La creencia en la reencarnación de las almas y en la existencia de vidas pasadas, tiene muchas variantes y existió en diversas culturas y religiones, pero no es la más antigua ni universal como se suele decir. De hecho, en los textos sagrados de las religiones de la India aparece tardíamente y no la admiten las más antiguas tradiciones chinas (taoísmo y confucianismo), ni las africanas, así como tampoco la religión egipcia, aunque el Libro de los muertos tiene algunas referencias a la metempsicosis, pero no es lo mismo. En el judaísmo no existió, salvo en algunas corrientes esotéricas medievales y modernas, y en el cristianismo jamás formó parte de sus creencias. Solo algunos autores por influencia del platonismo como Orígenes, afirmaron que las almas “pre-existían”, pero no la reencarnación. Además de las tradiciones de la India, es el budismo la religión que más la ha extendido en oriente y también en occidente. Aunque en occidente las tradiciones espiritistas, gnósticas y esotéricas la han enseñado en versiones muy diversas. Lo cierto es que como cualquier creencia sobre la vida después de la muerte, admite diversas reflexiones e interpretaciones filosóficas (metafísicas) y especialmente teológicas al interior de la pluralidad de religiones y movimientos religiosos que la enseñan. No se la puede simplificar, ni generalizar. Pero lo que estas creencias no tienen son evidencias científicas que las respalden como algunos autores de libros de autoayuda sostienen desde hace décadas, entre los cuales el más famoso es el psiquiatra Brian Weiss que presenta una creencia religiosa como demostrada científicamente por sus “terapias” de regresiones a supuestas vidas pasadas. Uno puede creer en la reencarnación honestamente, pero no afirmar que hay pruebas evidentes de que existimos en vidas anteriores o que después de la muerte viajamos de cuerpo en cuerpo.
Algunas sectas y gurús utilizan una simplificación muy peligrosa: “Que los males que te suceden hoy son consecuencia de lo que hiciste en vidas pasadas”, como afirmó la gurú australiana Isha o el argentino Claudio María Domínguez, que “niños abusados fueron violadores en vidas anteriores”, como si de ese modo pudiéramos aceptar como justo el sufrimiento de tantos inocentes. Una cosa es creer en la reencarnación en un contexto hindú o budista, pero algo muy distinto es su utilización aislada y manipulada para justificar toda clase de males.
La hipnosis y las creencias reencarnacionistas
Ya desde 1887, círculos espiritistas utilizaron la hipnosis pretendiendo comprobar que las personas en trance habrían vivido otras vidas. Con el desarrollo de la psicología, la investigación sobre los mecanismos inconscientes y especialmente con las investigaciones de la escuela de Nancy, el argumento se fue al suelo. Pero fue revivido a mediados del siglo XX por el Dr. M. Bernstein con el estudio de un hombre que habría vivido en su vida anterior en Irlanda con otro nombre. Luego se demostró que eran recuerdos de su infancia mezclados con fantasías, y aunque eran insostenibles sus historias, sigue siendo un autor de referencia en círculos espiritistas. En 1974 Ian Stevenson publicó veinte casos «sugestivos» de reencarnación, que también fueron explicados como creaciones mentales de los pacientes, pero todavía muchos lo citan como un libro científico. Lo cierto es que la reencarnación es una creencia religiosa, pero no una verdad demostrada por medio de la hipnosis. La lista de autores en esta línea pseudocientífica ha crecido, desde el Dr. Moody autor de «Mas allá de la vida», hasta el Dr. Stanislav Grof que empleaba LSD para hacer regresiones y fue uno de los fundadores de la psicología transpersonal, cuyos postulados fundamentales son esotéricos y no científicos.
Brian Weiss: ¿un charlatán?
El Dr. Brian Weiss autor de varias obras de espiritualidad y esoterismo en formato “autoayuda”, escribió dos libros que se han vuelto la principal fuente de divulgación de estas creencias, pero con una pretensión científica insostenible y con graves errores históricos en sus afirmaciones. Tanto en «Muchas vidas, muchos maestros», como «A través del tiempo», pretende demostrar a través de sus experiencias con pacientes hipnotizados, que tuvieron vidas anteriores y que la reencarnación existe. Según la investigación de J. Vélez Correa, «no es más que una colección de absurdos».
Weiss, aunque es psiquiatra, habla con autoridad académica de temas que no solamente no domina, sino que desconoce profundamente. Páginas dedicadas a la historia de las religiones, donde las invenciones son incontables, en su mayoría tomadas de la literatura esotérica y sin ningún respaldo histórico.
Sus obras carecen de rigor científico, sacando consecuencias que rebasan las premisas de su investigación. Desconoce en sus textos -con o sin intención- otras hipótesis científicas que derriban sus teorías y se apoya solamente en los testimonios subjetivos de sus pacientes y en sus propias creencias para afirmar la realidad de las «vidas pasadas». Él mismo confiesa haber logrado éxito solamente en un 40% de sus pacientes. ¿Qué pasó con el 60% restante? ¿No reencarnaron nunca? Las conclusiones a las que llega son igual de «científicas» que creer en los vampiros, los gnomos o las hadas.
La investigación científica sobre el tema.
Según las investigaciones de varios autores (Pavesi, Vernette, Thomas, Lutoslawsky, Siwek, Koch, etc), los pacientes que han vivido estas experiencias son propensos consciente o inconscientemente a «novelar», casi siempre inducidos por el “terapeuta”. Muchos de los casos repiten ser reencarnaciones de personajes famosos de la historia y toman muchos elementos de sus creencias anteriores. Personas sometidas a regresiones que no creen en la reencarnación no cuentan historias de ese tipo.
«La mayoría de las regresiones se hace en trance hipnótico o su análogo; y desde hace más de cincuenta años se viene demostrando que en esas experiencias se producen estados de alta sugestión, en los que el individuo revive las más imposibles y hasta ridículas situaciones, que no pasan de ser fantasías, imaginaciones pueriles, alucinaciones producidas consciente o inconscientemente de acuerdo a sus expectativas o a la inducción del hipnotizador» (Vélez Correa).
Por sugestión hipnótica se han creado en los pacientes personalidades alternativas y se han construido historias fantásticas con unos pocos elementos reales, tomados de una información anterior o de recuerdos de la infancia. En muchos casos es el mismo hipnotizador quien induce al paciente a fabular sobre vidas anteriores.
Según las investigaciones de J. Vernette durante décadas, tales narraciones atribuidas a reminiscencias de vidas pasadas, son en realidad hechos extraños imaginados o experimentados. Toda la construcción que hacen es una mezcla de recuerdos inconscientes con invenciones que el mismo hipnotizado se cree y lo cuenta con una gran convicción.
Uno puede defender con razones -si las tiene- sus creencias religiosas, pero no afirmar que tienen validez científica.
Pseudociencia.
Aunque muchos de los autores divulgadores de estas teorías, sean médicos y psicólogos, lamentablemente solo divulgan creencias, pensamiento mágico y pseudociencia como si fuera divulgación científica. El manejo de lenguaje pseudocientífico sobre creencias religiosas es fuente de confusión para un público que no tiene forma de distinguir investigaciones científicas de la charlatanería.
Cada uno es libre de creer en lo que quiera. Pero la mínima honestidad intelectual exige que uno no haga pasar por ciencia lo que son creencias y experiencias subjetivas. Muchos autores de divulgación de temas esotéricos, utilizan un lenguaje pseudocientífico y la autoridad de su profesión para confundir al lector incauto que no dudará en que un «doctor» le estará diciendo la verdad. La necesidad de formar conciencias críticas es una tarea siempre necesaria, dada la avalancha de informaciones pseudohistóricas y pseudocientíficas que se venden como el último descubrimiento “científico”.
Terapias mágicas
Actualmente muchas personas sin ninguna formación, a través de Youtube o Instagram dan consejos sobre métodos curativos o nutrición, sin ningún respaldo científico. Varios nutricionistas advierten sobre nuevas “dietas milagrosas” que son experimentos pseudocientíficos con libros de superventas cuyos resultados son nocivos para la salud. Así mientras profesionales estudian entre cuatro y seis años para cuidar la salud de las personas, otros con seminarios de fin de semana se reciben de “terapeutas” en métodos revelados por extraterrestres, o por espíritus del más allá, o por algún sabio mitológico con quien dicen haber conversado en algún lugar inaccesible del Tibet.
Por otra parte, una medicina científica demasiado marcada por una visión empirista y materialista del ser humano había creado una atención despersonalizada que no tomaba en cuenta al paciente en forma integral, aspecto que es cada vez más tenido en cuenta en las últimas décadas, pero que sin duda su descuido creó el espacio para pseudoterapias holísticas donde las personas se sienten tratadas en su totalidad y no como un cuerpo enfermo. A su vez la relación entre sanación y vida espiritual ha sido una búsqueda creciente que no encontraba respuesta en la atención médica tradicional. Esta situación abrió la puerta a una frontera difusa entre medicina, espiritualidad y pensamiento mágico.
En una sociedad en crisis, ante cualquier situación compleja tendemos a simplificarla y buscarle una sola causa o una descripción simplista, que por ello suele ser siempre reduccionista. Así todos nos volvemos “psicólogos” y “médicos” que hacemos diagnósticos de la gente sin ser profesionales de esas disciplinas. Varios gurús dicen que “todas las enfermedades tienen un origen emocional”, lo cual no es cierto, pero como en algunos casos puede ser parte de la verdad, se sienten autorizados a generalizar y volverlo un dogma incuestionable y universal.
Cuando alguien dice que algún tipo de alimento, o su propio método, “lo cura todo”, es para sospechar, porque no hay nada que lo cure todo. Es sencillamente un sinsentido. Muchas veces para venderlo solo dicen: “¡Lo que importa es que funciona! ¡Hay testimonios!”, o simplemente: “No hace mal”. Así se sigue el criterio pragmático: “Si no me hace mal, qué tiene de malo probar”. Pero el daño que hacen es invisible porque las personas se convencen de lo que les dice su influenciador.
Un problema de salud pública.
Aunque no siempre sucede, y la mayoría de las veces sus promotores no tienen una formación académica, hay algunos casos donde quien lleva adelante una pseudoterapia es un profesional y aunque su método no tenga ningún respaldo científico, amparados en su calidad de profesionales, promueven una pseudoterapia peligrosa para sus pacientes y se convierten en gurú-terapeuta.
Aunque tengan el título profesional en medicina, nutrición o psicología, ejercen como gurús o sanadores y se pueden volver auténticos líderes sectarios que inducen dependencia en sus adeptos.
Verificar si cualquier método curativo en cuestión tiene respaldo científico y no dejar de consultar al especialista, son el camino más seguro para evitar caer en las redes de charlatanes que promueven pseudoterapias de dudoso origen en ensaladas místicas.
Hay que tener en cuenta que también hay muchas personas honestas que creen en estos métodos y los practican con convicción, pero son más una fuente de respuestas de sentido y espiritualidad, que un nuevo descubrimiento científico.
Que no tengan malas intenciones o que no sean charlatanes, sino que quieran compartir lo que les ha hecho tanto bien, incluso gratuitamente, no significa que vayan por un buen camino para su salud y la de sus seres queridos. El fenómeno se ha vuelto un grave desafío a la salud pública y exige una más seria regulación de los “tratamientos” que se ofrecen sin ninguna advertencia.
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