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Cuba, congreso y después… por Ruben Montedonico

Cuba, congreso y después… por Ruben Montedonico
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Raúl Castro traspasó en el congreso del Partido Comunista Cubano (PCC) el cargo de primer secretario, reservándose el derecho a ser consultado -según su sucesor, el presidente de la república Miguel Díaz-Canel- en “cuestiones delicadas”.

Ciertos constituyentes del camino de la rebelión murieron en las luchas rebeldes, luego la Revolución perdió a Pais, Camilo, Che, Almeida, Piñeiro, Fidel y ahora se retira Raúl -casi a los 90 años- con los vicepresidentes comandantes Ramiro Valdez y Guillermo García, entre otros. Pasaron más de 60 años desde que depusieron la tiranía y crearon defensas, contra las que el imperialismo y la contrarrevolución -promovida, auspiciada, controlada y adiestrada por EEUU- no la pudieron doblegar: ni en los primeros años ni en los pasados 30 -con la desaparición de la URSS y el CAME- con “período especial”, penurias diversas, escasez de materias prima y la pandemia, Cuba -superando adversidades- no menguó en sus principios de solidaridad con los pueblos.

De cara al congreso, ante el confirmado anuncio del retiro de Raúl Castro y miembros del gobierno -salieron veteranos elementos que dieron el puntapié inicial a la revolución desde el mayoritario Movimiento 26 de Julio y estuvieron en la fundación del PCC- el imperialismo y quienes adversan desde la derecha a Cuba, retomaron la táctica de romper la unidad interna, generar una disputa de fracciones por el poder y dar un primer paso para revertir los procesos habidos en la nación a partir de 1959.

Huelga decir que no siempre hubo aciertos en la conducción y que tampoco en el futuro todo lo que llegue lo será. Sin embargo, algo parece asegurado: la lucha por su socialismo que asiente una sociedad justiciera. Hablo de lo que me dijo y escribió Fernando Martínez Heredia (fallecido en La Habana en 2017) al referirse a un periodo: Se hicieron fuertes la burocratización generalizada, la formalización y ritualización, el autoritarismo, el seguidismo, el reino de la autocensura, la simulación y otros males. Un marxismo-leninismo dogmático, empobrecedor, dominante, autoritario, exclusivista, fue impuesto y difundido sistemáticamente, en el preciso momento en que crecía tan bruscamente el nivel de preparación de los niños y jóvenes cubanos”.

En términos de Fidel Castro, conductor del país por ser su autoridad y desde el partido, diremos que existen y surgirán en adelante tantos socialismos y lecturas sobre los mismos como países lo adopten a sus necesidades, desarrollo productivo e intelectual, a su cultura y costumbres. No recorrieron los mismos caminos China con Mao, que su vecino Vietnam y Ho Chi Minh o la caribeña Cuba con Fidel Castro y la generación rebelde que acabó con la dictadura, dando paso al tiempo de transformación socialista. Ese líder aseguraba -al igual que la generación que lo acompañó- que “pienso que no hay dos socialismos iguales”, acotando enseguida: “En general, los revolucionarios siempre se han equivocado al calcular el tiempo (que seguirá a su asentamiento); casi todos los revolucionarios en todas las épocas han creído ver el triunfo de sus ideas a la vuelta de la esquina”.

Pensando en quebrar la unidad del partido para dar paso a la lucha de fracciones, las derechas ofrecieron sus deseos como zanahorias en un gancho de promesas y estímulos para que algunos las tomaran. Así, las corrientes en EEUU afectas a Washington y expresiones conservadores europeas (con algunos “progres”), con diversas construcciones -desde sugerencias hasta casi órdenes- lanzaron posibilidades de cambio hacia el pasado congreso, señalando qué correcciones económicas aceptarían: tales recetas ponían a Cuba en el sendero de renuncia a toda forma socialista y la colocaban abrazando los mercados.

Ligado a lo anterior, al tratarse lo que vaciaba el contenido socialista a la economía, correspondía darle otro nombre al partido, como si de un vulgar nominalismo evocador se tratase, y al modificarlo, se pudiera disfrazar y a la vez renegar de su condición, obligando a algunos a salir del mismo y crear otros institutos políticos a la usanza occidental. Sin embargo, esas altas apuestas no se cumplieron, lo cual no niega la preeminencia hegemónica mundial del capitalismo, ni que existan algunos pequeños grupos en Cuba “flexibles” dispuestos a hacer concesiones porque no soportan las presiones que les impone eso que llaman “mundo libre”. Los revolucionarios aprueban el antiguo dicho de que las personas pasan -su presencia y vigencia tienen límites-, pero las instituciones quedan -los rebasan por un más largo tiempo.

En el futuro, el capitalismo seguirá intentando provocar rupturas, suponiendo que cada nuevo dirigente se considera en el deber de hacer cosas diferentes a las que hacía el anterior. Es así que en el continente ocurren choques, disensos, confrontaciones, habida cuenta que no hay en él siquiera un programa de gobierno que dure más de unos añitos, ni aunque el mismo partido siga en el gobierno: cambio de liderazgo significa otro programa, otra intención. Cada uno que llega cree que debe hacer cosas diferentes a su predecesor (mejores o peores).

¿Y el congreso?: obviamente tuvo su momento cumbre con la salida de Raúl Castro. Más allá de eso, se evaluarán acciones partidarias y de gobierno de las nuevas autoridades que comienzan en medio de una pandemia, reformas económicas que intentan capear el momento de profunda crisis; con aliados regionales débiles y un panorama futuro de reflujo de gobiernos populares, sin socialismo ni anticapitalismo a la vista, a lo que suman -y no es poco- en lo interno situaciones donde las aspiraciones populares -que surgieron antes que arribaran nuevas tecnologías de la comunicación e información y se potenciaron con estas- no tienen un rumbo cierto, lo que acrecienta matices y críticas.

Mucho del futuro dependerá de la habilidad de conjugar autoridad y debate en el contexto de mantener y solidificar en el pueblo las percepciones sobre soberanía, independencia, lo alcanzado y lo aceptado hasta y por ahora.

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