En noviembre La Cretina cumplió dos años y con esa excusa fuimos hasta Soriano 1236 para charlar con Fernando Amaral, uno de los responsables de un espacio que la gente hizo suyo desde el primer día.
El año pasado Federico Guerra, otro de los responsables del espacio, nos contaba que La Cretina era hija de la desgracia, o de varias, ya que confluyeron en su parto las indemnizaciones de un accidente de tránsito y de dos despidos, más préstamos varios. Comenzando el segundo año de vida la sombra de la desgracia volvió a aparecer, ahora de forma mucho más generalizada, con la pandemia que obligó a cerrar espacios de reuniones a mediados de marzo. “El 13 de marzo, que fue el día que se anunció que se cerraban los teatros, yo estaba haciendo una función con Cristina Morán en Piriápolis, nos enteramos ahí- comienza Amaral- cenamos en Piriápolis, me vine en ómnibus para acá (La Cretina), y estaba lleno de gente. Justo estaba Mariana Lobo, me vio la cara de preocupación y me preguntó qué me pasaba, y le dije que me preocupaba lo que se venía, pero me dijo «esta gente de alguna forma te va a apoyar». Yo me fui re preocupado ese día. Al día siguiente, un sábado, vino muy poca gente. El domingo decidimos cerrar, y ya a mitad de semana empezamos a pensar ¿De qué vamos a vivir? ¿Cómo pagamos el alquiler? Ahí empezamos a hacer delivery, y alguna cosa salía, pero no mucho, no es nuestro fuerte. Hicimos entrevistas en vivo, a Daniel Hendler, a Eli Almic, a Tabaré Rivero, estaba de moda el vivo y la gente nos respondía. Decidimos vender tickets de tragos y otras cosas para cuando estuviera abierto, todas estrategias para pagar el alquiler, básicamente, y la gente empezó a responder bien, pero claro, no era suficiente. Nos comimos ahorros que teníamos y fue básicamente lo que sucedió hasta que salió el protocolo de restoranes, que nos permitió abrir, tomando la temperatura, con la gente sentada en mesas y sillas, no onda boliche. Y enseguida la gente empezó a responder, empezó a llenarse. Después abrió el protocolo de toques y pubs y empezamos a hacer toques y todos se llenaron. Lo que me sorprendió fue la cantidad de gente que nos quiso, que quiso volver acá. Eso me sorprendió mucho, para bien”
El espacio que aún no ha podido reabrir es la sala teatral
No la podemos usar porque al día de hoy el aforo es de quince personas, y no le sirve a nadie… Luz negra estaba llenando. El viernes 13 de marzo ya teníamos agotada la función del martes siguiente, y la tuvimos que suspender. Para mí hacer teatro en La Cretina fue un placer, hubo obras a las que le fue muy bien. Estuvo Angie (Oña) con Éter Retornable y le fue muy bien, Sebastián Cardozo con La loca de los jueves tuvo un exitazo, Luz negra… La verdad es que estoy muy contento de haber generado este espacio. Porque además no cobramos fijo, y la gente de teatro sabe de qué hablo, estamos siempre peleando cuánto es el fijo cuando vamos a una sala… Y ojo, los fijos son lógicos, las salas tienen que cobrarlo porque tienen personal trabajando, y tienen luces que prender y un montón de cosas. Pero nosotros logramos no cobrar fijo gracias al boliche, que es el sponsor de la sala, porque eso me permite no cobrarle un fijo a los artistas que vienen. Dividimos setenta para el artista y treinta para La Cretina, y así el artista siempre se va a llevar su dinero, aunque venga poca gente.
Teníamos varias obras para estrenar este año, Robótica sentimental de Marcel García iba a ser acá. Volvía Luz negra, yo iba a estrenar con Rodríguez Compare El crítico, de Juan Mayorga, acá también, y quedó todo para atrás, pero bueno… Volveremos.
Para el año que viene vamos a hacer una obra que escribió Fede, se llama Jirafas y gorriones, la va a dirigir Fede también, y actuamos varios de los cretinos originales: Sebastián Silvera, Lucas Barreiro, Victoria González, Virginia Méndez, y se agregan Eli Almic, Leonor Chavarría, Chelo Pagani, Horacio Camandulle, Pablo Robles y yo. Federico es un cráck escribiendo y está en su mejor momento de creatividad. La idea es estrenar en abril, pero va a depender de los aforos.
¿Qué perspectivas tienen para el boliche?
La novedad es que decidimos abrir de día, el boliche funciona, los toques funcionan, el teatro sabemos que funcionó, hay que esperar a que se pueda reabrir, o sea, logramos un espectro amplio de actividades que funcionan. Ahora, como el aforo del boliche está limitado y hace que estemos trabajando al cincuenta por ciento de las posibilidades económicas, tomamos la decisión de abrir de día, desde las tres de la tarde. Abrimos la casa para que la gente venga a exponer, hemos hecho ferias de tatuadores, ampliamos la parte gastronómica con la cafetería y estamos apostando a eso también. Abrir de día nos dio la posibilidad de recuperar jornales que se habían perdido y de brindar la posibilidad a otra gente, a la que no le cobramos nada como a los feriantes, que dan vida a la casa, a la cantina de la tarde, a eso apostamos.
¿Cómo evaluás lo que se ha hecho en La Cretina si te ubicás dos años atrás?
El recuerdo que tengo yo era el miedo, tenía mucho miedo. El 2018, cuando abrimos, fue un año muy feo para mí, me habían despedido de una empresa que quería mucho y donde me iba muy bien, y de golpe vino una reestructura empresarial y me quedé en la calle. Mi padre estaba enfermo y había pasado muy mal, y en el medio de todo yo ya me había comprometido a esto. Y la verdad que hubo un momento en que me arrepentí, porque sentía que se me venía el mundo abajo… Venía a limpiar y a pintar y hacía catarsis y lloraba diciendo “¿Por qué me metí en esto?» Pero llegó el día de la inauguración y de pique me di cuenta que la gente nos quería. Desde el primer día esto estaba lleno. Y la satisfacción de la amplitud de actividades que hemos hecho: lanzamiento de libros, muestras de pintura, muestras de fotografía, desfiles de moda, ahora la gente que viene con sus stands de feriantes… Y ver a la gente que se divierte, que juega al ping pong, que cumplimos los protocolos y que vengan las autoridades y te digan «bien, están cuidando a la gente». Es todo satisfacción.
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