Home Cine “DELICATESSEN”, un film muy especial que cumple 30 años  
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“DELICATESSEN”, un film muy especial que cumple 30 años  

“DELICATESSEN”, un film muy especial que cumple 30 años  
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A tres días de la entrega del Oscar, todo el mundo continúa especulando sobre cómo será la ceremonia, que por primera vez se llevará a cabo fuera del Teatro Dolby (donde sólo habrá números musicales), cambiando ese lujoso recinto por la histórica Union Station de Los Ángeles. Las discusiones también se han disparado acerca de si ganará la estupenda Nomadland de Chloe Zhao, o habrá alguna sorpresa en ese sentido, aunque casi nadie apuesta por el triunfo de Mank de David Fincher, pese a ser la película más nominada. Puede haber además un récord histórico: que ninguno de los cuatro intérpretes ganadores sea de etnia blanca. Incluso hay rivalidades enconadas en torno al documental, donde la justicia inclinaría su balanza por el sensacional film rumano Colectiv, aunque hace diez días el BAFTA británico otorgó su estatuilla a una tontería falsa y sensiblera llamada Mi maestro el pulpo. Y aún está por verse si esa ceremonia sin Zoom logrará recuperar los millones de espectadores que ha perdido, a nivel mundial, en los últimos años.

Habrá que esperar hasta el domingo para enterarnos de todo eso. Mientras tanto en estos días se cumplieron tres décadas del estreno de una película que en su momento hizo correr ríos de tinta, aunque hoy parece un tanto olvidada. Delicatessen se estrenó el 17 de abril de 1991 en París, y era el debut en el largometraje de los jóvenes Jean-Pierre Jeunet (1953) y Marc Caro (1956). Hablando de premios, ese año la película conquistó cuatro César (equivalente galo del Oscar) en las categorías de mejor ópera prima, libreto, dirección artística y montaje. La historia transcurre en un inmenso descampado cerca de una ciudad, en un futuro incierto. Allí se alza un viejo edificio habitado por personas de costumbres extrañas, que parecen tener una única preocupación: alimentarse. El dueño es un grotesco carnicero que tiene su establecimiento en la planta baja del edificio, y oculta algunos secretos en el sótano. A ese lugar llega el protagonista, un nuevo inquilino que trabajó en un circo y que rápidamente alterará la vida de los habitantes del inmueble.

Más que una historieta sobre un futuro inquietante, el film alude a un universo intemporal, como podría ser el de una ciudad bombardeada luego de finalizada una guerra. Detalles de vestuario y peinados de la década del 40 se cuelan en medio de una escenografía en donde los tocadiscos alternan con televisores que transmiten exclusivamente imágenes de viejos shows en blanco y negro. Un sombrío y caricatural ejército vigila los movimientos que tienen lugar en lo alto y lo bajo de ese casi derruido edificio. La lucha por sobrevivir en tiempo difíciles se desarrolla allí de acuerdo a coordenadas del bien contra el mal, que provocan el enfrentamiento del protagonista y su pareja con el siniestro carnicero y varios de sus seguidores. La intención de Jeunet y Caro era muy clara: aludir a un mundo en descomposición donde impera la ley de la selva. Si se leen ciertos titulares actuales se comprueba que no es necesario remontarse al pasado (ni pensar en el futuro) para hallar puntos de comparación con lo que Delicatessen sugiere. Lejos de pretender expresarse por medio de un lenguaje solemne y apocalíptico para provocar preocupación, los autores prefieren obtener las reflexiones correspondientes a partir de una narración en el estilo de ciertos comics, donde el toque distorsionante convive con los tonos de una realidad enrarecida. Un humor de tinte negro impera, y llama a la sonrisa constante y un par de carcajadas bien distribuidas. Uno de los méritos de la empresa es que el chiste no borra el espíritu ni estorba la acción.

La película dura 99 minutos y no se detiene nunca. Como en toda historieta que se precie, siempre sucede algo en alguna parte, sin necesidad de largas conversaciones. La imagen prevalece, confiada a los filtros, brumas y coloración que dictamina el fotógrafo Darius Khondji, quien saca inmejorable partido de la escenografía expresionista concebida por Aline Bonetto. Detrás de ellos se descubre la intención de un par de directores que vigilan para que cada toma conserve el efecto de un significativo cuadro de historieta, integrado a un montaje visual y sonoro que Hitchcock hubiera apreciado. Si nos ponemos exquisitos descubriremos alguna bisoñería mínima en el trazado de algún personaje, pero son los aciertos los que predominan siempre, junto a una buena narración y una notable inventiva, cualidad que llega a su cumbre en el contrapunto de imágenes, música y sonido que los Jeunet y Caro consiguen a propósito del elástico de una cama que chirría. Un ajustado elenco presidido por el trompudo Dominique Pinon (que luego sería actor fetiche de Jeunet) deja asomar al estupendo Rufus, con su rostro alargado y su expresión a lo Buster Keaton, en medio de una peculiar galería de caracteres, en un asunto cuyo ritmo crece y ondula hasta una deliciosa culminación.

Caro y Jeunet volverían a juntarse para La ciudad de los niños perdidos (1995), una delirante fantasía surrealista. Luego Caro se apartó, y al volver realizó un engendro llamado Dante 01 (2008). La carrera de Jeunet, en cambio, es por todos conocida: se fue a Hollywood y realizó la penosa Alien: resurrección (1998), pero vuelto a Francia se reivindicó realizando verdaderas joyitas como Amelie (2001) y Amor eterno (2004), donde llevó al estrellato a la espléndida Audrey Tautou; Micmacs (2009), película que merecía más difusión de la que tuvo en su momento; y la injustamente menospreciada El joven y prodigioso T. S. Spivet (2013), que es hasta ahora su último largo y nunca se exhibió en Uruguay, aunque se encuentra en varias plataformas de internet. De todas formas, a la hora de ver Delicatessen hay algo que debe quedar claro al espectador: para disfrutarla mejor es bueno olvidar al Jekyll que podemos ser, e invitar al Mr. Hyde que todos llevamos dentro.

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Amilcar Nochetti Tiene 58 años. Ha sido colaborador del suplemento Cultural de El País y que desde 1977 ha estado vinculado de muy diversas formas a Cinemateca Uruguaya. Tiene publicado el libro "Un viaje en celuloide: los andenes de mi memoria" (Ediciones de la Plaza) y en breve va a publicar su segundo libro, "Seis rostros para matar: una historia de James Bond".