Se están haciendo burradas por Antonio Pippo
A veces, un más estudiado, cuidadoso uso de las palabras comunes puede adquirir una importancia explicativa para la gente común mayor de lo que, al menos hasta ahora, uno ha creído.
Vea, lector: ocurre que como pensador esclarecido y digno de que un día haya algún demente para nombrarme Ciudadano Ilustre de Montevideo, yo, en ocasiones sin el análisis previo necesario (un fin de semana, si hay whisky), me aferro más bien a las ideas y las trasmito a través de palabras que considero a mi nivel académico.
Ahora bien, si el resto de mis congéneres empezara el camino del retorno, es decir si cambiaran: ¿usted cree que serviría el siguiente ejemplo?
Si en vez de decir que “el Frente Amplio enfrenta una crisis que podría tener resultados electorales desagradables”, se dijese “la coalición que le marca el camino al gobierno vive tal quilombo interno que anadea como un pingüino y nadie sabe a ciencia cierta dónde parará a defecar”, ¿se entendería mejor?
Mire: hay una vieja anécdota que me respalda. Es muy instructiva. El gran pintor Degas escribía versos en sus ratos de ocio. Un día se encontró con el poeta Mallarmé y le dijo: “Qué terrible, amigo. No sé qué me ocurre. Tengo ideas estupendas pero cuando las pongo por escrito, el verso es pobre, intrincado”. Mallarmé le respondió, tolerante: “Mi querido Degas, la poesía no se hace con ideas sino con palabras llanas”.
¿Entendió? Bueno, voy a usar palabras llanas en preguntas, y si ellas logran que se entiendan las ideas que hay detrás, habré cumplido mi propósito descriptivo de la realidad y cada quién tendrá elementos sencillos para comprenderla.
Por ejemplo, ¿por qué a lo largo de décadas, Astori se ha contradicho de modo grosero en sus verbalizaciones, confundiendo la trasmisión de sus ideas, sobre si hay que recurrir a un ajuste de tarifas; si al fin no las va a aumentar pero si lo hiciera esa decisión tendrá o no tendrá el único afán de recaudar; si los organismos crediticios internacionales son parte de la conspiración del capitalismo internacional, como declamaba en la Universidad, o ahora son nuestros mejores amigos y consejeros; o si las AFAPS –entre las cuales la única que se puede salvar está llena de accionistas estatales- son necesarias o nos van a hundir en el infierno dantesco?
¿Por qué el cada día más mofletudo y descamisado Javier Miranda dice que se “están haciendo burradas” y añade que van a costar caro?
¿Por qué la senadora Moreira, ya famosa por su enrulada cabellera semejante a un nido de abejas y sus ciento veintitrés dientes, reclama, justo cuando las rapiñas aumentan a paso militar, que se bajen las penas a ese delito?
¿Por qué a Murro, cuyas simpatías por el pastor masón tonsurado nadie conocía hasta ahora, sino todo lo contrario, vive diciendo, más rayado que disco de pasta de Néstor Feria, “habló el presidente, habló el presidente, habló el presidente”? ¿Qué carajo querés decir, Ernestito?
¿Qué clase de congestión nerviosa pudo haber influido para que el cachetón Ferreri, en ausencia de su patrón, el soberbio canoso amarillento, expresase algo –no se puede decir de otro modo- sobre la economía nacional, puchero a la española donde se mezclan los “cincuentones”, el déficit fiscal, la inflación, el desequilibrio del BPS, la Caja Militar y la influencia que puede ejercer el gordo Barrera como nuevo presidente de Peñarol (porque el gordo mete la cuchara en todo, ah, eso es seguro), que resultó una lección reprobada sobre expresión verbal?
¿Por qué Sendic, resucitado por milagro o reaparecido por transmigración –pasar un alma de un cuerpo a otro, según creen la metempsicosis y Carvallo y, en una de esas, el Oso Andrade, que toma mate con Conrado Hughes- salió a opinar en un video en las redes sociales acerca de que él, primero que nadie, había propuesto una solución para los “cincuentones” y, pese a su supuestamente brillante idea, nadie le dio bola?
Llegado a este punto, y pensando en el bien de esa cosa llamada Frente Amplio, uno se pregunta cómo hacer para que no haya tantas palabras incorrectas al santísimo pedo y sí ideas de trasmisión sencilla, sensata, creíble.
Lo siento, lector, tratándose de la clase política uruguaya, soy pesimista. Enseguida que me pongo a reflexionar al respecto, recuerdo que Darwin, ¡bellísima persona que nos estudió como nadie!, desarrolló, al cierre de su vida, la teoría de que el hombre (y la mujer y los trans y todos los demás que se quiera) es una especie salvaje, porque, salvo los cubanos, los venezolanos, los rusos y los coreanos del Norte –y algunos más- no tienen amo para la domesticación. Por ello, según el gran Carlitos, “nunca trascenderá las limitaciones impuestas a una especie salvaje”.
¡Nunca hablará usando las palabras que debe para que sus ideas se aclaren!.
Claro, salvo algunos iluminados que nos hemos salvado, quizás porque, muy chiquitos, nos dieron las cinco vacunas, nos reforzaron el fósforo y el calcio y, puntillosamente, en mi caso, mi viejo médico de cabecera –que vivió mucho tiempo en Haití- me inyectó yodo para que su falta no me produjese esa forma de cretinismo que hoy nos inunda aunque haya quienes siguen mirando para otro lado.
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