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Asesinato del pulmón del mundo por Ruben Montedonico

Asesinato del pulmón del mundo  por Ruben Montedonico
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Es inevitable que genere sobresalto el diagnóstico de que se padece cáncer de pulmón: resulta impactante, aunque se tome con ánimo hidalgo; por mejor que se lo combata -a la larga- por ahora, siempre gana. Pero hay un cáncer que afecta el pulmón y repercute como padecimiento de todos los humanos, aunque un irresponsable capitán invente y fantaseé explicaciones pueriles. Por supuesto, hablo de los incendios de la Amazonia.

Al igual que Macri, que culpa a la oposición de la postración socio-económica de su país, Bolsonaro, que alienta la explotación por empresas agrícolas y ganaderas de la región amazónica y promueve la injerencia gringa en la zona, culpa por los focos ígneos destructores de millones de hectáreas a las ONG. Si no se tratara en ambos casos de enormes tragedias, sus pretextos causarían estentóreas carcajadas.

Estados Unidos (EEUU) siempre ha pretendido tomar una decisión final sobre la región -en varios casos lo logró- y con el actual régimen brasileño de gobierno se le da otra oportunidad de hacerlo. Como algo redivivo del pasado expansionista del siglo XIX (cesiones definitivas de la Louisiana, por Francia -a partir de 1803-; Florida por España, en 1821, y Alaska, por Rusia, en 1867, más los territorios arrebatados a México) el inquilino de pelambre zanahoria de la Casa Blanca dijo que quería comprar Groenlandia a Dinamarca: se trató del exabrupto múltiple de ambición espía sobre Rusia, hacer negocios y agregar un elemento de acechanza disgregante contra otro competidor, la Unión Europea (UE) -tras el brexit-.

Los daneses rechazaron ofendidos tal propósito; sin embargo, eso demuestra que la situación de las relaciones internacionales está infectada por la guerra comercial de EEUU contra China y otras naciones y los estadunidenses sienten como obligación dominar el mercado mundial mientras, asimismo, son presionados por los deseos reeleccionistas de su presidente.

La administración de EEUU le recortó el brazo expansivo que ofrecía el BRICS a Pekín al alejar de él -en la práctica- a Brasil, por lo que se considera en posibilidad de seguir ejerciendo dominio sobre lo que entiende es su “patio trasero”: presión acerca del -de vez en cuando- respondón y resbaladizo México; control de Centroamérica -sin importarle demasiado Nicaragua- y Sudamérica desde los países del Pacífico y contando con Bolsonaro y los militares en el Atlántico y el centro. Sus bases militares- algunas catalogadas como científicas y civiles- en el sur continental le facilitan tareas y espionaje, lo que en el caso de Brasil quedó ampliamente demostrado: no importaban que en el caso las “interferencias” se hicieran sobre empresas (como Petrobras y Embraer) o destacados políticos (ver cómo husmeaban y vigilaban a la presidenta Dilma Rousseff).

Es obvio que la situación de la base de EEUU en Alcántara -en el brasileño estado de Maranhão, cerca del ecuador- es un elemento de hostigamiento contra Venezuela desde que se admitió su instalación en 2000, en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Sin embargo, su cometido no se circunscribe al acoso de aquel país: en 2017 se planearon allí y realizaron en la Amazonia ejercicios militares de Brasil, Perú y Colombia con tropas de EEUU -primeras en su tipo en la historia- en una región que según la agencia Sputnik es «rica en recursos, biodiversidad y agua, cuyo control es ‘parte de la ofensiva’ de Washington”. A esta situación hay que agregar que un mando combinado de EEUU sobre la costa atlántica brasileña (el Pre-sal) y la región amazónica del país, la promovería y le daría una incidencia fundamental sobre Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Guyana y Surinam, favorecería la contemplación sobre la posesión ultramarina francesa de Guayana, y más allá de sus fronteras en el caso de Ecuador; además, incorporaría a su vigilancia la cuenca colombo-venezolana del Orinoco.

Por otra parte, los incendios dan a países de la UE pretextos para no someter los acuerdos con el Mercosur al arbitrio de sus legislativos que debieran sancionarlos. Se indica que, por ejemplo, Emmanuel Macron, asediado por los productores agropecuarios franceses que entienden indeseable un acuerdo de la Comunidad con el Mercosur porque les enfrentaría -dicen- con exportadores de sus mismos productos allende el Atlántico, se escuda en los incendios de la Amazonia para negarse a cualquier tratado con el Mercosur  dado que incluiría a Brasil al que condena. El presidente Macron aplica así una decisión que mejora su debilitada posición ante los productores rurales y hunde a los posibles competidores de cuatro países conosureños -en sentido amplio- periféricos del capitalismo.

En menor medida, este anuncio se contrapone con la aceptación esta semana de intercambios del Mercosur con el Acuerdo Europeo de Libre Comercio (AELC) integrado por Islandia, Suiza, Noruega y Liechtenstein (EFTA en inglés).

En cierto sentido, pese a todos los pesares que generan los incendios en la Amazonia brasileña y su propagación a territorios vecinos, los traspiés de los gobiernos de Bolsonaro y de Macri -sobre todo el de éste el 12 de agosto- tienen repercusiones indudables -como expuse y comenté en el pasado- sobre procesos electorales de octubre en Bolivia, el 20 – Evo Morales disputará frente al neoliberal ex presidente Carlos Mesa- y el 27 en Uruguay  -con un casi seguro balotaje el 24 de noviembre- en que el Frente Amplio procurará el cuarto gobierno consecutivo. Las conflictivas de los gigantes regionales ofrecen de éxito a los estamentos políticos en el gobierno de los países mencionados dado que, como es obvio, favorecen dos regímenes autodeclarados no neoliberales que con sus respectivos y diversos procesos se oponen a la ola francamente derechista encaramada en los ejecutivos para beneficio de reductos minoritarios de los dueños del capital y sectores privilegiados de la mesocracia que regresaron a las grandes mayorías la pobreza, la indigencia y una paupérrima distribución de la riqueza.

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