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¿Cómo se financian los partidos?

¿Cómo se financian los partidos?
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Nuevamente esta en agenda la ley que regula la financiación de los partidos políticos. El intento de aprobarla en 2017 fracasó ya que el Frente Amplio no logró la unidad de su bancada por la negativa de Darío Pérez de votarla, quien se sumó a los partidos Nacional y Colorado que no la apoyaron. Ahora se intenta nuevamente pero no parece sencillo lograr su aprobación. Los recientes casos de miembros de bandas de narcotráfico con vinculaciones partidarias ¿deberían alertar a la opinión pública para que exija a sus representantes que se busque la manera de afrontar esta problemática? ¿No es fundamental que sea transparente cómo se financia a los partidos? ¿Se debe limitar el valor de los aportes? ¿Pueden ser aceptadas donaciones de empresas? ¿Cómo se evita que el narcotráfico entre con dinero en la actividad política? ¿No se debe acortar el periodo de campaña electoral para evitar gastos excesivos? ¿Cómo se evita que solo puedan ser candidatos gente con recursos económicos? ¿No se debería dar espacio gratuito en los medios a todos los partidos? ¿Se tiene que legislar para evitar que a unos partidos les cueste más cara la pauta publicitaria que a otros?

Debemos estar alertas por Martha Valfre
Entiendo que una “transparencia” en este tema resulta central por varios aspectos.
A) Primeramente, si bien es claro si bien se han pautado salarios interesantes para tanto senadores como representantes nacionales en una clara aspiración que cualquiera pueda dedicarse a la política, y que no quede restringido solo a aquellos que puedan dedicarse a trabajar en ella sin percibir un ingreso, esto no resulta más que una cortina de humo. Llegar hasta ese lugar insume asumir una importante inversión de dinero en publicidad, locales, recorridas, etc. que lo hace prácticamente inviable para gente “de a pie”. Es muy difícil que alguien externo a estas lides y sin quien financie el elevadísimo costo que supone una campaña pueda llegar. De esta forma se van perdiendo por el camino aportes de gente que puede ser muy valiosa, pero directamente no puede sostener la inversión. Entonces el concepto de democracia “representativa” que más como un formulismo que como una auténtica realidad.
B) En un mundo donde el narcotráfico ha ido lento, pero paulatina y sostenidamente “infiltrándose” en todas las actividades, hace imperioso que se conozca de donde provienen los fondos de los partidos. Si bien en Uruguay nos presentamos como un estado “protegido” de algunas cosas, lo cierto es que no tenemos una suerte de “cúpula de hierro” que nos permita sentirnos a salvo de que no se repliquen en nuestro querido país, situaciones como se ven en otros países. No necesitamos ni debemos permitir que el largo brazo del narcotráfico llegue a nuestras instituciones.
C) Finalmente, y no menos importante, transparentando el origen del financiamiento de los partidos, podremos saber si eventualmente hay algún partido comprometido con los intereses de alguna empresa, área o inversión. No es menor asumir que quien pone dinero en algo lo hace como inversión, Debemos estar alertas si el financiamiento a determinado partido es una apuesta a que luego ese representante tenga el compromiso de promover cierta estrategia favorecedora al grupo que apostó económicamente.

¿Financiar a la Democracia o a los Partidos? Por Rodrigo da Oliveira

A pesar de la nutrida legislación electoral con que cuenta nuestro país, es bastante escasa la referida a la financiación de los partidos políticos. Desde aquellas leyes madre de 1925, modificadas y ajustadas a lo largo de estos 100 años, hasta la fecha, pocos han sido los intentos de transparentar los ingresos de tales Partidos.
No solo ello, sino que también poco ha sido el interés académico mostrado en este sentido. Podemos contar los trabajos de Juan Rial, Bottinelli, Casas y poca cosa más.
Es como si hubieran puesto de acuerdo en ignorar el tema. Solo recientemente ha vuelto el tema a la discusión pública, luego de detectados algunos vínculos entre el narco y la política. Ahora visible, saltaron las alarmas.
Habitualmente los dineros llegan a la política desde las arcas públicas (mediante el pago de los votos obtenidos), desde el ámbito privado (mediante donaciones o aportes) y en sistema mixto, admitiendo ambas opciones simultáneamente.
Es el caso de nuestro país.
Algunos de los proyectos presentados apuntan a restringir los aportes privados a determinada cifra máxima, que no sean contratantes con el Estado y que sean nominales. En ello han coincidido los diferentes intentos de leyes al respecto.
¿Por qué no ha alcanzado aprobación ninguno de ellos, teniendo en cuenta la cantidad de puntos concordantes que presentan?
Uno de los argumentos esgrimidos es que los presentado limitaría al acceso irrestricto a los eventuales interesados, ya que primaría el aporte hacia los sectores históricos o establecidos, en desmedro de nuevos candidatos o sectores.
Esta limitante ya existe, dada el distingo entre lemas permanentes y transitorios, que en la práctica hace que sea casi imposible llevar adelante nuevos partidos, por fuera de los ya establecidos.
¿Estamos frente a una nueva forma de injerencia de delito de gran alcance y poderío económico, devenido del lavado de dinero proveniente del narcotráfico?
Parece algo naif el ruido causado, cuando poderío económico y lobbies han existido siempre, pesando en los políticos y sus decisiones.
No es necesario que les aporten dineros con ese fin, cuando tienen una y mil maneras más de lograr su concurso. Desde aportes en metálico hasta amenazas, en medio todo.
Tampoco la excusa de la transparencia parece acudir a apoyar la urgencia; desde hace años tenemos Junta de Transparencia, declaraciones juradas de ingresos y bienes y tal. Y testaferros y sociedades anónimas y cuentas acrecidas varias veces también, sin que nadie haya puesto el ojo sobre esos «llamativos» aumentos patrimoniales.
Los continuos cargamentos de grandes cantidades de drogas incautadas dentro y fuera de fronteras nos muestra que tenemos grandes huecos por donde entra y sale principalmente cocaína, sin que para ello le haga falta aportar demasiado a ninguna campaña electoral.
¿Perdimos de vista el objetivo? Ese continuo permitir que demasiada cosa suceda y que sigamos ausentes en los reclamos que deberíamos realizar como ciudadanía parece seguir pesando y mucho.
Mientras tengamos para el asado de fin de semana y la quincena afuera, estamos hechos. Ahora encima estamos con la ventajita que nos da Argentina, todos felices, sin ahondar demasiado en que nos come el bolsillo la misma oportunidad que apareció sin querer, allende el Plata.
No hagan olas, muchachos, que acá lo que cuenta es poder ingresar como empleado público en el siguiente llamado.
Quién paga, es lo de menos.

El asunto es cómo controlar por Oscar Sarlo
Nuevamente esta en agenda la ley que regula la financiación de los partidos políticos. El intento de aprobarla en 2017 fracasó ya que el Frente Amplio no logró la unidad de su bancada por la negativa de Darío Pérez de votarla, quien se sumó a los partidos Nacional y Colorado que no la apoyaron. Ahora se intenta nuevamente pero no parece sencillo lograr su aprobación.
No parece una buena narrativa decir que la oportunidad se perdió por el voto de un diputado que estaba preparando cambiarse de bando. Si una ley fundamental como esa depende de un diputado, algo no se había hecho bien. Esa legislación debería ser apoyada por una mayoría significativa, que trasunte una verdadera convicción del elenco político.
Los recientes casos de miembros de bandas de narcotráfico con vinculaciones partidarias ¿deberían alertar a la opinión pública para que exija a sus representantes que se busque la manera de afrontar esta problemática?
Por cierto, que esto pasa a ser un punto crucial para el futuro de la democracia, porque la formación de la opinión pública depende cada vez más de la presencia en los medios de gran difusión, sean formales como informales. Por lo tanto, debería conformarse una gran asociación de la sociedad civil, integrado por políticos de todos los partidos, comunicadores y empresarios comprometidos con el destino de la república, que se apliquen a formular propuestas y formar a la opinión pública en estos valores.
¿No es fundamental que sea transparente cómo se financia a los partidos?
Obviamente; el asunto es cómo controlar eso.
¿Se debe limitar el valor de los aportes?
Creo que no, si se transparentan los aportantes. Aportes muy importantes deberían implicar restricciones o mayores controles para el futuro.
¿Pueden ser aceptadas donaciones de empresas?
Nuevamente: si rige una efectiva transparencia de sus nombres, no lo impediría.
¿Cómo se evita que el narcotráfico entre con dinero en la actividad política?
Siendo riguroso con las normas anti-lavado, y generando espacios de control recíproco entre los partidos políticos.
¿No se debe acortar el periodo de campaña electoral para evitar gastos excesivos?
Creo que efectivamente hay que ir por ese lado, como sugiero en la respuesta siguiente.
¿Cómo se evita que solo puedan ser candidatos gente con recursos económicos? ¿No se debería dar espacio gratuito en los medios a todos los partidos?
Ciertamente. La clave está en considerar que los medios de difusión masiva deben reservar un espacio público (pues son concesiones de la república) de acceso igualitario. Si hay que compensar a las empresas que explotan esas ondas, durante un período de transición, debería costearse una indemnización por el Estado. Y, además, debería impedirse que más allá de los espacios gratuitos compartidos, se saturen los espacios comerciales con propaganda. Sería bueno que los medios continuaran con sus programaciones habituales, y así bajar el costo de la política, que es lo que la vuelve dependiente de fuentes ilegales de financiamiento. Todo esto ya ha sido estudiado y experimentado en democracias más avanzadas que la nuestra; sólo hay que lograr un compromiso firme, dictar las normas y vigilar que se cumplan.

La democracia muere en la oscuridad por Juan Pablo Grandal

“La democracia muere en la oscuridad” (“Democracy dies in darkness”, en inglés) es una frase que pasó a adornar la página central del Washington Post, uno de los periódicos norteamericanos más leídos y con mayor prestigio del imperio noratlántico, como respuesta a los repetidos ataques públicos del entonces Presidente Donald Trump a la prensa tanto escrita como televisiva.
El uso original de la frase me parece poco importante, y además bastante irreal, como la idea de que los grandes conglomerados mediáticos puedan ser llamados con cualquier nivel de seriedad “prensa libre”. Pero la frase en sí es buena, y es muy adecuada para la temática que aquí se discute.
No es la intención de este artículo discutir los méritos de la democracia liberal como sistema de gobierno. Claramente los tiene, aunque se sobreestiman. Pero en el entendimiento más positivo posible de este sistema, se supone que es uno en que, entre otras cosas, los ciudadanos eligen libremente a sus representantes. Y aquí hay que discutir, ¿qué es elegir libremente? “¿Qué quieren decir con eso de la libertad?”, citando a Zitarrosa.
Idealmente, una decisión totalmente libre supone un individuo plenamente racional, con perfecta información. Claramente eso es imposible, los seres humanos no somos perfectamente racionales, y muy difícilmente podremos tener la totalidad de la información que concierne a todas y cada una de las decisiones que tomamos. Eso no quiere decir que, no podamos tener “más” información. Y en lo electoral, esto es fundamental.
Uno cuando elige votar a un partido y dentro de este a un candidato, y una lista al Parlamento (en el caso de las elecciones presidenciales) puede basarse en muchas cuestiones para tomar esa decisión. Convicción ideológica, simpatía por el candidato, espanto por el candidato opuesto, entre otras. Pero ninguna de estas cuestiones es tan relevante para entender como un representante puede comportarse en un puesto en el Estado, sea legislativo o de gestión, que los apoyos económicos que sostienen sus campañas.
Cumplir en cierta medida con sus donantes, es más importante aún que hacerlo con su electorado. Claramente quienes votan son ellos, pero sin tus donantes no podés hacer una campaña con la capacidad de competir por la Presidencia, o por una posición parlamentaria importante. Un candidato puede decir una cosa en campaña, mientras sin que el público lo sepa, está siendo financiado por intereses que representan todo lo contrario. ¿A quién piensan que va a servir dicho individuo al alcanzar un puesto de poder? A un porcentaje de los votantes los puede mantener o recuperar con tácticas retóricas. Pero los intereses económicos buscan resultados concretos, no están para politiquería o discursos.
Un sistema que basa su legitimidad en la participación de las masas en la política no puede subsistir ocultando constantemente información a la ciudadanía, que pueda influenciar sus elecciones políticas. Después, los políticos a los que vota toman decisiones que parecen no tener sentido viendo sus discursos previos, y mucha gente se desilusiona con el sistema, con razón. O termina descubriendo que fue convencido por las opiniones vertidas en campaña por un político creyendo que eran honestas, cuando en realidad lo que sucedía es que defendía posiciones favorables a los intereses de sus contribuyentes económicos. La mejor democracia posible es aquella en la que el votante tiene acceso a la mayor información posible a la hora de ejercer el voto. Después lo hará como quiera, pero a plena conciencia. Creo que si elegimos un sistema de gobierno, debemos tratar de que sea la mejor versión de este posible.
Muchas veces quienes más se llenan la boca con las virtudes de la democracia liberal y más quieren exportarla a todos los confines de la tierra y se llenan la boca con denuncias a Estados con sistemas alternativos (siempre que sean pobres, claro está), son quienes más se empeñan en que se convierta en un sistema estanco que a paso lento pero seguro, va perdiendo legitimidad en la ciudadanía. Y no tengo ninguna confianza en que esto se revierta. Esta historia de una ley sobre financiamiento de partidos políticos siendo discutida a las apuradas poco antes de un período electoral ya la vimos.

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