Cuántas veces nos habrá ocurrido enganchar una sucesión de turbulencias y pozos de aire, o peor, una fuerte tormenta, con rayos y refucilos y el avión que se sacude y vibra como si en cualquier momento fuera a partirse, cayéndonos todos al vacío y al fin. Estómago apretado, angustia y un julepe tremendo y ahí nos brota de adentro un borbollón de sentimientos, lleno de remordimientos, culpa y miedo y empezamos a hacer promesas de arrepentidos: si zafo de ésta prometo que nunca más…
Pero después el vuelo se serena, nos traen la comida y todo queda en el olvido, (no el recuerdo del susto, pero sí las promesas).
Lo que hoy estamos viviendo no produce exactamente la misma sensación de impotencia ante una amenaza a nuestra vida, pero en muchas cosas es casi igual.
Sólo que nos da tiempo. No es un sacudón alarmante pero corto. La situación es muy jorobada, los riesgos existen y es lógico sentir angustia y desasosiego, pero nos da tiempo para pensar, para pisar la pelota y pensar.
No debemos hacer la del avión: julepe intenso, promesas desopilantes y después, olvido. El tiempo que nos da esta epidemia puede ser algo sumamente útil, una experiencia única que probablemente (y ojalá) no volveremos a vivir.
La oportunidad para parar las rotativas y hace un análisis de nuestras vidas. No para jurar “nunca máses” que sabemos escaparán a nuestra capacidad humana de cumplir. Un análisis sistemático para descubrir qué puedo y debo hace mejor (o no hacer más).
Si me permiten un consejo: agarren unas hojas bien grandes y divídanlas al medio, de arriba abajo. De arranque, dejen en blanco la columna de la derecha y concéntrense en la de la izquierda, empezando el encare de mayor a menor:
1.- Mi país: aprovechando que esta catástrofe está corriendo para un costado, (temporariamente), la enfermedad nacional de politizar todo, no es mal momento para procurar una mirada objetiva sobre el país, sobre el gobierno y –lo más importante—acerca de qué pinto yo en todo esto. ¿O acaso se me está pasándola vida sin que yo haga nada en estos planos?
2.- Otro tanto con respecto a la sociedad en la que vivo: este cataclismo está desnudando muchas y muy diferentes posturas en nuestra sociedad. Desde los que están sufriendo el desastre de forma particularmente dura, hasta los que se ponen las pilas para ayudar. ¿Dónde estoy yo ubicado?
3.- Mi trabajo, mi empresa: ¿cuánto hace que no hago un análisis a fondo? ¿Qué puedo cambiar/mejorar?
4.- Mi familia: la cuarentena nos pegó a algunos y nos separó de otros. Gran oportunidad para mirarlos objetivamente y ubicar los valores donde deben estar.
5.- Por último, yo: ¡si habrá rincones de mi ser llenos de telarañas, a los que no entro desde hace años!
Cuando haya terminado con la columna de la izquierda, pasar a la de la derecha, deteniéndome en cada punto y llenar enfrente lo que puedo y debo cambiar o renovar, punto a punto.
”Nosce Seauton”, decía a la entrada del templo de Apolo en Delfos. Conócete a ti mismo.
No hay tiempo mejor empleado. Es el camino para cumplir con el consejo que Polonius le da a su hijo Laertes en Hamlet: “To thine own self be true”
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