna expresión pública, algo que por suerte no ocurre en nuestro país, donde la gente puede expresar su fe, sus creencias, tanto en privado como en público. Creo que el Uruguay ha encontrado un justo balance entre esos dos conceptos que tenemos que distinguir para todo lo que implica decisiones concretas. La libertad de cultos y la laicidad son dos conceptos distintos, uno aplica a las personas y otro aplica al Estado. Uruguay ha convivido con esa combinación y ha logrado construir una sociedad enormemente tolerante. Nos ha servido bien a los intereses de la convivencia de la República. Democracia electoral es lo que está de moda después de que cayó el muro de Berlín. La democracia electoral implica que los gobiernos son electos en elecciones más o menos periódicas, más o menos limpias, más o menos de participación universal, y que luego gobiernan las mayorías. Eso es la antítesis de la democracia liberal. La democracia liberal no es el gobierno de las mayorías. La democracia liberal trata en absolutamente todo, de limitar lo que las mayorías ocasionales pueden hacer en el ejercicio circunstancial del gobierno, y para eso existen un montón de pesos y contrapesos, existe la separación de poderes, existe el gobierno de la ley, existe el sistema de justicia, existe la libertad de expresión, existe una sociedad civil vibrante, ágil, dinámica. Todo lo cual los golpistas y revolucionarios modernos, que ya no lo son, sino que son mucho más escurridizos y difíciles de combatir, porque llegan a ser electos por la vía democrática y luego por la vía de la democracia electoral, lo que hacen es suprimir los valores de la democracia liberal: el gobierno de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión. Ortega y Gasset, el formidable pensador y filósofo, hace cien años escribía: La democracia y el liberalismo son dos respuestas a cuestiones de derecho político completamente distintas. La democracia responde a esta pregunta: ¿quién debe ejercer el poder público? La respuesta es que el ejercicio del poder público corresponde a la colectividad de los ciudadanos. El liberalismo, en cambio, responde a esta otra pregunta: ejerza quien ejerza el poder público, ¿cuáles deben ser los límites a este? Y la respuesta suena así: el poder público no puede ser absoluto, sino que las personas tienen derechos previos a toda injerencia del Estado. Estos dos términos son inseparables. Si la democracia no es liberal entonces no es democracia. La democracia liberal es lo que caracteriza a Occidente, y en estos tiempos es lo que todos estamos obligados a defender.
Segundo tema: Educación y construcción de ciudadanía. Igualdad de oportunidades para la vida en sociedad.
Ernesto Talvi
La educación pública de calidad es el gran igualador real de oportunidades, el gran constructor de convivencia, de ciudadanía y de comunidad. En el Uruguay lo fue, y dejó de serlo. Es así de simple. Basta mirar los números, son aterradores. Treinta y ocho de cada cien chiquilines terminan el liceo, a nivel nacional. De los que siguen en la educación, solo diecinueve de cien, de acuerdo a las pruebas que miden la capacidad de usar los conocimientos, van a tener posibilidades de insertarse en una sociedad que valora crecientemente el conocimiento. Esa es la realidad nacional. Si vamos a las periferias urbanas, a los cinturones de pobreza que rodean a todas las periferias urbanas, ahí nacen la mitad de los chiquilines y solo diecinueve de cien terminan el liceo. O sea que a la mitad de los chiquilines del país no los estamos educando, los estamos condenando a la informalidad, a la changa, a la dependencia de los planes del MIDES, o peor aún, a elegir el delito como forma de vida, en particular la forma más lucrativa, que es el tráfico y la distribución de drogas. Así estamos. Esa es la realidad. Hay que mirarla a los ojos. Esta decadencia viene de larga data. No es que no se haya intentado hacer cosas en los últimos quince años. Se ha intentado. Pero fracasamos. Mejor que asumamos el fracaso, y que encaremos lo que tenemos que encarar. Primero como bomberos, después como arquitectos. Como bomberos vamos a tener que salir a desplegar en los cinturones de pobreza. Nosotros estamos proponiendo ciento treinta y seis liceos públicos modelo con una propuesta organizacional, pedagógica, de excelencia académica, de comunidad, de familia, de contención, que le permita al chiquilín que hoy nace con la suerte sellada, simplemente por el barrio en el que nace, condenado a una vida sin futuro, darle otra trayectoria de vida, otro futuro posible. Que lleguen al liceo, que estudien, terminen, que vayan a la universidad, a la UTU o a un trabajo formal. Si a estos chiquilines no les devolvemos el futuro, el Uruguay no tiene futuro. Y como arquitectos vamos a tener que ir a una transformación integral del sistema educativo tal y cual lo planteó José Pedro Varela a finales del siglo XIX, pero para los desafíos del siglo XXI. Necesitamos cambiar el gobierno de la educación, la estructura del gobierno de la educación, la forma en que se gestionan los centros educativos, yendo a la autonomía, los marcos curriculares y programas pedagógicos, los sistemas de evaluación, aprendizaje y gestión de los centros, la carrera y la profesión docente, que hay que dignificar, porque el docente tiene que volver a ser la persona más admirada y respetada de la sociedad. Al fin y al cabo, tienen el futuro de nuestros hijos en sus manos. Y cualquier reforma tiene que tener claro cuál es su objetivo: son los chiquilines. Los tenemos que preparar para poder salir de la trampa de la exclusión y para poder defenderse en esta sociedad que valora crecientemente el conocimiento. Es la transformación más importante que tiene que hacer el próximo gobierno, cualquiera que esté dispuesto a encararla. Lo digo aquí y me consta que estamos todos comprometidos con esto. Cuenten con nosotros desde el lugar que estemos, vamos a empujar y acompañar para llevar esto adelante.
Luis Lacalle Pou
Si bien la igualdad es la esencia de los seres humanos, de todos, continuando con el mismo autor: “el hombre es uno y sus circunstancias”. Y las circunstancias en las cuales uno nace, se cría, se educa y convive hoy son cada vez más desiguales. La igualdad tiene que estar basada en la lógica aristotélica de la justicia, que es tratar desigual a los desiguales. Y de las cosas más difíciles en la vida es ser justos. Y para lograr esa justica hay que partir de bases que hoy generan un determinismo cuasi lombrosiano en muchos uruguayos, a diez minutos de acá donde estamos sentados. Y eso debería generarnos una profunda rebelión como sociedad. Después hablaremos de la fraternidad. Y realmente pensar que un individuo tiene igualdad de oportunidades cuando nace y vive con su familia debajo de unos cartones y unos nailon, familias grandes, de diez integrantes, en medio de aguas servidas, es muy difícil que se levante a llevar una vida adelante cuando no tiene satisfechas las necesidades mínimas básicas para un ser humano. Es el principio de la desigualdad, la cueva, el primer lugar donde el ser humano se refugió desde que empezó a caminar erguido. Es muy difícil que alguien tenga igualdad de oportunidades en ese tipo de situación habitacional, en el hogar, que es donde están los suyos, que es la cuna del afecto. Hay una canción que se la escuché a Cafrune, pero creo que es de Yupanqui, que dice “Dios por aquí no pasó”. Lamentablemente, después de dieciséis años de bonanza por muchas esquinas del país no ha pasado. Continúo por lo que hablaba Ernesto Talvi, que es el tema educativo. Quizás como en ningún otro aspecto de la vida nacional, allí justicia es tratar desigual a los desiguales. Y eso se hace en los procesos. En los procesos de elección de horas. Si no cambiamos los procesos de elección de horas y sin comunidades educativas estables, todo el resto es verso. Y el Uruguay tiene que tomar una decisión: los mejores docentes a los lugares donde más se los necesita. A los mejores docentes, si hay que pagarles más, yo me voy a hacer cargo de pagarles más porque van a estar con los niños, jóvenes y adolescentes que más necesitan de esa instrucción. Comunidades educativas estables, porque son chiquilines que muchas veces llegan de sus casas sin los primeros pasos de sociabilización. Y ni que hablar que carentes de amor, y cuando digo carentes de amor digo carentes de límites, que es una forma muy natural y necesaria para cualquier niño y adolescente, sentir afecto y preocupación. Individualizar a esos chiquilines, que llegan, sobre todo, a la educación secundaria, aunque ya se está viendo en primaria, carentes de toda escala de valores, de principios. Y como nunca me acuerdo de mi profesora de Sociología, con procesos increíbles de anomia de Merton. Una ausencia o conflictos de normas que está en la mezcla de lo que me enseñan o no me enseñan en mi casa y lo que vale la esquina de mi barrio. Y lo que vale la esquina de mi barrio muchas veces me hace más popular en el entorno en que yo vivo. Y por eso como nunca la igualdad está basada y entrelazada con la libertad. De acuerdo con la capacidad de que un niño, un adolescente o un joven tenga igualdad de trato en su casa habitación, en su proceso sanitario y formativo, va a poder gozar realmente de su libertad intelectual. Si no, estará cercenada, lamentablemente, de por vida. Muchas gracias.
Pablo Mieres
La educación en cualquier sociedad humana, antigua, actual, moderna, cumple dos funciones básicas: socializar en normas y valores a las nuevas generaciones para incluirlas en un tejido social y en una convivencia más o menos armónica, y preparar a las nuevas generaciones para una inserción exitosa en su vida activa laboral. Cuando esas dos cosas se quiebran, y ese es el caso uruguayo, el Uruguay no está construyendo esas dos funciones clave que cualquier sistema educativo debe cumplir. Y por eso tenemos los niveles de deserción y abandono de gurises que se quedan en el camino, los más débiles, por cierto. El gran desafío es que la educación vuelva a ser el camino de ascenso social. Que vuelva a ser el camino que el ciudadano, que los chiquilines, sobre todo los más humildes, los más desposeídos, los más vulnerables, vuelvan a reconocer que por ahí es la salida para encontrar su lugar en el mundo. Y hoy eso no es así. La gran mayoría de los chiquilines de hogares socioeconómicos más bajos terminan abandonando el sistema educativo y optan por otros caminos alternativos que no tienen nada que ver con lo que de alguna manera es el camino de construcción de ciudadanía, el camino del éxito debido a lo que es el aprendizaje. Y acá hay que hacer una reforma profunda, anteayer. Es una cosa tremenda, uno siente un enorme dolor, porque van pasando generaciones de chiquilines que van quedando por el camino. Y los docentes hacen un enorme esfuerzo, hay que decirlo con seriedad y con convicción. Los docentes se rompen el alma en un sistema que está mal definido, mal organizado. Lo que se dice sobre la elección de horas, que decía Luis, es totalmente cierto. Estamos en el mundo del revés. El sistema de elección de horas es perverso. Los mejores docentes les dan clase a los gurises que viven en los sectores sociales más acomodados, y los docentes con menos puntaje terminan dando clase a los chiquilines que viven en contextos más críticos, con lo cual el resultado es lo contrario de lo que debe ser la educación, es la expansión de la desigualdad. Es una cosa tremenda. Es una situación que no puede seguir existiendo. Y tiene que haber un centro educativo que sea una comunidad, porque para aprender hay que ser alguien. Yo fui docente muchos años, y sé que para que la persona aprenda debe sentir que es alguien, que hay una personalización, y eso implica una comunidad educativa, implica transformar los centros educativos en lugares donde, efectivamente, el muchacho pueda sentir que si falta lo van a ir a buscar. Que, si no está, se sabe por qué. Que si tiene un contexto familiar complicado, hay que estar atento. Eso implica estabilidad docente en los centros educativos. Implica actualizar los contenidos, enseñar para cosas que son propias del siglo XXI, porque muchas veces la deserción tiene que ver con que el chiquilín se da cuenta que en realidad lo que aprende poco le va a servir con respecto a las oportunidades de inserción laboral del futuro. Hay algún estudio hecho al respecto, que en definitiva la deserción no es solo un problema de equidad estrictamente estructural, sino que también la oferta educativa es antigua, desactualizada. Es irreconocible el Uruguay en materia educativa. No sé si nos damos cuenta de que pasamos de ser una referencia mundial a estar peleando el descenso en la tabla de América Latina. Y eso es realmente bochornoso, y es realmente urgente, porque la igualdad se construye también en que el sistema educativo no solo tiene que ser un igualador de oportunidades sino de resultados, porque efectivamente tenemos que lograr universalizar que todos los gurises egresen, y eso es equidad de resultados. No solo que todos los chiquilines puedan ir al sistema educativo, sino que puedan triunfar exitosamente. Ese es el gran desafío. Gracias.
Daniel Martínez
Qué bueno la tolerancia, tres a uno. (Risas). No, pero aparte interesante. Uno no puede olvidarse que el problema de la crisis de la educación es una crisis también estructural que el país ha tenido en los últimos treinta, cuarenta años, y su descenso y su problemática vienen de hace tiempo. En lo que sí coincidimos todos es en que hay factores sociales que han incidido y que inciden muchísimo, sobre todo porque se habla de igualdad de oportunidades, y siempre digo que no alcanza la igualdad de oportunidades. Es la igualdad de punto de partida, y sin duda la sociedad uruguaya hace muchísimo tiempo… No sé si alguna vez tuvo igualdad de punto de partida, porque, obviamente, todos sabemos que una cosa es nacer en determinado lugar de la República, con determinadas condiciones, en determinados barrios o familias, donde tuvimos toda la contención y estabilidad, y otra es nacer, pero desde hace cuarenta, cincuenta o noventa años, en otros lugares y otras condiciones. Yo creo que sin duda hoy la educación, siempre la educación, es la herramienta liberadora del ser humano. Y mucho más en la época en que vivimos, la era del conocimiento. Ya hace cuarenta años el mundo dejó de ser el mundo de los recursos naturales para que un país fuera rico. Cada vez más, quizás desde hace cincuenta años, aunque no lo hayamos entendido como nación, vale más el conocimiento promedio de la ciudadanía que los recursos naturales más importantes. Eso como sociedad que no lo entendimos. Me importa un bledo quién gobernaba, quién hizo más o quién hizo menos. A tal punto de que lo que eran los recursos que tenía la educación no permitían, por ejemplo, que si en aquel momento hubiera todo el mundo querido ir a hacer secundaria, no había liceos, no había capacidad para albergarlos. Por lo tanto, creo que por encima de ver si hoy, discutamos más o menos, creo que hay algunas coincidencias y prefiero quedarme en esas. Primero, es cierto que debe dolernos que el 38 o 40% de los estudiantes termine y que la gente de contextos más vulnerables sean los que no terminan mayoritariamente. Eso es dolorosísimo. A mí me duele. Lo digo como ser humano y como republicano, y como un hombre que quiere no solo igualdad de oportunidades sino igualdad de punto de partida. Siempre se lo recordé a mis hijas, toda la vida, que se acuerden de que tienen posibilidades que no tiene el 90% de los que viven y nacen en este país. Y no gobernaba el Frente Amplio, y sigue pasando ahora en muchos lugares. Lo que hay que hacer, objetivamente, es encarar algunos temas que implican algunas cosas que se dijeron acá, en las que podemos coincidir. El estudio de una visión mucho más comprensiva de los estudiantes no es solo en su carrera curricular, sino también en dónde nacen, en qué tipo de integración familiar tienen, qué nivel de violencia viven, qué posibilidades, qué sensibilidad. Yo recorro barrios y asentamientos de Montevideo y el interior hace diez, quince años, y les aseguro que aún hay muchos, donde hoy han mejorado muchísimo, igual estamos lejos de tener las condiciones ideales. No olvidemos que en 2005 había un 35% de pobreza en Uruguay, y un 4.5% de indigencia. El gran desafío es de qué forma logramos acompañar a cada gurí, a cada gurisa, en esa visión global que los respalde y les permita afrontar globalmente el problema que viven, de qué forma les permite superar los obstáculos que la sociedad, o la realidad, les ha puesto en el camino para permitirles que puedan terminar el estudio secundario y puedan empezar la universidad. Hay datos esperanzadores: en la universidad, gracias entre otras cosas a que hay mucha más descentralización de la universidad con la UTEC, pero sobre todo globalmente, hoy, de los ciento treinta mil estudiantes universitarios, la mitad son la primera persona en la familia que accede a la universidad es un dato interesantísimo, independientemente de qué partido se tenga. Lo que queda claro es que hay que tener centros educativos mucho más atractivos. Siempre cuento lo que vi en la Universidad de Haifa, porque me impresionó: las mesas y las sillas eran con ruedas, se deja de enseñar con esa forma doctoral con un profesor adelante y los alumnos mirando al frente. Coincido con la elección de horas: quiero a los mejores en lugares más conflictivos, perdón, lugares con más vulnerabilidades. Por lo tanto, prefiero quedarme no con el tres a uno sino con las coincidencias que tenemos, para en definitiva dar las posibilidades de una universidad para todos, y que iguale, aunque sea un poco, el punto de partida.
Tercer tema: Fraternidad, integración, tolerancia y convivencia social en tiempos de interculturalidad
Luis Lacalle Pou
Pasé gran parte de mi vida de estudiante de abogacía peleándome contra Hobbes. Hay importantes dirigentes políticos de Uruguay que están a favor de lo que dice Hobbes. Alguno fue presidente de la República. El hombre no es el lobo del hombre. Es una verdadera mentira. El hombre es un ser social por excelencia para satisfacer sus necesidades más básicas, la procreación, la caza, la pesca, la recolección, y en el mundo moderno derivado en grupos, asociaciones, Masonería, partidos políticos, clubes de fútbol, llamale H. Pero el hombre es un ser social, y por ende está en su esencia el cuidado de la especie. Si no, ya no estaríamos caminando sobre este mundo. Y a mí me molesta, me indigna y me rebela esa frase comúnmente aceptada y que habla de una enorme frustración, fracaso e incapacidad de gobernantes y formadores de opinión que dice que el mundo solo va a tender a ser más violento. Es una falta de respeto a mis hijos, a sus hijos y a las futuras generaciones. Yo digo que mis hijos son mejores que yo. Y no podemos tener esa maldad con las futuras generaciones de traspasarles que necesariamente van a vivir en una sociedad más violenta. Y la modernidad, después de la última revolución más importante de la historia, que es la internet, y la internet personalizada, que son los celulares, obliga a la humanidad a extralimitar el concepto de fraternidad, muy vinculado a la tolerancia. No hace muchos años un mundo sin celulares era quizás más simple. Había mucha gente con la que yo no me iba a cruzar, en mi país, y ni que hablar con mucha gente de diversos credos, pensamientos, opiniones desde el punto de vista internacional. El mundo se convirtió en una aldea, y todos nos cruzamos, y obviamente que no me estoy refiriendo a cruzarnos físicamente. Nos cruzamos en esa gran oportunidad que nos da la humanidad, que es las esquinas tecnológicas, donde ha habido un crecimiento exponencial del conocimiento y que muchas veces, al amparo del anonimato, genera linchamientos sociales que después se trasladan a la realidad. Y allí hay una enorme responsabilidad, ya no solo de los que son nativos digitales, que ya nacen con esa sensibilidad especial y tienen un uso más amigable de ese nuevo mundo que convive con nosotros, sino de aquellos que estuvimos acostumbrados a una visión distinta de la tolerancia, y no a la actual del contacto diario. Yo entiendo a la libertad en comunidad. Yo no me siento libre si mi comunidad no está bien. Yo creo que está en la esencia del ser humano no solo su propia libertad sino la de aquellos que nos rodean. Como soy muy discutidor, también me he peleado con aquellos que dicen que mis derechos terminan donde empiezan los derechos de los demás. Creo que es una concepción de derechos refractarios, cuando en realidad los derechos son complementarios y se potencian a sí mismos. Y eso en el mundo moderno está cada vez más presente, la complementación y la síntesis de los derechos de convivencia no está en limitar algunos sino en entrelazar los mismos.
Pablo Mieres
La fraternidad es un valor de una profundidad enorme. Quiere decir que tenemos que considerarnos hermanos, nada más ni nada menos. Y eso significa desarrollar el valor de la tolerancia y el aceptar al otro como es, diferente, con sus valores, con sus virtudes, con sus defectos, con sus necesidades, con sus diferencias. A su vez la fraternidad procrea solidaridad, porque lleva, también, necesariamente, a que tengamos que buscar la manera de que quienes nos sentimos hermanos podamos vivir una vida digna, todos. Y eso implica, aterrizándolo en la vida pública, políticas sociales. El Estado no puede renunciar a su misión, que es ayudar a que esa fraternidad se viva efectivamente entre los ciudadanos. Eso implica políticas sociales potentes. Potentes y promocionales, porque lo que yo tengo que hacer es ayudar a los más débiles a que salgan adelante. Y el Estado cumple un rol absolutamente inexcusable en lo que significa construir un conjunto de recursos, de acciones, de programas que lo que buscan es que aquellos excluidos, marginados, no queden por el camino. Pero la dignidad de eso es que ellos vuelvan a caminar por sí mismos, y ese es el objetivo de las políticas sociales. Durante muchos años se debatió entre el asistencialismo y la promoción. El asistencialismo es una mala manera de hacer políticas sociales. El asistencialismo genera dependencia, genera clientelismo, y no dignifica al beneficiario. Al revés, lo vuelve alguien que pierde una parte de su dignidad. Por eso el tema no es si hay o no políticas sociales, sino de qué tipo. Y las políticas sociales genuinas, son aquellas que permiten que la persona que recibe el apoyo vuelva a andar el camino del trabajo, de la responsabilidad, del esfuerzo, y eso significa una función estatal exigente. No solo dadivosa sino exigente, que es, al fin y al cabo, lo que supone actuar como un buen padre de familia. Es decir, ayudar a que los ciudadanos salgan adelante por su propio esfuerzo. El otro componente que a mí me gustaría señalar hoy es que tenemos que ser tolerantes con los diferentes, y en particular con los que están viniendo a vivir a este país. A mí me parece terrible que se empiece a hablar de diferencias, sobre todo para el Uruguay, donde todos somos descendientes de gente que vino de otras tierras con una mano atrás y otra adelante, a buscar su futuro en esta tierra. No nos hubiera gustado que se los tratara de una manera discriminante, como tampoco nos gusta hoy que a nuestros parientes y amigos que viven fuera, en otros países, se los discrimine. Creo que el mandato de nuestra historia, el mandato de nuestra sangre, es que sean bienvenidos los inmigrantes en un país que tiene que ser un país de oportunidades para todos.
Daniel Martínez
La fraternidad la he asociado siempre con la solidaridad humana. Y creo que la humanidad, como seres gregarios, nos implica convivir e integrarnos. Coincido en que hay que mirarlo de forma optimista, aunque vivimos en un mundo complejo. Tal pareciera en algunas cuestiones que viviéramos en uno de esos ciclos entre la Revolución Francesa y el gobierno de la Santa Alianza, situaciones que hicieron que el hombre, después de haber avanzado hacia los mejores valores, diera un salto de retroceso. En algunas cosas pareciera, pero confío en el ser humano, y en su capacidad de hacer florecer esos mejores valores. Puede haber situaciones de intolerancia política o religiosa, o donde la ganancia y el lucro prevalecen sobre los mejores valores del ser humano. Pareciera que triunfaron, pero tengo la absoluta certeza de que debemos, justamente, trabajar y unirnos la gente de buena fe que entendemos que desde diferentes tiendas políticas es importante pensar en el colectivo y no solo colaborar en la igualdad de oportunidades sino del punto de partida. Yo creo que la fraternidad es el valor humano más importante. Ojalá la evolución de la humanidad sea siempre para brindar cada vez más oportunidades. Por eso creo que todos los que tenemos algún tipo de responsabilidad -sé que lo hace la Masonería y lo destaco- debemos promover esa igualdad de oportunidades y ser solidarios. Lo que implica tener un Estado ni grande ni chico, ni gordo ni flaco, sino un Estado inteligente que esté al servicio de brindar las oportunidades y ser el paraguas de los más débiles. Que permita que los que tienen menos oportunidades accedan. Que permita el desarrollo pleno del ser humano. Y con conductas que, coincido, no deben ser asistencialistas. Yo mencionaba que hace años que recorro asentamientos y barrios. Cada vez que llegaba a un barrio decía lo mismo: “No vengo a prometer nada, el clientelismo es el cáncer de la patria, nadie me debe nada ni nadie debe trabajar políticamente para mí, porque yo esté dando una mano”. Me parece inmoral. Uno tiene que promover la igualdad de oportunidades y gente con espíritu crítico que se desarrolle con toda su potencialidad. Porque la mayor serenidad es que cada individuo pueda desarrollarse con sus capacidades, con su espíritu crítico, acceder a las soluciones fundamentales de su vida. El tema de la llegada al Uruguay, nuevamente, después de ser un país de migración, ahora vienen no solo uruguayos que han vuelto, sino un gran número de extranjeros. Soy uruguayo hasta el tuétano, como la mayor parte de los que estamos acá vibramos por nuestra selección y nos sentimos orgullosos de la sociedad que tenemos, cosa que destaco, porque cuando viajamos al exterior, todo esto que marcamos matices, créanme, todos defendemos al Uruguay hasta el punto que a veces en el exterior nos preguntan quién es oposición y quién es gobierno. Y qué bueno que sea así. Pero a su vez, siendo uruguayo hasta el tuétano, creo que tenemos también que ser parte de la sociedad humana, y por lo tanto abrir los brazos a quienes hoy vienen a esta tierra. Bien se decía -por supuesto que hay un porcentaje de sangre de pueblos originarios, que lamentablemente fueron exterminados en su momento- pero acá la mayor parte descendemos de los barcos. Algunos no buscando mejores posibilidades sino con grilletes, cosa que avergüenza a la humanidad y a la historia humana. Pero en definitiva somos todos inmigrantes y que venimos de otros países, y logramos conformar una sociedad de tolerancia, de respeto, de debate político civilizado. Imagínense lo que sería en otros países este debate, tendríamos que estar separados por un muro. Y que debemos cuidar y respetar. Por lo tanto, yo también llamo a recibir a esta nueva gente que viene buscando horizontes para poder tener un futuro, a recibirlos con tolerancia y respeto, a entender que, en todos los países del mundo, inclusive desde el punto de vista económico, la migración ha permitido el crecimiento económico y el mejor desarrollo. Pero ante todo desde los valores recibirlos con los brazos abiertos y darles oportunidades para que se integren en esta sociedad.
Ernesto Talvi
La verdad que es una satisfacción inmensa escucharlos, porque compartimos los mismos valores esenciales. Los matices son matices. Los valores esenciales no están en disputa acá. Y estoy de acuerdo con Daniel, eso es algo que nos define como sociedad. Yo quiero distinguir entre nacionalismo y patriotismo. Estamos viviendo en nuestra sociedad los primeros pujos nacionalistas, que yo considero peligrosos. El patriotismo es un sentimiento noble, el amor por la tierra en que uno nació, por el lugar en donde uno, creció, construyó los afectos. El nacionalismo es un sentimiento malsano, a diferencia del patriotismo, que es noble. Es un sentimiento de rechazo al distinto. No digo el nacionalismo del Partido Nacional, que es en todos sus términos el humanismo del que yo estoy hablando, por supuesto. De verdad que es algo que tenemos que pensar muy seriamente. A mí me tocó vivir una experiencia yo diría que casi de laboratorio cuando me fui a hacer el doctorado en Economía a Estados Unidos. Me encontré en un pueblo de diez mil habitantes. Todos éramos estudiantes. 70% de los que allí estábamos veníamos de otras partes del mundo, de Latinoamérica, de África, de Europa, de Medio Oriente. Había de todos los colores, de todas las etnias, de todas las razas y religiones, y la primera reacción es siempre la reacción tribal, de alguna manera al distinto uno lo siente como lejano, pero esa reacción va mutando rápidamente en curiosidad por conocer al que está detrás de todos esos rituales y esas diferencias aparentes, y uno termina descubriendo que, finalmente y más allá de todas esas apariencias, ante la presión de los exámenes, a la mañana estudiando en la biblioteca, todos nos parecemos, somos solidarios con nuestros compañeros o egoístas, hay de todo en la viña del Señor, pero todos nos parecemos, y convivimos en armonía. Yo soy de los que cree que la multiculturalidad y la convivencia en armonía y respeto por el otro en su diversidad y sus peculiaridades no solo es posible, sino bienvenida. Al otro no hay que tolerarlo, hay que respetarlo porque nos enriquece, porque nos hace crecer. Y nosotros hablamos de los inmigrantes venezolanos, que vienen huyendo de la opresión, de la miseria, de una dictadura militar que tortura, que persigue, que mata, y ponemos en duda por momentos si los vamos a recibir con los brazos abiertos y con afecto a quienes recibieron en su momento a los exiliados de la dictadura con los brazos abiertos. ¿Vamos a poner en duda si vamos a tratar como uruguayos con los mismos derechos a jóvenes que vienen a trabajar? Y son interculturalidad, son venezolanos, hablan el español, tienen nuestra misma religión, nuestras mismas costumbres. No estamos ni ahí en el desafío de la multiculturalidad. Simplemente tienen música cuando hablan y a mí me alegra los oídos. El día que tengamos el desafío de la multiculturalidad quizás no demos cuenta que somos una sociedad menos tolerante de lo que creemos. Y creo que los nacionalismos los tenemos que parar en seco.
Mensaje Final
Pablo Mieres
Este es un país de tres millones y medio de habitantes, con enormes riquezas naturales y con una sociedad que supo ser profundamente integrada. Una sociedad hiperintegrada, decía Carlos Real de Azúa. Que lamentablemente ahora no lo es. Pero seguramente puede volver a serlo. Es un país que produce alimentos para más de treinta millones de personas. Es un país con una riqueza natural enorme, que no puede ser que no sea capaz de darles una vida digna a todos sus habitantes. Quiero dar un mensaje de esperanza. Creo que el Uruguay puede ser un Uruguay próspero, solidario, igualitario y fraterno. Y el sistema político, que históricamente en el Uruguay ha sido crucial, porque si algo caracteriza la historia de nuestro país es la importancia de la política y de los partidos. De los partidos que construyen continuidades, programa, propuestas, con seriedad, con profundad, con responsabilidad. En tiempos revueltos es muy importante el ancla de los partidos que estamos dispuestos a dialogar e intercambiar, asumiendo que aun en cualquier circunstancia siempre hay cosas que se han hecho bien, otras que no se han hecho y se deberán hacer, y otras que se hicieron mal y hay que corregir, pero sobre esa base, sobre la base de que entre nosotros no hay lugar para la grieta. Hay barrabravas, y las vemos en las redes sociales. Pero hay que resistirlas fuertemente, que eso siga siendo minoría. Creo en un Uruguay que se puede construir entre todos, un Uruguay del que podamos sentirnos cada día más orgullosos, un Uruguay que tiene en la gestión de la política el centro de su capacidad de salir adelante.
Daniel Martínez
Yo creo que como el Uruguay no hay. Siento orgulloso de ser uruguayo porque creo que la sociedad uruguaya, partidos políticos, sindicatos, movimiento social, religiones, hemos contribuido a hacer un hermosísimo país. He tenido oportunidad de trabajar en muchos lugares, en casi toda Latinoamérica, y trabajé por un período en Europa, y aseguro que tenemos razones para estar más que orgullosos de lo que hemos construido como nación. Y en eso unos tienen más y otros tienen menos responsabilidad. Yo creo que es la sociedad uruguaya la que ha construido eso. Por eso a veces me alarma cuando se dividen tanto las aguas. Tenemos un poco de hinchas de fútbol en eso. Pero creo que lo que hacemos cuando vamos al exterior, representantes de los diferentes partidos políticos, nos ponemos a hablar bien del Uruguay, una impronta que no podemos perder. Creo que esa democracia, esa característica del país, ha basado una fortísima institucionalidad que se construyó a principios del siglo XX, luego de setenta y cinco años de masacrarnos en los campos de la patria se logró construir una institucionalidad por el esfuerzo de los partidos en aquel momento mayoritarios, y por aquel conjunto de la sociedad, porque siempre está la sociedad, no son siempre los partidos, que contribuyen mucho. Pero se construyó con la contribución y el esfuerzo de todos. Creo que esa institucionalidad del sistema político uruguayo se basa justamente en los partidos, pero a veces tenemos que hacer una crítica del sistema político. Hay veces que parece que los partidos, que son un instrumento, se convirtieran en el fin y no en el instrumento. Es algo que creo que tenemos que analizar. Creo que esta enorme nación tiene un montón de deudas pendientes y temas para solucionar, no tengo ninguna duda, y que vamos a tener, porque un país se cambia en mucho tiempo, tal vez lo único que tenga que analizar sea ese aspecto. Pero defendamos la tolerancia, la integración y el mirar juntos al futuro.
Ernesto Talvi
Mi padre llegó al Uruguay después de la guerra, con la vida destruida, buscando un lugar en donde rehacerla. Y llegó a un país de primera de verdad. Un país que hace tres generaciones estaba en el puesto diecisiete de ingresos por habitante en el mundo. Jugábamos en las ligas mayores. Las consignas eran: “Como el Uruguay no hay”, “la Suiza de América”, “la Tacita de Plata”. Así nos veíamos a nosotros mismos. Un trabajador uruguayo ganaba 50% más que un español. Y éramos el destino de quienes huían de la opresión, de la miseria, de la persecución, de la guerra. Tres generaciones, nada más. Hoy nos llamamos a nosotros mismos “el paisito”, con ese aire melancólico, como transmitiendo la idea de que somos poquita cosa. Yo me pregunto dónde quedó ese espíritu vanguardista, transformador, que supo tener este país a principios del siglo pasado, cuando José Batlle y Ordóñez soñó con ese país modelo que luego construyó. Ese país modelo existió, es al que llegó mi padre. Hoy un trabajador uruguayo gana la mitad que un español, y la frontera del desarrollo nos queda cada vez más lejos, y nuestros hijos sueñan con irse porque no sienten que pueden construir un proyecto de vida afincados en la tierra que los vio nacer. Así que soy enormemente optimista respecto del futuro, pero creo que se terminó el país del empate. Como decía Jorge Batlle, se terminó que al que quiera celeste no le cueste. Se terminó el cambio a la uruguaya. Este es un país en decadencia y la aritmética educativa hace que esa decadencia no se vaya a interrumpir, así que el próximo gobierno va a tener que ser profundamente trabajador y vanguardista, porque precisamos un golpe de timón. Estamos ante una coyuntura histórica que nos exige eso, como mínimo.
Luis Lacalle Pou
Espero que se cumpla aquello de que los últimos serán los primeros. Agradecerle a esta casa habernos permitido poner punto muerto en esta campaña loca que cada uno tenemos, que ya no sabemos ni en qué hora ni en qué lugar del país estamos, donde las pulsaciones son bastante más fuertes, donde la sangre corre más rápido, donde, a veces, al estar lejos en la distancia física, uno tiende a decir cosas que quizás no dice mirando a los ojos. Me parece una muy buena cosa que nos tengan a medio metro a cada uno. Y que, de nuevo, hablemos de lo principal y que sepamos que todo el resto son medios en que deberían confluir básicamente una libertad con igualdad y una libertad en la comunidad que hace a la fraternidad. Yo le digo al equipo nuestro: “Muchachos, si el gobierno termina y los uruguayos son más libres, el gobierno es bueno; pero si son menos libres, el gobierno fracasó”. Con una concepción muy liberal, y a nuestro país, a nuestra nación, la hicieron grandes los uruguayos de todos los pelos políticos. No lo hicieron grandes los gobernantes. Los gobernantes entendieron el deber de su momento, y fueron justos, ejercieron la autoridad, porque la autoridad es un poder deber, es un derecho obligación, y es una forma profunda de justicia social; generaron herramientas y oportunidades. Mi nacionalismo es distinto a todos los nacionalismos del mundo, porque está íntimamente basado en la inclusión y en el sentimiento nacional más puro, que como se dijo aquí, se ha construido de un crisol de nacionalidades de todo el mundo. Es un nacionalismo que entiende, con optimismo, que una y otra vez, casi a modo de terapia que nos hacemos en estos tiempos, la resiliencia nacional está allí, vigente, las bases nacionales del trabajo, el esfuerzo y la dignidad están esperando que venga un gobierno y que, desde su lugar, lo ponga de pie.
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