El sábado 22 de julio Bavastro remata obras del artista plástico Víctor Andrade, quien se recupera mientras continúa pintando.
En febrero pasado Víctor Hugo Andrade cumplió 44 años. Poco después fue internado iniciándose un periplo que lo llevó por diversos servicios de salud que lo fueron expulsando o ignorando hasta que, cuando la situación era crítica, lo recibió el equipo del CTI del hospital de Clínicas. Fue en ese espacio en el que la atención se correspondió a la gravedad de su estado de salud, y el colectivo “Una casa para Víctor” se organizó para acompañar el proceso de recuperación yendo a diario a seguir su evolución y recibiendo el parte diario del estado de salud del artista. Pero el universo burocrático kafkiano volvió a andar ni bien Víctor salió del CTI, y en el nivel siguiente no solo que nadie (en el sistema de salud) se hizo cargo de los cuidados que desde el CTI se indicaron, sino que, sin que se le avisara a ninguna de las personas que a diario había ido al hospital, fue abandonado en una vereda de la Ciudad Vieja. Fue otra vez el colectivo de personas que hace año acompaña a Víctor el que se preocupó de que pasara algunos días en condiciones más o menos aceptables hasta que lograra instalarse en su nuevo espacio, en el cual vive y trabaja actualmente. Es para pagar el alquiler de ese espacio que este sábado se rematan algunas obras, para que el artista con su trabajo pueda seguir sorteando una situación que alguien definió como “la encarnación del racismo estructural”.
El súper héroe que pinta y ayuda a la gente
Andrade creció junto a varias madres adoptivas. Recuerda algunos años en el complejo Euskalerría 71 y a una madre que lo llevaba al Chuy para que lo acompañara en sus viajes de “bagayeo”. Como era muy inquieto “mi madre me sentaba en la terminal, me daba una libretita y un lápiz y me decía que le dibujara los ómnibus. Y yo los dibujaba. Dibujaba los ómnibus de la ONDA”. Con otra “cuidadora” Victor vivió en el Buceo, en “Comercio y Humberto Primero. Ahí me quedé hasta los 18 años. Y ahí empecé a dibujar autos porque el hijo de la señora que me había adoptado tenía un taller de chapa y pintura, así que me crié entre los autos y me encantan”. El vínculo conflictivo con el estado comenzó ya en años escolares y el dibujo también fue protagonista. “Fui hasta primero nomás. La maestra dijo que yo no era para ir a la escuela porque llegaba y les decía a mis compañeros que les hacía un dibujo por la merienda. Entonces me comía la merienda de todos y cuando llegaba la hora yo era el único que tenía merienda (risas)”
Fue a fines de los años noventa que Víctor empezó a vivir en espacios públicos de la Ciudad Vieja. Como ha narrado en varias ocasiones, dormía a partir del amanecer, dibujaba y pintaba en pedazos de madera y a la noche empezaba a circular por diversos boliches en donde ofrecía su trabajo a cambio de algún dinero que le permitiera sobrevivir. Así vivió durante años, siempre moviéndose por el casco antiguo de Montevideo. Sus obras, como se puede leer en el sitio web de Bavastro “están inspiradas en superhéroes, cómics, iconos populares de la música y personajes históricos. Pinta paisajes montevideanos, especialmente del barrio Ciudad Vieja, en el que vive desde sus 20 años.”
Pero más allá de los motivos específicos, Andrade cuenta que pinta cosas que le devuelven energía. “Es lo que me carga la mente, lo que me hace sentir, como quien dice lo que me carga de una energía que agarro en todo el cuerpo. Porque es de mi época. Y además son cosas que siempre le traen recuerdos a alguien. Que les dibuje a Mazinger Z, a Robocop, todo lo de los noventa”.
Muchas temáticas que nutren los cuadros de Víctor tienen que ver, como él dice, con los años noventa, cuando el artista no vivía en la calle. Pero no hay reproducciones, más bien hay cierta apropiación de esas figuras que de alguna manera se cargan de características del propio artista. Quizá el ejemplo más paradigmático sea Manguerman, un superhéroe creado por Víctor que “vive en el Palacio Salvo, ayuda a la gente, también pinta, soy yo pero de espíritu. Le puse “Un hombre sin capa pero con vuelo”, pero nunca voló. Su único superpoder es pintar y ayudar a la gente”.
Una casa para Víctor
La situación de calle ha sido motivo de organización de decenas de personas que, ante la ausencia del estado, colaboraban con el artista cada vez que era expulsado de alguno de los espacios en que se instalaba. Finalmente en 2021 se constituyó el colectivo más estable bajo el nombre “Una casa para Víctor” que se ha ido reformulando con el paso del tiempo pero en el que han llegado a participar más de treinta personas. Originalmente el colectivo se conformó “frente a la indignación de la vulneración de derechos en la que vive el artista. Víctor se encuentra en situación de extrema vulneración social, atravesado por varios ejes de desigualdad: su situación de hombre afro, pobre, en situación de calle, racismo estructural” El principal interés del colectivo consiste en “promover el acceso a los derechos básicos que Víctor Hugo tiene vulnerados hace ya más de 30 años y valorizarlo como artista”. Así se realizaron acciones como campañas de recaudación, exposiciones y remates de obras para finalmente lograr que el artista pudiera vivir bajo techo, en un espacio individual “con acceso a baño, agua, luz, cocina, cama y otros elementos. Este cambio también lo resignificó como artista. Sus obras se revalorizaron”.
Pero el impacto y la dureza de la vida en la calle, con todas las prácticas que conlleva, no dejó de deteriorar la salud de Víctor. Fue así que, como indicábamos más arriba, estuvo 40 días internado en el CTI por una infección respiratoria grave. Las acciones se dispararon, se realizó una campaña que recaudó fondos para pagar un nuevo lugar y que recolectó lo necesario para que Víctor pueda seguir trabajando y pueda vivir en condiciones dignas. Pero el alquiler hay que pagarlo, y es por eso que, gracias a Bavastro, nuevamente se rematarán algunas obras este sábado.
Quienes integran Una casa para Víctor no pueden dejar de sentir la contradicción entre la alegría por lograr que Víctor disfrute de algunos derechos básicos, y la desazón, o directamente bronca, por ser conscientes que cumplen una tarea que es responsabilidad estatal. En ese sentido las acciones en apoyo a Víctor no dejan de ser, también, la denuncia de esa ausencia sistemática del estado.
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