¿Desafíos del 2023?
Comienza un nuevo año y la realidad pos verano impone echar manos a la obra con los cambios, proyectos, reformas y soluciones que se vuelven imprescindible para nuestro país.
¿Qué medidas debe tomar el gobierno con urgencia? ¿Qué papel debe cumplir la oposición y cuáles deben ser sus propuestas? ¿Se lograrán consensos en temas cruciales como vivienda, educación, seguridad y empleo? ¿Se podrá postergar parea el año próximo la fiebre electoral? ¿Es viable mejorar el tono de la discusión política y social? ¿Es necesario lograrlo? ¿Vale todo para retener o reconquistar el gobierno?
¿Dónde está el centro? Por Martín Guerra
El desafío central que tiene el Uruguay a mi juicio es encontrar más claro el espacio de centro, que la sociedad en un porcentaje mantiene, y que no se ve claro en los partidos de mayor caudal electoral.
La irritada discusión pública no me parece sea reflejo de que es lo que quiere la mayoría o al menos buena parte de la población, sin embargo, de persistir así seguramente se vaya cambiando hacia una sociedad más bipolar. Ojalá no pase.
El principal activo que entiendo hemos construido como sociedad es la institucionalidad, las reglas de juego claras, los sistemas y poderes contestes a esta realidad. Es verdad que el precio para este gran activo, es un ritmo muy lento de transformación.
Veo a un gobierno con el rumbo correcto y ejecutando lo que puede en la medida de lo que la realidad le permite, que en caso de lograr lo que ya está en camino y si no hay grandes sorpresas externas llegara con algo bueno para decir al final del periodo, aunque hoy no se ve nada claro el panorama electoral de la coalición.
La oposición en tanto esta revitalizada y aprovechando errores no forzados del gobierno, aunque mostrándose mucho más radical y sin un centro claro. Veremos cómo se arma el nuevo plan de gobierno del FA de cara a las nuevas elecciones, en el pasado vimos que del mismo se desprendía que no debíamos esperar nada radical, hay fundadas sospechas que eso podría cambiar en este ciclo que viene.
A mi modo de ver gobierno y oposición deberían plantearse como poder hacer para que los 2 de marzo de cada nueva administración mejoren cualitativamente. Hasta ahora vemos 20 o 30 gobernantes peleando en las internas del gobierno (en gobiernos de todos los colores es igual), con equipos propios muy limitados, muchos temas a implementar que admiten mucha más discusión previa para llegar al gobierno con mayor certeza, y una maquina burocrática con toneladas de micro regulaciones y otros frenos para poder avanzar.
Gran desafío ser político y por eso debemos revalorizar esa actividad, con mayor prestigio, quizás mejores condiciones de trabajo, recursos para formar más gestores públicos y que esto ayude en que muchas veces no tengamos selección adversa para ocupar cargos públicos.
Las nuevas tecnologías de inteligencia artificial generativa interpelan la sociedad, la política y muchas de las discusiones que hoy vemos en la prensa. Tenemos que ponernos a rueda desde el sistema político, correr de atrás es típico en este tipo de disrupciones, ahora me parece que tan atrás no está bueno. Por ejemplo, los cargos que muchas veces nos parecieron con menos riesgo, los que están atrás de una pantalla de computadora ahora parecen ser los más amenazados en un futuro cercano, la educación está absolutamente interpelada y lo que hoy estamos discutiendo parece insignificante en relación a lo que viene (¡YA!), el ingreso universal será suficiente para tener una sociedad en estado de bienestar?
Todo este capítulo no lo veo incorporado en la política, y es básico que nuestros políticos entiendan los riesgos y las oportunidades, junto al resto de la sociedad.
Hemos navegado en el pasado desafíos muy grandes, tanto de la lógica electoral y sus propuestas de cambio, como así también de avances tecnológicos increíbles, soy optimista que seguiremos avanzando al menos como en las últimas décadas a un ritmo lento pero seguro, como mínimo, ojalá encontremos una mejora aun mayor para toda la sociedad.
La lucha electoral desplaza la lucha política por Oscar Mañán
Sin duda, el año 2023 tiene muchos desafíos por delante, pero me temo que el sistema político no esté a la altura de los mismos. Sin embargo, la lucha electoral ya comenzó de forma explícita tanto en filas de la coalición gobernante como de la oposición. Y, por supuesto, nadie puede negar las luchas intestinas dentro de los sectores que conforman los diferentes partidos, agrupaciones, alianzas estratégicas o coyunturales que resuenan y anuncian confrontaciones seguramente desgastantes.
Después de la contracción pandémica, aún no se resuelven temas de salud pública básicos y se insiste con vacunaciones masivas ya dejadas de lado en otras partes por ineficientes para posibles rebrotes del SAR Cov-2.
Asimismo, se debe consolidar una recuperación económica que es endeble, el manejo de la política monetaria amenaza a ser un escollo para la inversión, el dólar se atrasa sistemáticamente cuestionando la competitividad externa y varios precios importantes de la economía (i.e. combustibles) tienen una evolución errática basada en una búsqueda de paridad de poder adquisitivo internacional que, combinado con la evolución de la economía doméstica, impide una planeación productiva de mediano plazo.
Los salarios fuertemente corroídos en los años anteriores no presentan ni siquiera un horizonte de recuperación prepandemia y no siguen ni de cerca las cadencias de la economía. Los planteamientos empresariales se imponen libremente en los consejos de salarios sin una intervención para equilibrar fuerzas del Ejecutivo. Salarios atrasados, precios que están por encima de las metas gubernamentales, tienen su correlación en el aumento de la pobreza y la desigualdad. Y, en aspectos de seguridad también, por más que no son unilateralmente determinados, se entremezclan con los anteriores.
Por último, pero no menos importantes, son los problemas institucionales que presenta el país y las reformas en curso.
Lejos de la propaganda gubernamental referida a la “fortaleza de las instituciones” o sus aliados académicos que sirven de caja de resonancia, la debilidad institucional es alarmante. Los casos de público conocimiento a través del llamado “Caso Astesiano”, pone a temblar la vulnerabilidad de varias instituciones del orden democrático. Tanto el negocio implementado de los pasaportes bajo el paraguas de Presidencia (PR-MREE), la utilización de infraestructura de seguridad pública para seguir a ciudadanos (MI), la participación en el caso “Masset” del MREE y las concesiones del sistema judicial en aspectos cruciales del primero de los casos muestran connivencias (tal vez “justificada” en la ignorancia) que no disculpan la vulnerabilidad institucional.
Dos reformas están en curso, de las cuales ninguna tiene la anuencia de la mayoría de la población (ver encuestas). La reforma educativa es rechazada por todos los actores del sistema y desconocida por gran parte de la población. La reforma jubilatoria, no refiere a la seguridad social en sentido amplio, afecta a las próximas generaciones que deberán trabajar más tiempo para ganar menos y no resuelve la situación de las cajas que explican mayormente el déficit del sistema en su conjunto.
A pesar de la importancia de los desafíos, la lucha política no se divisa. No hay debate de ideas, no hay investigaciones institucionales que sean públicas sobre las vulnerabilidades expuestas, no hay actores de primer nivel responsabilizados y no hay juicios políticos desde el parlamento (respaldado por las reglas del juego democrático). Este último, podría argumentarse su ineficiencia para lograr votos de censura, pero sería elemental para abordar el zurcido de las instituciones.
Sí puede observarse una lucha electoral, para posicionarse en los diferentes espacios políticos. Comenzó primero en el partido de gobierno, con nuevas agrupaciones y alianzas, ahora se encuentra al rojo vivo la lucha en el Partido Colorado y en el Frente Amplio.
El Partido Colorado, bajo el timón de Sanguinetti que con menor representación soberana igual lidera; y el grupo mayoritario (Ciudadanos) en plena lucha por la sucesión de liderazgo ante la estampida del Dr. Talvi de la política y el último affaire de su sucesor el candidato a Lic. Peña. Esperan al mesías Bordaberry que desde afuera se presenta como titiritero.
El Frente Amplio está en una lucha sin cuartel entre los jefes Comunales Cosse (IM) y Orsi (IC) que buscan acreditarse como candidatos ante el Congreso. La lucha está planteada de forma frontal y hasta desprolija. Una opción más centrada en rescatar valores de la izquierda desencantada y, la otra más nacionalista, conciliadora y electoralista sustentada en el liderazgo de Mujica. La opción socialdemócrata viene lejos representada por Bergara que se perfila sucesor del astorismo.
A priori, no parecen estar a la altura de los ex presidentes, y el actual conductor del FA que busca rescatar la movilización popular no parece tener fuerza para disciplinar la lucha electoral y poner el debate político sobre la mesa. Mujica se autodesigna como conciliador en el relanzamiento del MERCOSUR para lo que no le faltan credenciales, pero no representa una visión sobre la inserción internacional emanada del debate de su fuerza política. En ocasiones, se ve como uno de los tantos “facilitadores” del gobierno.
Desafíos permanentes por Isabel Viana
Comienza un nuevo año (¿cuando llega el último ciclista?) y un mundo que parecía detenido, recomienza. Hay que encarar los cambios, proyectos, reformas y soluciones que en la coyuntura son calificados como urgentes. Hay que llevar a cabo múltiples tareas, en ámbitos diferentes de la gestión, en espacios territoriales diferentes y en el lapso político corto que resta a este gobierno.
La respuesta a cuáles son esas tareas no es la misma si las pensamos en la etapa inmediata, o si consideramos los tiempos medios y largos que definen la construcción del futuro del país. La prospectiva de medio y largo plazo es imprescindible, para asegurar que lo que decidimos hacer hoy no se obstaculice el futuro deseado.
En el corto plazo, hay barreras difíciles de obviar, como el tiempo político disponible o los recursos necesarios para llevarlas a cabo (humanos, materiales, económicos, financiero.)
Un primer filtro es definir las tareas ejecutables o no en el tiempo político restante y con los recursos disponibles. Los límites temporales y económicos se potencian por las barreras institucionales: los ritmos y maneras de actuar de las burocracias estatales suelen dificultar la marcha de la gestión.
Esos límites pueden flexibilizarse usando instrumentos extraordinarios para acortar tiempos o acceder a los recursos necesarios. Tales operaciones extraordinarias deben ser consideradas en el marco del proyecto de país, contemplando que sus costos obligan al país futuro.
2023 es un año clave para la gestión: previo a la coyuntura electoral, es un tiempo en el que es deben cumplirse los compromisos asumidos y consolidar el avance en los programas iniciados.
¿Qué es lo urgente? Cambiar la cultura política actual del país, caracterizada por la lucha por el poder. Lo nuevo debiera ser una cultura política de la gestión de la cosa pública como construcción, en la que lo importante es la gestión para el bienestar de la sociedad uruguaya presente y futura.
Es urgente abandonar la creación de empleos ineficaces y permanentes, así como la idea del Estado como responsable de repartir bienes sin contraparte laboral. La tecnología permite hoy prescindir del arduo movimiento de montañas de papel a través de las instancias administrativas. ¿Se perderán empleos públicos? Si, en la medida que no sólo son improductivos sino que suelen transformarse en mercadería electoral. Las actividades que lleven a cabo el Estado y aquellas iniciativas a las que apoye, deben caracterizarse por la generación de empleo digno y productivo.
Los cambios culturales no son simples. La oposición de opciones se ha manifestado en enfrentamientos muy personalizados y sistemáticos, caracterizados por la violencia verbal de la lucha por el poder.
La responsabilidad principal del gobierno es la generación de empleos que respondan a la vez a la realidad del territorio nacional y a las tecnologías contemporáneas apropiadas para generar su desarrollo en el medio y largo plazo y en la preparación del personal que las nuevas actividades productivas basadas en el avance tecnológico requieren.
Es tiempo de concretar por Carmen Asiain
La pandemia que sobrevino ni bien estuvo instalado el gobierno, lo obligó a atender urgencias de todo orden, unas a causa del Covid-19 -y no solo sanitarias- y otras que la emergencia sanitaria dejó al desnudo, como un déficit fiscal del 5%, altas cifras de informalidad laboral, inseguridad alimentaria, pauperización de la vivienda, que estaban, pero no figuraban en las cifras oficiales. Sopló el viento de la pandemia y quedó al descubierto una realidad que había que atender de forma urgente, además de la emergencia causada por la pandemia.
Pasados tres años que tuvieron al gobierno fundamentalmente concentrado en paliar tanto lo endémico o heredado como las contingencias de la emergencia sanitaria, es tiempo de concretar las metas comprometidas -valga la redundancia- en el contrato social pactado con la ciudadanía llamado Compromiso por el País. Este plan de gobierno -derecho del votante, deber para el gobernante- contiene metas de urgente atención, de corto, mediano y largo plazo, además de la constante de atender el orden de las cuentas públicas, la baja del déficit fiscal y el alivio de la carga impositiva a los contribuyentes.
Faltando dos años para la terminación del mandato y con tiempos reducidos para la concreción de lo comprometido, agravado ahora por una sequía que asola desde hace tres años al país, la pregunta acerca de qué es lo más acuciante a atender nos obliga a la antipática labor de priorizar unos temas por sobre los otros, cuando en realidad todos son importantes, sólo que algunos queman.
Las medidas urgentes a tomar por el gobierno, o mejor dicho, a continuar de aquellas contenidas en el Compromiso por el País que suscribieron los partidos políticos de la coalición de gobierno se concentran en tres ejes fundamentales que tienen en común el propósito de dignificar a la persona: vivienda digna, educación preparatoria para el progreso y una reforma de la seguridad social impostergable.
Una vivienda digna: concretar el programa de regularización de los asentamientos y con ello que cada uruguayo pueda acceder a los servicios básicos de techo digno, agua potable, saneamiento, accesibilidad a los medios de transporte, higiene ambiental, servicios básicos que son el presupuesto imprescindible para que pueda desarrollarse y progresar. En ello se está trabajando en coordinación entre el Ministerio de Vivienda, el MIDES, la Ministerio de Economía y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto con recursos adicionales destinados por este gobierno específicamente a ese fin.
Otro eje es la tan necesaria transformación educativa, que está en marcha; una reforma impostergable del sistema educativo, que estaba arrojando unos resultados tan tristes que avergonzaban a la tradición uruguaya. La transformación educativa parte de la premisa de que el ser humano puede, si se le da la oportunidad, que esas oportunidades pasan por ofrecer a cada uno, según su contexto sociocultural y económico, lo que necesita para habilitar su desarrollo, por una visión integral de la persona y sobre todo, por ir acompasando la educación y formación a los avances del progreso, preparando para la realidad del mundo cambiante, con mente abierta y dinamismo, incorporando las tendencias que rinden en otros lados como el aprendizaje por competencias. Para ello, es crucial enaltecer el rol del docente y la autonomía de los centros educativos, a la vez que ejercer la autoridad por parte del gobierno de la educación.
La tercera urgencia es concretar la reforma del sistema previsional común, mejor conocida como la reforma de la seguridad social. Si no hacemos nada, a pesar de haberse diagnosticado hace décadas que ello era impostergable, no nos perjudicamos los de mi edad, mayores de cincuenta, sino las generaciones de jóvenes y de mediana edad que, o no van a poder acceder a una pasividad digna, o van a ver recargado sobremanera el caudal ya grande de impuestos que pagan, para sostener el sistema. En 1925 la edad jubilatoria era 60 años. 100 años después se vive mucho más. Es de simple matemática que hace falta una reforma que se adecue a la nueva realidad.
Ante estas tres grandes urgencias, sumadas a la continuación de una política de seguridad pública que es condición de la Libertad, entendemos que el papel de una oposición responsable debería priorizar el patriotismo por sobre todo otro interés. No es más que poner al país primero, antes que las cambiantes ambiciones electorales o de recuperación no tanto del gobierno, sino del poder. Una oposición constructiva que marque los tiempos y exija cumplimiento de las promesas, que señale las tareas pendientes, que subraye las de atención urgente, que esté cual vigía insomne develando las contradicciones, fallas y faltas del gobierno; que ejerza su rol de control de transparencia y regularidad. Patriótica, constructiva, si es que de verdad el país está primero. Para ello es imprescindible que actúe con honestidad intelectual. ¿Quién se cree que hay una crisis institucional o que la democracia peligra por el hecho de que se haya hallado un empleado corrupto y delincuente del cual la justicia ya se está encargando? Esta sinceridad, autenticidad y honestidad intelectual a que se aspira tiene mucho que ver con la transparencia que se reclama; la transparencia de la persona. Al final, la crítica indiscriminada que distorsiona el lente con que se mira la realidad, tampoco sirve. En lugar de construir por el país, distrae, frena y al final cansa al electorado.
Claro que es viable mejorar el tono de la discusión política. Depende de nosotros, de todos. Depende de la franqueza con que encaremos la legítima contienda. No vale todo para retener o reconquistar el gobierno. El fin jamás justifica los medios.
Hacer posible lo “imposible” por David Rabinovich
Este sistema impone el vale todo como lógica de ganar convirtiendo los adversarios en enemigos. En el amor, la guerra, los negocios, la política… Con el transcurso del tiempo los competidores se transforman en enemigos. Basta mirar el mundo, más cerca, la región; incluso los vecinos o cómo evoluciona nuestra propia realidad. Cada vez somos menos Suiza y estamos más en Nuestra América, la tacita de plata se perdió en algún recoveco de la historia, o quizá la vendieron.
El mundo reclama drásticos cambios; los reclama nuestro continente, el más desigual. Nuestro ‘paisito’ el menos desigual, el más transparente, en un panorama tan sombrío. En tierra de ciegos…
Para que se produzcan cambios radicales no basta con que “los de abajo no quieran”; hace falta, además, que “los de arriba no puedan” sostener el sistema. ¿Estamos frente a un agravamiento, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases subalternas? ¿Se verifica un aumento considerable, por estas causas, de los conflictos sociales y las movilizaciones masivas?
Podría parecernos que el mundo se encamina a lo que hemos denominado “situación revolucionaria”. Se estarían consolidando una serie de condiciones objetivas que hacen pensar en la posibilidad de grandes cambios que afectan al sistema como tal. Es un proceso desigual, combinado de diferentes realidades. Son múltiples crisis que se solapan y se potencian. De las crisis periódicas, cada vez más frecuentes ¿estamos pasando a la crisis permanente?
Para que cambios tan profundos realmente se procesen como transformación organizada es necesario que confluyan, además, otras condiciones. Tiene que conformarse un sujeto colectivo, consciente y organizado.
Sin cambios de sistema no hay soluciones de fondo. Un sector ampliamente mayoritario de la sociedad debe asumir el compromiso social y político que esos cambios requieran. Nunca, ni siquiera en las épocas de mayor crisis, el sistema “caerá” si no se le “hace caer”.
El mundo es –sin discusión posible- complejo, violento, injusto, desigual en extremo. Esa realidad genera condiciones objetivas; pero realidades de sociedades partidas a la mitad no ofrecen las condiciones subjetivas necesarias.
En 2023 y en Uruguay, el Frente podría asumir plenamente el papel de fuerza de izquierdas dispuesta a cambiar el sistema, lo que sea necesario más allá de lo que parezca posible. Romper el esquema de mitades políticas instalado, es hacer posible lo que parece imposible.
El candidato del Pepe: Yamandú Orsi reclama “…unidad de pueblo, sin imposición ni hechos consumados, desde la exigencia inclaudicable del relacionamiento franco y desde la verdad, que siempre es el fundamento de la fraternidad real.” A esa unidad no ayudan los perfilismos ni las disputas por cargos. Tampoco reivindicar y menos reiterar aquel error político inicial de dar ‘apoyo crítico’ a la unidad política de las izquierdas. La alternativa no es un Frente Grande, nunca lo fue. Sí, hay que decir la verdad y trabajar por el FA, no es lo mismo que hacerlo en el FA por mi grupo, sea este grande o chiquito.
Gobierno y oposición en 2023 por Oscar Licandro
Bajo el título “¿Desafíos de 2023?”, Voces nos pregunta por los desafíos a que se enfrentan este año el gobierno, la oposición y la relación entre ambos. Para el gobierno, Voces pregunta cuáles son las medidas que debe tomar con urgencia. En general, la urgencia de las medidas gubernamentales está determinada por la necesidad de solucionar problemas coyunturales importantes o situaciones graves que se arrastran desde mucho tiempo atrás. La pandemia fue un gigantesco problema coyuntural de tipo sanitario, social y económico, que requirió atención urgente. En estos momentos el problema coyuntural más grave es probablemente la sequía, con sus innumerables consecuencias económicas y sociales. También, destaca claramente el aumento de los asesinatos relacionados con el narcotráfico. Si bien la estrategia en materia de seguridad ha permitido reducir los hurtos, rapiñas, abigeatos y asesinatos ocurridos en el marco de rapiñas, resulta necesario hacerle ajustes para enfrentar ese aumento de los homicidios vinculados al narcotráfico. El nuevo contexto de un narcotráfico más agresivo ha multiplicado los asesinatos entre delincuentes y de clientes que incumplen con sus proveedores de droga. Este es un problema urgente para el cual el gobierno tendrá que adecuar su estrategia de seguridad.
Pero está también la urgencia de acelerar las soluciones a los graves problemas que existían en 2019, que el gobierno en la campaña electoral se comprometió a resolver: la inseguridad, el estado crítico del sistema de previsión social, la baja calidad de la educación pública y su creciente incapacidad para construir igualdad de oportunidades en los segmentos más pobres, una economía desacelerada con creciente desocupación, un muy alto déficit fiscal (una bomba de tiempo a punto de estallar), desinversión pública en infraestructura y un incremento sostenido del número de familias residentes en asentamientos precarios, entre otros. La pandemia retrasó el abordaje de varios de esos problemas, pero no lo hizo en otros, como la reducción de la inseguridad o la reforma de la seguridad social. La atención de la pandemia en la educación pública obligó a postergar los primeros pasos de la reforma educativa, en tanto que la crisis económica generada por ella agravó el problema del desempleo y enlenteció la reducción del déficit fiscal, la inversión en infraestructura y el plan para reducir los asentamientos. Por lo tanto, avanzar en estos temas es de urgencia para el gobierno. Sólo le quedan dos años.
Para la oposición Voces pregunta: ¿Qué papel debe cumplir y cuáles deben ser sus propuestas? Esta pregunta es más difícil de responder porque depende de los intereses del actor que la responda. En cambio, más fácil resulta describir cómo ha actuado la oposición a lo largo de estos tres años, para así interpretar cuál ha sido su papel. Los hechos demuestran que el Frente Amplio adoptó, desde el comienzo, una estrategia de oposición dura, agresiva, poco leal desde el punto de vista institucional, y sin ningún interés en construir puentes. Básicamente, se ha opuesto a todas las decisiones del gobierno, lo ha criticado permanentemente, organizó un referéndum contra su ley más importante (argumentando la derogación en base a mentiras y anuncios catastróficos) y ha medrado siempre con las decisiones poco “populares” que el gobierno no ha tenido más remedio que adoptar (por ejemplo, la pequeña reducción del salario real durante la pandemia). También ha sido notorio que el FA ha tratado siempre de convertir pequeñas crisis del gobierno en serios problemas de Estado (el caso Astesiano es un ejemplo paradigmático de cómo se pretende sacar de un limón más jugo que el que puede dar todo el limonero). De propuestas: poco o nada. Por ejemplo, nunca formularon una propuesta para la reforma de la seguridad social.
Desconozco la racionalidad que está detrás de esta estrategia, pero sí me atrevo a opinar sobre al menos tres de sus consecuencias, todas negativas para el FA. La primera: no creo que sirva al FA para captar el voto del electorado no politizado, ese que es el que decide el ganador entre dos bloques que tienen un número similar de votos cautivos, porque este electorado no sigue el chismerío del mundillo político y focaliza su atención en los problemas de su vida cotidiana. Si siente que el gobierno atiende esos problemas medianamente bien, lo volverán a votar. Y lo contrario ocurrirá si siente que no lo hace. Marset, Astesiano y el no-título de Peña no les interesa en lo más mínimo. La segunda: está dinamitando la imagen de fuerza política responsable y creíble que al FA le llevó varias décadas construir. Mentir alevosamente, decir tonterías que nadie cree (el domingo Fernando Pereira insistió en que el gobierno “no tiene rumbo” y declaró, en forma rimbombante, que este gobierno dejará “una media década perdida”), quejarse todo el tiempo como niños caprichosos, criticar decisiones del gobierno que cualquier persona ve como razonable o incluso positiva, y aplicar medidas incomprensibles (como la caceroleada de marzo de 2020), todo ello está contribuyendo al desprestigio del FA.
La tercera consecuencia es la destrucción de los puentes con el gobierno, quien ya asumió que tiene que gobernar sin el FA y a pesar de él. El FA ha renunciado a influir en las decisiones legislativas y gubernamentales, porque ha priorizado la guerra por sobre la negociación y el diálogo. Con esto pierden sus electores, porque el FA no está haciendo nada para satisfacer las demandas y expectativas por las que lo votaron, y también pierde el país todo, porque las decisiones parlamentarias y gubernamentales no están siendo enriquecidas por los matices y aportes que genera la oposición cuando es constructiva. Por lo tanto, resultan obvias las respuestas a las preguntas de Voces sobre los desafíos para la relación entre gobierno y oposición: la estrategia opositora del FA impedirá lograr consensos en temas cruciales y no será viable mejorar el tono de la discusión política. El FA decidió que vale todo con tal de conquistar nuevamente el gobierno y ha estado en campaña electoral desde el 1 de marzo de 2020.
En síntesis, gobierno y oposición se enfrentan a desafíos muy diferentes. El gobierno deberá enfocarse en solucionar los problemas coyunturales ya mencionados y en apretar el acelerador en las reformas y soluciones que prometió en la campaña electoral. El FA tiene el desafío de decidir si va a seguir adelante con una forma de hacer oposición que lo margina de las decisiones, le impide focalizarse en los problemas que realmente son importantes para los ciudadanos no politizados y lo expone públicamente como una fuerza política infantil y poco creíble.
No va a ser sencillito por Danilo Arbilla
Está bien que a uno le pidan alguna impresión o reflexión sobre la temporada turísticas, pero sobre los desafíos del 2023 entero me parece mucho. Yo que sé.
Además, no va a ser un año sencillito. Ni cerca. Sobre todo, política y socialmente hablando. Se va a complicar.
En lo económico, si los muchachos del Banco Central no se avivan, las perspectivas no serían las mejores para el 23, y para el 24 menos. El atraso cambiario habrá de aparejar desempleo y caída de la actividad y también de las inversiones, de aquellas que el país necesita. Y no se trata de que el mercado es libre, que el dólar flota y que entran dólares a granel. No es así, o no entienden.
Que todo el mundo quiera venir a asegurar sus capitales al Uruguay y a hacer negocios en el Uruguay y desde el Uruguay. ¿Con éstos precios internos de los servicios, las trabas burocráticas, el costo de la mano de obra, la legislación laboral y más el atraso cambiario? Hummm…
Se están utilizando instrumentos que inciden en el mercado cambiario para manejar la inflación. Productos importados (los de China o Brasil, por ejemplo) más baratos y freno para los de los productos exportables. Pero en el horizonte aguarda el desempleo y menor actividad, insisto.
Creo que lo van a corregir. Si lo hacen, más algunos anuncios que tiene Lacalle para su informe anual, puede que el gobierno capte nuevos apoyos. Esto es, que Lacalle crezca en las encuestas, pero no necesariamente su partido.
Una mala lectura de las encuestas puede mal alimentar las ansiedades de los candidateables. Eso le hace mal y más a un partido que en plano parlamentario y el debate político se ha destacado poco. El presidente, además, dice que no tendrá candidato – quiere decir que no trasladará lo que se pueda de su prestigio personal-, aunque por otro lado se afirman que incide y hasta que elige con el dedo. Los llamados “dedazos” en política, a los que los herreristas son sensibles pese a que les ha ido mal.
Los blancos tendrán que afinar muy bien la puntería. Habra mucha práctica de tiro y mucho tiroteo.
No sé si debo aclararlo, pero este será un año de lucha electoral.
Eso afecta también y mucho al Frente Amplio. Por descontado que hará oposición con fines electorales (no importa si la enseñanza está hecha una mierda y necesita reformarse como la dirigencia frentista bien lo sabe y si no pregúntenle a Mujica). Seguirán en lo mismo con efectos imprevisibles. Pereira como que pierde credibilidad. Cada vez en más claro que su trabajo es el de machacar contra el gobierno y hasta ahí. Su discurso se desgasta. Además es notorio que internamente su autoridad es poca como se ha visto en las pulseadas Cosse -Orsi (Presidencia del Congreso de Intendentes y acto con Lula por ej.).
La carrera entre los dos intendentes, en la que en mi opinión no hay favorito, no va a aflojar y cada vez será más difícil de esconder y eso afectará la coalición: internamente y su imagen hacia afuera.
Se da por hecho que el respaldo del PCU será decisivo para la elección del candidato. Y ese, a su vez, es el dilema del propio PCU. Muy cortejado también. Tratará de sacarle el mejor partido, como ya ocurrió cuando la elección de Mujica. Pero sabe que corre riesgos. Uno, abrirle la puerta a un hombre o una mujer fuerte que se adueñe de la coalición. El otro, errar el elegido y que las bases no le respondan. Esto es más grave aún.
Y todo distrae o produce magulladuras mientras enfrente Lacalle, fresquito y jopo al viento, corta cintas y algo más.
Y no basta con solo hacer ruido ni con el trabajo de operadores disfrazados de periodistas. Tampoco con las declaraciones continuas de Pereira.
También en el Frente varios tienen que afinar la puntería. Obras son amores. Y en esto me parece que Cosse saca alguna ventaja.
Pero para las internas faltan 16 meses, 10 de este 2023 que va a ser movido, con sorpresas y nada sencillitio.
Y para complicarlo aún más, yo creo que no hay que dar por muerto a nadie y menos al Partido Colorado. Libre y sin marcación puede sorprender. Para las elecciones nacionales faltan 20 meses.
En bajada pero lleno de piedras por Roberto Elissalde
¿Cómo podemos garantizar un cambio de gobierno para 2025? Definiendo de forma inteligente (es decir sin recurrir a la ley de la selva) quién será la persona que represente a la oposición en las elecciones de 2024 y trabajando en los acuerdos políticos que hagan viable y exitosa la puesta en marcha de un nuevo programa de cambios adaptados para el segundo cuarto del siglo XXI.
No va a ser fácil.
El gobierno de coalición no sólo ha perdido su fuerza “de cambio” sino que ha empezado a sentir el dolor propio de los errores y desastres cometidos en estos años y está sufriendo las de imponderables negativos que no estaban presentes en 2019.
Las políticas de “mano dura” no funcionaron, la fijación del precio de combustibles de acuerdo al hipotético precio de importación tampoco, las 50 mil viviendas prometidas por la ministra Irene Moreira se sabe que no llegarán, el hotel 5 estrellas de Rocha tampoco… Entre los imponderables está la salida del escenario político de todo referente wilsonista de peso en el Partido Nacional y el suicidio de los batllistas dentro del Partido Colorado, dejando toda una sensibilidad histórica sin representación en esas organizaciones.
En el capítulo de los desastres alcanza con nombrar un apellido: Astesiano.
Pero el Frente Amplio, que tiene todo para recuperar el gobierno en dos años, va a penar para no cometer errores. El primero y más espectacular puede producirse en el proceso de elección de sus candidatos a los principales cargos electivos. Si los quienes van punteando en la competencia se dedican a hundir a su contrincante, seguramente sea el FA el que haga agua. Las candidaturas de Andrés Lima y Mario Bergara -si logran romper la polaridad y el enfrentamiento- abonarían un campo más variado, pero si no lo logran y el pleito se define entre los dos intendentes del área metropolitana, el peligro a conjurar es la pérdida de respeto y confianza entre los polos. Muchos uruguayos se negarían a confiarle la conducción del país a una organización desmoralizada por la lucha interna.
Además de evitar esa confrontación, el FA debería construir un programa de cambios a la vez posibles y entusiasmantes. La Comisión de Programa, consciente de su papel, no ha dejado de funcionar después de las elecciones de 2019 y se encamina en este semestre a producir una síntesis que pueda ser discutida en todo el país a partir de abril y votada en el congreso del FA previsto para diciembre.
Pero tal vez más importante que el acuerdo en el texto será el acuerdo para gobernar. La construcción de puentes entre los sectores, la búsqueda de coincidencias, la generosidad a la hora de armar equipos y la capacidad de articular entre las diversas virtudes que se conjugan en el FA serán claves para que la victoria de 2024 no se agote en un sólo período de gobierno.
Este interregno de derecha nos ha dejado ver lo importante que es mantener el rumbo progresista del país para que se mantenga el progreso de su gente.
Del FA te escucha al FA te entiende y propone por Eduardo Vaz
Las señales que se emiten desde todo el sistema político marcan más la continuidad del estado de cosas que su modificación. El tan proclamado debate fundado y respetuoso entre gobierno y oposición no aparece en el horizonte y, la cercanía electoral, presagia mayores tormentas.
Naturalmente, la coalición tiene más responsabilidad que la oposición al ejercer el P. Ejecutivo y 16 intendencias. Su talante dará la pauta para toda la sociedad. No quita que el FA, y los cada vez más diversos movimientos sociales, tienen enormes responsabilidades también. Simplemente marco la asimetría de poderes en la relación.
Hasta ahora, el gobierno y, muy especialmente, el Presidente y el Secretario de Presidencia, usan un tono afable pero no dejan de descalificar al FA, a F. Pereira, sus parlamentarios e intendentes. Eso sí, sin levantar el tono y hasta con una sonrisa. Lo que, obviamente, no cambia el clima. No hablemos ya del elenco vociferante encabezado por los senadores Bianchi y Da Silva, el intendente A. Umpiérrez y alguna figura menor, cuya misión es provocar a la oposición buscando descentrar los ejes fundamentales de la problemática nacional y, al mismo tiempo, encantar a ese público no pequeño de radicales de derecha que piensan que Biden es comunista… No hay que subestimarlos.
¿Y por casa cómo andamos? Siendo cierto que el FA ha avanzado muchísimo desde la derrota del 19, aún estamos lejos de posicionarnos como el cambio obvio ante la implantación de este rumbo derechista, muy liberal, reaccionario –especialmente a todo avance logrado por el FA- y pro mercado, que el neo herrerismo lidera cómodamente. Hay rumbo claro, aunque falte agenda.
La pregunta central es si la mayoría necesita conscientemente ese cambio de rumbo o no. Si la mayoría se siente mejor o cómoda y tiene confianza en la coalición, no habrá viraje alguno salvo figuras.
La realidad objetiva es demasiado subjetiva para ser cierta…Entonces, la cuestión pasa a ser si el FA logra saltar del imprescindible (y permanente) escuchar a entender y proponer a la mayoría un conjunto claro de propuestas superadoras de los problemas centrales, junto a su indeclinable rol opositor de control y crítica a esta gestión.
La reforma jubilatoria propuesta es mala salvo pequeñas excepciones. La transformación educativa es más campaña política con R. Silva mostrándose que cambios profundos, tan necesarios. Sin embargo, la batalla por la síntesis social está en ciernes. Gran parte del 24 se definirá según esta valoración en la cabeza y el corazón de la gente.
El FA tiene el desafío de volver a ser el mejor proyecto para la mayoría. Su elaboración programática tiene que mostrar un nuevo rumbo, no ya distinto al actual sino a lo pensado y hecho desde 2004 a 2019. De aquel, la amplitud de miras y sensibilidad social para darle cabida al grueso de la sociedad y sus demandas. Del resto, poco o nada; todo cambió: la economía global y local, la geopolítica, las necesidades de nuestra población, los intereses sociales.
En suma: nos falta mucho para ganar; necesitamos ideas serias para mejorar y convencer. Responsabilidad y talante propositivo sin aflojar a la crítica de los errores y horrores del gobierno. Abrirnos muchísimo más y sumar personas, sectores y nuevas sensibilidades.
La premura de las campañas. Por Rodrigo da Oliveira
Hace ya un año largo que comenzó la campaña electoral, con miras a las elecciones del 2024. Son tiempos que no esperan, individualidades que no se someten y necesidades que no se postergan. No es un hecho esencialmente negativo, excepto hasta que interfiere con la tarea de gobernar, tanto en lo nacional como en lo departamental. Muchas veces a quienes nos gusta la tarea política vemos con algo de preocupación el desinterés general hacia la militancia partidaria o política, en sí misma. Sin embargo, se oyen quejas acerca de que la actividad tenga continuidad durante el período inter eleccionario, tal vez erróneas.
La participación de la ciudadanía es necesaria y, tal vez, hasta imprescindible para la buena salud del sistema. Cosa diferente es que los dirigentes con cargos de gobierno enfoquen su actividad exclusivamente hacia las campañas, cuestión que desacredita cualquier esfuerzo.
Porque además es sencillo caer en demagogias sostenidas económicamente por las finanzas públicas, de ello pruebas sobran. Comunicar gestión, es otra cosa. Y es un debe de casi todos los administradores que hemos tenido, son poco efectivos transmitiendo lo realizado.
Visto lo anterior, nos queda echar una mirada sobre lo que falta.
A nivel nacional, dos enormes tareas: concretar la reforma jubilatoria y la de la enseñanza. Más allá de críticas, ha sido un paso enorme encarar ambas, habla muy bien de quienes están a cargo de la actual administración. Otras dos nada menores hacen sombra detrás: que los resultados de las políticas macroeconómicas y de seguridad lleguen al grueso de la población.
Lo primero muy bien encaminado, al parecer darían los tiempos para mostrar logros en esa materia. La seguridad no se ve tan bien, pese a declaraciones altisonantes que no se contrastan con la realidad.
Desde el lado de la actual oposición no parece encontrarse una manera acertada de llevarla adelante, sólo en el escándalo Astesiano llevaban una voz elevada y ahora ni eso.
Solo actúa en reacción a lo que el Ejecutivo muestra, lo que deja no demasiado bien parado a un elenco que pretende volver a ser opción de gobierno. Se ha repetido hasta el hartazgo que el FA no logró encajar bien la derrota del 2019, tampoco la de la última consulta popular. Falta la histórica usina de ideas de la izquierda nacional funcionando y marcando agenda, así fuere impracticable pero existente. Desde quien esto escribe, el problema radica en la falta de un liderazgo que encamine los esfuerzos individuales pero aislados. Ya no están Vázquez ni Astori y Mujica parece limitado a su agenda exterior y filosófica, dejando bastante de lado la política partidaria, al menos desde fuera así se observa. Y quiénes hoy encabezan las preferencias de dicho electorado están firmemente volcados al 2024, sin generar puntos reales de aporte de alta política y mucho menos ideas nuevas o seductoras, al menos.
Falta bastante y aún dentro de la misma coalición de gobierno siguen algunos desmarques intentando perfilismos de poco o ningún calado, que más restan que otra cosa.
También ahí faltan candidatos emergentes fuertes, figuras atractivas para dentro y fuera de filas. Y en ese terreno es donde va a dirigirse la próxima elección, no debe pasarse ese punto por alto.
Anuncios de rebajas en materia impositiva asoman, no es poco si a esta altura de la gestión se logra plasmar peso económico en los bolsillos de los de a pie.
¿Pesará más ello que cualquier otra estrategia?
«¿Será la economía, estúpidos?»
Salpicón de Verano por Cristina De Armas
El caso Astesiano desde el ámbito judicial no da tregua y nadie impide que al mejor estilo Shakira, al presidente lo salPique. Cada vez pica más cerca, un pasaporte otorgado por prosecretario de presidencia, un seguimiento a sindicalista conocido por secretario personal; una novela turca. El estoico porcentaje de aprobación al presidente se reciente y del gobierno, ni hablamos. Otro salpicado que resbaló y se cayó fue el Ministro colorado; los colorados ya son conocidos como la gente que estaba. Es año pre electoral, las internas se encienden, los cuerpos se acomodan y algunos sobran. Se comienza a pensar en modo votación y hay que marcar perfiles que diferencien del resto; por eso el gobierno debe apurarse a hacer votar lo que necesite el apoyo de los coalicionados, la gran reforma de la seguridad social, el buque insignia, es cuestionado aún por Cabildo Abierto. La Reforma de la Educación sigue a ritmo acelerado.
El verano nos trajo sequía y desconformidad del campo mientras los tratados de comercio internacionales parecen aún utopía, con China nuestro gran comprador y que muchos cuestionan, como con la UE, que todos quieren.
Mientras Punta del Este muestra su esplendor en edificaciones y visitantes ilustres, lo que deje en nuestras arcas realmente está por verse, pero, el turismo se va recuperando y es buena noticia.
Otra que se va recuperando es la capacidad de compra del trabajador con la inflación que va bajando, aunque suba el boleto y la luz, pero bajó la carne vacuna y el pollo.
La oposición mientras tanto está en modo verano, recibió a Lula y dice que el gobierno es un barco a la deriva que se hunde un poco cada día, ¿o esa era la canción?, el punto es que Cosse utiliza el verano mientras Orsi cree que con amigos basta. Hay algo aún más importante donde lo político y lo gubernamental fracasa en invierno y verano y es la violencia. Muertes récord en accidentes de tránsito, casos de violencia, homicidios aquí y en la región que conmueven. Eso, nos salpica a todos.
Impostergables transformaciones y madurez institucional por Virginia Cáceres
Sabido es que éste gobierno ha tenido que enfrentar grandes desafíos, algunos de ellos absolutamente inimaginables como la pandemia mundial que nos tocó atravesar y que todavía hoy se visualizan sus secuelas y, otros tantos que son producto de largos procesos de deterioro. El primero de ellos fue sorteado con solvencia, el manejo de la pandemia fue realmente excepcional en todos sus aspectos y marcó la diferencia de nuestro país en el mundo. Hoy, con el diario de lunes y ya sin la presión de lo desconocido pueden resultar reiterativas estas afirmaciones, pero solo el paso del tiempo logrará colocar en su justo término la inmensa tragedia que enfrentamos como humanidad y la excelencia en la gestión de la crisis en Uruguay, en todos y cada uno de los espacios del Estado, lo que permitió minimizar el impacto en la vida de las personas de tal forma que hasta fuimos, como hacía mucho tiempo no pasaba, ejemplo a nivel mundial.
Hay otros desafíos que este gobierno, de manera voluntaria, asumió el compromiso de afrontar, sin evaluar costos políticos y con el firme convencimiento de que si no generamos cambios en esas áreas no hay futuro posible. Transformar la educación y generar un nuevo sistema de seguridad social son los dos grandes temas que este gobierno eligió como bandera, son los que imponen los mayores desafíos y requieren los más grandes esfuerzos en la búsqueda de acuerdos en el sistema político.
Hay muchos otros temas en la agenda política actual y es entendible, esperable y hasta aceptable, que respecto de esos la oposición juegue su papel con una intencionalidad electoral. Ahora, resulta imprescindible lograr un acuerdo de paz que permita avanzar en la transformación educativa y en la reforma de la seguridad social, la oposición debe estar a la atura y asumir un rol mucho más activo desde la propuesta, siendo parte de la construcción del Uruguay del futuro, siendo parte de las transformaciones más importantes que debe enfrentar nuestro país.
Lamentablemente la realidad nos muestra que ese no es el espíritu que campea, el tono en el debate con el que nos encontramos cotidianamente no es muy auspicioso en cuanto a la posibilidad de tender puentes que permitan construir juntos desde la concepción más republicana posible.
Esta semana comenzó a funcionar la Comisión Parlamentaria, integrada por representantes del oficialismo y oposición, que va a trabajar sobre el proyecto de ley remitido por el Poder Ejecutivo que plantea la reforma de la seguridad social. En su primera sesión la comisión recibió a una delegación integrada por el Ministro de Trabajo, la Ministra de Economía, el Ec. y Coordinador de los equipos técnicos Saldain, así como un grupo de técnicos de cada área con el objetivo de explicar el proyecto y evacuar dudas al respecto. Inmediatamente finalizada la reunión representantes de la oposición dijeron en la prensa que la reforma era “impresentable en tiempo y forma” agregando “nosotros acá vamos a dar lucha para que ésta reforma no salga”. El Diputado dejó bien en claro que no van a trabajar para modificar el proyecto, que no van a realizar los aportes que ellos entiendan puedan mejorar el proyecto de ley que pretende dar solución a un grave problema que tiene nuestro país. No, nada de eso, lisa y llanamente anuncian que trabajaran para que esta reforma no sea.
Idéntica situación vivimos durante todo el año pasado con la transformación educativa. Durante todo el 2022 fuimos testigos de la repetición constante del discurso del miedo, durante todo el año pasado escuchamos una y otra vez como se vaticinaban los mayores desastres de la historia educativa del país, escuchamos decir que la educación se privatizaba y que la escuela dejaba de ser obligatoria. Fuimos testigos de constantes actos y manifestaciones en contra de la transformación sin que quedara nunca en claro a que se estaban oponiendo, salvo la repetición de consignas prefabricadas y con olor a naftalina.
Mientras tanto el gobierno de la educación se dedicó a recorrer el país entero para hablar con las familias, con los docentes y la comunidad toda para explicar el proceso que se estaba llevando adelante. De puertas abiertas, en espacios públicos y accesible a todo el que quisiera participar, se explicó la importancia de transformar la educación y como se pensaba hacerlo. Los cambios siguieron adelante y este 2023 será testigo de su implementación dando inicio a lo que será un proceso de transformación constante.
Sin embargo, y a pesar de la realidad de los hechos, dicen que la esperanza es lo último que se pierde y yo siempre fui muy optimista, por eso creo que este año que comienza es un buen momento para que la oposición decida sumarse a la construcción institucional del país realizando aportes sustantivos, con una mirada amplia y dejando de lado las cuestiones electorales en estas dos transformaciones impostergables para el país. Ese es el mayor desafío que tiene el sistema político por delante, demostrar madurez institucional que permita avanzar en la necesaria transformación educativa y la reforma de la seguridad social.
Todos los demás asuntos pueden y deben ser tratados y analizados con miras al 2024.
Prioridades por Juan Pablo Grandal
Es imposible pensar en el desarrollo político del año que recién comienza sin asumirlo como un año pre-electoral. Algo que se nota alrededor del mundo es la tendencia al alargamiento de los períodos electorales. Cuando en otras épocas las campañas duraban unos pocos meses como mucho, hoy en día, ya el año pasado empezaron discusiones relacionadas a posibles candidaturas, y esto lo vamos a ver de forma creciente este año.
Un ejemplo claro que ilustra esto es la reciente controversia entre Yamandú Orsi y Carolina Cosse, quienes muy probablemente compitan por ser el candidato frenteamplista a la elección nacional, sobre la realización de un acto de celebración de la llegada de Lula al país, y su calificación o no como acto partidario. Sería tonto no ver los tintes electorales de la discusión. Y a pesar de que esa cuestión en particular es poco relevante para la vida de las mayorías, otras cuestiones que sí lo son van a tomar tintes cada vez más electorales.
Como he expresado en varias columnas, en mi visión ideal de la política, los distintos partidos políticos y sectores de la sociedad civil cooperan en el diseño y promoción de políticas que favorezcan al bien común, siendo los conflictos político-partidarios algo secundario ante la defensa de los intereses y bienestar de las mayorías. Pero esa es una visión ideal, un horizonte en todo caso, no es la realidad en la que vivimos (aunque nuestro país es relativamente poco conflictivo si lo comparamos con varias democracias liberales tanto de la región como del mundo). Y cuando los temas que más afectan a la mayoría de la población, sean seguridad, trabajo, educación, salud, y los debates en torno a ellos, toman fines casi puramente electorales, difícilmente aparezca alguna propuesta novedosa o posible solución a alguna de estas problemáticas que logre alcanzar ciertos consensos políticos y sociales.
Esto empeora cuando vemos los temas que se encuentran en debate en la actualidad tienen poco que ver con la vida cotidiana de la gente. Una de las discusiones más recientes tiene que ver con la existencia o no del título universitario del ahora ex-Ministro de Ambiente. Existen graves problemáticas ambientales que aquejan a nuestro país que nunca o muy pocas veces son puestas en discusión, pero lo que sí toma un lugar preponderante en la agenda pública es el currículum del Ministro. Poca mención por ejemplo al déficit hídrico que afectará al Uruguay en las próximas décadas. Es un buen ejemplo de una temática que presenta problemáticas muy reales pero cuyas discusiones terminan relacionándose más con farándula.
Yo entiendo perfectamente la necesidad del oficialismo de ser reelecto y de la oposición de volver al gobierno. No me voy a poner en una posición fantasiosa de pretender que no compitan electoralmente, lo cual además sería negativo. Tener distintas ideas y proyectos en puja es positivo para una sociedad y apuntala el avance de las comunidades. El problema que veo en nuestro país es que la puja electoral tiene poco que ver con distintos proyectos de país o de sociedad, y más con ponerse en un pedestal moral más alto que el del oponente, con discutir sobre cuestiones superfluas que poco hacen a la realidad diaria de nuestro pueblo. Esto viene siendo así fuera del período electoral, y lamentablemente va a empeorar cuanto más nos acerquemos a junio y octubre del 2024. Mi deseo es que la puja política partidaria esté determinada por distintos proyectos de país, además no necesariamente incompatibles entre sí y que puedan dar lugar a la cooperación. Los que consideramos que un Estado fuerte y presente es necesario para promover el bienestar y los intereses de los orientales, también debemos pedir una clase política que esté a la altura de conducirlo.
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