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Biden: lo internacional no se le da por Ruben Montedonico

Biden: lo internacional no se le da  por  Ruben Montedonico
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Cuando se consideran cuestiones acerca de los pasos dados por EEUU en lo internacional, suele olvidarse tener en cuenta que habrá elecciones presidenciales, renovaciones en el Legislativo y sus dos candidatos, geronto-millonarios, cuidan no contrariar los criterios mayoritarios de los posibles votantes.
En el caso de Joseph Biden, el demócrata está empeñado en obtener la reelección y son sus andares por la acción en el extranjero en las que pone más cuidado, estimando que en el interior la brisa de progreso y más número de empleos le aseguran un inicial triunfo.
Se considera que otro punto a favor se lo da el haber devuelto el país a los acuerdos de París sobre el cambio climático (además de negado, retirado por la administración de Donald Trump). Sin embargo, el propio Biden y su Partido Demócrata saben que esto no le atrajo votos ni tuvo repercusión en la comunidad.
Al continuar con la doctrina pentagonista de ampliar la OTAN, adelgazar la relación militar pequinesa-moscovita, para lo cual era necesario desgastar el avance tecnológico ruso en ese campo; cortar de cuajo las aspiraciones alemanas de aprovechar la vinculación comercial bilateral mayor de la Rusia afincada en Europa con países occidentales, incluyendo a Francia, Biden y sus asesores civiles y castrenses depositaron el papel más agresivo en la alianza atlántica y Ucrania como campo para su desarrollo, aprovechando su proximidad relativa con Moscú.
El camino escogido por los consejeros, analistas y la inteligencia del Pentágono inició cuando comenzaron a resaltar que las palabras se las lleva el viento -que quedan como vulgares promesas- le hicieron creer al crédulo (llamémosle así) Mijaíl Gorbachov que la OTAN no avanzaría sobre las nuevas autoridades emergentes tras la desaparición del Pacto de Varsovia. Esa táctica pentagonal encontró un sólido sendero con el arribo de la derecha al gobierno ucranio y en las elecciones de 2019 en que fue entronizado un malogrado abogado y actor: Volodímir Zelenski.
El mandatario ucranio, cuando transitamos el tercer año de guerra, debe haberse convencido que los primeros meses de entrevistas y telefonemas pedigüeños le fueron favorables, pero de un tiempo a esta parte, los aportes a su combate contra los rusos han comenzado a escasear, se hicieron menores y más complejos o sencillamente fueron archivados, en una señal notoria de que el supuesto desgaste militar -que debiera repercutir en lo económico y en lo social- no se produjo; a lo más que se ha llegado es a algún hecho efectivo tras el lanzamiento de misiles contra poblaciones rusas y a actos de sabotaje, resultado de un ánimo de batalla muy bajo, esporádico, sin más planes que contener -ni siquiera detener- el avance en territorio propio de fuerzas del enemigo.
De acuerdo con un razonamiento personal, Zelenski que reclama mayor celeridad para cumplir sus pedidos, efectivamente señala que llegue el material de armas solicitado, pero su peor problema es la falta de personal para usarlo después de entrega: su aprieto es la falta de combatientes.
Por este tiempo el presidente y sus acompañantes saben ya o supondrán que ninguna potencia nuclear se dejará ganar una guerra convencional. Lo que provea a Ucrania, sus provisiones, lo serán para retardar los avances del invasor para ocupar Odessa y la marcha hacia Kiev.
Aunque es difícil saber con exactitud el tiempo que esto último insumirá, una rápida aproximación a esos objetivos, de acuerdo con las ayudas en camino, servirán para pasar lo que resta de 2024 y tal vez el primer trimestre del año venidero. Es decir, este escriba cree que a pesar de lo estratosférico que pudieran resultar algunas cifras, no darán más que para unos meses; además, acepto que aún no cunde extensivamente el pánico entre los combatientes (pese a un renovado llamado a las armas, el fracaso de las contraofensivas y la pérdida de territorio) no correrán en desbandada.
Lo único que tal vez hiciera que se cambiaran estos presagios sería que en el contexto de una guerra intercapitalista la OTAN decidiera enviar tropas al frente de batalla y generalizar la guerra: espero (por el bien de la humanidad y la salvación de la especie) que la cordura impere y se descarte una confrontación europea total.
Si hay quienes lo dudaban o querían un resultado diferente, esta guerra les reitera que no hay naciones triunfadoras totales en un conflicto y pensar en que con “ayudas” o intervenciones de otra especie se puede lograr algo, es seguro que se trata de un mal sueño y peligroso si se vuelve cierto: sobre las guerras no tiene importancia cuándo inician, sino cuándo llega el diálogo, el armisticio y, de ser posible, la paz.
Si tenemos presente que la “democracia de EEUU” se juega una partida electoral el próximo 5 de noviembre, empezaremos a entender y a poner en el debido casillero cada cosa relativa al transitar por fracciones internacionales y su eventual incidencia ese día. Más allá de una encuesta que indica que entre los Estados mayores existe un empate entre Biden y Trump y entre los menores triunfa el republicano, el aspirante a la reelección no ha ofrecido un triunfo sólido a los electores, pese a que destrancó del Legislativo la ayuda al extranjero. En el caso de Ucrania, favorecida con 61 mil millones de dólares, el 79% terminará en las arcas de los grandes fabricantes de armas de EEUU (garantizando el empleo a miles), que se ocuparan de rellenar las exangües bodegas de los miembros de la OTAN y de las fuerzas de Kiev.
Pero el asesino y chantajista de Netanyahu y sus fuerzas armadas, arrasan la franja de Gaza -con la objeción pública de EEUU pero con su respaldo económico-militar- y ese sí se convierte en un factor disruptivo entre el alumnado de grandes universidades con la proliferación de campamentos en los parques de las mismas apoyando a Palestina. ¿Qué son una fracción minoritaria de educandos en alguna universidad?: ante diversos hechos no se habían movilizado, pero ya tendremos tiempo y lugar para seguir exponiendo estas cosas.

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