Una década de La Pupila: “Regular el foco y calibrar la mirada”* por Luis Morales
En un medio cultural como el uruguayo, que una revista dedicada a las artes plásticas “sin fines de lucro que no adhiere a tendencia o grupo artístico alguno y pretende –con sus errores y aciertos– contemplar la diversidad como el escenario cultural donde cohabitan distintas manifestaciones” (1) se mantenga durante diez años ininterrumpidamente es un hecho tan inusitado como digno de celebración. Con motivo del décimo año de vida de La Pupila, conversamos con sus directores, los artistas plásticos Óscar Larroca y Gerardo Mantero.
¿Cómo se mantiene una revista de arte durante diez años en un medio como el uruguayo?
Gerardo Mantero (G.M.): El primer año es el crucial, porque nadie te conoce, hubo un mecenas, que se llamó Arthur Perschak, un sociólogo y coleccionista que apostó a la propuesta durante aquel año. Después, de cinco veces que nos presentamos, sacamos tres veces los Fondos Concursables. Y luego, básicamente, lo hemos hecho con el apoyo directo del Ministerio de Educación y Cultura, la Fundación Itaú, más algún avisador esporádico.
En estas condiciones es muy difícil armar una revista con la estructura que tendría que tener una revista de arte. Por ejemplo, contar con un departamento comercial, pero no hay gente para eso. Así que le hemos ganado a la gente por cansancio, por nuestra permanencia. También se ha dado una relación interesante con el Estado, porque hemos sido críticos varias veces con las políticas culturales del Estado, pero en este caso el Estado ha entendido que parte de su función es preservar la mirada crítica. Y la revista tenía por objetivo, desde un comienzo, crear un espacio de reflexión crítica.
La dirección editorial está a cargo de ti y de Óscar Larroca, ¿no es así?
G.M.: La dirección, la producción… (risas). Somos dos para todo. En la vieja tradición de Cinemateca, el Cine Universitario, los teatros independientes, de hacer las cosas por convicción, por amor a la causa y porque creemos que un producto como el nuestro es necesario.
Lo que sí existe es un staff de gente que colabora, que ahora se ha incrementado con gente muy prestigiosa del exterior.
¿Cuál ha sido la periodicidad de la revista?
G.M.: Depende de la ecuación económica, que se resuelve año a año. En promedio, son cuatro números al año, pero hemos sacado seis y algún año que otro hemos sacado tres. Pero sacar cuatro números al año, de dos mil ejemplares cada uno, ya es bastante. Hemos generado un público cautivo que la colecciona. Y cada vez que aparece en los lugares de distribución, la revista vuela.
¿Tienen cifras sobre la cantidad de visitas a la página web?
G.M.: No, pero en este último número, el número aniversario, colapsó. Los colaboradores del exterior habían prometido difundirla en el extranjero, y se ve que lo hicieron porque colapsó.
Más allá de eso, la recepción ha sido buena.
G.M.: Parte de la motivación para hacerla es que hay un público que la sigue y se comunica con nosotros para agradecernos y decirnos que es importante para ellos. También ha tenido repercusión en el interior del país.
Y de igual forma destacamos que nunca hubiésemos pensado que se fuera a utilizar como material auxiliar en universidades, tanto en la pública como en las privadas, como de hecho ocurre.
Irrumpió en el medio académico.
G.M.: Sí, aunque no lo teníamos pensado. Incluso ahora escriben académicos de la talla de Lisa Block de Behar.
¿Cuál ha sido la repercusión entre los artistas?
G.M.: Creo que los artistas la respetan. Seguramente hay una gran diversidad de visiones, porque en el mundo del arte las hay. Pero existe un respeto en cuanto a que es un trabajo serio, con el cual se puede discrepar o no. Y también en cuanto a que hacemos difusión de nuestros colegas. Una parte importante de la revista es la entrevista, que nosotros la tomamos como un testimonio de los creadores. En un momento donde los espacios de cultura están teniendo menos importancia o desapareciendo.
¿Cuáles fueron los criterios editoriales que guiaron la publicación?
G.M.: Básicamente, hemos tratado de crear un espacio de reflexión que esté enriquecido por miradas de otras disciplinas, como la antropología, la semiótica y la filosofía. Después, la difusión de los artistas. Y también apelar a la historia para entender el presente.
Esas son líneas que se han mantenido.
De vez en cuando, aunque no podemos hacer un relevamiento de toda la actividad artística, sí hacemos señalamientos sobre algunos hechos que nos parecen interesantes o destacables.
¿Cuáles son los principales hitos de esta década de vida para La Pupila?
G.M.: La revisa ha tenido reconocimiento por varias vías. Entre ellas, sacó el premio Morosoli; sacó otro premio que da la Cámara del Libro; y sacó tres veces los Fondos Concursables.
Por otro lado, pienso que los hitos más importantes son el libro, que es una recopilación de los primeros seis años de vida de la revista; y este número aniversario, por el prestigio de quienes colaboraron en él.
Después, te diría que la revista ha mantenido, en cuanto a criterios, un mismo nivel. Claro que dentro de ello hay números que nos parecen más logrados que otros, pero el nivel ha sido parejo.
¿Cuál es la tónica del número aniversario?
G.M.: Consistió en llamar a gente con la cual habíamos establecido relación a partir de la propia revista, para pedirles una colaboración que, de alguna manera, sigue la línea de la reflexión sobre el arte y el contexto actual.
¿Cuál ha sido el criterio de presentación gráfica de La Pupila?
Óscar Larroca (Ó.L.): Estamos supeditados a las limitaciones económicas a que está sometido un proyecto como este. Estamos subordinados a una ecuación económica que tiene que ver con apoyos económicos de distinta procedencia. Quizá no sea la revista ideal que pudiésemos haber soñado alguna vez; pero, dentro de lo humilde que es en lo formal, hemos sacado el mayor provecho posible. De haber conseguido otro tipo de financiamiento o distribución a través de algún formato vinculado a una suscripción, por ejemplo, quizá podríamos haber tenido un producto con otra hechura. Pero tampoco es una cosa que nos haya quitado el sueño. Siempre pusimos nuestra energía en los contenidos.
G.M.: Podríamos haber pasado a ser una revista a todo color, porque así lo amerita el ser una revista de referencia de las artes visuales, pero el no poder hacerlo tiene que ver con las limitaciones económicas de las que hablábamos antes. Además, nuestro objetivo era crear una revista que privilegiara la lectura, puesto que es una revista de análisis.
¿Existe una crítica de arte en el Uruguay con la cual la revista dialogue?
(Ó.L.): Hay algunos casos. Algunos semanarios mantienen un lugar destinado a la crítica especializada. Pero, por otro lado y por el momento, no hay una revista de estas características. También es cierto que nosotros no somos críticos. Y si bien es cierto que la crítica es uno de los pilares de la publicación, no es el único.
Lamentablemente, La Pupila está ocupando un lugar también porque no hay tantos medios que dispongan de expertos en artes visuales como fue en otro momento. Recuerdo que todos los diarios de Montevideo y los semanarios tenían uno o dos críticos que abordaban estos temas. Eso desapareció y nosotros nos encontramos un poco solitarios. Lo cual no es bueno. No quisiéramos quedarnos con el monopolio de una visión hacia las artes visuales. Sería bueno que coexistiera La Pupila con otras publicaciones. En estos diez años aparecieron algunas, otras estaban de antes y sucumbieron… Y el tema es el mismo de siempre: el sostén económico, que ha sido una de las dificultades por las cuales esas publicaciones no pudieron continuar.
G.M: Creo que ocupamos un espacio en función de la retirada de los espacios dedicados a la cultura en todos los medios masivos gráficos. Más allá de que siempre existe la necesidad de una revista especializada, lo cual es distinto a tener un espacio en los medios masivos.
Pero esa necesidad que nosotros pensábamos que existía cuando salimos, y que fue refrendada por lo que ocurrió con la revista, fue en función de la ausencia de medios dedicados a las artes. Y lo hicimos desde una perspectiva bastante singular, porque ambos somos artistas plásticos y no hacemos la crítica habitual, no les hacemos críticas a los colegas, no somos juez y parte. Sí al contexto, al medio.
(Ó.L.): No hacemos un relevamiento de la cartelera de exposiciones. Por una decisión consensuada. Hablamos de las artes pero desde otro ángulo y sin abordar la crítica específica a las exposiciones individuales o colectivas que se hagan durante el año.
El uruguayo es un mercado pequeño para las artes, y eso condiciona todo, ¿no?
Es una singularidad que tiene el Uruguay: una gran producción artística y un mercado muy pequeño. Y un Estado que tiene que ocupar espacios que debería ocupar el mercado. Más allá de que podamos hablar críticamente del mercado, en el mundo es mayor la preponderancia de este. Aquí, si mirás la cartelera, el ochenta por ciento de las salas son del Estado y no hay protagonismos de privados, como ocurre en gran parte del mundo. Las galerías de arte en el Uruguay prácticamente no hacen exposiciones. En tanto que, desde Buenos Aires para arriba, son protagonistas de primer nivel.
Otro tema son las políticas culturales. Podemos discutir el alcance y los objetivos, que hemos planteado muchas veces como temas de reflexión y lo seguiremos haciendo.
¿Qué queda para este año?
G.M.: Quedan dos números más. Y el año que viene se verá. Siempre es así. Un número ya casi está para entrar en imprenta. Y se distribuirán como hasta ahora, por el circuito de las artes visuales: museos, centros culturales, universidades y galerías de arte. También tenemos cierta distribución, bastante esforzada pero con una buena devolución, en el interior del país.
(Ó.L.): A través de los departamentos de cultura de las intendencias, las asociaciones de artistas, grupos de discusión vinculados a profesores de liceo y centros culturales. Ese es nuestro público objetivo en el interior.
¿Y a través de los Centros MEC?
(Ó.L.): Eso se dio más cuando sacamos los Fondos Concursables, porque ellos te piden un número de revistas para distribuir por su cuenta.
¿Qué planean para la publicación hacia el futuro?
G.M.: El solo hecho de permanecer ya es un logro. El futuro es totalmente incierto, siempre. Cada año hay que resolver una ecuación económica. Lo que sí creemos es que las necesidades para que existiera una revista de arte hace diez años existen ahora.
También me parece que hay un reconocimiento y una dificultad para decirle que no a una revista que ha permanecido diez años y cumplió una función determinada.
Creo que otra razón por la cual es necesaria una revista como la nuestra es que los desafíos que plantean el arte contemporáneo y la realidad contemporánea ameritan que haya un espacio de reflexión acerca de ellos. Eso no cambia; al contrario, se hace cada vez más necesario. Y los objetivos que nos planteamos desde un principio siguen vigentes.
*Editorial de La Pupila, año 10, número 46, julio de 2018.
1.- Editorial de La Pupila, año 10, número 46, julio de 2018.
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