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SOBRE Los jóvenes que ni estudian ni trabajan por Luis Acuña

SOBRE Los jóvenes que ni estudian ni trabajan por Luis Acuña
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En el siglo XXI ha aparecido o se ha detectado un sector de la sociedad que al menos antes no había sido medido. Sin embargo, la mayoría estima que se trata de un fenómeno nuevo propio de estos tiempos. Lo cierto: hay un porcentaje importante de jóvenes que ni estudia ni trabaja. Información de prensa mediante ha permitido saber que este fenómeno se verifica a nivel de buena parte del mundo occidental, no ya propiamente nacional. ¿Puede esto llevar a concluir que buena parte de los jóvenes de hoy no quieren estudiar ni trabajar? No. No es así.
Veamos. ¿Qué puede llevar a cierta parte de la sociedad no estudiar y no trabajar? Si nosotros examinamos el fenómeno moderno que impone en los tiempos actuales la sociedad capitalista y de consumo vemos que no se repiten hechos que antaño eran materia común cotidiana. Padres (u hogares monoparentales) que ahora trabajan (ambos), y que no pueden dedicarle a sus hijos el tiempo que estos merecen a efectos del crecimiento de sus virtudes intelectuales y morales. Allí están faltando (y fallando), los estímulos, los incentivos y la autoridad que otorga una familia o una relación fuertemente constituida. A muchos de ellos no les gusta estudiar o trabajar: Pero tampoco se los estimula, se los incentiva, se los obliga. Los chiquilines no saben qué hacer.
Por si lo dicho fuera poco a la falta de estímulos parentales se le suman los casi inexistentes estímulos, incentivos y obligaciones impuestas por la sociedad o por el Estado. ¿Qué estímulo pueden representar los miserables salarios que se pagan hoy en día? Quinientos cuarenta mil uruguayos en actividad (es la cifra que se maneja), cobran salarios del orden de los veinticinco mil pesos mensuales. Es imposible en esas condiciones llevar una vida digna en relación con el altísimo costo de vida del Uruguay; uno de los más grandes de Latinoamérica. Si el Estado no fija salarios mínimos altamente superiores a estos esa población está perdida. Y, si los sindicatos no obtienen a nivel de los consejos de salarios mejores condiciones salariales también están perdidos.
Con respecto a los que no estudian que son aquéllos jóvenes que, como entiendo, carecen de una educación en lo moral dentro de una familia (incluye familia no tradicional). O, si no, falta presencia de madre y padre en función de tal (incluye familia no tradicional). O, cuando esos jóvenes carecen de referentes familiares (incluye referentes familiares no tradicionales). Bueno, cuando sucede que no los incentiven, estimulen y obliguen, como en esos casos, cabe señalar, como altamente necesario, que, de alguna manera, sea el Estado quien los incentive y los estimule. Además, la obligatoriedad de la enseñanza secundaria debe imponerse severamente dándoles a los estudiantes facilidades (o becas) para que culminen sus estudios.
Si logramos que los chicos lleguen a culminar sus estudios secundarios, de la manera antes expuesta, entonces comienza la etapa de orientarlos para que visualicen mejor que los tiempos modernos han venido a incorporar una serie de tecnologías que eliminan el trabajo humano y que en consecuencia lo mejor es dejar de lado profesiones que ya no tendrán futuro. En consecuencia se impone un año más de educación secundaria: el de la orientación laboral. Las cámaras empresariales han informado que para aquéllos jóvenes que tienen estudios avanzados, cuanto más avanzados son, más trabajo tienen, para ofrecer. Es de pensar que para esta población debería caer el desempleo.
El problema se nos presenta como núcleo rígido el de aquéllos chicos y jóvenes que por nacer en zonas o nichos de contexto crítico o vulnerable no pueden acceder a la educación formal. Esto ya entra en el terreno de competencia de los trabajadores sociales, del Ministerio del Interior, de ASSE de la ANEP (instalando decenas de escuelas y liceos en esos lugares), del MIDES (realizando transferencias de dineros públicos con orientación a las familias marginadas, o, a las que viven por debajo de la línea de pobreza o resultan hogares monoparentales), del Ministerio de Vivienda para el realojo de los asentamientos marginales y la construcción de viviendas.
La pregunta entonces es: ¿cómo revertir la pobreza a ese nivel? Parte de ese gasto social vendrá por la vía de transferencias monetarias, que inevitablemente tendrán que ser financiadas con impuestos como ser; al decir del Ec. Mauricio de Rosa: “…reformando el IRPF para hacerlo más progresivo y con mayor capacidad recaudatoria, e incrementando el impuesto al patrimonio, que hoy existe pero que es denominativo, para que vuelva a existir como tal, para que se cobre y sea progresivo, y finalmente instalar un impuesto a la herencia, de forma de obstaculizar la transmisión intergeneracional de la desigualdad…” (Sic).

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