¿Un uruguayo presidente de Guatemala? por Marcel Lhermitte
Los uruguayos sabemos de exilios. Esta frase viene a tiempo, si tomamos en cuenta que estamos en el mes aniversario del golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Pero los uruguayos también sabemos de abrir las puertas a los exiliados, y uno de ellos fue el expresidente guatemalteco (1945-1951) Juan José Arévalo Bermejo padre de lo que se denominó el Socialismo Espiritual, que buscaba una revolución que liberara al hombre sicológicamente a través de la construcción de una sociedad progresista y pacífica.
En 1958, luego de ser derrocado el gobierno Jacobo Arbenz, este presidente, al igual que el Arévalo se exiliaron en Uruguay. En Montevideo, el 7 de octubre de ese año, nació Bernardo, quien hoy, 64 años después, al igual que su padre, puede vuelve a hacer historia en su país. El hijo de Arévalo rompió todos los pronósticos al llegar al balotaje en una elección presidencial en la que pocos lo tenían en cuenta. Por eso, quizás este 20 de agosto Guatemala tenga un presidente uruguayo.
Las encuestas se equivocaron de nuevo, dijo el presentador de la televisión guatemalteca, en plena emisión del periodístico cuando estaba analizando los resultados electorales del pasado domingo, en donde los candidatos del progresismo local, Semilla, dieron un sorprendente batacazo en las urnas, para sorpresa de todos… o de algunos.
Hace años que Guatemala está sumida en una crisis política de la que la mayoría de los medios latinoamericanos no dan cuenta. En el sur del continente poco nos enteramos de lo que acontece en Centroamérica y el Caribe, más allá de los shows propagandísticos de la administración Bukele en El Salvador, o denuncias puntuales vinculadas a los gobiernos de Cuba y Nicaragua, pero Guatemala, Honduras, Panamá, Costa Rica y República Dominicana, entre otros, no forman parte de las agendas periodísticas del sur. Paradójicamente para saber qué sucede en estas naciones debemos acudir a la televisión española, la alemana y la francesa, así las cosas.
Lo cierto es que Guatemala es uno de los países más corruptos de la región, una nación que tiene presos políticos, con una Justicia al poder de los poderosos de turno y un sistema electoral que no brinda demasiadas garantías. A este escenario, o quizás producto de, debemos sumarle que, según las investigaciones del Latinobarómetro, sus instituciones en general no gozan de buena reputación, entre ellas los partidos políticos, así como tampoco los habitantes del país creen mucho en la democracia en general.
Las encuestas –que según el presentador televisivo se equivocaron otra vez– aseguraban que había tres candidatos a la presidencia que eran los que dirimirían la elección: Sandra Torres (UNE) exesposa del expresidente Álvaro Colom, una mujer que venía desde la socialdemocracia, pero se ha convertido al conservadurismo; el centroderechista Edmond Mulet y Zury Ríos, hija del dictador Efraín Ríos Montt.
Por puntillosas y muy discutibles decisiones de las autoridades electorales, en el camino del sillón presidencial quedaron varios candidatos, como fue el caso de Carlos Pineda, Roberto Arzú, Thelma Cabrera y Jordán Rodas; al igual que Juan Francisco Solórzano Foppa para la alcaldía de Guatemala, quien realizó por primera vez en la historia de este país centroamericano una coalición de partidos progresistas para disputar el gobierno local, con Semilla, Winaq y URNG.
Dejando de lado a los arbitrariamente descalificados, fueron veintidós las opciones que tuvieron los guatemaltecos para elegir al sucesor del devaluado presidente Alejandro Giammatei, luego de una campaña en la que el oficialismo hizo sentir el rigor del brazo de la Justicia y la autoridad electoral a políticos y periodistas (se constataron reiteradas denuncias por acoso, hostigamiento y violaciones a la libertad de expresión), los ciudadanos de este país decidieron.
La primera lectura importante de la elección es el freno impuesto a los grupos de la extrema derecha y a los colectivos más conservadores, más allá de los votos recibidos por la UNE de Sandra Torres, que fue la fuerza más votada con un 15,8%, a pesar de que las encuestas le endosaban previamente un 21,3%, según había publicado la semana previa el diario Prensa Libre.
Una segunda lectura es la atomización de candidatos y partidos políticos con una baja votación de cada uno de ellos. Quizás se pueda trazar un paralelismo con lo acontecido en Perú en las últimas elecciones presidenciales, en las que Pedro Castillo y Keiko Fujimori llegaron al 19,09% y 13,37% respectivamente; porcentaje mayor del que recibieron Torres (15,8%) y el candidato de Semilla, Bernardo Arévalo (11,8%).
Estos números indican que Guatemala tendrá un presidente que no fue elegido en primera vuelta, como su primera opción, por lo menos, por el 85% de los ciudadanos. A lo que debemos sumar, además, que el voto nulo o en blanco superó los resultados obtenidos por los dos candidatos más votados: 24%.
En cuanto a las sorpresas, hay que destacar lo del Movimiento Semilla, un colectivo progresista, de carácter citadino y académico, que sin dudas se constituyó en el gran triunfador de la jornada electoral, llegando por primera vez a un balotaje presidencial, de la mano de Arévalo, obteniendo una numerosa bancada congresual (23) y buena votación a nivel de gobiernos locales.
Un capítulo aparte a destacar, a nivel de las elecciones locales, se dio en la capital, en donde si bien el oficialismo unionista con Ricardo Quiñonez mantuvo el gobierno por muy pocos votos, la histórica coalición de los partidos de izquierda y centroizquierda conformada por Semilla, Winaq y URNG, cuyo candidato, Juan Francisco Solórzano Foppa, fue inhabilitado a votar a pocas semanas de la elección, y la responsabilidad de liderar al colectivo fue tomada por una de las gratas sorpresas de la campaña, la arquitecta Ninotchka Matute, se constituyó en la tercera fuerza, obteniendo un resultado inesperado para los analistas.
A partir de ahora vendrá la lucha por quedarse con la presidencia de Guatemala, que se dirimirá el domingo 20 de agosto, coincidiendo con la misma jornada en que irán los ecuatorianos a las urnas. Mucha agua deberá pasar por debajo del puente para poder conquistar la indiferencia y reticencia del pueblo guatemalteco, hastiado de administraciones que han gobernado para unos pocos privilegiados y que el pasado domingo dieron una lección que no aparecía en las encuestas, que podrá llevar a un nacido en Uruguay a la presidencia de la República.
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