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BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO CRÍTICO El capitalismo no tiene futuro por Isabel Sans

BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO CRÍTICO  El capitalismo no tiene futuro por Isabel Sans
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Boaventura de Sousa Santos (Portugal1940) es director del Centro de Estudios Sociales y del Centro de Documentación 25 de Abril de la Universidad portuguesa de Coímbra, y profesor distinguido del Institute for Legal Studies de la Universidad de Wisconsin en Madison. Se le reconoce internacionalmente como referente en la descolonización del saber y la sociología jurídica crítica, y como participante de varias ediciones del Foro Social Mundial. Es autor de numerosos libros sobre la globalización, sociología del derecho, epistemología, democracia y derechos humanos. Las “lecciones” que siguen son dos de las seis que presenta en el capítulo 4 de su último libro.

La intensa pedagogía del virus: las primeras lecciones *

Lección 1. El tiempo político y mediático condicionan la forma en que la sociedad contemporánea es consciente de los riesgos que asume. Este modo puede ser fatal para nosotros. Crisis graves y agudas, cuya letalidad es muy significativa y muy rápida, movilizan los medios y los poderes políticos, y llevan a tomar medidas que, en el mejor de los casos, atienden las consecuencias de la crisis, pero no sus causas. Por el contrario, las crisis graves pero de progresión lenta tienden a pasar desapercibidas incluso cuando su letalidad es exponencialmente mayor. La pandemia del coronavirus es el ejemplo más reciente del primer tipo de crisis. En el momento en que escribo ya ha matado a unas 40 000 personas.

La polución atmosférica es el ejemplo más trágico del segundo tipo de crisis.  Como informaba The Guardian el 5 de marzo, según la Organización Mundial de la Salud la contaminación del aire, que es solo una dimensión de la crisis ecológica, mata a 7 millones de personas anualmente. Según la Organización Meteorológica Mundial, el hielo antártico se derrite seis veces más rápido que hace cuatro décadas, y el hielo de Groenlandia, cuatro veces más rápido de lo esperado. Según la ONU, tenemos diez años para evitar un aumento de la temperatura global de 1,5 grados en relación con la era preindustrial, y en cualquier caso sufriremos.

A pesar de todo esto, la crisis climática no provoca una respuesta dramática y de emergencia como la que está causando la pandemia. Y lo peor es que, si bien la crisis pandémica puede revertirse o controlarse de alguna manera, la crisis ecológica ya es irreversible y ahora solo se puede intentar mitigarla. Pero aún más grave es el hecho de que las dos crisis están conectadas. La pandemia de coronavirus es una manifestación entre muchas de los modelos de sociedad que se comenzaron a imponer globalmente el del siglo XVII y ahora están llegando a su etapa final. Este es el modelo que hoy conduce a la humanidad a una situación de catástrofe ecológica. Una de las características esenciales de este modelo es la explotación ilimitada de los recursos naturales. Esta explotación viola fatalmente el lugar de la humanidad en el planeta Tierra. Esta violación se traduce en la muerte innecesaria de muchos seres vivos de la Madre Tierra, nuestro hogar común, como sostienen los pueblos indígenas y campesinos de todo el mundo, ahora apoyados por los movimientos ecologistas y la teología ecológica. Esta violación no quedará impune. Las pandemias, como manifestaciones de la crisis ecológica, son el castigo que sufrimos por tal violación. No se trata de una venganza por parte de la naturaleza. Es pura defensa propia. El planeta debe defenderse para garantizar su vida. La vida humana es una parte ínfima  (0,01%) de la vida planetaria a defender.

Lección 3. Como modelo social, el capitalismo no tiene futuro. En particular, su versión actual –el neoliberalismo combinado con el dominio del capital financiero– está social y políticamente desacreditado ante la tragedia a que llevó a la sociedad global, y cuyas consecuencias son más evidentes que nunca en este momento de crisis humanitaria global. El capitalismo podrá sobrevivir como uno de los modelos económicos de producción, distribución y consumo, entre otros, pero no como el único, y mucho menos como el que dicta la lógica de la acción del Estado y la sociedad. En los últimos cuarenta años, especialmente después de la caída del Muro de Berlín, se impuso la versión más antisocial del capitalismo: el neoliberalismo cada vez más dominado por el capital financiero global. Esta versión del capitalismo sometió a todas las áreas sociales –especialmente la salud, la educación y la seguridad social– al modelo de negocios del capital, es decir, a áreas de inversión del sector privado que deben gestionarse para generar el máximo beneficio para los inversores. Este modelo deja de lado cualquier lógica de servicio público, e ignora los principios de ciudadanía y de derechos humanos. Deja al Estado solo las áreas residuales o de clientes poco solventes (a menudo la mayoría de la población), y las áreas que no generan lucro. Por opción ideológica, se continuó con la demonización de los servicios públicos (el Estado depredador, ineficiente o corrupto); la degradación de las políticas sociales dictada por políticas de austeridad con el pretexto de la crisis financiera del Estado; la privatización de los servicios públicos, y la financiación insuficiente de lo que queda, porque no es de interés para el capital. Y hemos llegado a nuestros días con Estados sin capacidad efectiva para responder eficazmente a la crisis humanitaria. La brecha entre la economía de la salud y la salud pública no podría ser más grande. Los gobiernos con menos lealtad a las ideas neoliberales son los que están actuando con mayor efectividad contra la pandemia, independientemente del régimen político. Basta mencionar a Taiwán, Corea del Sur, Singapur y China.

En el momento actual de conmoción, las instituciones financieras internacionales (FMI), los bancos centrales y el Banco Central Europeo alientan a los países a endeudarse más de lo que están para hacer frente a los gastos de emergencia, a pesar de que les permite extender los plazos para el pago. El futuro propuesto por estas instituciones solo escapará al más distraído: la poscrisis estará dominada por más políticas de austeridad y mayor degradación de los servicios públicos, donde esto todavía sea posible. Es aquí donde la pandemia opera como un analista privilegiado. Los ciudadanos saben ahora lo que está en juego. Habrá más pandemias en el futuro y probablemente más graves, las políticas neoliberales continuarán debilitando la capacidad del Estado para responder, y las poblaciones estarán cada vez más indefensas. Un ciclo tan infernal solo puede interrumpirse si se interrumpe el capitalismo.

*A cruel pedagogia do virus. Coimbra: Almedina. 2020.

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