Cristina Fernández: “Los festivales siempre fueron muy machistas”
Cristina Fernández acaba de lanzar “Palabras de amor”, su nuevo disco solista. Lo presenta el viernes 13 de noviembre, el día de su cumpleaños, en el Teatro Solís, donde además celebrará 44 años de carrera. Dos buenas excusas para conversar con una de las mayores voces femeninas del Uruguay, en una charla donde no faltaron, como era de esperar, Alfredo Zitarrosa, Idea Vilariño y Mario Benedetti.
Por Mauricio Rodríguez / Fotos Rodrigo López
En el frente de la casa, el apartamento donde vive está marcado con una chapa que dice “Fernández – Carrasco”. Es casi un santo y seña de un dúo que hace más de 40 años que camina, uno al lado del otro, en la música popular uruguaya.
Nos recibe con una sonrisa amplia y su perro Inti corriendo entre sus piernas. Washington Carrasco saluda junto a una gran cantidad de ejemplares de “Palabras de amor”, el último disco de Cristina. Que tiene una característica especial y única. Washington Carrasco, en su faceta de artista plástico, ha asumido el desafío de pintar, en cada uno de los ejemplares una pequeña y exquisita imagen, transformando cada disco en un objeto artístico único e irrepetible. Casi que una pieza de colección.
Cristina además de presentarlo el 13 de noviembre en el Solís, Cristina revisitará las canciones antológicas que marcaron las distintas etapas de sus 44 años de trayectoria, entrelazando poesía y canciones en el que incluirá un homenaje a Idea Vilariño y Mario Benedetti al cumplirse el centenario de su nacimiento.
Será un recital refinado y entrañable, donde Cristina invita a viajar a través de la calidez emotiva de su interpretación por la belleza y seducción de distintos géneros que le cantan al amor como lo son el fado, la ranchera, la copla, las cantigas, el bolero, y la habanera.
¿Qué balance hacés de estos 44 años en el trillo, en el marco este festejo tan particular que va a haber ahora en el Teatro Solís?
Todo esto fue por la pandemia. No miré tanto para atrás, pero coincidentemente hay muchas fechas que “están ahí”. Como por ejemplo los veinte años de un espectáculo que hice con Antonio “Taco” Larreta, sobre el amor a través del tiempo y la música. Después son los cuarenta años de mi primer disco en idioma gallego, de los que tengo seis. Al principio era toda una incertidumbre, en la que no sabíamos para dónde agarrar. Washington tiene una tabla de salvación que es la pintura. Yo, por mi parte, empecé a buscar entre discos, fotografías, libros y una cantidad de cosas, y encontré canciones de ese espectáculo que hice con Taco. No sé por qué, pero todas eran de amor. Y eso me parece algo muy lindo, sobre todo en este tiempo. Esas cuatro letras de la palabra amor, que creo son las que nos van a salvar. Empecé a juntar cosas de ese espectáculo y de otros, y le sumé canciones que en algunos discos no fueron tan populares. Empecé a recoger todo eso y conformé un disco de catorce canciones, que son todas de amor, y es el que acaba de salir. Me gustó hacerlo en este momento. Tenía una fecha que fue reprogramada – era originalmente para el 26 de mayo -, y pasó para el 13 de noviembre, justo el día de mi cumpleaños.
Viajemos un poco al pasado. ¿Tenés un momento preciso en el que hayas sentido que te ibas a dedicar a la música?
Creo que fue cuando conocí a Washington, en 1976, cuando hicimos el primer espectáculo. Yo ya había formado grupos antes, con mi hermana y otra amiga, y habíamos estado tocando en algunos lugares. Cuando conocí a Washington, que ya traía una trayectoria de doce años como solista y tenía ocho discos, fue un compromiso salir por primera vez al escenario. Él ya venía con una historia. Éramos cuatro y el espectáculo se llamaba “Inti Canto”. El grupo se fue disolviendo y yo, que era profesora de educación física, no tenía tanta la carga horaria. Tenía tiempo para los ensayos. Ahí empezamos.
Washington había iniciado su carrera como solista en 1964 y en los años siguientes participó en varios discos. Entre otros, “La Batalla de Las Piedras” (de 1968) para luego grabar su trabajo solista “Como el viento”, en 1969). Luego seguirían “Noche de cenizas” (1970), “A mitad de camino” (1971), “TutayTutay” (1972) y “Del Candil” (1973).
En 1974, poco antes de conocer a Cristina, se editó “Folklore oriental”, un disco compartido con Tabaré Etcheverry, Eustaquio Sosa y Víctor Pedemonte. Washington y Cristina conformaron su dúo en 1976, en plena dictadura, por lo que sus primeros pasos tuvieron el desafío adicional de intentar hacer música en un marco de represión y censura. Sucedía además que Washington era prohibido reiteradamente. Y sucedía que otros artistas, solidariamente, se aprendían e interpretaban sus canciones para ocupar su lugar vacío a la fuerza y poder así acompañar el canto de Cristina Fernández en los recitales en los que él no podía subir al escenario.
Desde sus inicios hubo una apuesta a rescatar y visibilizar a distintas poesías y poetas, además de los ritmos heterogéneos de las culturas latinoamericanas. A eso se agregó las músicas de la cultura gallega, de la cual Cristina es descendiente.
En 1977, un año después de dar vida al dúo, llevaron adelante el espectáculo musical «Y yo quiero cantártelo», junto a la actriz Leonor Álvarez, que se mantuvo durante siete meses en cartelera. Luego seguirían «Desde el origen» y «Ecos del camino» – en el Teatro del Centro – «Juegos florales» y (en gallego) «Orvallo na meia noite”.
En 1980 editaron juntos el disco “De puerta en puerta”, el primer trabajo del dúo, que salieron a presentar por todo el país. Luego seguirían “Canto popular uruguayo”, (1982), “Habrá un mañana” (1983), “Uniendo pedazos de palabras” (1984), “Reunión en libertad (1984, junto a varios artistas latinoamericanos) y “Vidamorymuerte”, ese mismo año. A lo largo de más de 40 años no pararían casi de editar discos.
¿En qué momento empezó a desaparecer la profesora de educación física y fue ganando espacio la artista?
Fue casi en simultáneo. Cuando te dedicás a esto, tenés que hacerlo enteramente. Sobre todo, al principio. Demoré un poco más en dejar de dar clases y durante un tiempo convivieron las dos cosas. Por el 81 dejé la educación física. Eran tiempos donde todo sumamente difícil, y cada vez lo era más. Estamos hablando del año 76. A Washington lo prohibieron muchas veces. Y pasaba que muchos compañeros aprendían las canciones nuestras para acompañarme a mí, para no dejar ese espacio vacío. Se ponía la guitarra como un símbolo. Me acompañaron Ruben Olivera, Abel García, “Toto” Méndez, Gustavo Fernández. Había una cantidad de compañeros que aprendían nuestras canciones para no dejar vacío el espacio.
A propósito de aquella solidaridad que había, ¿eso cambió en el ambiente musical, entre los años ochenta y los tiempos actuales? ¿Cambió el ambiente entre los músicos?
Cambiamos todos. La vida y el tiempo te hacen cambiar. Pero el vínculo, la amistad y la solidaridad siempre están. Siempre los músicos nos unimos. No te digo que nos veamos como nos veíamos en aquel tiempo, donde había una efervescencia muy grande y mucha militancia, pero sí, cuando nos llamamos, estamos todos.
¿Cómo se fue dando para vos la construcción del vínculo con el escenario? Siempre es un paso para el artista. Componer es una cosa, pero subirse al escenario y vincularse con la gente es otra.
Es el lugar donde me siento más cómoda. Todos me dicen que cambio. Yo por lo general soy bastante tímida y hablo bajo, pero cuando canto soy diferente. Una alumna me preguntaba que de dónde sacaba la voz arriba del escenario (Risas). Eso me gusta. Es un lugar donde me gusta estar siempre. Si muero en el escenario, también.
En 1980, luego de grabar su primer disco, salieron a recorrer todo el país con su música. Y al año siguiente viajaron a Brasil, donde tocaron en Porto Alegre, Bahia, San Pablo y Río de Janeiro. Al volver Cristina grabó el disco “Falade gallego”, y luego protagonizó un espectáculo musical junto al actor Roberto Fontana. Casi de inmediato junto a Washington editaron en Buenos Aires “Canto popular uruguayo”, un disco que compartieron junto al legendario grupo vocal “Universo”. Tocaron en la capital argentina y al año grabaron en Argentina, para la RCA, el disco “Habrá un mañana”, que presentaron en el mítico centro cultural La Trastienda”. Luego tocaron en Mar de Plata y Rosario.
No dejaron de subirse al escenario. Siguieron tocando en Montevideo y Buenos Aires. Editaron “Reunión en libertad” junto a varios artistas latinoamericanos y acompañaron a los Hermanos Parra en una inolvidable actuación en el Palacio Peñarol. Viajaron a Paraguay y en 1985 Cristina graba “Unha terra un pobo e unha fala”. Un año después ella fue distinguida con La vieira de Plata, un premio otorgado por el Patronato de la Cultura Gallega en el Uruguay en mérito por la difusión de la cultura gallega.
¿Cómo ha sido la experiencia de ir a otros países? ¿El público es el mismo a la hora de recibir el mensaje e interpretar la canción, o las experiencias son distintas? Estuvieron en Brasil, en Paraguay, en España, en Argentina.
¡Estuvimos hasta en Japón! Creo que todos son públicos distintos, pero por suerte siempre nos fue bárbaro. Si tengo que elegir un lugar, donde no me pude contener y hasta lloré en el escenario, fue en Galicia. Porque ahí estaba toda mi familia. Habíamos ido con Jorge Burgos, que ahora ya no está con nosotros. Y cuando estaba cantando los miré a ellos, y también estaban llorando. Fue en el 94, pero fuimos muchas veces. Esa fue la primera vez, que fue divina, porque abrimos el espectáculo en Bouzas, un lugar en Pontevedra. Pedimos que no entrara nadie en la prueba de sonido, pero al ratito de estar ahí llamaron a la puerta, ¡y eran todos uruguayos! Empezaron a entrar con banderas de Peñarol y Nacional, con el mate y el termo. Y se quedaron desde la prueba de sonido hasta el recital, entonces todas las primeras filas eran de uruguayos. Fue un bautismo divino, porque era la primera vez que cantábamos ahí, y yo tenía un poco de miedo, pero como eran tanto uruguayos, me sentí muy bien. A partir de esa actuación nos contrataron para el fin de ese mes. Pero teníamos que atender el estudio de grabación y tuvimos que volvernos.
Además de ese, ¿qué otros recitales recordás, a nivel emotivo? Por el momento, por la circunstancia, por la gente.
Cuando cumplimos los treinta y los cuarenta años. Nos gusta cuando hacemos ese tipo de celebraciones. El año que viene cumplimos 45 y también lo vamos a festejar. El último recital por los cuarenta años del dúo nos encantó porque pudimos juntar gente que nos había acompañado mucho. Algunos faltaron, pero estuvo mucha gente que nos acompañó en estos cuarenta años. Nos pareció muy lindo, fue maravilloso.
Tienen todo lo bueno y lo malo que puede significar hacer música en su propia casa. Los dos son músicos. ¿Cómo es la convivencia full time con la música?
Bueno, es un proceso de creación constante. Hemos tomado el camino de la poesía, fundamentalmente. También hacemos canción latinoamericana, y canciones propias. También trabajo en paralelo con la canción y la poesía gallega. Trabajamos así. Yo soy la que más leo, por ejemplo, porque tengo más tiempo que Washington, que tiene otra pasión, que es la pintura. Yo elijo determinadas poesías y él es el que las musicaliza, o lo hacemos entre los dos. Él me dice cómo leerla, si más rápido, o si de abajo hacia arriba, y así le va buscando la música que él ve que cada poema tiene. La poesía nace con una música adentro, que hay que descubrir.
En los últimos tiempos se está hablando mucho de la mujer en el ambiente musical. Fuiste una de las pioneras, hace más de cuarenta años. ¿Se ha evolucionado, se han avanzado casilleros en ese aspecto?
Se han abierto puertas, y hay muchas mujeres haciendo cosas, no solamente cantando sino componiendo. Eso está muy bueno. Se han abierto espacios, pero todavía falta. Los festivales siempre fueron muy machistas, y te lo digo por experiencia. Yo iba porque iba Washington, suponete. Y pasaba que de pronto en un momento yo era la única mujer. O había alguna otra, pero éramos muy pocas. Ahora veo que hay una brecha que es importante abrir, y se está abriendo, pero todavía falta.
¿Lo veías también afuera, en Argentina o España?
En esos lugares cantamos casi siempre solos. Cuando estuve en festivales, había mujeres, bastante, aunque eran más los hombres.
En 1987 grabaron “Sorocabana… al sur de la nostalgia” y en 1988 “Mel e carne”. Ese mismo año comparten escenario con Paco Ibáñez en el Palacio Peñarol. En 1989 viajaron a Japón para realizar 29 recitales en 42 días y editaron el primer CD de música popular en ese país llamado “Washington y Cristina en Japón”. En 1990 editaron “Nuestras canciones” y realizaron en el teatro El Galpón el recital “Cantigas populares” en idioma gallego. Viajaron a Brasil, Cristina se fue a Galicia y luego el dúo se presentó en el estadio Obras de Buenos Aires. En la capital argentina tocaron también en la Feria del Libro.
En 1994 estuvieron nuevamente en Galicia donde realizaron 25 recitales en diferentes ciudades – junto al músico Jorge Burgos – y Cristina actuó en la televisión local. Editaron un nuevo disco para el sello Fono Music de España y en 1995 realizaron el espectáculo “Vieiros de saudade”, basado en canciones populares gallegas. Al año siguiente grabaron para Orfeo el disco “Por sobre el ala de un pájaro”. Fueron distinguidos con el premio Morosoli, que es otorgado por la fundación Lolita Rubial de Minas. Y un año después tocaron en el teatro Solís y en el Florencio Sánchez. En 1998 graban” Raigames” y crearon el espectáculo “Vuelvo por mis alas”, de Federico García Lorca, en la sala Atahualpa del Teatro El Galpón. Fue un ciclo exitoso, nominado al Premio Floremcio, donde estuvieron acompañados, entre otros, por la actriz Cecilia Baranda y los músicos Ana Inés Zeballos, Florencia Romero y Sergio Tulbovitz. En 1999 Cristina se presentó nuevamente en Galicia y además grabó tres actuaciones para la televisión española. En el 2000 Cristina realizó junto Antonio “Taco” Larreta, en el Teatro del Centro, la obra “Amor: sol y sombra”, dirigida por Carlos Arbeleche.
¿Qué es lo que más te gusta en el proceso de grabar un disco? Desde la idea inicial, el encontrarle la forma a la canción, ensayarla, grabarla, editarla.
Lo que más disfruto es el ensayo, que me encanta. Porque ahí está el trabajo creativo. Con los músicos con los que estoy ahora es como un taller. Si a uno se le ocurre algo, lo escuchamos. Todos aportamos, y eso me encanta. Es como un laboratorio del que sale la canción, y después no nos acordamos quién dijo tal cosa. Es una cosa colectiva.
¿Y después de hacer un disco lo escuchás con atención?
Nunca más los escucho. Solamente escuchamos los discos de Washington, porque él tiene la teoría de que si los escuchamos a fin de año vamos a tener trabajo todo el año. Entonces los escuchamos a fin de año (Risas). Pero en realidad lo que sucede es que después de la mezcla y la grabación quedás muy saturado.
¿Y en esa escucha que hacen ves cosas que podrían haber quedado mejor?
Siempre me parece que se podría haber hecho mejor. Aunque capaz no. Me acuerdo de una canción que estábamos ensayando con Ana Inés Zeballos, que está en este disco y se llama “Lágrima”, es un fado. Estábamos ensayándola y el técnico la grabó, y esa fue la que quedó. Fue maravilloso.
Algunos artistas graban un disco y luego pasan tres o cuatro años hasta el próximo. En el camino artístico de ustedes, y en particular en el tuyo, hay como cierta periodicidad…
Sí, ahora hace bastante que no grabamos en dúo. Hemos tenido varios viajes. Hemos hecho muchos espectáculos con actores de teatro. Nos encanta la voz hablada y la voz cantada, al unísono. Ese espacio escénico que se forma con el actor nos parece divino.
En 2010 Washington y Cristina fueron reconocidos como “Ciudadanos ilustres” de Montevideo. En esa instancia se recordó el camino de ambos en la música. Se mencionó que, en sus comienzos, Washingto estudió guitarra con Daniel Viglietti y con Demetrio Asuma, y que sus profesores de canto fueron Nelly Pacheco y Mabel Moreno. Se señaló que en 1967 viajó a Chile, donde participó del movimiento de la Nueva canción junto a artistas como Víctor Jara, Patricio Mans y Ángel Parra. Y que Cristina, por su parte, también había tomado clases de guitarra con Viglietti y de canto con Nelly Pacheco y Mabel Moreno.
¿Te hubiera gustado ser actriz?
Me habría encantado. Mi padre fue actor de teatro y radioteatro, y director de coros. Por eso mi casa siempre estaba llena de actores. Pero no sé por qué se me dio más por la música.
¿Nunca hiciste nada en teatro?
Con “Taco” (Larreta) hacía contraescenas. Después hicimos algunas cosas donde participaba un poquito, decía algunos textos. Pero no más que eso. Casi siempre, cuando canto, integro poesía.
Que se acerca mucho a la actuación…
Sí. Eso me gusta.
¿Cómo vivís los minutos previos a subir a escena? ¿Tenés algo especial, una especie de concentración previa?
Trato de estar bastante concentrada. Pienso mucho en mi padre en esos momentos, que me enseñó muchísimas cosas. Me decía que entrara con el pie derecho, y lo hago. Trato de que él me acompañe. Era una personalidad sumamente fuerte y poderosa. Me acompaña, y me gusta.
Se parece mucho a una cábala. ¿Tenés alguna otra?
Sí, llevo las fotos de mis padres, y de mi hermana, a la que lamentablemente perdí hace dos años. Llevo a mis seres queridos conmigo.
A propósito de eso, ¿tuviste también momentos tristes en el escenario, momentos que recuerdes de mala manera? ¿O siempre fueron momentos positivos?
Siempre fueron positivos.
¿Cómo vivís el subir a un escenario como el del Solís, con su historia? Incluso por su tamaño, por lo que implica…
Es maravilloso. El Solís y también el auditorio del Sodre, donde tuve la suerte de ser una de las que estuvo en la reapertura. El Solís es como un abrazo, parece que te abraza. No sé ahora, con el protocolo que hay que cumplir y el aforo de trescientas personas. Pero igual, el Solís es siempre el Solís.
¿Hacés una previa de recorrer el escenario?
Sí, me gusta recorrer el escenario, la platea. Me gusta mirar la cancha.
La otra parte de esta historia es la gente, el público. ¿Cómo sentís la llegada de esa energía que está ahí presente?
No se ve mucho, por las luces, pero sí sentís la energía. Lo que completa el espectáculo es la gente. Ahí es donde está la verdad, ni en los ensayos ni en la prueba de sonido, está en el escenario. La verdad está en el escenario y con la gente.
¿En qué momento empezás a pensar en el espectáculo que se va a materializar? ¿En los ensayos, en la previa, en la grabación?
Viene en ese momento, porque es una energía que se vive ahí. El ensayo es una cosa, pero en el escenario está toda la energía que transmite la gente. Las canciones cobran hasta otro sentido, quizás, que no te imaginabas.
¿Te pasó que alguien te hubiera comentado que una canción le llegó de una manera en que no habías pensado? Porque cada uno se adueña de la canción desde el lugar que quiere…
Sí, nos ha pasado muchísimo, con “(…) está pariendo un corazón”, por ejemplo, con gente que estaba en enferma y escuchaba esa canción. Una muchacha me dijo que estaba escuchando esa canción mientras paría a su hijo. “Traéme la canción de Cristina”, le había pedido al marido. Después pasan muchas cosas con “El enamorado y la muerte”. Dos veces en un taxi me han llegado a decir que no me iban a cobrar, “porque mirá que yo salvé un examen gracias a esa canción”. Mucha gente nos pide canciones. Por ejemplo, de esa canción se cumplen cuarenta años desde que la estrenamos, en el Club Canelones. “Vamos a cantar un estreno”, habíamos dicho esa noche. La gente escuchó, ¡y no sabés lo que fue el aplauso! Nos pedían que la tocáramos otra vez, y la tuvimos que cantar tres veces. Nunca nos pasó algo así con otra canción. Ahí nos dimos cuenta que había pasado algo. Sucede que ahí está todo, el amor, la vida.
¿Te acordás cómo fue que nació esa canción?
Sí, primero nos peleamos con Washington (Risas). Pasaba que yo no quería hacerla. Y entonces quedó guardada en un cajón un tiempo. Al final le dije a Washington para hacerla. Por suerte la hicimos, porque es lo más emblemático del dúo.
Sí, casi que es un sello de identidad. ¿Qué cosas creés haber aprendido de Washington, después de tantos años con él? ¿Y en qué cosas creés haberle contribuido vos, desde el punto de vista artístico?
Washington es un hacedor de cosas. Esta mesa que ves acá, estos muebles, todo lo hace él. Arregla todo lo de la casa, además de pintar, de tocar, de componer. Es un hombre sumamente completo. No sé si yo le aporto algo a él, pero él sí, muchísimo. Y eso de estar juntos tanto tiempo y de convivir creo que es porque el dúo nuestro es muy libre. Ambos cantamos solos, además de cantar juntos. Esa libertad y ese crecimiento de cada uno, en las cosas distintas que hacemos, es lo que nos hace convivir tanto tiempo. Ya son 45 años.
A fines de 2019 el dúo recibió la medalla Delmira Agustini por parte del Ministerio de Educación y Cultura, un premio que reconoce la labor de referentes de la cultura uruguaya. Fueron premiados “en virtud de su indiscutible actividad cultural y en especial como autores e intérpretes de larga trayectoria artística de la música popular uruguaya, caracterizada por el rigor y el compromiso constante de las circunstancias sociopolíticas, contribuyendo así a la proyección del Uruguay Cultural”.
¿Son críticos, en el buen sentido? A la hora de decir que algo de lo que están haciendo no les gusta.
Sí, cuando yo hice aquel espectáculo con Taco lo llevé a Washington y le pedí que me dijera todo lo que viera mal. Él estaba en el estudio y no pudo estar, pero estuve acompañada por dos excelentes músicos. Una fue Ana Inés Zeballos, divina, una concertista de guitarra maravillosa, y Facundo Fernández. Los dos me acompañaron.
Tanto individualmente como en dúo han trabajado mucho con artistas de acá y de afuera. ¿Queda algo pendiente con algún artista o músico?
El sueño de mi vida se cumplió, que fue cantar con Joan Manuel Serrat. El sueño dorado. Cuando en los reportajes me preguntaban con quién me gustaría cantar, yo decía que con Serrat, pero como algo que no iba a pasar (Risas). Un día me llamaron por teléfono. “Cristina, te habla Joan Manuel Serrat.” Yo creía que era un amigo, porque todos conocen mi admiración por él, y no le creí. Estuvimos hablando rato, hasta que me dijo: “Mira Cristina, soy Joan Manuel Serrat. Esta conversación compromete la herencia de mis hijos.” Porque yo le discutía que no era él. ¡Qué vergüenza! (Risas) Pero cuando me dijo eso que la conversación comprometía la herencia de sus hijos, me di cuenta que era él. Eso fue en 2016, cuando cumplió cincuenta años en la música e hizo todo un recorrido y empezó por acá.
Su vínculo con Uruguay y Montevideo es muy particular.
Sí, es así. Esa vez éramos Fernando Cabrera y yo, al principio. Después se sumó Viglietti y Mauricio Ubal.
Y ahí te sacaste el gusto de cantar con él…
Sí, por suerte he cantado con casi todos los compañeros de la música popular uruguaya, y ojalá pueda cantar con muchos más. Pero ese era un sueño.
¿Cómo fue la previa de ese encuentro con Serrat?
¡No sabés! Pasé ensayando todos los días hasta que llegó. Cuando nos pudimos juntar, yo había ensayado tanto que me dijo “ya está”. Una sola vez y me fui. Yo me preguntaba si alcanzaría con una sola vez. Pero fue divino. Él es una persona sumamente generosa. Yo estaba en mi camarín y fue a decirme que no me preocupara, que iba a salir todo bien. Fue una experiencia maravillosa. Y acompañados de tremendos músicos.
Otro nombre que seguramente te genere también algo especial es Alfredo Zitarrosa.
¡Una maravilla! Una maravilla cantarlo. Lo canto bastante, y dentro de nuestro repertorio no pueden faltar Zitarrosa, Federico García Lorca e Idea Vilariño. Esos nombres no pueden faltar nunca. Porque además, en el caso de Alfredo, lo conocí.
Lo conociste en Buenos Aires. ¿Cómo lo ubicás en el espectro de la música popular uruguaya?
Creo que Zitarrosa y Daniel Viglietti son íconos, algo maravilloso para nuestro país, junto con otros cuantos como “El Sabalero” (José Carbajal), Los Olimareños y otros muchos. Pero sobre todo ellos dos, y sobre todo Zitarrosa. Daniel era más intelectual en su decir, y Zitarrosa era más popular.
Mencionaste a Idea Vilariño, ¿en qué lugar la ponés en ese espectro de referentes?
Divina. Tuve la suerte de conocerla. De hecho, tengo una carta de ella. Yo le había pedido que me acercara poesías suyas para musicalizar. Me acercó dos, junto con una cartita, que tengo como un tesoro. Y además pasó esto: tengo una amiga, Carolina Viola, que me hizo un almohadón con la carta, para que no se me borrara. Fue una mujer maravillosa. En febrero tuve la suerte de tocar con la Filarmónica “La canción y el poema”, de Idea y Zitarrosa.
¿Y dónde ubicás a Mario Bendetti, a propósito de que este es su año?
No fui tan amiga de Mario como lo fui de Idea, quizás por la cercanía de ser mujer, pero lo conocí. Asistí a varios de sus cumpleaños. Para nosotros fue un privilegio que nos invitara. Washington ahora pertenece a la Fundación Mario Benedetti, como secretario. Yo estoy en la lista de gente que Mario hizo para que la Fundación siguiera adelante. Estoy como vocal, aunque hay muchos antes que yo. Pero me enorgullezco de poder estar en esa lista.
¿Cómo ves la situación polémica acerca de Mario como figura del Día del Patrimonio? Que a nivel oficial se eligiera a Quintela como nivel central, y no tanto la de Mario.
Como fueron los 100 años de Mario e Idea, el pueblo se encargó de que el Día del Patrimonio fuera de ellos también. Ojo, también conozco y sé quién fue Quintela. Pero la propia gente hizo de todo por el aniversario de Benedetti, y no solo acá, también en España y en Argentina. Están todos los murales que se han hecho acá, todo lo que se ha hecho en poesía, en charlas, conferencias…
Hay obras de teatro también…
¡Claro! Ahí está la película sobre “La tregua”, que se ha exhibido en tantos lugares. Me parece que el pueblo lo eligió a él.
¿Qué opinión tenés sobre las políticas culturales de los últimos tiempos? La izquierda siempre ha tenido un vínculo con lo cultural, casi que tradicional. ¿Se han hecho suficientes cosas o considerás que se podría haber hecho más?
Creo que se hicieron cosas, pero todavía falta mucho.
¿Cuáles son las cosas que quedaron en el “debe”?
La cultura es muy importante. No lo digo solo a nivel de música y de teatro. Se han dado ayudas, pero falta mucho más, a nivel de teatro, de pintores, de escritores, de músicos. De todo lo que abarca la cultura. Cuando se den cuenta que es una inversión…
¿Cómo sos como consumidora cultural? ¿Sos de ir al teatro, al cine? ¿Leés?
Me encanta el teatro y el cine. Ahora está en pausa, como sabemos, pero me encanta, me apasiona. También los recitales. Siempre que puedo, voy.
El 13 de noviembre presentará el disco “Palabras de amor”, editado por Ayuí, en el Solís. Son 14 surcos que incluyen fados, canciones españolas, boleros y habaneras. Allí Cristina nos brinda una clase magistral de canto y fineza a la hora de interpretar diferentes estilos, sin perder en ningún momento su poderosa comunicación, plena de sobriedad, excelencia técnica y emoción. En su plena madurez como cantante y apoyada por excelentes guitarristas (Ana Inés Zeballos, Facundo Fernández y Jorge Nocetti), Cristina logra que “Palabras de amor” vuelva a sorprendernos, plantándose definitivamente como una de las mejores intérpretes del Uruguay.
Hablemos de este espectáculo que vas a presentar ahora, sobre qué es lo que se va a mostrar, esa especie de combo entre disco y recital.
Se cumplen los cuarenta años de mi primer disco en gallego, entonces va a haber una recorrida por ese disco, y otra por este otro que acabo de publicar. Como intérprete eso me permite ir por otros lugares que no visito siempre. Canto bolero, ranchera, fado, habaneras. Otros caminos que no abordo generalmente. Y después algunas canciones que dentro del dúo tengo que cantar sí o sí, como “El enamorado y la muerte”.
“El enamorado y la muerte” casi que es un sello de identidad del dúo…
Sí, pero además voy a tener un invitado, aunque todavía no voy a decir quién es. (Risas)
¿Este camino paralelo que has hecho con la música gallega ha contribuido a que esa música llegue a un público al que de pronto no llega habitualmente?
Sí. ¿Sabés por qué te lo digo tan enfáticamente? Porque sucede que voy al interior, y a veces cantamos incluso al aire libre, y me gritan que cante una en gallego. En el medio del campo, que te griten eso es increíble. Y además he tenido muy buena respuesta de Galicia. Hasta me llegaron a decir si no me quería quedar a vivir, que me ponían un piso, como dicen ellos, un apartamento, y una orquesta para cantar.
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