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CINEASTA VALIOSO Y SUBESTIMADO: ROBERT ALDRICH (1918-1983)

CINEASTA VALIOSO Y SUBESTIMADO: ROBERT ALDRICH (1918-1983)
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El jueves 9 de agosto nadie se acordó que Robert Aldrich hubiera cumplido cien años. El olvido no es nuevo, porque su carrera siempre generó malentendidos, excusados en el plano estético para ocultar diferencias ideológicas. Aldrich fue nieto del senador Nelson Aldrich, hijo de un periodista y sobrino de John D. Rockefeller Jr. Se inició en la RKO como ayudante de dirección de Jean Renoir, Charles Chaplin y Joseph Losey. Desde 1950 dirigió en TV, y debutó en cine con The Big Leaguer, desconocido en Uruguay, inaugurando una carrera de 30 títulos entre 1953 y 1981. En ella hay lugar para doce películas ineludibles que todo cinéfilo debería descubrir o revisar. Veamos:

Apache (1954) fue un western desmitificador con Burt Lancaster como altivo guerrero que no acepta la derrota y se enfrenta con astucia a la caballería. El film terminaba con su muerte a traición, pero Aldrich debió inventar un final más convencional, en el que Massai se integraba a los blancos como agricultor, fracasando al igual que su raza.

Veracruz (1954) reunió a Gary Cooper y Lancaster con dos féminas de armas tomar (Sara Montiel, Denise Darcel), en un western situado en la revolución juarista contra el emperador Maximiliano. Un clásico que no da respiro.

El beso mortal (1955), mítico thriller de serie negra con Mike Hammer (Ralph Meeker) envuelto en una trama que involucra a una joven asesinada y una valija con contenido misterioso. Con los años terminó siendo un film de culto.

Intimidad de una estrella (1955) fue un feroz vistazo a la trastienda de Hollywood, con actor en crisis (Jack Palance) que rechaza un papel inadecuado y se ve extorsionado por su inescrupuloso productor (Rod Steiger), quien lo amenaza con revelar hechos controvertidos de su pasado.

Ataque (1956) es un modelo de cine bélico de denuncia sobre la cobardía y corrupción moral de algunos oficiales estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. Ruda violencia, con sólidas labores de Jack Palance, Eddie Albert y Lee Marvin.

El último atardecer (1961) fue un western crepuscular con libreto de Dalton Trumbo, quien llegó a coquetear con la idea del incesto. Agresivo, opresivo y romántico, contó con una tensa labor de Kirk Douglas junto a Rock Hudson y Dorothy Malone.

¿Qué pasó con Baby Jane? (1962) es el más característico título de Aldrich debido a la batalla campal que mantuvieron Bette Davis y Joan Crawford dentro y fuera del set, como dos hermanas sumidas en una sórdida historia de soledad, tormento y decadencia.

Cálmate, dulce Carlota (1964), un modelo de desaforado grand guignol al servicio de Bette Davis y Olivia De Havilland, primas sureñas intentando ayudarse (o matarse) para salvar una plantación sureña ante el implacable avance de la “civilización”.

Doce del patíbulo (1967) es la aventura bélica por antonomasia, con un coronel, su ayudante y doce desaforados envueltos en una misión suicida para volar por los aires un castillo repleto de nazis. Un gran Lee Marvin aparece secundado por un elenco de lujo, más un Aldrich tocado por el genio, sabiendo combinar arte y espectáculo.

La pandilla Grissom (1971) narró la historia del secuestro de una chica rica por una familia de forajidos, y con ese pretexto desarrolló un feroz vistazo a los años de la Gran Depresión. Violencia visual y moral sin concesiones.

El Emperador del Norte (1973) fue otro buceo en la Depresión, en este caso desde una óptica más aventurera, aunque no por ello menos dura y certera, mientras Lee Marvin y Ernest Borgnine establecían un duelo muy violento a lo largo de las vías férreas.

Ultimátum nuclear (1977) tuvo a Burt Lancaster secuestrando una base nuclear y amenazando lanzar misiles contra la URSS si el gobierno no revelaba por TV un documento secreto relativo a la guerra de Vietnam. Como dato curioso, el final del film fue tijereteado sin piedad por la dictadura uruguaya en 1980. Empero, un año después Canal 4 lo exhibió completo sin problema alguno.

Y a esos títulos aún habría que agregar otros muy interesantes en el género bélico (Diez segundos al infierno, 1959; Así nacen los héroes, 1970), el western (La venganza de Ulzana, 1972), la aventura (El vuelo del Fénix, 1963), el drama (La leyenda de Lylah Clare, 1968; El asesinato de la enfermera George, 1968) y el policial (Desquite fatal, 1975). Entonces ¿por qué subestimarlos? De ellos se dijo que son excesivos, brutales, decadentes, esperpénticos, sórdidos y barrocos, adjetivos utilizados siempre en sentido peyorativo. Un viejo colega de Marcha los desestimó porque “reflejan la mayor miseria del ser humano ofreciendo a cambio sólo más miseria”. Esa ceguera formó parte de un discurso donde el término “cine comercial” era (para muchos, aún es) mala palabra. La crítica intelectual no perdonó que Aldrich rodara fuera de los márgenes preestablecidos por aquella inteligentsia. Decían que era despersonalizado porque se situaba en el cine de géneros, cuando en realidad desde su óptica Aldrich daba la versión más honda y honesta de sí mismo. Hay que decir además que supo ser un autor, porque más allá del género específico que abordara en cada labor, manejó temas recurrentes (la tenue línea entre triunfo y fracaso, la ambigüedad en los desenlaces producto del choque entre los individuos y las jerarquías de poder). Mal que le pese a mis maestros, la sordidez de su obra fue y aún es reflejo impiadoso de la sociedad que retrató.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".