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AL-ÁNDALUS 3.0 Por Luis  Nieto

AL-ÁNDALUS 3.0  Por Luis  Nieto
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España nació fragmentada. La República Romana entró en la península en el 218 AC, y tras su caída, el Imperio permaneció en ella a lo largo de los siguientes 700 años. A los romanos les había costado unos 200 años establecerse en ella, poblada por celtas, iberos, tartesos, luego invadida por fenicios y griegos, aunque la presencia humana en lo que hoy es España se remonta a, por lo menos, 800 mil años, procedentes de África. El yacimiento de Atapuerca, en las proximidades de Burgos, es uno de los más importantes documentos prehistóricos de toda Europa.

El Imperio Romano impuso su civilización en toda la Península Ibérica, a la que bautizó Hispania. dividiéndola en provincias. Roma consiguió homogeneizarla en cuanto a obra pública y administración. Tras la caída de Roma, pueblos indoeuropeos entraron en la península alrededor del año 400 DC, integrados por vándalos, alanos y suevos, principalmente. En el 500 DC, llegarían los visigodos, que aliados con los romanos, consiguieron recuperar algunos territorios, como el de Tarragona o las Galias, donde fundaron el Reino Visigodo de Tolosa. Sin embargo, la franja norte siguió indómita, dominada por los pueblos vascones, cántabros y astures.

Tras este interregno, a partir del 711 DC llegarían los musulmanes del Califato Omeya, que en pocos años derrotaron al Reino Visigodo. La presencia musulmana en el territorio fragmentado, unificado y vuelto a fragmentar, duró casi otros 800 años. La presencia musulmana volvió a bautizar al territorio como Al-Ándalus, donde dejó una profunda huella, sobre todo en el sur de la Península. La presencia musulmana, sin embargo, fue inestable administrativamente, dando nacimiento a pequeños reinos taifas, que representaron una oposición fragmentada al califato Omeya. Estos pequeños reinos, competían entre sí, paradójicamente, con una visión más humanista, que tuvo su momento de esplendor en el Siglo XI. Reinos taifas y califato sobrevivieron, a pesar de la presión que ejercían los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica, y de los bereberes al sur.

Estos vendavales demográficos peinaron y despeinaron la Península Ibérica varias veces. Tras la llamada Reconquista por parte de los Reyes Católicos, llegó otra historia, que no alcanzó a sepultar del todo, ni a unificar a los distintos pueblos que heredaron o mantuvieron sus culturas ancestrales. España sobrevivió durante siglos asentada económicamente en el poder colonial, y tras la caída de los últimos territorios de ultramar, en la resiliencia de su trama económica de base campesina o pescadora, con escaso desarrollo industrial. A comienzo del siglo XX España había dilapidado sus enormes riquezas coloniales y debilitado sus vínculos con los territorios independientes de ultramar. Nada terminaría, salvo la tendencia a la emigración, acentuada por la Guerra Civil. Esa es la historia de España, a grandes pasos, que uno tras otro fue aplastando una civilización que se hacía y deshacía, permanentemente.

La llegada de la democracia, tras la muerte de Franco es uno de los capítulos más interesantes de su historia. Un rey, tutelado por un dictador, con una espesa y férrea educación católica-fascista sólo podía prometer más de lo mismo: Una administración centralizada e ineficiente, y un atraso social donde la parroquia del barrio convocaba a comportarse bien. Pero lo inesperado comenzó a llegar.

España, 1976 era un país que había heredado todas esas taras, y, para colmo, estaba sacudido por un conflicto armado que, si bien se circunscribía a la cuestión vasca, mayoritariamente, tenía expresión en otras tantas secuelas, como la sobrevivencia del rechazo a la monarquía, y el reclamo de mayor autonomía de las naciones que componían el Estado español. Seguramente el cansancio de tanta guerra, de tanto conflicto familiar, incluso de su súbito contacto con el resto del mundo, fue produciendo cosas. Una de ellas se manifestó en lo que se vino a conocer como el Destape, que algunos lo circunscriben a la Movida Madrileña, pero que fue un fenómeno mucho más extendido. Claro que tuvo que ver el gradual proceso político, en el que alcaldías de toda España comenzaron a caer, electoralmente, en manos de la izquierda. Apenas tres años de que la democracia se estableciera en España, el socialista Tierno Galván ganaba las elecciones municipales. El profesor Enrique Tierno Galván, un abogado y jurista que, a pesar de su formalidad, trajo la más profunda renovación cultural a la capital de España.  Hombre de una gran cultura, era, sin embargo, la imagen contraria del engolamiento de buena parte de la cultura madrileña. Seguramente Antonio Machado hubiera disfrutado mucho de leer las frases de ese alcalde, promotor incansable de vivir la alegría joven y el cambio de la ciudad.

La España democrática sufrió en carne propia un volumen de violencia mucho mayor al que sufrió el régimen de Franco por parte de ETA. Lo que estaba pasando en las entrañas de ese sufrido país también se puede medir en el acatamiento del Ejército y la Guardia Civil a las instituciones democráticas. Muchos, demasiados muertos fueron enterrados con el dolor en los ojos, y sin dudas que con muchísima rabia. Pero allí, en el corazón del pueblo vasco, permanecieron ciudadanos como Fernando Savater, conviviendo con la trama secreta del independentismo vasco, permaneciendo y ayudando al milagro.

El escritor castellonés Manuel Vicent hace un recuento del milagro:

Hoy, España, ha sido catalogado por distintas instituciones internacionales como el mejor país del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar solos por todo su territorio, sin peligro. Según The Economist, el nivel de su democracia está por encima del de Bélgica, Italia y Francia. Es líder mundial en donantes y trasplantes de órganos, en fecundación asistida, en sistemas de detección del cáncer, en protección sanitaria universal gratuita, en esperanza de vida sólo detrás de Japón, en robótica social, en energía eólica, en producción editorial, en protección marítima, en tratamiento de aguas, en energías limpias, en playas con bandera azul, en infraestructura ferroviaria de alta velocidad. España es el país con menor violencia de género de Europa, el tercero con menos asesinatos cada 100 mil habitantes, y junto con Italia con menor tasa de suicidios. España posee una de las lenguas más poderosas y estudiadas del mundo, y, según la UNESCO, es el tercer país detrás de Italia y Japón en conservación de su patrimonio universal.

Todo esto España lo ha conseguido casi en silencio. Quizás la que mejor ha aprendido a vivir en la diferencia, y el que mejor ha podido leer su propia historia.

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