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Sólo los ineptos rinden al máximo por Ernesto Kreimerman

Sólo los ineptos rinden al máximo  por Ernesto Kreimerman
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Para los cortesanos de la Real Academia de la Lengua Española, ineptitud significa inhabilidad. Inepto, de acuerdo con la primera acepción, es el no apto ni a propósito para algo. Hay quienes podrían deducir que los individuos somos apenas aptos exclusivamente para aquellas cuestiones para lo que nos hemos preparado, o si se quiere, para las que han(emos) dedicado tiempo y lectura como para alcanzar cierta erudición.
La ineptitud, en sentido estricto, es la falta de pericia, de habilidad o de talento a la hora de cumplir una labor o desempeñar una tarea. En síntesis, eludiendo cortesías, el origen está en el adjetivo inepto, y que en castellano se refiere a alguien necio o con actitudes necias, que adolece de formación general y/o específica, ausencia, por tanto, de comprensión y entendimiento. Sin capacidades para llevar a cabo una acción.
En su raíz latina, “ineptitud” e “inepto” provienen de ineptus, que aliados por las voces in, un prefijo negativo, y aptus, “apto” o “capaz”, derivan del verbo adipisci, “alcanzar” u “obtener”. En resumen, alguien inepto es alguien inapropiado para cierta labor encomendada o sencillamente incapaz de alcanzar el objetivo definido. Lo contrario de alguien apto.
Una más; existe en el castellano una distinción entre “inepto” e “inapto”. No son sinónimos en sentido estricto. Inepto tiene una carga como de adjetivo peyorativo, mientras que el inapto no. Un individuo puede ser considerada “inapta” por un tribunal calificador en cuanto a su desempeño en un trabajo, en consideración a cuestiones sanitarias o médicas que le dificultan o impiden cumplir una tarea sin exponerse por ello a riesgos físicos o de salud. Pero en el caso de otro individuo, que se empecine en acometer una labor para la cual no está capacitado ni entrenado y acaba estropeándolo todo, se le señalará como “inepto”.
Para el diccionario de la RAE, inepto/inepta, vale como “sin condiciones ni aptitudes para algo”, “ni apto ni a propósito para algo”, “necio o incapaz”. En cambio, inapto/inapta, tiene el giro conceptual ya adelantado: “no apto, que no cumple los requisitos exigidos o necesario para algo. Lo declararon inapto por la escoliosis de la columna vertebral”.
Impericia
Ahora bien, inepto e impericia no es lo mismo. En pocas palabras, impericia es la falta de pericia a la hora de acometer una tarea concreta. Más concreto aún: si un individuo realizare una labor o tarea con impericia, en buen romance, significa que ha ejecutado su tarea sin estar preparado para ello, y las causas, pueden ser múltiples. No tener los conocimientos básicos, ni la práctica, ni la habilidad necesaria para realizarlo de la manera correcta.
Por ello es que las cosas realizadas con impericia salen, invariablemente, mal. Impericia proviene del latín, imperitia, suma del prefijo negativo in- y de peritus, “comprobado” o “especialista”.
Pero impericia se asocia más a inexperiencia, incapacidad o/e ignorancia. Si se quiere, aceptémoslo, es algo más bien del lenguaje jurídico y también del administrativo. Ejemplo, en derecho civil, las acciones desarrolladas con impericia suelen concluir en el resarcimiento económico de la parte vulnerada.
Hay conceptos que se potencian entre sí, al asociarse. Veamos: la impericia es la falta de preparación y conocimientos, de habilidades y/o recursos para resolver una tarea, una acción de manera correcta. La imprudencia es la falta de precaución a la hora de ejecutar una labor. No tiene ya que ver sólo con la formación o preparación, sino también con la responsabilidad con la que se asumen riesgos innecesarios o sin las debidas precauciones. Y la negligencia consiste en cometer acciones sin tomar en cuenta la rigurosidad debida, las precauciones necesarias o consideraciones de rigor, salteándote la lista de comprobación de rigor. Como lo hacen los pilotos de los aviones, los equipos de cirugía, etc.
¿En dónde cabe?
“Hay mucha gente que puede dejar de comprar una Coca Cola y comprarse un agua”. Sesuda afirmación corresponde a la vicepresidenta de OSE, Susana Montaner. Ahora ya sabemos porque han dormido una solución que estaba pronta desde el período inmediato anterior a esta administración.
Claro que esta liviandad va asociada a otra: desde fines de abrir el directorio de OSE resolvió modificar la calidad del agua que se proporciona a la población de la zona metropolitana, desde entonces con mayor grado de salinidad. Del MSP se ha dicho que “no supone un cambio para la salud”, pero la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular, los que saben de este asunto, han advertido del riesgo y han aconsejado consumir agua embotellada.
De la sequía nadie es responsable, pero tres años de sequía y sin reaccionar…tiene calificativos merecidos. Esta OSE ha incumplido con su Ley de Creación (“la prestación del servicio de obras sanitarias, y los cometidos del organismo, deberán hacerse con una orientación fundamentalmente higiénica, anteponiéndose las razones de orden social a las de orden económico”). Y al artículo 47 de la Constitución, “el acceso al agua potable y el acceso al saneamiento constituyen derechos humanos fundamentales” y deben ser prestados únicamente por el Estado” (textos del Reporte de Sostenibilidad 2020 de OSE).
Impericia, imprudencia y negligencia. Y, además, opacidad. De no ser por la labor del sindicato de OSE, aún estaríamos preguntándonos qué estaba pasando.
Cuando se combinan esas tres condiciones en la gestión, están siempre los que tienen una excusa inteligente que justifica de manera momentánea sus deficiencias o incumplimientos, usualmente asociadas a actividades relacionadas con el trabajo…de otros, obviamente.
Por aquello que mejor sintetizó el escritor inglés William Somerset Maugham (1874-1965), “sólo una persona inepta rinde al máximo de sus posibilidades”.

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