Home Reflexion Semanal ¿Quiénes son los dueños de la mosca?
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¿Quiénes son los dueños de la mosca?

¿Quiénes son los dueños de la mosca?
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-Los depósitos de empresas y personas en los bancos locales continuaron creciendo rápidamente en 2021. Desde el inicio del año hasta el cierre de julio aumentaron US$ 2.845 millones (casi 8,5% en ocho meses).

-Ese crecimiento es incluso más rápido que el observado el 2020, cuando los depósitos crecieron entre enero y julio US$ 2.327 millones (10% en 12 meses), y en todo el año aumentaron US$ 2.979 millones.

-Esto implica que en el período de la pandemia desde febrero 2020 hasta julio 2021, los depósitos en los bancos crecieron US$ 4.784 millones (casi 9 puntos del PBI)

-Este incremento de los depósitos de enero a julio de 2021, de casi US$ 2.900 millones, corresponde en un 90% a cuentas con más de US$ 100.000, las cuales son propiedad del 2% de los clientes de los bancos (63.000 clientes).

-Si se toman únicamente las cuentas con más de US$ 250.000, estas acapararon el 73% del crecimiento de los depósitos, siendo propiedad de 0,7% del total de clientes de los bancos (19.000 clientes).

-Además, los depósitos en el exterior eran al cierre de marzo 2021 unos US$ 8.711 millones (16% del PBI de Uruguay). Esta cifra es US$ 2.500 millones mayor que al cierre de 2019 (último dato antes de la pandemia)

¿Quiénes ganaron con la pandemia? ¿Quiénes perdieron? ¿Es casualidad que haya unos con mucho y otros con nada? ¿Existe proporcionalidad entre el crecimiento de las cuentas de los más ricos y el de las ollas populares? ¿No justificarían estos datos que se gravaran más los altos ingresos privados? ¿Es problema es político? ¿Para los uruguayos ricos la solidaridad empieza por la cuenta bancaria? ¿No se nos dijo que los “malla oro” serian el motor de la economía? ¿Cuándo pasa el camión de los rezagados? ¿Pasará por los bancos en el exterior donde se refugian gran parte de esta riqueza?

 

Los capitalistas también tienen miedo por Gonzalo Abella

La actividad bancaria es un indicador más del avance del Neoliberalismo. Después de la “Caída del Muro”, los grandes capitales que mueven los hilos del Mercado mundial pasaron a la ofensiva total. ¿Para qué mantener los “estados de bienestar” con asistencialismo social, si el Socialismo había sido derrotado como propuesta alternativa? El Capitalismo triunfante levantó un templo al libre juego del Mercado, un retorno al liberalismo salvaje que en tiempos de trasnacionales pasó a ser Neoliberalismo.

Pero no todo funcionó como lo esperaban los Trump y los Boris Johnson. La Economía de Mercado no puede revertir la tragedia ambiental que amenaza freírnos en poco tiempo, y que hace urgente una vez más el Socialismo a escala planetaria. Y cuando la guerra bacteriológica se les escapa de las manos, la Pandemia genera una amenaza que también se vuelve contra sus creadores, aunque graciosamente la sembraron en China en el marco de la competencia por mercados.

Los imperialistas saben que una crisis es también una ventana de oportunidades. El control sanitario es una justificación para un mayor control ciudadano, y para eso ponen en funcionamiento las tecnologías más sofisticadas, en emprendimientos público – privados al servicio del Gran Capital.

Al mismo tiempo, entre los más poderosos se produce un nuevo desequilibrio que también puede detectarse en las Bolsas de Valores y en las cuentas bancarias a nivel mundial. En efecto: mientras los laboratorios y la industria de la Transferencia de Datos acumulan nuevas fortunas, (incluyendo la industria aeroespacial para satélites de comunicación) por su parte la industria “pesada” (especialmente producción de Medios de Producción, y de grandes medios de transporte) sufre por los efectos de la Pandemia. Por eso la expresión política de la gran industria niega la Pandemia mientras la expresión política de los laboratorios y las grandes corporaciones médicas, con su poderoso “lobby”, lucran con ella.

La información debidamente fragmentada genera nuevas divisiones en los movimientos sociales.  El debate sobre Pandemia oculta los grandes temas que amenazan nuestro futuro inmediato. Poca gente repara, por ejemplo, en el reciente acuerdo USA-Gran Bretaña- Australia que permite a esta última la construcción de submarinos nucleares con una tecnología que desconoce. Este convenio ata a Australia a una estrategia anti China en un rincón candente del Planeta. Por su parte, los talibanes aumentan la ola incesante e intercontinental de refugiados que no tienen dónde ir.

La guerra entre las vacunas se da en el marco de la libre concurrencia, pero cuando un asustado Biden propuso levantar, por una vez, el secreto sobre su elaboración, los dueños de las patentes le mostraron quién manda. Mientras tanto, la OMS posterga el estudio sobre las vacunas cubanas, que podrían disminuir los beneficios de un negocio colosal.

La guerra bacteriológica tiene siglos. La ensayaron los conquistadores españoles en Nuestra América y los británicos sobre los aborígenes de Australia. Torrentes de oro y materias primas fueron su fruto. Cuando hoy vemos el comportamiento de la acumulación bancaria, vemos que nada ha cambiado en lo esencial.

Los capitalistas también tienen miedo. La cuenta bancaria es su seguro, pues creen que les permitirá comprar bienestar privado en un Planeta que se vuelve una cloaca por culpa de ellos.

Alguien dijo que no se puede acusar a nadie de robar la propiedad, porque la propiedad es un robo. No se refería, claro, a la propiedad personal, sino a la propiedad privada sobre los grandes Medios de Producción, que hoy incluye a los laboratorios. Dicen que las crisis son ventana de oportunidades, pero al menos deben serlo de reflexión. El movimiento de las cuentas bancarias es un indicador interesante para justificar un camino de cambios radicales.

 

Concentración de la riqueza por Isabel Viana

La sociedad humana vive la globalización de su actividad económica. Esta se manifiesta (entre otros aspectos) en aspectos materiales, como la progresiva existencia de un solo mercado que comanda la fijación de precios de insumos básicos para todos los países y en la uniformización de consumos (en cualquier punto de planeta se pueden comprar vaqueros, bebidas cola o calzado deportivo de marca), lo que significa arrasar con producción y usos locales.

El proceso de concentración de la riqueza es un resultado y a la vez un motor del predominio de la economía global. Esta no supone sólo la toma de decisiones en materia económica: las cabezas invisibles de quienes acumulan sistemáticamente riqueza son las que deciden acerca de las acciones de los gobiernos nacionales, atados de pies y manos por la necesidad de asegurar inversiones y “políticas de desarrollo” en sus países.

No se puede ignorar la dependencia de las economías nacionales respecto a la economía global, ni el hecho de que ésta funciona con el solo objeto de acrecentar las riquezas de los más ricos.

Es sólo en ese contexto de economía dependiente que se pueden considerar las preguntas que Voces plantea.

Ganaron con la pandemia los ricos y los propietarios de empresas ligadas a la fabricación de medicinas, la realización de análisis y la prestación de servicios médicos, servicios financieros, así como todas aquellas que pudieron seguir produciendo y exportando durante la misma.

Se pueden observar notorias diferencias en el impacto de la pandemia en los niveles de riqueza. Por ejemplo, en el caso de Norteamérica, al cierre de 2020, la riqueza alcanzó un tope de US$136,3 billones, que representaron el mayor crecimiento entre las regiones, con un alza de 10%.

CREDIT SUISSE

El 45% de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico.

El 90% de la población del planeta tan sólo posee menos del 20% de la riqueza disponible.

Global Wealth report de CRÉDIT SUISSE

En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza.

En 2019, 66 millones de personas, es decir, un 10,7% de la población vivía en extrema pobreza, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). OXFAM

Sólo hay tres regiones que han perdido patrimonio. Entre ellas, América Latina, con pérdidas 4.9% menores respecto de 2017. Según se explica en el informe, las fluctuaciones del tipo de cambio son en parte responsables de esto, junto con los problemas económicos de Brazil y Argentina. Por regiones, entre América del Norte y Europa occidental, porque concentraron el 60% de la riqueza total cuando en estas regiones sólo habita el 17% de la población adulta mundial.               FORBES

–        Perdieron con la pandemia todos los que a consecuencia de la misma vieron paralizada su actividad económica (empresas paralizadas y sus empleados y/o propietarios)

–        No es casualidad: es función del funcionamiento de la economía capitalista que no pone límite al proceso de acumulación de riqueza (global o nacional)

–        No es un tema de solidaridades individuales: las acciones están comandadas por el “sálvese quien pueda” feroz del capitalismo. Efectivamente los más ricos son “el motor de la economía” …  que sirve a sus fines acumulativos. Se ha calificado de “prescindible” al resto de la humanidad cuya actividad económica es tan escasa que no mueve el fiel de ninguna balanza.

–        Los bancos del exterior son sólo herramientas de acumulación: el sistema es uno solo y en él estuvimos insertos durante los gobiernos “progresistas” (ver negociaciones con UPM, por ejemplo) y en el presente período.

La economía global es una sola. Las decisiones económicas las toman las grandes corporaciones y los gobiernos nacionales se mueven dentro de sus pautas.

La riqueza neta mundial creció en 2018 hasta los 317 billones de dólares, de los que el 1% más rico se quedó con el 47%. El 60% de la riqueza se concentra en América del Norte y Europa occidental.                                 FORBES

Para el cierre de 2020, la riqueza total del planeta registró un aumento de 7,4%, que superó en varios puntos la contracción registrada en el primer trimestre de ese año, que fue de 4,4%.

Las mujeres y niñas dedican al trabajo de cuidados no remunerado 12 500 millones de horas diariamente, lo que supone una contribución a la economía global de al menos 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología.

OXFAM

 

La liquidez y las oportunidades por José Manuel Quijano

Ocurre, en la actualidad, que los bancos están  inundados de dinero, tanto que en lugar de remunerar  el depósito cobran una comisión por recibirlo En sus aspectos fundamentales la crisis financiera de 2008  (con las hipotecas truchas,  con respaldos artificialmente incrementados) condujo a  las nuevas exigencias de capital impuestas  desde entonces a los bancos, las sucesivas  inyecciones de liquidez  de la Reserva Federal de EEUU (aunque no sólo) y la emergencia de una pandemia que mató  a mucha gente, acentuó la pobreza y condujo a rescates multimillonarios.

El funcionamiento normal de una institución bancaria consiste en recibir depósitos, ofrecer al cliente 3% de interés por la colocación y prestar ese dinero a un demandante de crédito al, digamos ,6%. No es el único negocio de los bancos, pero es uno de los principales y, con frecuencia, el principal

En la crisis de 2008 se ha pasado entonces de la normalidad financiera (el banco recibe  depósitos, concede  préstamos  y recupera  en el tiempo pautado el principal) a la incertidumbre financiera ( la tasa pasiva es inferior a la activa pero comienza la renegociación acerca de cuándo y cómo se devolverá el principal)  a la incertidumbre exacerbada  ( o efecto Ponzi, como por analogía lo llama  Minsky) en la cual el banco solo lograría recuperar el principal en el hipotético caso que se produzca una revaloración de los activos en que se colocó el préstamo. Obviamente, cuando se llega al efecto Ponzi, como ocurrió en 2008, la tormenta está preparada.

Desde la crisis de 2008 transitamos de una anormalidad a la otra. Se suele decir ahora que vivimos una crisis de exceso de liquidez. Es cierto.  A consecuencia de crisis de 2008 las autoridades monetarias han exigido, de manera razonable, que los depósitos en los bancos cuenten con el respaldado de capital incrementado. Obviamente, los costos de los bancos se elevaron. Además, aleccionados por la crisis de los años 30, cuando la carencia de liquidez agravó la situación, los bancos centrales (y muy especialmente la FED) incrementaron sustancialmente la liquidez comprando bonos y por medio de entregas directas de efectivo a las familias más carenciadas.

Pero la liquidez disponible fue acompañada de un enlentecimiento de la solicitud de créditos (en buena medida por aversión al riesgo) por parte de las empresas, con lo cual se cierra el círculo del exceso de liquidez, situación que no puede sostenerse de manera indefinida. Esta situación es global y las cifras que muestra la banca en Uruguay es común a lo que sucede, a una escala muy superior, en el mundo.

La pandemia ha generado reclamos y necesidades de hogares carenciados, que deben ser atendidos, y para lo cual se necesitan recursos. Eso es evidente y debe ser contemplado. Pero es de notar, además, que la mejor opción para los recursos ociosos que están en los bancos o para los créditos blandos disponibles, es que, en su gran mayoría, se canalicen cuanto antes a la inversión con impacto favorable hacia las empresas, la formación de mano de obra calificada y el incremento, diversificado, de las exportaciones.

Desde la perspectiva de un país pequeño y poco gravitante en los acontecimientos regionales y globales se puede decir (se ha dicho tantas veces que ahora nadie lo cree) que la crisis crea problemas para también oportunidades. Bueno, tenemos un escenario de oportunidades.   Uruguay tiene prestigio y una historia de seriedad en sus relaciones financieras internacionales; dispone de recursos financieros  en el mercado local y buen acceso al mercado internacional; cuenta, en varios sectores de actividad, con empresarios de experiencia y mano de obra calificada; ha construido una base científica y tecnológica modesta, pero sólida y que  se debería expandir; y ha construido  un acceso bastante amplio al mercado internacional con sus bienes y servicios, que se debe y se puede expandir.

¿Cómo salir entonces de esta situación? Por la vía de un esfuerzo conjunto, de la mayoría de los uruguayos (incluyo en ellos a la mayoría de los extranjeros que han llegado, afortunadamente, en los últimos años al país) orientado a cumplir rigurosamente con un esfuerzo que apunte: Primero, a una política pública que reduzca ineficiencias, abata de manera razonable el costo de insumos y afine los incentivos a la inversión. Segundo, a un acuerdo, entre el sector público y los actores privados, para determinar, de manera seria y profesional, los sectores generadores de bienes y servicios con mayor potencialidad nacional. Tercero, al fomento de la expansión del mercado de valores, con las máximas garantías para los inversores, de forma que se convierta en un efectivo y seguro canal del ahorro hacia la inversión.

Si aprovechamos este escenario de oportunidades, entonces ya no tendremos que preocuparnos del exceso de liquidez

 

No hay sorpresas por Mauro Mego

Las crisis, en el capitalismo, siempre tienen ganadores y perdedores. La pandemia no es la excepción y a ésta hay que sumarle el modelo que promueve este gobierno. Durante varios años, las fuerzas regresivas del país y sus usinas de promoción de ideas, entre ellas varios medios, fueron preparando el terreno, generando dos o tres ideas fuerza que fueron cuajando en las subjetividades y ocupando el debate público: el Estado “protegía a los vagos”, “despilfarraba”, tiraba dinero, invertía dónde “no debía”, los impuestos eran enormes y se “tiraban” en cosas “sin sentido”. En definitiva se articuló un mensaje persistente y eficaz como antesala de las acciones del gobierno una vez que este llegara al poder. Este mensaje eficaz se alió muy bien con el nuevo universo aspiracional de grandes grupos de persones que durante la era progresista mejoraron notoriamente su situación económica integrando-quizá solo subjetivamente-ese espacio difuso que suele llamarse “clase media”.

Ya queda claro dónde está el sostén del modelo. De un lado han quedado los perdedores de este esquema: asalariados, trabajadores, sectores desfavorecidos de la sociedad. Los números a la vista son más que evidentes, las tarifas empujan  aún más el empobrecimiento general de grandes sectores. Y los ganadores, por supuesto, son los sectores minoritarios de la sociedad, los que el Presidente ha llamado  los “malla oro”. Fiel a su concepción, es la ampliación de esas ganancias las que generaría el bienestar y sería el motor de la economía. Por eso las grandes corporaciones rurales, las que representan a los sectores más ricos del campo, han salido a defender de manera explícita los fundamentos de este modelo. Ya hay propuestas claras respecto de, por ejemplo, aceptar acuerdos salariales por debajo del laudo, dándole barniz oficial a la precariedad y al empobrecimiento, factores que se alimentan de la enorme necesidad de mucha gente que no tiene demasiado margen de elección. Por lo tanto no pueden sorprender los resultados, el ajuste nunca detuvo su marcha, el objetivo es reducir el gasto público a raja tabla, del mismo modo que cumplir con su base social, dando mayores y mejores condiciones para que los sectores privilegiados se despeguen del resto de la sociedad. No tengo memoria de un gobierno tan fanático en esa línea, y la evidencia clara es que mantuvo el ajuste aún cuando el mundo iba por otro camino.

Ya hoy el mapa está más claro, pero van a continuar sin pausa promoviendo su modelo, desde dentro el gobierno y desde sus usinas. La interrogante es saber cuánto podrá la gente soportar pasivamente estos embates y ese maquillaje permanente de la realidad.

 

Ajuste, retracción económica y dinero ocioso por Oscar Mañán

En el capitalismo la riqueza se presenta como un “cúmulo de mercancías” (Marx). La generación de riqueza tiene que ver con la producción de mercancías, otra cosa son las fuentes que permiten la apropiación de tal riqueza. Algunos se la apropian por la vía de la propiedad, en especial de la tierra pero también por otros activos, la que deviene de actividades especulativas (capital financiero, inmobiliario, etc.), por ingresos de la actividad económica productiva, comercial, o simplemente a través de la herencia o el subsidio que reciben de los gobiernos.

Es cierto que la pandemia y las políticas conservadoras de ajuste trajeron retracción de gastos e inversiones, depresión económica, desempleo, caída de salarios, más de cien mil pobres nuevos… También que el sector industrial en términos de volumen físico creció un 11,6% en el primer semestre 2021 y especialmente los frigoríficos (“brasileños”) tuvieron un desempeño alentador y creció el empleo con menores salarios, para que algunos también ganaran.

No obstante, los depósitos en los bancos no son sinónimo de riqueza generada en los últimos años y menos de un ciclo productivo eficiente con ganancias halagüeñas. O, dicho de manera coloquial: “no todo lo que brilla es oro”. Marx ya distinguía la idea de dinero de la de capital, si bien el capital es una relación social que comienza con una masa de dinero acumulado, la acumulación de dinero no es de suyo capital hasta “ensuciarse las manos en el proceso productivo” (comprando medios de producción y fuerza de trabajo).

El aumento de los depósitos es un indicador de las expectativas no alentadoras que visualizan los agentes económicos, son una forma especulativa de afrontar la incertidumbre. Quienes prefieren bancos del exterior muestran mayor desconfianza aún con la estabilidad macroeconómica del país en el futuro próximo, ya que se conforman con menores retornos. Es así que los depósitos bancarios se relacionan más con el impacto del ajuste económico, y no particularmente con la riqueza que se produce en el país en el presente, sino más que nada con la falta de oportunidades de inversión generada por desconfianza de los agentes económicos sobre el futuro. Las “políticas de achique” explican la incertidumbre y también el desempleo, los bajos salarios, el pillaje generalizado en los negocios estatales, la especulación en todas sus formas y, por supuesto, agrandan las colas en las ollas populares.

No es para nada símbolo de salud para el capitalismo la acumulación de dinero ocioso en los bancos, sí lo es cuando la acumulación de capital dinamiza la estructura productiva, el empleo, los salarios y las oportunidades para que la población desarrolle estrategias de vida suficientes para satisfacer dignamente sus necesidades. Tampoco es buen signo para la economía que las cámaras empresariales propongan pagar salarios por debajo del laudo, no es digno de una clase social con proyecto de largo plazo, son momentos de oportunismos lamentables que solo podrían ser considerados por gobiernos débiles.

Ciertamente, impuestos que graven la ganancia de flujo, la riqueza acumulada, los dineros ociosos en bancos, incluso la herencia y políticas de inversión pública permitirían atemperar las condiciones de desigualdad de la sociedad. Sin embargo, otras más radicales para una nueva forma de organización social son menester para evitar la brutal concentración de la riqueza que el capitalismo genera.

 

Luc Lacallista por Andrés Copelmayer

Mientras los países más poderosos del planeta apelan al miedo a la muerte para justificar proteger primero y segundo a los suyos, aumentando exponencialmente la desigualdad de los ciudadanos del mundo y la brecha norte-sur; el gobierno uruguayo optó por tomar el fácil atajo de negar la realidad. Todos los indicadores negativos, tanto sociales como macro y microeconómicos, son relativizados, atribuyéndose los malos resultados a que la pandemia exacerbó la herencia maldita del FA. Las  ollas populares, los paros generales, el aumento de los suicidios, la baja de la natalidad, la inflación fuera del rango, el crecimiento del desempleo, el mayor endeudamiento, los femicidios, la morosidad descontrolada, la caída del salario real, las quejas por incrementos de tarifas y combustibles, el cierre de miles de pymes y el dato de que los uruguayos comparando 2015 con 2020 consumieron 7,5 kg menos de carne por habitante; para el gobierno son meros tropiezos circunstanciales o injustificados reclamos “políticos”. Sus voceros nos repiten que lo que no anda no existe y son sólo palos en la rueda que inventa la oposición para intentar frenar la exitosa avanzada transformadora del gobierno de coalición. Cambios que mirados sin lupa son más de lo mismo del viejo Uruguay neoliberal. Juntar dólares con el triple mix: protección al sector agroganadero exportador, privatizar empresas públicas más paraíso fiscal.

Asombra la obsesión casi genética de los Lacalle por transformar al sistema financiero oriental en una gran caja fuerte desencriptada especialmente para evasores, elusores y lavadores de dinero de la región. Luis lo hace en versión 2020 pero reproduciendo opacos hábitos de los 90. Con la LUC podés comprar lo que quieras en cash sin que nadie te pregunte como juntaste el dinero. Antes el tope para pagar en efectivo eran 4 mil dólares. La LUC no sólo lo elevó a 100 mil sino que además eliminó el artículo de la ley de inclusión financiera que impedía fraccionar los pagos. Ahora, si te sobra efectivo en el colchón, puedes adquirir por ejemplo un kiosquito por 1 millón de dólares a pagar en efectivo, pero ejecutándolo en 10 cuotas de 100 mil, y dormir tranquilo sabiendo  que ninguna autoridad tendrá derecho a preguntarte nada. Si algún distraído se pasa de ese tope tampoco sufrirá consecuencias pues la LUC también eliminó las sanciones con multa y toda acción punitiva contra el eventual infractor.

Simultáneamente, como el secreto bancario impide el cruce de datos, presentando los mismos papers que certifiquen la venta de una casa por valor de 100 mil dólares cash, estás habilitado para abrir con efectivo 6 cuentas por idéntico valor en distintos bancos y “legalizar” medio palo verde de un saque.

Abundan ejemplos sobre cómo la LUC y otras normativas, les han lavado la cara a estas operaciones financieras de apariencia delictiva, para que jamás se encuentre la cédula de identidad que identifique el verdadero origen de los fondos.

Este gobierno vuelve a creer religiosamente y pretende hacernos devotos de la teoría del derrame que “generosamente” provocarán los poquititos malla oro de siempre que seguirán ganando etapas y destapando champagne, sabiendo que la espuma pasa y el hambre queda.

 

El malla oro escapó del pelotón por Roberto Elissalde

Durante los 15 años de gobiernos del Frente Amplio tuve muchas dudas sobre lo que era correcto y lo que era incorrecto. El actual gobierno de todas las derechas me ha permitido clarificar muchas cosas, pero me deja al borde del precipicio personal: muchas veces siento que mi opinión se parece a la de viejos ortodoxos que no se cuestionan nada.

Aclaremos. Durante los gobiernos del FA muchas veces me cuestioné si estaba bien “recuperar” fábricas fundidas, con tecnología obsoleta y mercados inexistentes, “prenderle alguna velita al socialismo” autogestionario, otorgar beneficios a sindicatos ya poderosos, fortalecer el vínculo entre el gobierno y el movimiento sindical y las organizaciones de mujeres, dar espacio a los reclamos de trato igualitario a grupos a veces minoritarios de la sociedad.

El gobierno de las derechas me ha matado todas mis prevenciones. Lo primero que hizo fue premiar a su base social con una suba de alrededor de 30% del precio del dólar, “ayudando” a los ganaderos, sojeros y forestales exportadores. Cuando empezó la pandemia se decidió imponer, en un acto claramente ideológico, a los funcionarios públicos con un aporte para el Fondo Coronavirus; se trataba de individualizar ante la gente a aquellos aprovechadores que se llenaban los bolsillos a costa del sacrificio de todos. Por esos mismos días se le preguntó al presidente si no se podría aprovechar para exigir impuestos a los grandes capitalistas, pero la respuesta fue transparente: el Presidente dijo que “si esto fuera una competencia de ciclismo, al malla oro, al que va en la punta”  había que “estimularlo” para que pedaleara “más rápido”. “Es el que va a hacer la inversión, va a dar trabajo. Hay que sacarle el lastre al que va a pedalear, al que va a traccionar la economía,” concluyó.

Quizás su escaso conocimiento del deporte del pedal lo llevó al error: el malla oro llega a esa posición porque otros le frenan el pelotón y porque le cuidan la espalda cuando se escapa del mismo. Sin embargo y a pesar del error metafórico, su pronóstico no estuvo errado: sin impuestos, con un dólar caro y un salario real en caída permanente desde marzo de 2020, los malla oro de Uruguay están felices de haber puesto en funciones al gobierno que eligieron.

Además, el Presidente colocó a dirigentes de las organizaciones patronales del campo y la ciudad al cuidado de los bienes comunes. Gerentes de empresas privadas que compiten con las públicas fueron puestos a cargo de éstas y comenzaron a desmontar las razones de su éxito. Religiosos de diferentes concepciones fueron puestos a cargo de temas sociales donde se había avanzado en derechos, militares retirados se sienten llamados a poner orden en determinados entes públicos y empresarios de la salud privada se hacen cargo de cómo ASSE deriva tratamientos a sus antiguos emprendimientos.

¿Y adónde queda entonces Roberto Elissalde ubicado? Es claro que no puede dejar de decir que todo gobierno es de clase, que beneficia a sus bases de sustento, a quienes lo apoyaron a llegar. En definitiva, que gobierna para ellos. El FA gobernó para los trabajadores organizados y para los pobres sin organización; benefició a sindicatos ya poderosos y apostó –a veces ruinosamente– a un socialismo que nunca alumbró nada.

Me queda la certeza que la cantidad de beneficiados de los gobiernos del FA fueron mayoría, que se intentó distribuir lo que había sin desarmar el sistema, porque cada peso que agarraba un pobre lo gastaba en el supermercado propiedad de los grandes capitalistas o en unos championes Nike en la empresa de un poderoso multicolor.

Pero me siento un viejo ortodoxo, diciendo que éste es el gobierno de los ricos para los ricos, montado a caballo de los ingenuos. Podría hacerme el refinado intelectual y decirlo de otra manera, pero creo que además de ortodoxo, me sentiría mentiroso.

 

¡No es la economía, son los valores y creencias! Por Eduardo Vaz

Más que teorías económicas hace falta conocer la fábula de la rana crédula que ayuda a cruzar el río al escorpión que no sabe nadar y, a mitad de camino, la pica inyectándole su veneno mortal. (1)            ¿Por qué el gobierno actual favorece a los ricos y no al resto? Porque está en su naturaleza. Basta saber que votan, en que partidos militan y a quienes financian la inmensa mayoría de las familias más ricas del país, ya sean de la ciudad o del campo, de la industria, el comercio o los servicios. Es una encuesta muy fácil de hacer pues su universo poblacional es muy reducido, geolocalizado en barrios «altos», agrupado en las cámaras empresariales poderosas y habitués de los clubes y colegios «distinguidos». Los ricos son quienes más votan por intereses. Y no tiene nada de malo ni significa que sean los únicos miembros y votantes de los partidos de derecha. Léanse los discursos de la expo Prado: la CCE felicitó al gobierno por la LUC, el Presupuesto, la rendición de cuentas y pidió seguir más a fondo en la línea privatizadora y reduccionista del estado, los derechos laborales y sociales. (2) Es inobjetable que gobiernan porque la mayoría del pueblo lo quiso y, más allá que ciertas afirmaciones de campaña fueron demagogia electoral, que no se avisaron algunas detalles como la entrega del puerto a una empresa que puso dinero en su campaña u otras delicias como nos ha regalado el ex ministro Cardoso con la agencia eslovena y gastos que ni el Director colorado pudo avalar, era difícil no conocer a Luis Lacalle Pou, hijo de Luis Lacalle Herrera y bisnieto de Luis A. de Herrera.                                                                                 Fueron y son, el ala conservadora y liberal del P. Nacional. Enemigos acérrimos del batllismo originario contra el cual batallaron siempre, de la izquierda y el progresismo incluido el wilsonismo. ¿Por qué? Porque tienen dichas creencias y valores. En las conferencias de prensa que nos aturdieron cuando la pandemia era novedad en Uruguay y apenas nos castigaba, la periodista Sofía Kortysz preguntó al presidente lo que tanta gente esperaba: «¿Y a los ricos, no se les pedirá un aporte como a los demás?». «No, lo hablamos con Azucena y Lito: a los malla oro no se les carga, se les favorece.» (3)                                                                                                             Lo piensan así desde siempre, en esto no hubo engaño: son los malla oro que generan inversión y, de ahí, trabajo y desarrollo para la sociedad que el mercado asignará. Una parte es muy cierta pues son los pocos que disponen de riqueza para hacerlo. Bueno sería que responsabilizáramos al pueblo llano de no invertir las suyas…                                                                                         Lo que está en debate, acá y en todo el mundo, es cuál es el fin de la economía: si servir a la humanidad a desarrollarse colectivamente en armonía con el entorno y sin dejar a nadie atrás o se trata de una carrera donde los pocos que llegan primero llevan el premio de la buena vida, riqueza y poder, y el pelotón y rezagados se arreglan, o no, con lo que gotea.                              Se pueden hacer libros y cuentas, teorías y demostraciones sesudas, pero mientras siga la religión capitalista del dinero como valor supremo y la ganancia como sinónimo de éxito, sin restricciones, no habrá solución posible.                      Una nueva mirada, desde el bien común, con una economía regida por los mismos valores que se han convertido en dominantes en nuestra sociedad: libertad, derechos humanos, igualdad, fraternidad, dignidad, transparencia y cuidado del prójimo y la naturaleza, es la única esperanza de tener un futuro razonable, por querible y sostenible. Esto no es ir contra la propiedad privada ni el mercado, sin los cuales no se ha logrado avanzar. Se trata de regular la irracionalidad del lucro, de superar las fallas del mercado, de evitar la acumulación desmedida, de poner la vida digna de todas las personas por encima de los privilegios de las minorías. Las cifras que dio a luz AEBU son elocuentes: unos pocos mucho y unos muchos nada, y eso no es casualidad. Es un modelo que, en vez de favorecer la inversión para el desarrollo sostenible y una sociedad digna, ofrece la libertad de especular en grande mientras no hay recursos para evitar 100 mil nuevos pobres, cientos de ollas populares y cada vez más gente en la calle. Ni viejo ni destemplado, mucho menos superado. Vivimos la larga lucha de una humanidad que se mejora/empeora a sí misma, que aprende/olvida su historia, que avanza/retrocede sobre las elites que nunca quieren renunciar a sus privilegios.

No es cuestión de teoría economía, es cuestión de valores y creencias. Los malla oro son los ricos que hacen y deshacen el mundo tirando migajas para el pelotón y los rezagados. Para ellos gobierna el herrerismo, tan inspirado hoy en el ciclismo. La cuestión  es si la vida en sociedad es una carrera para llegar primero a como dé lugar o una comunidad con su hábitat para compartir y desarrollarse conjuntamente en pos del bien común. Entre tantos aprendizajes históricos, el camino democrático se ha mostrado, con idas y venidas, como el más adecuado para limitar ese poder descomunal del 1% y aumentar la pública felicidad.

(1) https://es.wikipedia.org/wiki/El_escorpi%C3%B3n_y_la_rana              (2) https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2021/9/gobierno-recibio-el-abrazo-de-las-camaras-empresariales-en-la-expo-prado/ (3)https://www.elpais.com.uy/newsletter/cien-dias/cien-dias-6.html

 

Un cuento chino por Rafael Fernández

El crecimiento de los depósitos en la banca local y en el exterior es una de las manifestaciones de la creciente polarización social: los ricos se hacen más ricos mientras la miseria arrasa en los barrios populares. No es la única expresión de las ganancias extraordinarias que han realizado sectores capitalistas, especialmente agroexportadores, mientras la crisis económica y sanitaria agrava las condiciones de vida ya pauperizadas de gran parte de la población.

La existencia de esos depósitos (a los cuales hay que sumar también la especulación con títulos y bonos estatales) es también una manifestación de parasitismo. La política gubernamental afirma que dando beneficios a los capitalistas va a crecer la economía: los “malla oro” van a generar empleo. Sin embargo, los subsidios al capital no se traducen en nuevas inversiones, sino en más especulación.

El parasitismo del capital no es naturalmente un fenómeno nacional, sino que se expresa en todo el planeta a través de la expansión de burbujas financieras gigantescas. No alcanza con señalar que crece la polarización entre riqueza y miseria social, aunque ya es una denuncia fenomenal al régimen social en que vivimos. Además, hay que explicar por qué esos capitales no pueden reproducirse productivamente, es decir, invertirse en la producción y ser capaces de generar una ganancia por esa vía. El fenómeno que lo explica es la llamada superproducción de mercancías y capitales, la saturación del mercado mundial, y la creciente guerra comercial entre potencias y corporaciones. En este contexto, es insensato creer que, dando beneficios fiscales y subsidios al capital, se va a producir una expansión de la producción. Todos los salvatajes y planes de ayuda de los distintos gobiernos son desviados mayoritariamente a la especulación por los capitales que reciben la asistencia estatal.

En la crisis de 2007/2008, China jugó un rol de amortiguador del estallido internacional. No sólo porque hasta cierto punto logró “desacoplarse” transitoriamente del derrumbe general y siguió siendo un comprador de materias primas por un período, sino porque además volcó una masa gigantesca de dinero en planes de gasto público (en torno al 25% del PBI) y en créditos masivos. En la actualidad, China está lejos de poder cumplir con ese rol, y se convierte ahora en un factor que exacerba los elementos de crisis que conducen a un nuevo estallido financiero. La caída de la bolsa china en estos días, y el derrumbe del gigante inmobiliario Evergrande podría convertirse en el “Lehman Brothers” de la segunda economía del mundo. Todo indica que el gobierno chino apunta a dejar caer a esta empresa en forma “controlada”, pero es realmente improbable que pueda evitar un derrumbe más general, teniendo en cuenta que la deuda de Evergrande alcanza los 300.000 millones de dólares (seis veces el PBI de Uruguay). «El colapso de Evergrande sería la prueba más grande a la que se ha enfrentado el sistema financiero de China en años», aseguran los analistas (BBC News, 21/9). La burbuja inmobiliaria china está al borde del estallido.

La burguesía uruguaya tiene una capacidad insuperable para proclamar oportunidades en los momentos más inoportunos. Hace unos años fue “el tren que pasa una sola vez” y que hubiera permitido un TLC con los yanquis, más adelante la “integración latinoamericana” con el Banco y el Gasoducto del Sur, luego fue la fantasía de “subirse al estribo de Brasil” (Mujica) y ahora el sueño es convertirse en una factoría agroexportadora hacia China (y cabecera de playa de la potencia asiática en el subcontinente). Un cuento chino. Parece la maldición de “El baño del Papa”. Una clase social que carece de proyecto alguno y sueña con hacer dinero fácil y rápido a partir de un golpe de suerte. Ahora justo cuando proclaman la posibilidad de un TLC con China, el gigante asiático enfrenta la amenaza de un derrumbe que –claro– arrastraría a la economía mundial a un nuevo estallido.

La polarización social que se profundiza (depósitos bancarios de un lado, ollas populares y rebaja salarial del otro) ocurre en un impasse histórico del régimen social, no en su período de pujante nacimiento y desarrollo. La clase obrera debe luchar por aumentar sus salarios, defender la enseñanza pública, enfrentar la reforma jubilatoria que exige el FMI, sin olvidar que una salida real exige luchar en la perspectiva de un gobierno obrero y socialista que permita superar este régimen caduco y que amenaza constantemente con la destrucción a través de guerras, contaminación y miseria.

 

 Otra vez, impuesto al capital por Cristina De Armas

A principios de este año nos enterábamos de un proyecto de ley del ex Ministro de Economía, hoy senador Astori, donde proponía gravar los depósitos de uruguayos en el extranjero en su totalidad – 100% – con un impuesto al Patrimonio de las personas físicas del 2% para financiar rápidamente al Fondo Covid.

Indudablemente los depósitos en el exterior de uruguayos se incrementaron en 2020 de la misma forma o aún más que en la crisis del 2001. No hay relación entre ambas crisis, aquella fue regional, nos vimos arrastrados por el corralito financiero argentino que provocó la corrida bancaria en nuestro propio sistema con el retiro de depósitos argentinos que eran en aquel momento más del 40% del total. La luz sobre una estafa familiar que tenían dos bancos sin depósitos y luego la aftosa. Crisis económica, financiera y casi, institucional. Así como vimos a muchos compatriotas sumergirse cada vez más en la pobreza, suicidarse o dejar el país, muchos otros se enriquecieron. Las crisis son conmociones en la pirámide social pero el mayor cambio se da en la clase media, los que se hunden en la pobreza, los que se sostienen y los pocos que logran ascender en su status social. La inversión en tiempos de crisis cuando los precios caen como pasó con el sistema inmobiliario, la compra de bonos de depósitos al 40% de su valor a los ahorristas que no sabían cuando cobrarían, todo eso y mucho más enriqueció a gente con capital que pudo invertir. Unos le llaman oportunismo, otros, especulación, y algunos, neoliberalismo. Dinero por dinero sin producción.

La nueva crisis económica mundial, la recesión para 2020 que fue anunciada hace varios años por economistas como Roubini* ha sido intensificada y por mucho tiempo soslayada bajo la pandemia de covid-19. En realidad, las causas de la recesión tienen que ver con la lucha de poderes, políticos, económicos y tecnológicos entre China y Estados Unidos. La pandemia antepuso la salud a la variante económica por mucho tiempo, las muertes, los enfermos, han hecho que las poblaciones se sometieran a la dirección política en busca de solución. En tanto la pandemia parece retroceder se hace énfasis en el resultado económico para el país. Una vez más tenemos un porcentaje alto de población empobrecida y un porcentaje menor que se ha enriquecido, los depósitos bancarios de uruguayos en el extranjero continúan creciendo.

Entonces, ¿por qué la negativa a este proyecto? Isaac Alfie, director de OPP declaraba: “Si queremos que el capital quede, genere trabajo, empleo y riqueza, no se puede expropiarlo”, “sería como pegarse un tiro en el pie” Por otro lado el propio presidente Lacalle Pou afirmaba que “no se toca a los malla oro”, mientras se insistía en intensificar los beneficios para atraer residentes extranjeros de alto poder adquisitivo. ¿Qué pasaría con esos extranjeros que pasaran a ser residentes fiscales uruguayos? El gobierno uruguayo les ha exonerado el IRPF por sus rendimientos de capital en el exterior. No hay vuelta atrás.

*Nouriel Roubini destacado economista contemporáneo. Es profesor de Economía en la Universidad de Nueva York y presidente de la consultora RGE Monitor.

 

Derrotado por Esteban Pérez

Una enorme pueblada (si tomamos en cuenta la población de la Banda Oriental en el período artiguista) siguió en el Éxodo al Protector de los Pueblos Libres. Intuía aquella larga caravana de originarios, gauchos pobres y negros en busca de la libertad, que con Don José se iba quizás para siempre el sueño de la patria justa y soberana, sobretodo aquella soñada patria en la que “los más infelices serían los más privilegiados”, aquella de la que tan solo se vieron brillar algunos rayos de su sol con el Reglamento de Tierras.

Entrado ya el siglo XX, las lágrimas vertidas al quemar el rancho y abandonar el pago aún humedecen nuestra campaña.

Los descendientes de aquellos gestores del Éxodo Oriental que asombra aún hoy a los historiadores, siguen tan pobres como entonces, aspirando a un pedazo de tierra o poblando los cantegriles en los alrededores de las ciudades.

Mientras tanto el Uruguay pasa en estos últimos años por una etapa de ingresos privilegiados gracias a la coyuntura internacional necesitada de nuestros productos de exportación.

Desde el 20 de febrero de 2020 hasta julio de 2021 los depósitos en los bancos crecieron 4.784 millones de dólares. Podemos decir entonces que en el Uruguay hay muchísima plata, más que suficiente para generar trabajo, comprar tierras para Colonización, construir viviendas y subvencionar a los afectados por la pandemia.

Sin embargo, esa plata encanutada en los bancos está en manos tan sólo de 19.000 ciudadanos…

Agreguemos a eso los depósitos en el exterior de “los peores criollos” que en marzo de 2021 sumaban 8.711 millones de dólares, o sea 2.500 millones más que antes de la pandemia.

A los “malla oro” se les revientan los bolsillos de dólares mientras el pueblo ve multiplicar las ollas populares, agotarse las energías de cocineros voluntarios y los recursos que solidariamente aportan sindicatos, organizaciones sociales y pequeños comerciantes.

El gobierno no da señales de gravar los altos ingresos privados al contemplar las penurias de su pueblo.

Por el contrario (hábil estratega) el General descendiente directo de los riveristas que traicionaron el ideario artiguista y generaron un ejército represor de su propio pueblo, hoy senador de la República, mueve sus piezas de ajedrez mostrándose preocupado por los recortes a Colonización, pero obviamente no plantea tocar el bolsillo de los “malla oro” a quienes, además de pertenecer también representa en el gobierno y el parlamento.

Este personaje apuesta a generar simpatías entre la gente de campo, a la vez que le hace guiñadas a cierto sector político del Frente Amplio permeable a sus jugadas de “inteligencia”, por sus carencias ideológicas en el momento de tener que realizar un análisis de clase de quienes son los amigos y los enemigos del pueblo. Mientras tanto el pueblo, como históricamente ha sido, se tiene sólo a sí mismo y sólo en sí mismo puede confiar…

 

Hay poca inversión pública por Martín Forischi

La derecha tenía una expectativa gigante; Había un clima inmenso en las adyacencias, y obviamente dentro del mítico Directorio del partido Nacional que sentían tangible una nueva historia, o como dice su spot publicitario, que una nueva historia nacerá, y con un Lacalle que anhelaba ser un presidente que se haga cargo, así lo exclamo en el acto del parque Viera. Llegado el momento de ser Gobierno, por diferentes situaciones en este casi un tercio de Administración, se dio lo que esperábamos, una depresión económica. Seguramente después, algún compañero de Semanario Voces lo analizará desde el punto de vista económico, yo lo haré desde el punto de vista político. En mi caso lo terminé celebrando sonoramente cuando en los informativos de estas últimas semanas vi la cara del presidente y su runfla de ministros que tanto mal le hicieron al país; no saben qué hacer, no estaban preparados para gobernar.

Lo mal que estará el país que el Estado de bienestar no existe: Cuando comenzó la pandemia hubo que “bajarle el precio” al Ministro de Trabajo, ya que se perdieron 55 mil puestos de trabajo; 300 mil orientales aproximadamente que se alimentan del MIDES porque no solamente no tiene ingresos, sino que no tiene para comer, y muchos de ellos no les alcanza con el subsidio del mencionado ministerio, y tiene que recurrir a las ollas populares para llevarse a la panza algo caliente en la noche. Por si fuera poco, 100 mil nuevos pobres en esta crisis económica. La gente no quiere comer de ollas populares, quieren trabajar, quieren vivir bien, quieren terminar con la inflación; la inflación tiene que estar por debajo del crecimiento salarial. Para estos dirigentes delirantes, para esta runfla es tan fácil decir que la economía del país está mal producto de la pandemia, no, miren para adentro… como administradores son nefastos. En realidad, hay poca inversión pública, UPM contrato que cerró Tabaré Vázquez, y el ferrocarril. Del otro lado unos pocos se vieron favorecidos económicamente con la pandemia, o en ocasión de la pandemia; en el sector privado: la construcción, y el agro en referencia a plantaciones; como también productos industrializados obtenidos de materias primas agrícolas. Claramente este país incluye a unos y excluye a otros.           4 mil millones de dólares se depositaron en bancos extranjeros y uruguayos. Pero bueno, es la economía compañeros. Este Gobierno le da la espalda a la gente; A los que votaron este Gobierno les digo que Uruguay merece algo mejor, definitivamente merece algo mejor. Vivir en un país donde las pymes se cierran, no es un buen país; Donde el trabajo se pierde, no es un buen país; Vivir en un país donde hay 100 mil nuevos pobres, no es un buen país.

Nosotros merecemos vivir en un país que los que ganan inviertan para que la calidad de viva de los uruguayos sea digna. Pero el poder lo tenemos nosotros, los ciudadanos, con el voto. Vamos a darle el voto a quien creamos que es lo mejor, y no a estos dirigentes políticos que nos gobierna, estos no se pueden hacer los taitas.

 

Ganan los mismos de siempre por Juan Pablo Grandal

Se nos ha dicho desde el comienzo de la pandemia y sus consiguientes crisis económicas y sociales sufridas a lo largo y ancho del planeta que de esto debíamos salir “todos juntos”. Es un mensaje muy noble, con el que en principio siempre estoy de acuerdo, la unidad social, particularmente en tiempos de crisis, es fundamental para salir adelante. El problema rige en que esta consigna lamentablemente es utilizada de forma falaz. Es una consigna muy comúnmente utilizada para convencer a las mayorías de los pueblos de que se quejen lo menos posible de su situación y demanden menos soluciones de las autoridades, mientras los más poderosos disfrutan de incluso mayores beneficios.

Esto es lo que vemos ha sucedido durante la pandemia. Los datos que se muestran en el planteo del tema son clarísimos: la banca privada ha sido una de las grandes ganadoras de la pandemia; así como las empresas de la llamada “bigtech” (grandes empresas tecnológicas) y las farmacéuticas. En el contexto actual, incluso previo a la pandemia, dado que vivimos bajo un sistema de globalización del capital y donde lo digital tiene cada vez más importancia sobre los recursos y bienes tangibles, el capital financiero y los conglomerados dedicados a la tecnología gozan de una riqueza y poder sin precedentes.

En cuanto a la riqueza y poder del sector financiero, nada nuevo bajo el Sol. La creciente importancia del capital financiero sobre el capital productivo, del capital fruto de la especulación sobre el capital fruto del trabajo y la industria, viene creciendo hace décadas. Por eso la queja de algunos sectores de la política sobre estas ganancias extraordinarias, si bien bienvenida, es tremendamente hipócrita. Desde la izquierda política y social (representada mayoritariamente por el Frente Amplio y el PIT-CNT respectivamente) se ataca las ganancias de los “malla oro”, lo cual me parece perfecto, pero lo hacen tras implementar y defender a capa y espada la llamada “Ley de Inclusión Financiera” (mejor llamada “bancarización obligatoria”) la cual fue un gran regalo a la banca privada, y aún hoy tras ser derogada por la Ley de Urgente Consideración buscan reestablecerla. Parece poco creíble ese discurso desde la izquierda.

Y, ¿qué decir de la “derecha conservadora”? Muy preocupada por la pérdida de valores éticos y morales en la sociedad en lo que se refiere a la conducta sexual privada, pero que yo recuerde la Doctrina Social de la Iglesia y el propio mensaje de Jesucristo tiene una condena explícita a la usura. ¿Cómo puede estar callada gente que se considera cristiana ante una sociedad en la que gente cuya riqueza proviene de la especulación y la usura goza de ganancias extraordinarias mientras los más pobres deben luchar por su sustento diario?

Pero no nos engañemos, no es solución a nuestros problemas sociales la propuesta voluntarista de simplemente “cobrar mayores impuestos a los ricos”. No solamente porque lo que llamamos “ricos” también incluye a mucha gente que vive de su trabajo como la mayoría de trabajadores y no está en enemistarlos la solución. Tristemente es una realidad que el dominio de estos capitales especulativos sobre los pueblos es real, y un aumento sistemático de la presión impositiva sobre ellos sin cambiar cuestiones de raíz, tendría como resultado una descapitalización del país lo cual traería mayores penurias a nuestro pueblo.

Lo que hay que hacer es utilizar nuestro aprendizaje de esta crisis para plantear nuevas formas de organización social. El socialismo marxista es un fracaso, lo cual es evidente, y el capitalismo liberal nos ha llevado a esta situación, que seguro empeorará al chocarnos de frente con el deterioro del mundo natural y la escasez de recursos para satisfacer las necesidades de las mayorías. Hay que pensar una sociedad en el que el capital esté al servicio del bienestar social; que priorice a quienes producen, sean asalariados, pequeños productores o empresarios, y no a quienes especulan; donde primen los lazos comunitarios y se proteja a aquellas instituciones que los sustentan; y que se priorice la búsqueda de pan y justicia para el pueblo como valor fundamental. El cambio social urge, y lamentablemente la clase política no parece estar a la altura, enfrascada en la búsqueda del beneficio particular o en discusiones facciosas y anacrónicas entre “izquierdas” y “derechas”, términos que cada vez tienen menos significado. Tanto izquierdas como derechas ya nos han gobernado, y poco han transformado.

 

Crisis es oportunidad por Sol Inés Zunin

Hace ya muchos años –ustedes eran muy chicos-, cuando China aparecía en el horizonte de occidente como una amenaza real, hubo visionarios que vislumbraron un gran potencial en esa milenaria cultura que nos desafiaba. Nacía la new age, gracias a la cual aprendimos que, en chino, la palabra crisis significa OPORTUNIDAD. Un día, al llegar la crisis de la pandemia del COVID algunos pudieron comprobar que, efectivamente, crisis no era algo necesariamente malo, sino que dependía del lugar en que uno hubiera tomado la precaución de ubicarse 😉

Recuerdo que algunos de nosotros, de no tan elevada conciencia, solo podíamos hablar de problemas. Problemas aquí, problemas allá. Y nadie, especialmente la mayoría de los medios e informadores, parecía acordarse de preguntar quienes eran los beneficiarios de los aumentos de actividad que la triste situación traía. Y fue así que, como en las guerras, los contratistas anónimos florecieron hasta convertirse en unos bellos depósitos bancarios, aún más bellos y floridos que los que ya habían florecido en tiempos “normales”. Cantidad de hermosos rubros como logísitica, medicina, farmacéutica, alimentación y servicios financieros -y aún se me deben escapar unos varios etcéteras-, al calor de la desgracia de los otros –¿o debería decir al frío? -, al verse demandados y sobre exigidos, sin tomar más personal –más bien todo lo contrario: despidiendo- registraron ganancias nunca antes vistas.

Un informe de la organización Oxfam asegura que las extraordinarias ganancias de Jeff Bezos en 2020 alcanzaban para pagar un bono de US$105.000 a los 876.000 empleados de Amazon y seguir siendo tan rico como antes de la pandemia. Oxfam calcula que hay hasta 500 millones más de personas pobres como resultado de la pandemia.

«Creemos que esta es una oportunidad para hacer algo radical sobre una reconstrucción más justa, para pensar en impuestos sobre el patrimonio, en impuestos corporativos y pensar en aumentar el nivel de protección social básico para cada ciudadano», dijo a la BBC el director ejecutivo de Oxfam, Danny Sriskandarajah.

Caramba, qué coincidencia.

Pero esos son los ricos globales, que están en otro nivel, no como los nuestros, ricos orientales, que, al estar acá cerca, en el paisito conectan con su gent…ah, no pará… aparentemente, el crecimiento de los depósitos uruguayos fue de casi 8,5% en ocho meses, un crecimiento incluso más rápido que el del 2020 que fue de un10% en 12 meses, todo en la franja de los depósitos de más de U$S 100.000 para arriba. Nuestros ricos también se hicieron obscenamente más ricos en medio del peor escenario. Con sus conciudadanos muriendo, quedando sin trabajo y sin alimento o vivienda, recurriendo a la solidaridad de las ollas, allí donde algunos vimos dolor y desolación otros vislumbraron oportunidad, ocasión y conveniencia.

A dios rogando y con el mazo dando

Claro que esta gran oportunidad incluye algo para lo que los think tanks de derecha vienen trabajando con bastante éxito, insuflando odios, avivando racismos, alimentando xenofobias y temores, y es la posibilidad de convertir esos márgenes de ganancia en algo perdurable que, con un poco de suerte -y la aplicación de la LUC- podrían terminar devolviéndonos a tiempos pre industriales o, incluso, ¿porque no? directo a las colonias.

Sin embargo, queda una oportunidad de devolvernos al camino del estado de bienestar y derecho, peleando contra la campaña del sentido individualista y exclusivo que nos venden y tratan de imponer como orden natural. Vamos a decirle que Sí.

 

Egoísmo, solidaridad y rodeos por Fernando Pioli

Existe en la naturaleza humana una tensión entre el individuo y lo colectivo. Negar una de estas dos vertientes constitutivas de nuestro ser implica presentar una visión recortada e incompleta de nosotros. Ante una situación de crisis planetaria, como la que acabamos de vivir ante el nuevo coronavirus, respondemos de dos modos, uno más cercano a lo solidario y otro más afín a lo egoísta. En definitiva, estas dos respuestas son expresiones intrínsecas de nuestra doble naturaleza humana. Pero como dijo Heráclito hace más de dos milenios, sabio es reconocer que lo único está en todas las cosas, incluso aquellas que se nos presentan como disonantes, contradictorias y distintas.

Solidaridad y egoísmo son parte de una misma realidad, de una misma lógica, de un mismo orden que nos constituye. Para captar ese orden debemos razonar, porque la verdad gusta de ocultarse y no se nos presenta ante los sentidos. Debemos correr un velo, acceder a una revelación para contemplar algo que está oculto. No es casual que los antiguos le atribuyan a una influencia divina este logro intelectual, parecido al de la inspiración de los artistas. Un logro que está reservado para pocos, porque los dioses son bastante exclusivos para revelarse ante los humanos.

En definitiva, para dejarnos de rodeos filosóficos, el asunto es que no puede existir la solidaridad si no existe el egoísmo, porque aquella se define en contraposición a este.

Cuando nos enteramos que los depósitos bancarios crecieron en pandemia impulsados por una minoría que se hace más rica, no podemos atribuir este hecho a otra cosa más que el egoísmo que aflora ante la amenaza de la crisis. Una reacción bastante humana, en definitiva, pero que deberá ser equilibrada con un esfuerzo solidario que impida que se consolide la injusticia. Vamos, que sabemos que al universo no le gusta la injusticia y terminan pasando cosas feas para que el equilibrio se restituya.

Para evitar caer en esa injusticia y pese a que les sorprenda, estimada colectividad liberal, es que existe el Estado. El Estado es el invento que nos permite equilibrar colectivamente y como todo invento puede usarse mejor o peor, pero la culpa no es del invento. De modo que si no queremos que terminen pasando cosas feas (léase esto como distintas formas de violencia que los antiguos tenían la delicadeza de atribuirlas a motivos divinos, vaya inocencia, pero modernamente se las atribuimos a motivos políticos) es entonces que el Estado tiene que actuar para evitar la injusticia.

Sospecho que cuanto antes se entienda, mejor. También sospecho que no se estaría entendiendo.

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