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Derecha influyente por Ruben Montedonico

Derecha influyente por Ruben Montedonico
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La atracción que generó y genera la elección en el país-continente sudamericano -en la cual me incluyo- provocó el retraso por unas semanas de mi opinión acerca de lo acontecido en Europa -con la instalación
en sus gobiernos de coaliciones de la derecha y las consecuencias que eso depara para una parte del mundo- ante la llegada de un invierno que, más allá de atraer el frío, encuentra a los países de la región en una situación peculiarmente difícil.
No se trata de un grupo de países occidentales que coadyuvan en el soporte de una guerra de agresión -más o menos local- sino que acatan el mandato de apoyarla con herramientas militares y sin buscar algún camino para detenerla tras ocho meses de penurias que seguramente se extenderán bastante tiempo. Con sus apoyos, las bodegas de dichos países van viendo desaparecer y escasear los implementos acumulados para la propia defensa. Los surtidos donados por algunos países más los gastos extraordinarios, impensados, que afrontan en otros frentes (gas, petróleo, alimentos) impiden la reposición esperada de los “stocks” y estos, en muchos casos,
funcionan poco y lentamente, muy lejos de la rapidez con que se otorgan apoyos requeridos y exigidos.
Lo anterior le ocurre a países desarrollados que deben gastar -en general- más por una cantidad menor de hidrocarburos para cocinar y brindar calefacción; con una inflación donde se hace evidente que los precios van por elevador y los salarios (en el mejor de los casos) por escalera-, caída del PIB y de la moneda común y el paro que se extiende ante el cierre o disminución de producción de algunas fábricas.
Es cierto que no todos los países sufren por igual y hay quienes capean mejor (no sin resentirlo) el momento. Sin embargo, también hay que apuntarlo, no a todos le ha ido mal. Por ejemplo, sin peros, la dirección, el mando de la OTAN se ha abroquelado en torno a los lineamientos generales de Washington y el Pentágono, guiados por un anciano presidente que cuando era senador demócrata acompañó todas las acciones militares exteriores (o con efectos internacionales) de los republicanos.
Asimismo, EE.UU. encontró un sendero por donde transitan sus productos con fluidez al eliminarse o reducirse parcialmente la producción de la UE, en tanto espera que la factura militar futura vuelva a ser paga por los europeos para completar sus almacenes semivacíos. Algo parecido a una especie de tres en uno: consolidó su liderazgo en la OTAN; obligó a sus socios de la UE a enviar insumos a Ucrania (que no integra la alianza) y aseguró ventas futuras para el complejo industrial-militar de EE.UU.
Es evidente que no todo puede salirle a Joseph Biden como anillo al dedo: si bien como anticipé una parte de su mandato estaría destinado a restaurar los disgustos dejados entre los socios de EE.UU. por la gestión previa de
Donald Trump, sus actuales éxitos no le auguran ningún triunfo local próximo. Por ejemplo, los comicios intermedios del legislativo estadunidense se inclinarán hacia los republicanos, doctrinariamente seguidores de la dupla derechista Reagan-Bush (padre) -que acompañan buena parte de los “wasp” (white anglo-saxon protestant)- más a tono -declarativamente- con varios líderes europeos.
Aunque llame la atención, en Europa una derecha y ultras euroescépticos guardan para otro momento sus proclamados nacionalismos y se mancomunan en Bruselas para dar gobernanza a la UE, sin chistar demasiado en torno al liderazgo de la OTAN: quizá esperen por el dominio en Francia, de Marine Le Pen, y en España por Vox. Donde se muestran en
extremo radicales es en sus acciones antimigrantes.
Habrá quienes comiencen a contar el crecimiento de la influencia política de la derecha (en todo el abanico de sus expresiones) a partir del fracaso de la izquierda griega de Syriza, el devenir trágico de la gestión de Alexis Tsipras y la presión de Bruselas y la “troika”; yo creo que un factible inicio, paso a paso, oscilante y persistente, se ha venido produciendo desde que los países capitalistas desarrollados de Europa -vencedores o no de la II Guerra Mundial- aceptaron la preeminencia imperial de EE.UU. y su aceptación en la reconstrucción del Plan Marshall (ver a partir de Italia, 1945, y Sicilia en particular).
Quizá otros opinen en forma distinta a los enumerados y propongan momentos diversos o no consideren sus inicios y sí las consecuencias de la gestión. Lo cierto e innegable es que el avance de una ola de autoritarismo sacude a un territorio que hasta hace poco era considerado como reservorio de lo mejor de la democracia occidental, aunque ella viniera de la mano de inspiraciones autócratas orientales como las de Vladimir Putin, al que muchos miraban con intención de copiar.
Considerando las debidas formalidades hoy podemos contar que unos 17 o 18 países de la UE están gobernados por corrientes de inspiración de derecha evidente y algunos mediante alianzas, más o menos dominantes, con ultraconservadores. Lo singular es que las grandes y abundantes opiniones surgieron recientemente, en momentos en que cayeron en la cuenta que así había ocurrido en Austria, Suecia e Italia y que puede suceder en el futuro en España (que ya expandió sus ideas a formaciones de derecha
latinoamericana) y a Francia, cuando Macron sea sustituido por alguien más a su derecha, la lideresa paneuropea Le Pen.

En Reino Unido, tras el “brexit” y la muerte de la jefa de Estado, al díscolo primer ministro proTrump, lo sucedió la derechista Liz Truss, del ala más radical del Partido Conservador, a la que se le pronostica una corta estancia en Downing Street, agobiada por graves problemas que difícilmente logre superar.
Sin embargo, eso no sobresalta a los “tories”que seguirán en el gobierno.
El pasado 25 de septiembre, una alianza derechista italiana impuso a Giorgia Meloni como otra ultra más en un gobierno de la UE. Mientras se escuchan aún los vivas a Petro y se espera un triunfo de Lula, recordemos
que gobernará Lima, sin asociarlo aún a la derecha europea, el faccioso electo Rafael López Aliaga.

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