Un caso práctico de democracia fallida por Hoenir Sarthou
Vengo de una reunión en el Parlamento. La Comisión de Constitución y Códigos de Diputados recibió a una delegación de firmantes de la denuncia de inconstitucionalidad del “Contrato ROU UPM”.
El resultado práctico fue nulo. La Comisión, con mayoría oficialista, no está dispuesta a realizar ninguna acción para investigar los entretelones del “Contrato” y mucho menos para detenerlo. Pero eso no es lo extraño.
Lo realmente extraño es que no se oyó una sola voz que defendiera lo acordado con UPM. Nadie. Ni un diputado oficialista que se atreviera a decir lo que dice el gobierno cuando habla a solas, ante las cámaras de televisión o ante públicos que no pueden responderle. Nadie dijo que invertir cuatro mil millones de dólares para generar unos miles de puestos de trabajo por un par de años fuera buen negocio. Nadie dijo que el tren transportaría pasajeros, ni que se reactivaría una zona deprimida del País, ni tampoco que el Río Negro quedaría menos contaminado gracias a UPM.
Los diputados opositores, salvo la decidida declaración contra UPM2 del representante de la Unidad Popular, fueron en general tímidamente críticos con el proyecto. Señalaron las dudas que les genera, dijeron que se les ha ocultado información, algunos plantearon incluso que el documento firmado no es propiamente un contrato, pero ninguno se mostró dispuesto a usar los mecanismos de que dispone el Parlamento para investigar e interrogar a los integrantes del Poder Ejecutivo.
Al parecer, la idea es que las elecciones están próximas y que el nuevo gobierno arreglará las cosas.
Desde luego, mientras cada candidato cosecha votos donde puede, el País está expuesto a que UPM comunique su “decisión final de inversión” y nos ensarte a todos, incluido el próximo gobierno, con las condiciones vergonzantes de ese “contrato”.
Hicimos ver ese riesgo, pero nadie pareció alarmarse. Los oficialistas no se sintieron obligados a argumentar nada. Y los opositores tampoco. En fin…
Se supone que el Parlamento es un órgano de representación por excelencia. En él deben, o deberían, estar reflejados todos los puntos de vista de la sociedad. Sin embargo, la sensación que produce es de una homogénea lejanía respecto a cosas que se discuten en la calle.
¿Qué piensa el ciudadano común cuando ve a un sistema político que aprueba o calla ante un “contrato” inexplicable, por el que Uruguay ya está gastando fortunas sin saber todavía si UPM invertirá o no? ¿Qué puede pensar cualquier uruguayo medianamente formado cuando –como lo señaló alguno de los diputados opositores- desde el oficialismo se niega todo debate y se deja a los críticos hablar sin darle respuesta? Pero, también, ¿qué piensa cualquiera cuando ve a un gobierno comprometer al País por décadas sin ni siquiera consultar al Parlamento, y a la vez ve al Parlamento indiferente ante ese atropello?
Voy a ser claro: mucha gente (basta leer las redes sociales) piensa que hay razones espurias para tanto entusiasmo oficialista y tanto silencio opositor.
Yo no comparto esa opinión. Sin embargo, es inevitable notar que el Parlamento y el sistema político se desvalorizan frente a la población cuando no son capaces de reflejar los debates que la sociedad mantiene en la calle.
¿Qué porcentaje de la población no está de acuerdo con la forma en que se negoció el acuerdo con UPM2?
Hace pocos meses, era más del 60%. Aclaro: los que estaban en desacuerdo con los términos del negocio, no los opositores genéricos a la forestación o a la inversión extranjera.
¿Cómo se refleja en el Parlamento esa situación?
Sencillo: no se refleja. Porque nadie con peso parlamentario suficiente está dispuesto a hacer lo que habría que hacer.
En todos los partidos hay gente, incluso futuros candidatos a cargos electivos, que se ha pronunciado contra el negocio UPM2 o contra la forma en que se lo manejó. Pero no están hoy en el Parlamento.
Para muchos uruguayos, ese puede ser un factor importante a la hora de decidir el voto en octubre.
¿Es posible conformar un Parlamento que represente más fielmente las posturas de cada uno de nosotros, al menos en este tema?
Sí, es posible. Y, en la mayoría de los casos, ni siquiera es necesario votar fuera del propio partido para lograrlo.
Basta con preguntar e informarse, no sobre las declaraciones de los candidatos a presidente, sino sobre la postura de los candidatos a diputados o a senadores. Y elegir bien, estratégicamente, asegurándose de que el electo lleve el punto de vista anunciado a la próxima legislatura.
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