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95 años del Sodre: memorias y futuro por Diego Silveira

95 años del Sodre: memorias y futuro  por Diego Silveira
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Sobre la mesa del living de mi casa tengo dos afiches que encontré un domingo en alguna manta callejera de la feria de Tristán Narvaja. En uno de ellos se anuncian los tres últimos grandes bailes de máscaras del carnaval de 1932: el primero, el viernes 12 denominado “De la playa”, dedicado a los turistas que se encuentran en la capital y al público en general, con premios en libras esterlinas a los “pyjamas de playa más elegantes”. El segundo, el sábado 13, “baile de la fiesta criolla”, con orquestas de tango uruguayas y argentinas, y el último, el domingo 14, “Baile de jazz” anunciado como la nota más sensacional del carnaval 1932.
Las entradas a $1 para la matinée y a $1.50 para la noche; “Señoras o señoritas GRATIS”.
“Los clásicos veglioni del Teatro Urquiza, sin ninguna rareza, son y serán siempre la nota más destacada de las fiestas de Momo, en la Capital, en las cuales existe la más CORDIAL ALEGRÍA y FAMILIARIEDAD entre la escojida concurrencia.”

El otro afiche, de 1938, anuncia la temporada cinematográfica europea del Estudio Auditorio con el estreno “del soberbio film documental La visita de Hitler a Italia.”
“Del Brennero a Roma en un viaje triunfal. Roma la eterna, de fiesta para recibir al ilustre huésped de su Rey. (…) El último día de Hitler en Italia, pasado en Florencia, entre flores, arte y poesía.” Los precios de las localidades van desde los $0.40 la galería baja hasta los $2.00 en los palcos sin entradas.

En un país que se acerca a los 200 años de vida institucional, 95 años es mucho más que la mitad. Somos una sociedad que se ha acostumbrado a los centenarios: 100 años del primer trofeo olímpico; se acercan los 100 años del primer mundial de fútbol que se realizó en Uruguay por los 100 años de su constitución. Algunas de nuestras instituciones más importantes rondan el siglo de vida. Las que aún no lo tienen lo tendrán en pocos años. Los equipos de fútbol más importantes superan el siglo hace ya varios años y los partidos políticos fundacionales se aproximan al bicentenario.

Esto explica, o al menos ayuda a entender que, aunque pasen los años, las décadas, los siglos; aunque los gobiernos cambien de signo ideológico; que a pesar de los contextos económicos, sociales, nacionales e internacionales, hay cuestiones que no se discuten y que en nuestro país hay vacas que fueron y que seguirán siendo sagradas.

Hay una realidad indiscutible, que la sabemos nosotros y la sabe el mundo entero, y es que somos un país estable, esencialmente conservador y celoso de sus valores más profundos. Que, a pesar de los contextos, nos sentimos parte de una comunidad que no encuentra su punto de contacto ni en las ideas políticas, ni en las filosóficas, ni en la lucha contra un enemigo en común que nos amenace. Somos una comunidad de espíritu, de valores, de identidad.

Muchos son los factores que explican esta fortaleza y ese rasgo distintivo que tiene la sociedad uruguaya frente al mundo y su inquebrantable solidez que le permitió, incluso, resistir los momentos más duros, sus luchas fratricidas de los siglos XIX y XX y los quiebres autoritarios de las dictaduras que soportó. Algunos de estos factores pasan por haber entendido, hace mucho más de cien años, que el Estado debe realizar apuestas fuertes en asuntos determinantes para la sociedad: educación, salud, seguridad, servicios y, sobre todo, cultura.

En estas páginas iremos contando, semana tras semana, la historia de una institución que se encuentra celebrando 95 años de vida y que camina inexorablemente hacia su centenario.

El Servicio Oficial de Difusión Radio-Eléctrica, que luego fuera Servicio Oficial de Difusión, Radiotelevisión y Espectáculos y que finalmente se denominó, hasta hoy, Servicio Oficial de Difusión, Representaciones y Espectáculos, pero que todos, en mayor o menor medida, conocemos como el Sodre y que ha ocupado un lugar preponderante en la vida cultural de la nación a lo largo de su devenir histórico, fue creado por la Ley número 8.557, promulgada el 18 de diciembre de 1929 a instancias del presidente Dr. Baltasar Brum, el mismo que redactara de puño y letra la primera ley que consagró el voto femenino, en un país que se ponía a la vanguardia del mundo.

Así como reflejan los dos viejos afiches que alguien conservó y luego puso a la venta en una feria montevideana, el Sodre fue testigo y protagonista de un siglo convulsionado y actuó, en no pocas ocasiones, como caja de resonancia del mundo en este paisito periférico. Su historia, es la historia misma de nuestro país, con sus altibajos, sus momentos de grandeza, su estancamiento, sus ruinas y sus renaceres.

El Sodre es un ejemplo de sobrevivencia, de resiliencia, de transformación. Pero también es un ejemplo de excelencia y de constante desafío. Hace unos años, el gran Jorge Abbondanza hablaba del provincianismo que tanto nos caracteriza y que nos hace siempre mirar afuera para buscar y definir “lo mejor”. Creo que el Sodre ha sido y es una muestra de lo que somos capaces de dar, de nuestra mejor historia y de nuestra mejor cara. De la simbiosis que debe existir entre la calidad y la expresividad, entre la tradición y la ruptura, entre la memoria y el futuro. Su historia es rica y compleja, pero su futuro es aún más desafiante.

En la próxima edición hablaremos de su nacimiento, su primera Comisión Directiva y la adquisición del viejo Teatro Urquiza, transformado hoy en el Auditorio Nacional Dra. Adela Reta.

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