Home Entrevista Central Carmen Posadas, escritora: No me gusta el discurso tan exagerado del feminismo radical

Carmen Posadas, escritora: No me gusta el discurso tan exagerado del feminismo radical

Carmen Posadas, escritora: No me gusta el discurso tan exagerado del feminismo radical
0

Debo confesar que no había leído ninguno de sus libros antes de que surgiera la posibilidad de entrevistarla y sabía muy poco de su trayectoria. Preparando el encuentro descubrí que la vida de esta mujer era casi como una novela de realismo mágico y creo que la charla que mantuvimos lo demuestra cabalmente. “She tried hard” (intentó duramente) de convencerme de su timidez innata, no lo logró.

Por Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

Sos el tercer miembro de tu familia que entrevisto.
¿Por dónde empezaste? ¿Por Juan Martín, no?
No, por Ignacio. Explicame por qué alguno es “Posadas” y otro es “de Posadas”.
Todos somos “de Posadas”.
Vos tenés un libro como “de Posadas”, y los otros como “Posadas”.
Es verdad. En los primeros libros que publiqué me puse mi nombre verdadero, que es Carmen de Posadas. Pero me parece más normal Carmen Posadas.
El que lo sacó fue Juan Martín.
Claro. En realidad, todos somos “de Posadas”.
¿Era grande la casa quinta del Prado?
¡Ah, sí! Maravillosa. Durante mucho tiempo todo lo que escribía hacía alguna alusión a esa casa. Mi padre y esa casa son las dos influencias más grandes que he tenido a la hora de escribir.
Tu padre era un lector compulsivo.
Sí, de esos lectores que aprenden ruso para leer.
¿Es verdad eso, o es un verso?
Es la pura verdad.
¿Aprendió ruso para leer a Tolstoi?
Y griego para leer a Homero. Es en serio, no es ninguna broma. Lo del griego es más normal, porque en aquella época en el Seminario todos los niños aprendían griego. Pero el ruso lo aprendió para leer a Tolstoi. Y cuando tuvo la posibilidad de elegir destino, eligió Moscú.
Leíste mucha literatura infantil de chica, Enid Blyton y todo ese tipo de cosas.
Sí. Aparte de lo que leía por mi cuenta, estaba todo lo que nos leía papá, que en una época fue profesor de literatura. Su manera de comunicarse con nosotros era a través de la literatura. No era de esos padres cariñosos que se revuelcan con los niños por el suelo, que juegan al caballito y todo eso. Su forma de estar con nosotros era leer. Nos sentaba a todos y, dependiendo de la edad, íbamos leyendo una cosa u otra. Empezamos con la mitología griega, de muy chiquitos. El primer libro de grandes que leí sola fue Ivanhoe, de Walter Scott. Fue el primer libro que leía sin estampitas, sin dibujos.
¿Y a tus hijos qué les leés?
Qué les leía, porque ya son grandísimos. Copio todo el modelo, empezamos por la mitología griega y pasamos a Sherlock Holmes, a Salgari, a Verne. La misma trayectoria que con papá.
¿Y eso te motivó para empezar con la literatura infantil? ¿No leías otros autores de literatura infantil?
También leía De Amicis, que es un horror. El pequeño vigía lombardo y El tamborcillo sardo, ¡qué horror! Sí, lo leía todo.
La colección Robin Hood pasó por nuestras vidas, sin dudas.
Y después estaba esa colección que tenía una estampita pegada en la tapa, con el borde art déco. Tenía Robin Hood, Moby Dick, todo adaptado para niños. No me acuerdo el nombre, pero en casa estaba entera. Y por supuesto Tintín, muy importante. Fue parte de mi formación.
¿Llegaste a leer a Astrid Lindgren y a la literatura nórdica infantil?
No, de niña no. Más adelante, ya siendo madre, se puso de moda Pippi Långstrump, pero yo tenía la peor opinión de la autora, porque el personaje maltrata a los padres. Es un horror. No me gustó. La razón por la que empecé con la literatura infantil fue que pensé que era más fácil que escribir para grandes, lo cual es mentira, porque escribir para niños es muy difícil. Como nunca fui a la universidad, siempre pensé que tenía esa carencia, y creía que escribir una novela estaba fuera de mis posibilidades. Y también porque la literatura era el territorio sagrado de mi padre, que siempre decía que, después de lo que habían escrito Shakespeare y Cervantes, no había nada para añadir y que a él jamás se le habría ocurrido escribir una línea. Que la nena dijera que quería ser escritora era una profanación.
¿Cuál fue el primer libro impreso que le mostraste a tu padre?
Fue bastante dramático. Empecé escribiendo para niños, como te decía, y después hice tres ensayos sociológicos y humorísticos que tuvieron mucho éxito, y distintas cosas, y todos los libros se los mandaba a papá, que nunca me dijo ni mu.
¿Pero los leía?
No sé, porque no me los comentaba. Cuando le mandé mi segunda novela anterior al Premio Planeta, Cinco moscas azules, pensé que si no me decía nada entonces nunca más le iba mandar mis libros, porque era absurdo. Era la época de los faxes. Él vivía en Punta del Este y yo en Madrid. Yo estaba tranquilamente en mi cuarto y llegó un fax muy largo. Era de papá, que me hacía una crítica literaria con comentarios elogiosos. Después he leído críticas del New York Times, del Washington Post, de Le Monde y de lo que te dé la gana, pero nada ha sido tan importante como ese fax.
A Cinco moscas azules te lo elogió también Vázquez Montalbán. Tu padre tenía buen gusto, parece. O coincidía con Vázquez Montalbán.
Papá tenía buen gusto literario.
¿Cuándo pasaste de madre abadesa a la novicia rebelde?
Madre abadesa era de niña, que era horrenda.
Ya lo escuché catorce veces, que tus hermanas eran hermosas. ¿Con cuál viniste, con Dolores o con Mercedes?
Con Mercedes.
Que es la que te sigue.
Exacto. Rebelde sí, pero novicia no creo. Rebelde, bastante.
Me llama la atención que te dejaran abandonar la universidad. Tenías diecinueve años.
Me casé.
Y el casamiento te daba independencia paterna.
Me independicé de mi familia, porque en ese momento mis padres se fueron a Rusia y la tutela paterna era menor. Me casé e hice lo que quería. Lamento haber abandonado la universidad.
Tu madre debe haber sido muy particular.
Los dos eran muy particulares, de marcar mucho, y de ocupar mucho espacio. Pongámoslo así.
Por eso pusiste distancia.
No, no fue por eso.
Pero convencer a la Iglesia Ortodoxa para que permita un casamiento ecuménico…
Las cosas que conseguía mi madre eran asombrosas. Es el tipo de persona que les vende helados a los pingüinos. No sé qué le habrá contado al patriarca de la Iglesia Ortodoxa para convencerlo de hacer una boda ecuménica, que fue la primera del mundo, porque nunca antes había habido semejante cosa. Me imagino que le habrá dicho que, en aquella época de la Unión Soviética, la iglesia estaba muy olvidada y que con una boda ecuménica iba a salir en todos los diarios del mundo, como sucedió, en efecto. Tengo recortes del South China Morning Post y del Australian Times hablando de mi boda. Y todo porque a mamá le parecía que la otra iglesia era muy fea, y que no me podía casar ahí. Por eso organizó todo este lío.
Tuviste hijas muy joven. Ellas estudiaron, no salieron a la madre.
Son otros tiempos. Soy la última de mi generación que no estudió, por lo menos en España. Las chicas de mi edad se casaban y cambiaban de vida.
Hay que agradecer que se te secaron todos los hongos y las setas.
Si no, a lo mejor me dedicaba a la jardinería.
¿Era tan bueno el argentino del taller literario?
¿Has oído hablar de Mario Merlino? Era un genio, un profesor extraordinario. Pero no era buen escritor, como siempre pasa con los profesores. Tenía la frustración de enseñar literatura sin nunca tener éxito como escritor. Pero como profesor era único.
Vos sos una excepción, porque también estás enseñando a escribir.
Sí, tengo una escuela por internet. Lo que he hecho es el corpus, toda la teoría. El funcionamiento es con grupos pequeños y tutores, con una interactividad dentro del grupo. Doy dos clases magistrales, de esas muy largas. Cada uno sale con su libro publicado.
¿Desde cuándo tenés la escuela?
Desde hace diez años.
Cinco mil alumnos no es poco.
Vamos camino a los seis mil. Es insólito, porque como es online tenemos alumnos en Australia, y uno en el Vaticano, que me encantaría saber quién es.
¿Francisco no se llamaba?
Creo que no, debe estar muy ocupado. También tuvimos un etarra. Es muy pintoresco.
Las clases son en español.
Sí. Tenemos una franquicia en Francia, a la que le cambiamos el nombre para que suene más francés, pero el método es el mío.
Manejás perfecto el inglés y el francés.
Cuando vivía en Inglaterra hablaba muy bien inglés, pero los idiomas se van perdiendo si no los practicas. Procuro mantenerlos y leer en francés y en inglés. Escucho muchos audios, me encantan los libros leídos, quizás porque papá leía en voz alta.
El inglés lo puliste en los años de la dolce vita después de tu divorcio.
Sí. Veo que aprendiste mi biografía al milímetro. Me divorcié con veintinueve años, y estuve once casada. Me dediqué a la dolce vita. Papá estaba destinado en Londres y aproveché. Las niñas se vinieron conmigo. Ellas iban al colegio, y yo, swinging London.
Es grande Londres.
Es grande, y hay ambientes completamente distintos.
Es muy cosmopolita.
Me encanta que ya no se sabe de dónde somos. En España me siento uruguaya, y en Uruguay me doy cuenta que no soy del todo de aquí. En Inglaterra me pasaba lo mismo. En Londres hay una colonia de apátridas muy grande. Es curioso, porque a lo mejor tenías mucho en común con un libanés, o con un ruso, con gente que también ha vivido en muchos sitios y se siente de todas partes.
¿Por qué te sentís uruguaya, si te fuiste a los doce años?
La patria es la infancia, eso está clarísimo.
¿Estás convencida de eso?
No me cabe la menor duda.
O sea que tus hijas son españolas.
Son españolas, pero también tienen una parte uruguaya. Mi hija menor está casada con un uruguayo, así que tengo nietos que son tres cuartos uruguayos y un cuarto españoles.
Siguen siendo cinco.
Cinco nietos, sí. La patria es la infancia. A España le debo todo, mi carrera, mi familia, mis hijas, mi marido. Pero sin embargo es que este país marca mucho, sabes. Fijate que es un país que tiene doscientos años de historia, y sin embargo crea un vínculo enorme con la tierra, que no tienen los españoles, por ejemplo. Los españoles no tienen sentido de patria. Ninguno. Le preguntas a un español y lo primero que piensa es que el patriotismo es una cosa de fascistas, o te dicen que son de tal pueblo.
¿En qué pensás cuando pensás en Uruguay?
En mi infancia, en mi familia. Somos como una tribu. Durante mucho tiempo nos desvinculamos, en la época en que había que escribir cartas y me daba una pereza sobrehumana. Detesto escribir cartas, a pesar de que me dedico a escribir. Y hablar por teléfono era un lío. Ahora el contacto es permanente. Yo sé lo que desayuna mi tío por la mañana.
Pero no me dijiste en qué pensás cuando pensás en Uruguay. Si se te va la familia a España, ¿chau, Uruguay?
No. Te lo voy a explicar. La gente que ha nacido y crecido en un mismo sitio va exorcizando sus recuerdos. Si tú ves esta casa durante cincuenta años, ya no significa aquella vez que ibas caminando con tu tía y se cayó un helado delante de la casa y tú recordarás toda tu vida lo que te pasó. Los que hemos dejado la infancia congelada en un lugar en concreto tenemos viva esa infancia, y la infancia es la época de la vida que más te marca. Es un vínculo mucho más cercano que el que tiene la gente que ha vivido siempre en el país. La memoria adorna todos los recuerdos, además.
Y si no se acuerda, inventa.
Exacto.
Tiene mucho que ver la nostalgia. Los uruguayos somos muy nostálgicos.
Mucho, absolutamente.
Históricamente era muy pueblerino, incluso. Ahora el uruguayo viaja, conoce el mundo. Ese gran mérito lo tuvo la dictadura.
Algo bueno trajo, mirá.
Por diferentes motivos, económicos o políticos, hubo mucha gente que se fue.
Que se fue y volvió.
Y hay mucho intercambio cultural. Hubo muchas experiencias de diferentes realidades.
Es cierto, algo bueno trajo.
Sí, aparte de la represa de Salto Grande.
También le podemos adjudicar eso (risas).
Algo hay que dejarles.
Sí, claro, pobres.
¿Cómo te definís ideológicamente?
Yo soy de esas que le pegan bofetadas por los dos lados.
Sos incorrecta políticamente.
No me gusta el pensamiento en pack, como lo llamo. Con el pensamiento en pack, si eres de izquierda tienes que aceptar todos los postulados de la izquierda, y lo mismo con la derecha. Y yo no soy así. Hay cosas de la izquierda que me gustan mucho, hay cosas de la derecha que me gustan, y hay cosas de centro que son donde más me siento identificada. Te diré que es un problema, porque es un equilibrio inestable y porque luego te pegan bofetadas de los dos lados. Los de derecha piensan que soy de izquierda y los de izquierda piensan que soy de derecha. Los europeos piensan que soy sudaca y los sudacas piensan que soy europea.
Y el apellido no te ayuda mucho para ser de izquierda, tampoco.
Tampoco. Bueno, de Juan Martín no se puede decir que es un señor de derecha.
Es la mosca blanca de los Posadas. ¿Sos cristiana?
Sí, de aquella manera.
¿Qué es “de aquella manera”? ¿A distancia?
Toda mi vida he estado buscando. He tenido fe y la he perdido, la he recuperado y la he vuelto a perder. Pero siempre he tenido una enorme inquietud por las religiones en general.
No como fe sino como cultura.
Como una búsqueda espiritual, como una necesidad de entender todo esto.
Tu hija Sofía es igual, de ser agnóstica pasó a ser creyente.
Sí. Mi hija es más ortodoxa que yo. Yo no soy muy ortodoxa. Nada ortodoxa.
No sos políticamente correcta, porque llamarse posfeminista en estos tiempos no está muy bien visto.
Lo tengo que aclarar. Todavía nos quedan muchísimas batallas por dar, obviamente, y es muy distinto hablar del feminismo en el primer mundo que hacerlo en el tercer mundo, donde están igual que en la edad de piedra y están todas las batallas por dar. Es verdad que en el primer mundo hemos conseguido muchas cosas, y lo que no me gusta del feminismo radical que está tan de moda es que, al final, ese discurso tan exagerado se vuelve en contra de nosotras. Sucede con el lenguaje, por ejemplo.
El lenguaje inclusivo.
¿En qué me beneficia a mí que le cambien los nombres a los meses y que enero y febrero sean enera y febrera? No soluciona ninguno de mis problemas, y hace que los políticos tengan esa coartada y que estén en esa pelea estúpida sin ocuparse de la brecha salarial, del techo de cristal, de los problemas de las mujeres. Estoy en contra de ese feminismo absurdo.
¿Sos pro aborto?
Es otra larga pelea. He pasado por todas las fases.
Pro aborto está mal dicho, porque nadie es pro aborto, creo.
Exacto. Tal como está regulado, me parece bien.
La curiosidad y el ser un lector voraz son, para vos, las características del escritor.
Sin duda. A mis alumnos les digo que para ser escritor no hay que ser extraordinariamente inteligente. Si te fijas en los libros que tienen éxito, parecen escritos por primates. Tampoco hay que ser extraordinariamente culto. No sé si te ha pasado de leer un libro con la sensación de que te vas a enterar de lo mucho que sabe el autor, que te tumba a base de datos, citas y fechas. Pero sí hay dos cualidades que hay que tener para ser escritor. Una es tener una gran curiosidad, hacerte preguntas permanentemente.
La curiosidad es un síntoma de inteligencia.
Imagino que sí. Si Newton no se hubiera hecho ninguna pregunta cuando le cayó la manzana en la cabeza, no tendríamos ley de gravedad. La segunda cualidad es ser un gran lector, porque, si no, te pasas la vida descubriendo el Mediterráneo, que ya está descubierto.
Te definís como un gorrión.
Sí, porque me gustó esa canción de Serrat y creo que me retrata bastante bien. “Es menuda como un soplo, tiene el pelo marrón, y se mueve por instinto como un gorrión”, dice la canción. “Le gusta volar bajito, ir de balcón en balcón”. Yo he volado así, pero volando bajito también se llega lejos.
Leonina tímida no conozco ninguna.
¿Ah, no? Pues ya conoces a una.
Te he visto en muchos eventos. O tenés un gran autocrontrol, o de timidez nada.
¿No sabes que todos los actores son tímidos? No hay uno que no lo sea. Una cosa es lo que uno es a nivel privado y otra cosa es cuando se abre la puerta. Me gustan los toros, lo que también es políticamente incorrecto.
En un país que los abolió a principios del siglo XX.
Me gustan mucho los toros. Se abre el toril y toreas. ¿Qué vas a hacer? No sea que te corneen.
Esto no lo podés decir públicamente, como tampoco lo del strogonoff de oso en Rusia. Queda muy mal. Hoy serías lapidada en la plaza pública.
Por supuesto, imagínate.
¿Estás conforme con tu carrera de escritora?
No.
¿Tu mejor libro es el próximo, siempre?
No estoy conforme con nada de mí misma. Soy mi peor galeote. Todo el día obligándome a hacer cosas, un espanto.
Ya dejaste de ser la hermana alta, la fea, la gorda de cinco kilos y todo eso que siempre decís en todos lados.
Es que siempre me hacen las mismas preguntas y al final contesto lo mismo. Pero es verdad, era una niña muy fea y eso también marca. También he dicho y supongo que ya lo sabes, porque me has leído muchísimo, que le debo todo a mis defectos y nada a mis virtudes. Que a mis defectos les debo todo.
La virtud es quizás la persistencia.
Para superar la timidez. Si no hubiera sido esa niña tan acomplejada y tímida, no estaría hablando contigo en este momento. Me hubiera dedicado a jugar a las cartas, o a ser influencer, o yo qué sé.
¿Conservás el anillo de tu madre que dio pie a La leyenda de la peregrina?
Lo tiene mi hermana. Tiene una piedra azul.
¿Te enteraste del resultado de las elecciones en España de ayer?
Me quedé impresionada. No me imaginaba eso. ¡Qué debacle!
Sin embargo, en 2017 dijiste que avizorabas que el bipartidismo iba a permanecer en España, a pesar da la aparición de nuevos partidos como Podemos o Ciudadanos.
¿Lo dije? Mira tú qué visionaria, no me acordaba de eso. ¡Qué bárbaro! Sí, hemos vuelto al bipartidismo. Estamos volviendo. Es casi mejor así.
Esos partidos que surgen y se van son medio complicados.
Es muy complicado, porque además todas esas alianzas al final crean monstruos, porque tienes que contentar a la parroquia de tu aliado. Al PSOE le ha hecho muchísimo daño. La ley del “sí es sí”, con esta historia rocambolesca con la cual salieron setecientos violadores a la calle creo que le ha hecho muchísimo daño al PSOE.
¿Cómo surge en España una derecha tan cerrada como VOX? ¿Es la herencia franquista?
Ha sido producto de una derecha pusilánime. Parecía que España estaba vacunada contra la ultraderecha, porque nadie quería identificarse con Franco. Es verdad que cuando Franco murió hubo un partido que se llamaba Fuerza Nueva, que era franquista, pero desapareció inmediatamente, y el PP asimiló todos los votos de la derecha. Pero después, con el tema catalán, Mariano Rajoy tuvo una actitud muy tibia y errática con respecto a Cataluña, y eso creó una reacción enorme. El fenómeno de VOX, además, tiene parecidos con la izquierda de Francia. No te creas que son los ricos los que votan a VOX. Son las clases humildes, los trabajadores, los que antes votaban al Partido Comunista. Es como que la izquierda abandonó los postulados propios de la izquierda. Es increíble, pero es así.
Hay un avance de la ultraderecha en Europa.
En el mundo entero. Es aterrador.
Uno mira a Europa como a una especie de faro, porque se supone que los grandes pensadores han surgido allí. Y ves que en países como Italia o Hungría avanza la ultraderecha.
O en Suecia. No sé cómo puede haber pasado eso en Suecia. El país de Olof Palme, es insólito.
Es medio incomprensible. Y no son las clases altas, como decís.
No, son las clases populares.
Que muchas veces ven como una amenaza muy fuerte el tema de la inmigración.
Bueno, son los primeros que van a sufrir la llegada desordenada de inmigrantes. Europa necesita inmigrantes, por otro lado. Hay una gran contradicción.
No te quiero, pero te preciso. ¿Cómo se soluciona esto?
Como decía el Eclesiastés, en la vida hay un tiempo para todo y hay un tiempo para sembrar. Pienso que después de la Segunda Guerra Mundial, que fue un trauma tan monstruoso, hubo un deseo de remar todos juntos en la misma dirección, y de que aquello no se volviera a repetir. Todos los organismos internacionales son de esa época. Toda la democracia tal como la entendemos viene de esa época. Y ahora se está agotando esa vacuna, que en su momento impidió que el ser humano fuera como realmente es. No tengo buena opinión del ser humano. Creo que es capaz de todo lo mejor y de todo lo peor, y que tiene un gen destructivo muy grande. Con el trauma de la Segunda Guerra Mundial todo el mundo dijo: “Ojo, que nos vamos a la catástrofe, vamos a ser buenos”. Esa generación ha pasado, y la generación nueva no tiene esa vacuna. Estamos en épocas de disgregación. En vez de sumar, vamos a restar. Y cada uno con su parcelita. Otro de los efectos colaterales de la globalización, increíblemente, porque pensábamos que la globalización nos iba a hacer a todos iguales porque comemos la misma hamburguesa de McDonald’s y tenemos las mismas zapatillas Nike y leemos…
A Carmen Posadas en treinta idiomas.
Claro, cosas así (risas). Sin embargo, la globalización tiene como efecto colateral que es una especie de vuelta a la tribu. Es como que a la gente no le resulta fácil identificarse con un proyecto europeo, por ejemplo. Se quiere ser normando, se quiere ser vasco. Es asombroso.
Definiste a Putin como a un excelente político y una mala persona, hablando de Ucrania.
Hasta que metió la pata con Ucrania, era un tipo brillante. Un genio del mal, pero un genio. Pasa que los genios siempre sucumben de la misma manera, por la arrogancia. Llega un momento en que piensan que, porque son tan inteligentes y brillantes, pueden con todo, y cometen errores de principiante, o de arrogante.
Y los genios petisos, peor.
Es verdad, se cumple inexorablemente. Franco, Napoleón, Hitler.
Lacalle Pou (risas).
No lo digas, porque no lo conozco y no sé qué altura tiene. No sabía que era petiso.
La situación en Europa es muy caótica, con todos los conflictos culturales y religiosos. Es muy difícil entender la situación.
Es una época de disgregar, de separar. Son los ciclos de la historia, que se cumplen siempre.
La historia no se repite, pero rima.
Como decía Mark Twain, sí.
Está rimando bastante mal.
De vez en cuando rima en ópera y otras veces en sainete.
Es interesante lo que decís de la vuelta a la tribu. Lo local empieza a ser importante por un tema de identificación, por sentirte parte de la manada.
¿Quién se siente personaje del mundo? Yo me siento de mi barrio, de mi familia, de no sé qué. Es una cosa atávica muy difícil de desprogramar.
Lo tenemos en los genes.
Sí.Claro. Es que al final somos animales.
Pero vos sos de Hobbes, “el hombre lobo del hombre”.
Ya te digo que pienso que el ser humano es capaz de todo lo mejor y de todo lo peor. Es así. Somos animales, qué le vamos a hacer.
Soy un poco más optimista.
Qué suerte. Me da mucha envidia. Crees en la bondad, en el human kindness.
Creo en el espíritu solidario.
Eso también existe. Lo que pasa es que, dependiendo de la época, se manifiesta más la parte angelical o la diabólica.
Para eso nos dieron el libre albedrío.
Se supone.
No lo estamos usando bien.
El ser humano es así. Es mejor saber que es así y no hacerse la película de que todos somos buenos. Ahora está un poco la mentalidad de que todo el mundo es bueno y que el que no es bueno tiene una razón como que su papá le pegaba y que por eso se convirtió en asesino o en pederasta. Siempre puedes encontrar una justificación para todo. Creo que hay que darse cuenta de que somos capaces de todo, de lo bueno y de lo malo.
Tenés una constancia muy grande en ser ratón de biblioteca. Te encanta eso.
Sí. Es lo más divertido de todo, todo lo que aprendo cuando escribo libros.
También es muy trabajoso, implica dedicarle mucho esfuerzo.
Sarna con gusto no pica. No sufro nada, al contrario.
Me sorprende la cantidad de libros que has hecho en relativamente poco tiempo, y tan diversos.
Soy una persona muy curiosa. Me intereso por todo, y he escrito cosas de lo más variopintas. Lo único que no he escrito es ciencia ficción, que no me gusta nada.
¿No te gusta la ciencia ficción?
Me gustan Huxley y Orwell.
¿Bradbury no? Bajaste un peldaño.
Dentro de todo, esos autores me gustan más que los autores actuales de ciencia ficción, que no me gustan absolutamente nada.
La curiosidad es la que te lleva a desarrollar diferentes temáticas, entonces.
Sí. Todo me divierte, todo me gusta.
¿Para cuándo la novela del taxista?
¿De dónde has sacado tanta información? Me tienes atónita. Primero tendré que ser taxista.
Es lo que te va quedando.
Me encanta. Sirvo para escribir y poquita cosa más. Siempre he pensado que, como me gusta mucho manejar, podría ser taxista. Me gusta que alguien se suba, me cuente su vida y luego se baje.
Ahí la timidez no conjuga mucho.
Al contrario, creo que encaja muchísimo. Los tímidos necesitamos estar solos muchísimas horas.
Hacés un elogio de la soledad, la cultivás.
No es que la cultive, es que no concibo la vida sin eso. Me gusta la gente, pero en pequeñas dosis. ¡Qué horror!, esta entrevista va a quedar fatal (risas).
Todo lo que estás diciendo ya lo has dicho. No me has sorprendido con nada nuevo.
Voy a quedar tan mal… ¡Socorro!
En la cultura occidental muchas veces la soledad se asimila a lo negativo, lo malo, la depresión.
Está muy mal vista.
Y vos hacés un culto de la soledad.
Pasa que soledad es un feo sinónimo de la palabra libertad, pero vienen a ser lo mismo. Solo la gente que está sola es absolutamente libre. Si estás solo, hacés exactamente lo que te da la gana en cualquier momento. Si estás con otra persona tienes que ver lo que le gusta al otro, o lo que dice tu tía o tu madre.
Hay un grado de egoísmo en eso, también.
Pero hago el juego divinamente, cuando estoy con gente lo hago muy bien, casi no se me nota.
Por eso al contrario lo tenés afuera.
Cada uno vive en su casa. Es mucho más práctico. ¡Sabés todo!
Todo no. Estoy buscando. Decís que sos una abuela buena.
Soy una abuela buena, pero no una abuela consentidora. Tuve dos suegras, una tonta y una lista.
Y la tonta consentía a tus hijas.
Sin parar. La odiaba, porque yo decía que no se podía comer dulces y allá la abuela las llenaba de dulces. Yo decía que no se podía hacer tal cosa, y la abuela decía que sí. Soy una abuela muy respetuosa de la autoridad paterna. No le regalo al nene un tambor para que torture a sus padres. No hago ese tipo de cosas.
Es parte de la diversión.
¿Tú eres abuelo también? ¿Y eres de los que regala tambores?
Soy un abuelo revanchista.
Como mi suegra.
¿Qué edades tienen tus nietos?
De dieciséis para abajo. Trece, diez, once y ocho.
Todos viven en Madrid. ¿Son de juntarse?
Nos juntamos todos los fines de semana. Hacemos viajes. Ahora, por ejemplo, los voy a llevar a Creta. Ellos ya saben mucho de mitología griega, porque me he ocupado de que sepan, y lo vamos a ver in situ. Vamos a ver al Minotauro y todas esas cosas. Todos los años hacemos un viaje. Ahora, con la pandemia, hace tres años que no lo hacemos.
¿Toda la familia?
No la familia extensa, porque somos un montón, pero sí con mis hijas y mis nietos.
Dejan a los yernos afuera.
No, también los llevamos.
Sos cabalera. Naciste un viernes 13. No te gusta hablar de tus futuros libros.
Es lo único que tengo. No soy nada supersticiosa, pero con eso sí. Les pasa a todos los escritores. Es peligrosísimo hablar de cosas que no existen.
Porque fracasan.
Sí.
Dos veces destruiste libros.
Los tengo por ahí. Los tengo guardados. Nunca me atreví a leerlos. Uno lo tengo en papel y otro en un pendrive, que vaya a saber dónde está. Son dos libros que guardé por razones distintas. Uno lo escribí en una época complicada de mi vida, cuando metieron a mi marido en la cárcel. Estaba escribiendo una novela que era una especie de sátira de la sociedad española, y me pareció que no venía bien, que se iba a tomar como una venganza. Y ahí quedó. Otro era una biografía de María Bonaparte, la discípula de Freud.
La que lo salvó del nazismo.
Exacto. Tuvo una vida muy freudiana, porque su padre y abuela asesinaron a su madre. Lo que me ocurrió es que para escribir este libro tenía que leer muchísimo sobre Freud, y después de hacerlo llegué a la conclusión de que Freud era un charlatán. No sé si tú eres muy freudiano.
Hice psicoanálisis. No sé vos.
Yo también.
Te dieron de alta.
No, porque nunca llegué.Todo lo de Freud eran elucubraciones suyas, nada es científico. Tuve que abandonar la novela, y fue un trauma porque llevaba doscientas y pico de páginas, pero rompí con Freud cuando dice que la frigidez de la mujer tiene que ver con la era glacial. “Hasta aquí hemos llegado, Freud”, pensé. “Ya no me cuentes más milongas”. Que la frigidez de la mujer tuviera que ver con la era glacial, me pareció delirante, y ahí rompimos.
Y adiós al libro.
Ahí quedó.
Fuiste muy criticada por el Manual del perfecto arribista.
Muy criticada. Empecé escribiendo para niños, me dieron un premio con el primer libro y me iba bastante bien. En un momento dado escribí estos ensayos que son como entre humorísticos y sociológicos. En ese momento estaba viviendo en Londres e iba a España con frecuencia. Veía cómo iba cambiando el país a principios de los años ochenta. España tuvo un cambio enorme, pasó de ser un país muy austero donde a la gente no le gustaba alardear del dinero a comprarse coches y casas cada vez más grandes, a divorciarse de la mujer y todo eso. Se me ocurrió escribir el Manual del perfecto arribista. Era un retrato de las distintas tribus urbanas, donde explicaba, por ejemplo, cómo tenías que comportarte si querías entrar en la movida, o en el mundo de los socialistas, que eran los que estaban en el poder con Felipe González, tienes que comportare así o así. O en el jet set, o en la clase alta. Esa era la idea. Era un manual sobre cómo había que hacer para llegar a todos estos estamentos. Lo escribí, pero con tal mala suerte que coincidió con mi noviazgo y matrimonio con mi segundo marido, que era gobernador del Banco de España. Ahora nadie sabe quién es el gobernador, pero en aquella época era un personaje público. Y entre que yo era sudaca, tenía veintidós años menos que mi marido y había escrito un libro con ese título, me convertí en la mayor arribista del país. Me costó bastante sacarme esa etiqueta.
Durante un tiempo parecías ser parte del jet set español.
Muy a mi pesar, sí.
¿No estabas cómoda en esa situación?
No, es horrible, un sufrimiento. Pero era el precio a pagar por mi matrimonio. En aquella época el mundo político estaba muy mezclado con el mundo del corazón, ahora ya no. Era espantoso. Ahí empecé con un insomnio irredento que todavía me dura. No me gusta nada estar en el ojo público. Es una cosa que me molesta muchísimo.
Depende en qué sentido.
Me gusta la fama que deriva de algo que considero que tiene valor. Me ha impresionado la audiencia que tiene el programa de Jaime Clara. Me habló gente por la calle.
Es el programa cultural de radio más escuchado del Uruguay.
Me sorprendió muchísimo. Ese tipo de fama sí me gusta, porque deriva de algo que valoro. Pero no la fama que surge de si te compraste un vestido verde o azul. Eso me parece deplorable.
¿Cómo fue escribir con tu hermano?
Nos divertimos mucho. He escrito dos libros al alimón con alguien de mi familia, uno con mi hija y otro con mi hermano.
El que escribiste con tu hija no lo conozco.
Se llama La hernia de Viriato. Mi hija es médica, y en aquella época, hace veinte años, el ABC de Madrid nos pidió que hiciéramos una columna de salud. Se nos ocurrió hacer el diario de un hipocondríaco que todas las semanas tenía una enfermedad mortal, que era yo, mientras mi hija, que era el médico, explicaba por qué no me iba a morir de eso. Le pusimos ese título porque mi hija estaba empezando a ejercer y mucha gente ya le venía con el diagnóstico hecho. “Doctora”, le decían, “yo ya sé lo que tengo, tengo hernia de Viriato”, confundiéndola con la hernia de hiato. Fue un libro muy divertido. Luego escribí otro con mi hermano, Hoy caviar, mañana sardinas. Es un libro sobre nuestra vida, donde tratábamos de ponernos en la piel de nuestra madre.
Por ese libro te dieron un premio en literatura gastronómica, en París.
Sí, un premio que está considerado algo así como el Goncourt de la literatura gastronómica.
¿Y tu hermano no escribe más?
Sí, tiene libros muy divertidos. Tiene uno que se llama El mentalista de Hitler, basado en hechos reales. Hitler, a pesar de odiar a los judíos, tenía un adivino judío que le decía lo que iba a pasar. Tiene otros tres o cuatro libros más.
Has ensombrecido a todos los Posadas porque en tu familia hay varios que escriben.
Hoy todo el mundo escribe, es como una plaga. No sé por qué. ¿Aquí también perpetran libros sin parar?
Acá hay muchos poetas, artistas.
En España todos los presentadores de televisión tienen que tener una novela. Todos los deportistas, los cocineros. Es una plaga.
Hiciste televisión, pero no te convenció mucho.
Duró poco. Eran entrevistas a escritores. Me gustaba mucho. Pero resulta que el director de Televisión Española odiaba a mi marido. A mí me había contratado Pilar Miró, una directora de cine y teatro estupenda, pero luego vino este señor que odiaba a Mariano. En cuanto tomó posesión, lo primero que preguntó fue cómo había que hacer para acabar con mi programa, que era un programa de chicha y nabo. No sé aquí, pero en España la cultura es el último mono. Era un programa muy modesto, pero se acabó.
¿Has hecho radio?
No. Me han pedido que haga radio, cine, televisión, pero la parte tímida me lo impide.
Los guiones sí te han funcionado.
Eso sí. Pero también es muy frustrante, te diré.
Sí, que te dejen sólo la escena de La cucaracha debe ser muy frustrante. ¿Qué película era?
Se llama La vida en un hilo, con Imanol Arias y Antonio Banderas.
Antonio Banderas toca La cucaracha.
Pero no viene a cuento para nada. Habían cambiado todo el guion.
Pero esa escena existe. Tenés derechos de autor.
Ah, bueno, sí, me pagan una miseria. La película fue un desastre, como no podía ser de otro modo. Pero ahora me va muy bien con el cine. Tengo una novela mía que la ha hecho Netflix, y que se estrena en octubre. Se llama Invitación a un asesinato, es una especie de homenaje que le hice a Agatha Christie. Les gustó mucho cómo quedó, y me compraron Pequeñas infamias, que es el Premio Planeta. Universal Pictures está haciendo La hija de Cayetana. Otra productora en España está haciendo Juego de niños. Y Hoy caviar, mañana sardinas también está en proceso.
Te vas a la pantalla grande.
Aparentemente, sí. Hay que ver cómo sale la cosa.
¿Qué asignatura pendiente tenés?
Lo del cine, hasta ahora, había sido una asignatura pendiente. Por suerte parece que se va a cumplir. Ya que estamos, vamos a pedir que tengan éxito.
Siempre hablabas de “el próximo paso”.
Ir de balcón en balcón. Siempre he sido así. “Ojalá me publiquen”, pensaba cuando empecé a escribir.
Después que te lean, después el premio. Y ahora el cine. ¿Y después? ¿Qué tenés pendiente que no hayas hecho? Hoy tenés la posibilidad de hacer lo que se te canta.
Bueno, no. Si quiero ganar el Roland Garros lo tengo muy difícil.
¿Jugabas al tenis?
En una época, en la prehistoria. Hay que ser consciente de las limitaciones.
Has viajado mucho. ¿Has ido a todos los países donde te han publicado?
No. Ahora me acaban de publicar en esloveno y no he estado en Eslovenia. No estuve en China, ni en Corea.
¿Qué te tradujeron al chino?
Pequeñas infamias. Es el más traducido de todos.
¿Y la asignatura pendiente?
En España hay un chiste de humor negro sobre uno que es cojo y le falta un brazo y se despeña por un barranco, y dice: “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy”. Bueno, ya he conseguido bastante en la vida.
La vuelta a Uruguay no está en tus planes.
Me encantaría, porque ya te digo que los uruguayos siempre queremos volver. Pero es un poco difícil porque tendría que arrastrar a toda mi familia, que ya ha crecido mucho.
Pero sos una uruguaya sui generis. No conocías el campo.
Sí conocía, lo que no conocía es la estancia de mi tío Fernando. Siempre me ha interesado mucho la huella de otros países en el Uruguay. Fuimos a Colonia Suiza, que es verdad que es como estar en Suiza. También fuimos a San Javier. Y luego a Fray Bentos, que es el que menos impronta inglesa tiene.
La perdió.
Me interesaban esos tres lugares. Cuando vuelva me gustaría ir a Tacuarembó, donde es verdad que hay muchos escritores.
Ha sido una cuna de escritores buenos, reconocidos. Y tiene cantantes, como Gardel. Tacuarembó es una cosa rara.
Además, está en la mitad de Uruguay. No sé por qué todo el mundo fue a confluir ahí.
Dijiste que notaste mejor al Uruguay, con más prosperidad. ¿Cuándo viniste por última vez?
Hace tres años. Me da la impresión de que hay un optimismo que antes no notaba.
La pandemia fue dura para todo el mundo.
Uruguay la llevó maravillosamente bien. Fue un ejemplo. Todo el mundo se quedaba asombrado. El comentario general era sobre lo increíble de cómo Uruguay había afrontado la pandemia y lo madura que era la sociedad.
Fue duro allá.
Es que nosotros estuvimos en confinamiento en dos períodos distintos, alrededor de un año entero. Es la gloria para un solitario.
Te sirvió para terminar un libro con el que estabas atrasada.
Maravilloso.
Dijiste que fueron cercenando libertades como a un salame. ¿Fue realmente así?
Lo del salame lo utilicé con los catalanes, más bien. De Cataluña con el gobierno central, pero el origen de la teoría es en Checoslovaquia y ha pasado muchas veces en el mundo. Hay una teoría política que es la teoría del salame, por la cual, en este caso, los catalanes empiezan pidiendo una pequeña porción, como que la escuela sea en catalán, y luego que los rótulos de las calles sean en catalán. Y cuando te quieres dar cuenta, te han ido rebanando el salame. Y no fue tan traumático, porque fue de a pedacitos. Ese es el truco.
¿En la pandemia se sintió que se cortaban libertades en España?
Es que tuvimos un lockdown duro. No podías salir a la calle nada más que para ir al supermercado. Me acuerdo que estaba en casa sola y quería ir a casa de mi hija y tuve que ir escondiéndome.
Uruguay sería lindo, pero es una utopía.
Por eso que te digo, porque tendría que arrastrar a veinte personas.
Pero si te gusta la soledad.
Tengo que estar mucho rato sola, pero sabiendo que tengo a la familia. Ser equilibrista con red.
¿Te sentís orgullosa de ser uruguaya? Siempre decís que sos uruguaya.
Mucho, mucho. Los uruguayos tenemos esa impronta. Veo la bandera u oigo el himno y lloro. No lo puedo evitar.
Sos una patriotera.
O una nostálgica, o una cursi. No lo sé.
¿Cuándo pensás volver a Uruguay?
Me gustaría venir en verano.
Con el próximo libro.
No, primero tengo que escribirlo. Va a faltar un poquito.

POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES

Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.

Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.

Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.

Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo. Conozca aquí las opciones de apoyo.

//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js
Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.