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Decisiones políticas, narcisismo y polarización social, por Miguel Pastorino

Decisiones políticas, narcisismo y polarización social, por Miguel Pastorino
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Existe una gran preocupación e interés por las tendencias fanáticas y fundamentalistas, en sociedades cada vez más polarizadas, ya sea en política, en educación o en religión. Es un problema para los líderes políticos que quieren debatir seriamente en los parlamentos, como es un problema para los profesores que quieren discutir algún tema polémico en clase y generar pensamiento crítico, como lo es también para cualquier familia o grupo de amigos donde haya miedo de hablar de ciertos temas que puedan herir la sensibilidad de alguien. Parecería que a muchos les es imposible distinguir ideas de personas, como si al criticar una idea se estuviera atacando a las personas que la defienden. Y es que vivimos tiempos donde el diálogo se hace cada vez más difícil por las fiebres igualitaristas que no dejan lugar al conflicto de ideas distintas, amplificadas por los algoritmos de las redes sociales que nos hacen ver solo a los que piensan como nosotros y tienen nuestras mismas preferencias o gustos. Uno de los primeros pasos para avanzar en la posibilidad de un diálogo real, es conocer las raíces de esta incapacidad contemporánea.

Un subjetivismo autorreferencial.

La presunción actual de que todo gira en torno a uno mismo, de que yo soy el centro del universo y que la realidad es mi realidad, va creando una incapacidad progresiva de entender que hay otros modos de pensar y de ver el mundo. Y esto tiene consecuencias sociales y políticas devastadoras: Si lo único que importa es mi interés y las cosas son solamente como yo las veo, ¿qué sentido tiene hablar de bien común? ¿cómo es posible que alguien entienda que tiene que aceptar límites a su egoísmo para dar lugar al bien ajeno?

Se escucha a personas que sostienen que no existe nada fuera de sí mismos. Y como van creando un mundo propio sin los otros, se vuelve innecesario comunicar a los demás el propio mundo, y cada uno vive en el suyo, en su verdad, en su realidad. Es como si lo real fueran solamente mis experiencias subjetivas y afuera todo es interpretable sin ningún límite más que el propio antojo. Si cada uno vive en su mundo, no es posible un mundo común y la política pierde su horizonte más natural: el bien común.

La tendencia sociocultural al narcisismo, a la autorreferencialidad, colabora con la incapacidad de salir al encuentro del otro, de conocerle realmente y, por lo tanto, de amarle de verdad, de buscar su bien. Se busca que los demás sean una extensión de uno mismo, una repetición de la propia subjetividad. Y si los demás confrontan mi modo de ver las cosas, simplemente dejan de interesarme. Los puedo “bloquear” y simplemente “desaparecen”, como por arte de magia.  Crece en nuestros tiempos una gran incapacidad para vivir el conflicto, para aceptar lo distinto, para vivir en la diferencia, para ver al otro realmente como es en realidad. Una persona autorreferencial se siente atacada cuando alguien piensa distinto, porque no puede separar su identidad de sus opiniones subjetivas. Por eso incluso calificará de “intolerante” a alguien por el solo hecho de no pensar igual.

La falta de lectura reflexiva, de pensamiento crítico, de interés por un pensamiento distinto que no confirme las propias ideas, crea un ambiente propicio para toda forma de fundamentalismos e intolerancia. El verdadero diálogo es hablar con quienes no piensan igual. Lo igual no necesita dialogar ni encontrarse con lo diferente. No pocas veces las banderas de la igualdad pueden promover la exclusión y la expulsión de lo distinto. La igualdad de derechos no ha de confundirse con una homogeneidad social de ideas y puntos de vista.

 Decisiones políticas en tiempos de crisis.

Quienes han tenido que tomar decisiones para hacer frente a la crisis del coronavirus, son conscientes de que tienen que atender al mismo tiempo valores e intereses diversos en sociedades cada vez más plurales y complejas, donde la polarización tiende a simplificar la realidad sin demasiada reflexión y sin pensamiento crítico. ¿Cómo priorizar la salud pública, o la economía, o la educación, sin resentir a las otras? ¿Cómo tomar las mejores decisiones?  La pluralidad de perspectivas, muchas veces incompatibles entre sí, en asuntos complejos, da lugar a múltiples conflictos. La política tiene mucho que ver con el intento de articular la diversidad de visiones, pero al mismo tiempo ninguna complejidad exime de la responsabilidad de buscar los mejores procedimientos para decidir lo que impacta sobre la vida de todos.

Michael Sandel, profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard, en una entrevista (BBVA, 2019) expresó: «Vivimos en una época polarizada donde parece que hay muy poca base para una política del bien común. Y una de las características más perjudiciales de la polarización es que la gente solo escucha opiniones que refuerzan lo que ya cree y esto hace que el diálogo sea muy difícil. Casi hasta el punto de que el diálogo y el discurso democrático genuino es un arte perdido. Es un arte perdido porque la gente ha perdido la fe hasta en la posibilidad de debatir con personas que no están de acuerdo con ellos… Existe el temor de enfrentarnos, de generar conflicto y rabia, o incluso de que esto conduzca a la coerción, a la imposición de los valores de la mayoría sobre la minoría. Y debido a esto, tendemos a evitar el debate sobre valores en política. Creo que es una de las razones por las que el discurso público de las sociedades democráticas de todo el mundo parece ahora tan vacío y hueco. Es vacío y hueco porque casi tememos hablar con nuestros conciudadanos sobre grandes cuestiones como la justicia, la ciudadanía y el bien común, porque tememos no estar de acuerdo… Creo que nuestras instituciones educativas deben desempeñar un papel importante en la creación de estas normas y hábitos de diálogo civil… Creo que en lugar de esperar a que los partidos políticos y los políticos nos salven, necesitamos vigorizar el discurso público haciendo que el sistema educativo y los medios de comunicación hagan un trabajo mejor».

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