¿Qué hacer en el balotaje?
A pocos días de la segunda vuelta de las elecciones, la alternativa está entre Álvaro Delgado y Yamandú Orsi.
Según su criterio cual es el motivo para votar a uno de los dos candidatos. ¿Cómo convencer a un indeciso?
Balotaje
Gonzalo Abella
En la primera vuelta electoral un millón de votantes apoyó el Plebiscito para una Reforma en la Seguridad Social que defendía los intereses populares. Si excluimos de este millón, a los votantes de partidos menores que sí se habían pronunciado en su apoyo, ý a los votantes de sectores minoritarios del FA que aparentemente también apoyaban (aunque apoyaban al mismo tiempo a una fórmula del “No”), tenemos que más de medio millón de electores desobedecieron a sus líderes y votaron el “Sí” a la reforma, en franca rebeldía cívica.
La fórmula presidencial del FA fue una activa militante por el “No de facto”. Se le sumaron los dirigentes tradicionales, desde Mujica y Topolanski hasta el deslucido sucesor de Astori. Por primera vez, el actual FA demostró de qué lado está en los temas esenciales… Su candidato había vuelto de Israel poco tiempo antes del “diluvio de AlAqsa” y todo este tiempo participó junto a su compañera de fórmula en actividades organizadas por los sionistas, negándose a condenar el genocidio en Palestina. Ni a él ni a su compañera de fórmula, por supuesto, se les vio en ninguna actividad en solidaridad con este martirizado y heroico pueblo.
Uno recuerda los quince años de administración del FA y giran en la memoria el convenio secreto con UPM2, la entrega generosa del tren, en el marco de una extranjerización de la tierra sin precedentes, el envío de tropas de ocupación (con cobertura de ONU) a Haití, al Congo y en apoyo a la ocupación israelí en los Altos del Golán. Recuerdo la Ley de Riego, justificación del proyecto depredador del hidrógeno verde. Recuerdo las renuncias obligadas de un vicepresidente, de la senadora de la 1001 Michel Suárez, del senador del MPP Charles Carrera. Recuerda las irregularidades de ASSE, la regasificadora… y la política departamental de Orsi, embelleciendo los balnearios (donde hay muchos votos) y permitiendo al mismo tiempo una contaminación despiadada en las zonas agrícolas y en las cuencas fluviales (donde hay pocos votantes).
No tengo mucha motivación para votar al FA, excepto que su triunfo garantiza que no haya ministros de Cabildo Abierto. Pero como soy militante de la Unida Popular-Frente de Trabajadores, fui a leer el programa de la Unidad Popular (actualizado en un Encuentro Nacional el pasado agosto) y releí el acuerdo principista con sus nuevos aliados, para ver qué mención se hace en estos documentos sobre una segunda vuelta donde lógicamente la UPFT no esperaba estar presente.
No encontré absolutamente nada. ¿Imprevisión, acaso ignorancia acerca de que iba a haber una segunda vuelta? No. Lo que ocurre es que ambos documentos se ocuparon sólo de cosas importantes. Nuestra magra votación no nos quita convicción acerca del valor de estos documentos.
¿Qué puedo decir, entonces, sobre la segunda vuelta? Que la UPFT no opina nada y si yo, o cualquiera de sus militantes de cierta notoriedad interna, damos una recomendación concreta sobre el particular, nuestros 10 000 votantes con su capacidad reflexiva, nos van a mandar a paseo con nuestras recomendaciones y cada uno hará lo que le parezca. Nada los obliga en los documentos aprobados colectivamente. Esa misma autonomía la están usufructuando los sectores integrantes de la UPFT.
Por eso, pedimos disculpas por no ocuparnos profundamente del balotaje, que alguna gente cree (con todo derecho) que es algo importante. Preferimos ocupar nuestro tiempo en evaluar serenamente nuestro propio desempeño, y establecer una estrategia común para nuestra autoconstrucción, nuestra inserción y nuestra actuación en las departamentales y municipales. Pido disculpas por ello a los lectores que esperaron otra cosa de estas líneas.
El balotaje supone una bifurcación de caminos
Alejandro Andrada
El próximo 24 de noviembre, los ciudadanos uruguayos decidiremos entre dos fórmulas presidenciales. En la esquina izquierda, se encuentran Yamandú Orsi junto a Carolina Cosse, y en la derecha, Álvaro Delgado con Valeria Ripoll.
Si hablamos de percepciones, ni Orsi parece tan de izquierda ni Delgado tan de derecha -ambos se acercan al centro-, pero hay que considerar que esto responde a estrategias electorales.
Esta ambigüedad aparente de los candidatos deja a muchos ciudadanos probablemente indecisos. Quizás porque ninguno los motiva, los ven tibios y no perciben grandes diferencias entre ellos, pero no son lo mismo. Creo que existen importantes diferencias, no tanto entre Orsi y Delgado, sino en cuanto al tipo de gobierno que podemos esperar de uno u otro. La mayor diferencia desde mi punto de vista es el trasfondo partidario de cada uno, y el tipo de pensamiento de la gente que está detrás de los candidatos.
En términos de análisis fílmico, aún no hemos tenido la oportunidad de «descifrar» a estos «personajes» que compiten por la Presidencia; todo es misterio aún, y honestamente, dudo que el debate nos permita lograr una mayor intimidad. Ambos son percibidos como dialoguistas, campechanos, cincuentones, carismáticos y como la mayoría de la población, con unos kilos de más. Para quienes no siguen de cerca las cuestiones políticas, es difícil marcar grandes diferencias.
Responsabilidad ciudadana
No es una elección más; nos jugamos mucho, y no elegir nada es como lavarse las manos. Si bien esto nos permitirá culpar a otros y decir «Yo no los voté», lo cierto es que nuestra decisión, para bien o para mal, condicionará no solo los próximos cinco años, sino que puede ir mucho más allá. Los impactos de un mal gobierno dejan huellas que se extienden mucho más allá de un período electoral. Piensen, por ejemplo, en cuántos aún viven con secuelas de las crisis de 2002 o de 2012.
Con sentimiento
Muchos tenemos algún tipo de afecto partidario guardado en el corazón, aunque ese amor sepamos que no siempre ha sido correspondido. Sin lugar a dudas, lo que para muchos representa el Frente Amplio o el Partido Nacional dista de lo que estos partidos realmente son dentro de su heterogeneidad, pero aun así tendemos a idealizarlos. A muchos les reconforta creer que «los suyos» son los buenos y los demás, los malos. Contra esto, no hay nada que hacer: la disonancia cognitiva que algunos sentirían al pensar lo contrario es un problema. En un país con graves problemas de salud mental, discutir esto no es una opción. Si usted vota con el corazón, hágalo felizmente. Elija al próximo conductor de los destinos de la patria con fe, proyecte en él las virtudes que imagina en un líder nacional y vótelo.
Si, en cambio, usted no tiene una conexión emocional con el Frente Amplio ni con el Partido Nacional, opte por el candidato que más le guste, sin remordimientos. Déjese llevar por esos spots de video inspirados en “Why We Fight” o “Triumph des Willens”, y tenga en cuenta que cada minuto de televisión supuso una inversión de USD 50 mil pensando en usted.
Con la mente
Tal vez usted forme parte del grupo de votantes racionales, aquellos que prefieren profundizar en las cuestiones programáticas. En ese caso, vaya a la letra, consulte los documentos y confróntelos con su visión política. Seguramente no encontrará en el programa del Frente Amplio nada parecido a las “Bases Programáticas de 1971”, ni en el del Partido Nacional algo similar a “Nuestro Compromiso con Usted”. Pero dese el gusto de comparar las “Prioridades para Gobernar” del Frente Amplio con el “Compromiso País 2025” de la Coalición Multicolor. En ambos leerá propuestas sobre el crecimiento económico, la protección social mediante transferencias económicas, y la mejora en la seguridad con más cámaras y control ciudadano.
No escuche la canción de Falta y Resto, «La Izquierda y la Derecha» ni lea el artículo de Hoenir Sartou en el número anterior de Voces, porque todo mi esfuerzo de convencerlo para que elija entre las dos opciones de votación resultará en vano.
Evaluación de desempeño
Otra forma de definir su voto es evaluar el desempeño de los candidatos. Puede analizar el actual gobierno nacional y comparar las gestiones departamentales de Canelones y de Montevideo, sin necesidad de retroceder hasta el último gobierno nacional del Frente Amplio. En 2019, la ciudadanía consideró que los aspectos negativos de esa gestión superaban a los positivos y decidió un cambio. Ahora, en 2024, la ciudadanía volverá a evaluar. Habrá que ver si los aspectos positivos del gobierno de Lacalle superan a los negativos o si es al revés.
También hay que considerar los distintos equipos detrás de los candidatos.
Definiciones políticas
Tanto al MPP como a la lista 40, la ciudadanía les dio un respaldo significativo en las elecciones y esto pesará en la distribución de cargos.
Personalmente, creo que en este balotaje estamos ante una bifurcación importante en el rumbo del país: vamos hacia la izquierda o vamos hacia la derecha. No hay una opción de centro, y eso supone un desafío considerable para la mayoría del electorado.
Independientemente de la elección que hagan, los invito a votar con los pies en la tierra, conscientes de que ambos candidatos, como cualquier gobierno, tendrán aciertos y errores.
No le tengan miedo a las palabras «socialismo» o “liberalismo” pero sean conscientes de que cualquier reforma profunda que afecte ciertos grupos de poder generará resistencia, tendrá mala prensa y conllevará sacrificios por parte de la población.
Considero que estamos en una hora de sinceramiento político. Quien se identifique como de izquierda votará por Orsi; quien se defina como de derecha y anti-izquierda votará por Delgado. Y quien vote en blanco o anule su voto probablemente estará favoreciendo a Delgado que tiene junto a la coalición una importante ventaja sobre el Frente Amplio. Es un buen momento para mirarse al espejo y tomar una decisión honesta.
Finalmente, un tema decisivo en esta elección podría ser la transparencia. El candidato que presente con mayor claridad a sus equipos de gobierno en áreas clave generará mayor confianza en la población y en consecuencia más adhesiones.
En este sentido, Orsi ha presentado a Gabriel Oddone, uno de los economistas más respetados del país, lo que ha sido un movimiento inteligente del Frente Amplio, a pesar de la incomprensión y resistencia de algunos sectores.
Delgado, por su parte, ha apostado por Valeria Ripoll para captar votantes de los sectores más populares que -por marcas diastráticas- no conectaban con Laura Raffo, una estrategia que también ha generado reparos en la interna del Partido Nacional, pero que fue inteligente, no solo para votar mejor ahora, sino también porque siembra una semilla para la restauración del ala progresista del Partido Nacional, que quedó como producto discontinuado tras el retiro de Carlos Julio Pereira con su lista 504 y ahora parece renacer.
El voto que el alma pronuncia
Andrés Scavarelli
Antes qué cualquier avance es importante dejar en claro el principio, esto es qué las dos opciones en pugna son respetables y qué el resultado debe ser respetado.
Lo anterior significa también qué hay en contienda modelos de administración de los recursos del Poder Ejecutivo y de la gestión de las facultades qué le son propias. Por lo anterior, y al menos en mi opinión, no estamos ante una definición de modelo de Estado ni de sociedad, cómo tampoco frente a un cambio de época ni ante un cambio radical ni revolucionario del modelo país.
Esto lo veo de tal modo por razones normativas y también por razones políticas qué influyen en, cómo debe ser dentro del modelo republicano y democrático de gobierno, la estabilidad de los diversos sistemas que hacen de engranaje para el funcionamiento del Estado. Hay pesos y contrapesos normativos, sociales y políticos, reforzados por el resultado de equilibrio qué las urnas arrojaron en la elección parlamentaria de octubre.
Uruguay tiene una sólida tradición de equilibrio y moderación qué nos ha salvado de derivas demagógicas y qué permitió una salida democrática a la dictadura, asimismo cuenta con un marco normativo interno, comenzando desde la propia Constitución, qué funciona de límite a excesos autoritarios sin encender luces de alarma; y finalmente, Uruguay se encuentra muy bien incorporado a un entramado internacional de instituciones de promoción y protección de los Derechos Humanos, ante los qué el Estado uruguayo debe responder en caso de violación a estos.
El último domingo de noviembre vamos a elegir nada menos qué presidente, pero también nada más qué un presidente, por eso es importante tomarse la elección con seriedad, pero sin dramatismo, porque el dramatismo aleja la lógica y hace caer en la demagogia y la vulgaridad.
Evitar la exageración, el dramatismo y la polarización no solamente debe ser un mandato democrático intrínseco sino qué es además, al menos así lo entiendo, una estrategia realista y razonable para conquistar a los electores indecisos, entre los qué hay muchos cansados de artillería demagógica y de ataques vulgares.
Gastar energías en exacerbar o potenciar el fervor en los que ya están convencidos es una pérdida de tiempo y recursos, y peor aún, fomentar ese fanatismo no hace más qué alejar a los indecisos qué suelen estar en el medio o encontrar propuestas e identidades afines tanto en uno cómo en otro bando.
Cada quién tendrá sus motivos para apoyar a un candidato, al otro o bien no hacerlo por ninguno de los dos, yo tengo los míos para apoyar a Yamandú Orsi pero ninguno de esos motivos está basado en un sentimiento negativo respecto a su contendiente. Elijo a Orsi porque confío en él, en sus propuestas y capacidad de gestión, pero esto no significa qué sienta qué su adversario no tiene propuestas valiosas qué deberían ser consideradas gane quién gane el último domingo. Cómo se dijo en campañas anteriores, el voto debe ser “por la positiva”, por quién queremos qué gobierne y no en contra de alguien. Hemos visto en países vecinos qué sucede cuándo se vota cómo castigó, al final el voto se volvió un búmeran que golpeó a los propios votantes.
Qué sea el voto qué nuestra alma pronuncia y no el rencor, porque al día siguiente del primero de marzo, seguiremos siendo todos el mismo Uruguay de todos y para todos.
Certidumbre en un mundo peligroso
Heraclio Labandera
El mundo hoy es un sitio mucho más peligroso que el de 2019, cuando la ciudadanía otorgó a la Coalición Republicana el gobierno bajo la conducción del presidente Luis Lacalle Pou.
El proximo 24 los uruguayos decidiremos el destino social, económico y político de un país instalado en un escenario internacional bastante más incierto.
Al momento de escribir estas líneas hay un ciudadano uruguayo secuestrado por la dictadura de Nicolás Maduro, sobre quien se niega a informar al Gobierno nacional de su condición, tras su detención por los cuerpos de seguridad del régimen bolivariano.
Situación inédita para un país como Uruguay, que desde siempre tiene particular cuidado por el respeto a los Derechos Humanos de sus ciudadanos y concede especial importancia a su buen relacionamiento internacional.
Hace algunas semanas, en oportunidad de uno de los ya habituales tiroteos con Venezuela, el presidenciable Yamandú Orsi puso en ridículo al gobierno uruguayo indicando con pésima ironia que Maduro «tiembla» con las declaraciones diplomáticas criticas de Uruguay.
Es claro que el candidato frenteamplista no pensó que si él fuera quien se hiciera con la primera magistratura del país, seguro tomaría muy a mal las eventuales impertinencias a que nos tiene acostumbrados la dictadura venezolana.
Pero la liviandad de aquella respuesta de semanas atrás, adquiere nueva relevancia frente a este episodio de ahora.
Los esbirros del régimen chavista intentan minimizar el escándalo, señalando que con este secuestro han capturado a una especie de James Bond charrúa al servicio de la malévola CIA.
La misma CIA que para Maduro ahora ha reclutado también al presidente Lula, luego del portazo brasileño recibido en el último encuentro de los BRICS.
La ligereza de Orsi en una materia tan delicada para Uruguay como es la respetabilidad de su arsenal diplomático, se vuelve más temeraria cuando el partido político que lo patrocina está sospechado de mantener vínculos espurios con la tiranía venezolana.
La burla y la ironía de Orsi se interpreta peor, luego de saberse que funcionarios de la dictadura de Maduro confirmaron que dinero del régimen venezolano llegó a la fuerza política del candidato frenteamplista.
Este introito viene a cuento de una de las fortalezas que tiene sobre Orsi el presidenciable Álvaro Delgado, para liderar el nuevo gobierno que se vota este mes.
Un país de las características de Uruguay, tiene en su diplomacia la primera línea de la defensa nacional.
Y la presidencia de Delgado es la única que le asegura al país, un relacionamiento internacional pragmatico y basado en diplomacia profesional, alejada de la caprichosa y aleatoria «diplomacia ideológica» que siempre promovió el FA
El menú argumental en favor de elegir a Delgado sería demasiado extenso para abordarlo en una breve nota como ésta.
No obstante ello, hay otras razones de peso que vale mencionar en una reseña realizada a vuelo de pájaro.
Es difícil que tras desatarse la guerra en Europa, sea cual sea el desenlace, pueda prosperar en breve un acuerdo de libre comercio como el que está empantanado entre Mercosur y la Unión Europea hace décadas.
Los mercados para Uruguay están por otros rumbos, tal y como sostuvo con obstinación el actual gobierno de la Coalición Republicana, cuya orientación representa el candidato Alvaro Delgado.
Que decir de la certidumbre jurídica que asegura Delgado a la inversión extranjera, que hoy huye de los sitios riesgosos del mundo y llega a nuestras costas.
O del compromiso de sostener políticas confiables para la llegada de inversión que propone Delgado, y lo diferencia de la errática y contradictoria narrativa que pugna por controlar la fuerza política que sostiene a Orsi.
Delgado representa una gestión sólida.
Es la única alternativa ante un futuro plagado de peligros e incertidumbres.
Seguirá siendo levemente ondulada
Alejandro Guedes
Ante la invitación de Voces para analizar la perspectiva de ambas candidaturas de cara al balotaje dejo algunas consideraciones.
Como decía en una anterior nota de este espacio, desde el equipo de Orsi era esperable (y así ocurrió) que se esgrimiera el argumento de la “gobernabilidad” como principal atributo de cara a esta segunda vuelta. Es un argumento válido, aunque no tiene el potencial comunicativo que tuvo en 2009 o 2014. No estamos ante una mayoría en las cámaras, y por ende en la Asamblea General, que aseguren el trámite legislativo de los proyectos de ley. Lo que tenemos es un partido que controlará el senado con 16 bancas en 30. Es una carta fuerte para mostrar de cara a la segunda vuelta, pero tampoco es más de lo que en realidad es. Hay que ser cautos y ponderarlo en su justa medida. Del otro lado, la coalición tiene una mayoría relativa en Diputados que no le alcanza para aprobar por sí sola los proyectos de ley en esa cámara, a lo cual se suma la negociación en el senado. Es la contracara que el FA también esgrime a su favor. Pero en ambos casos, es necesaria la negociación. Negociación a la cual el sistema político uruguayo está muy acostumbrado a transitar y que se podría haber dado en 2019 si el resultado hubiese sido otro. Pero esta discusión no se planteó en 2019 como se plantea hoy. Porque como reconocen propios y extraños, gozamos de un sistema de partidos sumamente maduro y sobran los ejemplos de acuerdos en la historia reciente, bajo escenarios de gobierno de partido mayoritario, minoritario, coalición mayoritaria y, principalmente, de partido minoritario, porque hay que tener en cuenta que el bloqueo tampoco es gratis.
Vamos al argumento oficialista. Desde el equipo asesor de Delgado el principal argumento es el voto popular, ya no la configuración del Parlamento. La razón es obvia. Se busca remitir a la disputa entre bloques políticos y allí mostrar que la mayoría de la voluntad popular sigue siendo favorable a la coalición, como en la primera vuelta de 2019, como en el balotaje, o como en el referéndum de la LUC. Obviamente es un argumento político, discutible por considerar a la coalición como bloque, cuando no es formalmente un lema a nivel nacional, sino un acuerdo político. Pero para los que gustan de los argumentos con destello académico, remite al viejo concepto de las “familias ideológicas” o “bloques políticos” que el querido y recordado Luis Eduardo González introdujo en el análisis político uruguayo . Entonces, ojo con minimizar la capacidad de la coalición como actor político con capacidad de acción colectiva. Eso es lo que ha llevado a declararle el réquiem de manera muy apresurada, siendo que hoy, con sus defectos y virtudes, vuelve a presentarse como un acuerdo político, pero con otra correlación de fuerzas, producto natural de la competencia electoral.
Pasando raya y procurando cumplir con el límite del espacio que generosamente brinda Voces, ¿qué tendremos a futuro? Para empezar un Parlamento de mucha mayor negociación. Esto ya lo vimos durante la actual legislatura (la 49a) donde no era un partido el que controlaba la mayoría, sino una coalición de partidos. Ahora esa capacidad negociadora deberá incrementarse necesariamente gane quien gané, con la ventaja ya explicitada del FA por su mayoría en el senado. Tendremos, por tanto, una mayor capacidad de “escucha” entre los partidos. Y esto no tiene por qué ser interpretado como algo negativo, en absoluto. Lo otro, es una mayor capacidad de ejercer las herramientas de control por parte del Parlamento. Y esto tampoco es negativo. Una mayor capacidad de control, exigirá a la nueva administración, sea cual sea, una gestión mucho más profesional, algo que se viene reclamando hace mucho tiempo ¿o no? Estamos en el fulgor de la campaña y se hace necesario desdramatizar. Por eso el título de la nota. Hasta la próxima.
González, Luis E. (1991). Political Structures and Democracy in Uruguay. Notre Dame, Indiana: University of Notre Dame Press
Un país distinto
Martín Forischi
Aún no tenemos los primeros datos de intención de voto para el balotaje de noviembre. Pero me parece que nunca antes estuvo tan marcado el voto de acuerdo a como vivís; y es muy llamativo lo que siento porque siento que el que no está viviendo bien está pensando en elegir un candidato que lo ayuda a no vivir bien, y me llama la atención.
Extrañamente los que están estancados económicamente ¿piensan seguir con este modelo actual? Mi muestreo es así. Yo lo que veo es que han pasado muchas cosas en el mientras tanto de este gobierno, crisis económica; crisis sanitaria; pérdida salarial, y aun así los siguen votando.
Ahora bien, también vivimos acá los que queremos un país distinto; hay un motón de gente que pasa necesidades. Yo quiero que a la gente le vaya bien, no quiero que 2 de cada 10 niños sigan siendo pobres, Delgado es la continuidad de este gobierno que tenemos, por ello, el que no vota a conciencia no es un buen oriental, el 24 de noviembre se juega el país.
¿Qué hacer en el balotaje?
Martha Valfre
Como el 27 de octubre ninguno de los candidatos alcanzó la mayoría de los votos emitidos (el 50% + 1) por lo que el presidente de la República tendrá que definirse en una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados el día domingo 24 de noviembre de 2024.
Lo cierto es que cualquiera de los dos candidatos necesita convencer a los indecisos para que le dé la diferencia que le permita acceder a la presidencia. Ahora bien…
Estas elecciones trajeron como novedad el voto de una nueva agrupación, Identidad Soberana, con el Dr. Salle como figura emergente. Si bien dicho candidato se había presentado en elecciones previas con otros grupos, nunca había alcanzado ese porcentaje que le permitió obtener dos bancas de diputados. Podría su 3% hacer la diferencia en los dos candidatos? Por supuesto que sí, pero el tema radica es que el Dr. Salle sugiere votar anulado, entonces quedará de cargo de sus votantes si siguen su propuesta o se inclinan por uno de los dos candidatos a la presidencia.
El otro núcleo a “atraer” está en los indecisos, que en una campaña “fría” como fue la pasada, alcanzó un porcentaje de relevancia. ¿Qué se necesita para mover a ese grupo de ciudadanos hacia un lado u otro?
En nuestro modesto criterio nuestro país tiene temas “eje” que son los que preocupan a la ciudadanía, a saber:
a) La Seguridad: en la última década la problemática de la violencia, las rapiñas primero y los homicidios después son el centro de trabajo de la policía, que, hasta la fecha, a pesar de diferentes intentos no han podido modificar el escenario. Un día sí y otro también, nos despertamos con una cifra de muertos entre dos y cuatro personas. El enfoque dual en que está trabajando el Ministerio del Interior insume tiempo para ver sus resultados, con lo que al ciudadano de a pie no le modifica su sentimiento de miedo.
b) Las Cárceles: si bien entre nuestros compatriotas existe un núcleo de ellos que prefiere “olvidarse” del tema, tenemos un serio problema en dos aspectos: Uruguay tiene un alto número de prisionización que hace al hacinamiento un tema a encarar. En un país donde el mandato constitucional obliga a la rehabilitación, esta no parece viable ni implementable en las condiciones de reclusión actuales. Por ende, culminada que sea la sentencia los mismos vuelven a la sociedad, muchas veces en peor estado del que ingresaron, y de ahí la elevada reincidencia. ¿Influye esto en la inseguridad? Desde luego que sí, porque al no haber trabajado con ellos la reinserción a la sociedad, al no haber posibilitado que trataran el consumo problemático o darles una opción de trabajo, vuelven a delinquir. Por otra parte, hay una necesidad de solucionar el tema de fondo en cómo se gestionan las cárceles. ¿Debe ser una dependencia del Ministerio del Interior? Todos concordamos en que no. NO es lógico que quienes repriman el delito sean quienes deben “cuidar” a los presos y trabajar en su rehabilitación. ¿Se soluciona con la creación de un Ministerio de Justicia? A criterio personal, no. No es por acá la solución al problema. Pasa más bien por dar al Instituto Nacional de Rehabilitación una estructura de servicio descentralizado, que reporte al Poder Ejecutivo a través del MIDES, con presupuesto propio, con estatuto de funcionarios propio, no como ahora donde conviven dos sistemas: el de policías con 48 horas de trabajo semanal, donde muchas veces al provenir de frontera, fuera de su horario de trabajo pernoctan en el centro de reclusión, quedando “a la orden” si surgen problemas y el estatuto del operador penitenciario, con un régimen de 40 horas semanales, con posibilidad de hacer paro, no trabajar feriados y demás opciones de trabajadores no policiales. Ese estatuto de “funcionario penitenciario” debe tener algunas consideraciones especiales en cuanto a capacitación, horarios de trabajo, sistema de turnos, apoyo psicológico, entre otros para que funcione adecuadamente.
c) Pobreza infantil: Está comprobado que muchos de nuestros niños, nacen en contextos críticos. Si tenemos en cuenta que nuestro país tiene una tasa negativa de crecimiento de población, no podemos ignorar esta situación. No puede negarse que se han implementado planes de ayuda a cargo de diferentes dependencias del Estado, pero desafortunadamente los mismos no han llegado a atender a todos los niños en esta situación. Si se mira detenidamente la problemática se puede observar que: ni las transferencias dadas a las madres, ni los planes de acompañamiento, ni ninguna de las otras estrategias han podido atacar el núcleo duro del problema. Cabe entonces preguntarse si el Estado no está llegando tarde a poner un punto final al tema. Habría quizá que preguntarse si el trabajo no debe comenzar antes con esas potenciales madres, incentivándolas a permanecer en los centros de estudio, en campañas de información del control de la natalidad, en ayudarlas a ser dueñas de su destino, planificando una vida futura con mayor libertad.-
d) Opciones laborales: si bien la tasa de desempleo ha disminuido sigue existiendo en nuestro país una problemática asociada a la falta de trabajo para aquellos que cuentan con un nivel de estudio reducido y se trabaje en una readecuación de la paramétrica salario promedio – costo de la canasta familiar.
Estos problemas “eje” son los que según el manejo que cada candidato haga podrán atraer a parte de estos indecisos. Especialmente a aquellos más involucrados en la situación de nuestro país.
Pero hay otro núcleo de ciudadanos que no está tan interiorizado o que se mantiene más al margen de la vida del Uruguay, que son aquellos en los que la opción por uno u otro candidato no pasará por el análisis que haga de los temas de fondo, sino por otras variables: cercanía ideológica, simpatía, etc.-
A un candidato lo respalda, o no, los 5 últimos años de gobierno, y ese ha sido su punto de apoyo, el seguir construyendo el segundo piso.
Al otro, los quince años de gobierno previos, y según sus palabras apunta al crecimiento económico, pero con inclusión social, sugiriendo que el actual gobierno se olvidó de “la gente”.
Ambos vienen acompañados de sendos programas de gobierno, que raramente la gente lee, máxime teniendo en cuenta que poco a poco nos hemos ido convirtiendo en la cultura de lo “plano”, las pantallas, y la lectura ha dejado de formar parte en la vida de la mayoría de los uruguayos, así que dependerá de cada uno saber transmitir los puntos centrales de dichos programas.
Aquellos en los que el debate obligatorio no hará la diferencia porque no importa qué o cómo lo diga sino quién lo diga y es ahí donde cada uno de los candidatos deberá recurrir a sus asesores para que analice el perfil que transmiten a la población y reformulen su presentación.
En definitiva, no es menor el desafío que se presenta a los candidatos, donde por un lado para un núcleo de indecisos más involucrados con los temas del país, deberán dar respuestas creíbles y sostenibles a los temas que preocupan y para otra parte tratar de mostrarse carismáticos para atraer al otro grupo. Lo que sí queda claro es que el resultado está reñido y dependerá de los ciudadanos a quién brinda su voto de confianza.
Yamandú y Carolina
Juan Pablo Grandal
A pesar de no encontrarme plenamente ideológicamente identificado con ninguna de las opciones en puja, no dejo de creer importante optar en el balotaje. Como también lo hice en la primera vuelta. Y mi postura es, por lejos, favorable a la fórmula del Frente Amplio, como también lo fue entonces. Las opciones son las que existen, no las que a mí o a muchos otros nos gustarían. Y la fórmula Orsi – Cosse representa hoy el mejor de los mundos posibles.
¿A qué se debe esto? Ideología. Proyecto de sociedad. Tendré mis diferencias, pero el Frente hoy se encuentra mucho más cercano a la sociedad que yo pretendo que el Partido Nacional o sus socios no oficiales. Valoro inmensamente la participación del sindicalismo en la sociedad en su conjunto, y pretendo que la voz de los trabajadores organizados sea escuchada por quienes gestionen el Estado. Eso es mejor representado por el Frente Amplio. Pretendo una política exterior independiente, que no sea de subyugación a ninguna potencia, que tome postura por los pueblos oprimidos del mundo, y que tienda a una mayor integración regional y continental. Eso es mejor representado por el Frente Amplio. Pretendo una mejor distribución de la riqueza y acciones afirmativas a favor de los sectores más vulnerables de la sociedad. Eso es mejor representado por el Frente Amplio. Pretendo superar la actual crisis de seguridad pública sin que el costo en cuanto a derechos adquiridos y libertades civiles sea excesivo. Eso es mejor representado por el Frente Amplio.
También rechazo fervientemente algunas políticas emblema del actual gobierno. Véase: la reforma de la seguridad social, y la reforma educativa. Que son consecuencia de ignorar algunos de los principios que expresé anteriormente. Falta de participación de gremios y sindicatos en toma de decisiones, falta de sensibilidad para con los más vulnerables.
Esto, ¿quiere decir que todo es malo? No necesariamente. No considero negativa la gestión de la pandemia. A nivel macroeconómico las diferencias tanto de gestión como ideológicas con la anterior gestión del Frente Amplio son menores. Y tengo críticas muy extensivas al Frente Amplio como partido y dirigentes varios de dicha fuerza política, que he expresado extensivamente, pero prefiero no repetir en este contexto. Pero sería de una necedad imperdonable no tomar partido por la opción que es objetivamente e indiscutiblemente más cercana a mis principios. El Frente Amplio representa de forma más fiel las banderas que considero pilares a las que cualquier gobierno popular debe tender: Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social.
¡Llegaron las Botaciones!
Rodrigo da Oliveira
Botación en el sentido de botar, tirar, eliminar esta etapa fatídica de campaña electoral chata, carente de ideas y propuestas, caracterizada por la anécdota y la burla, pero alejada de las necesidades de la gente de a pie.
Uno empeñado en decir dentro del país que todo está mal, que las cosas hay que hablarlas y revisar todo lo que se mueva (¿y lo que no, pintarlo de blanco?), aunque fuera de fronteras diga que no está tan mal. El otro candidato, empeñado en mostrar los logros del gobierno saliente, jaqueado por problemas propios y una falta de magnetismo importante, pero que asume como una debilidad que ha ido usando para afirmarse.
Falta de magnetismo compartida, uno y otro generan menos convocatoria que rechazo.
¿Pero alcanza ello para convencer indecisos? La duda es enorme, a esta altura. Dice el presidente Lacalle Herrera que uno nunca sabe por qué la gente vota lo que vota. Y coincido con él.
Más aún en esta ocasión, en que el candidato oficialista tiene la doble tarea de convocar hacia afuera de la hoy Coalición gobernante y zurcir díscolos hacia dentro de la misma.
Si algo nos muestra su tarea, es la enorme capacidad de diálogo que tiene, sosteniendo toda esa estructura en marcha, con tantos egos pulsando a la vez. La baja votación de Manini pudo hacer parecer que sería más sencillo…no, salieron otros YO, casi tan grandes como los del General.
El otro coalicionado, el de la formal, no la tiene más fácil, aunque las dudas parecen surgir justamente por la dificultad de mantener el orden interno pero no por egos, sino por votos.
La importante votación obtenida por el plebiscito de la previsión social puede ser vista como un punto en contra de la unidad FA, con el agregado de la fuerza mostrada por el Partido Comunista.
La pregunta surge sola; ¿cómo haría para mantener a raya a grupos que ya están reclamando por sus postulados, aún antes de saber si serán gobierno o no?
La muy buena apuesta a exhibir a Oddone como ministro de Economía se vio de inmediato puesta a prueba, dada la postura de este frente a dicho plebiscito. Más dudas que certezas, agregado a sí pero no continuo al que nos somete Orsi.
Le juegan a favor los números obtenidos en las nacionales de octubre. ¿Habrá trasiego de votos?
Quienes terminen definiendo lo harán basados en mil cosas diferentes y son quiénes darán esos pocos miles de votos necesarios para que uno u otro encabece el próximo gobierno.
La capacidad de convocatoria de ambos es mínima, difícilmente podrían hacer una campaña propia y encaramarse desde cero, para pelear una presidencia. Sin embargo, acá estamos, parados frente a Delgado y Orsi, teniendo que optar por uno de ellos. Para demasiados, será votar al menos malo, lo cual siempre es una triste elección. El final es abierto, las posibilidades similares.
Que el futuro te sea leve, pueblo uruguayo.
Delgado: certezas y experiencia
Rodolfo Saldain
La elección de Alvaro Delgado asegura certezas en el rumbo de las principales políticas públicas. La Coalición Republicana tiene un rumbo definido en su programa, sin contradicciones internas para avanzar hacia un país más inclusivo y próspero.
Su experiencia de gestión en los temas nacionales está ampliamente probada. El presidente Luis Lacalle Pou lo tuvo como principal apoyo ejecutivo. Jugó en la “divisional A” de la política nacional en los últimos 5 años, sin perjuicio de su amplia actividad legislativa previa. Es una experiencia incomparablemente más pertinente y potente que la que pueda atesorarse en cualquier gobierno departamental. La curva de aprendizaje ya está hecha.
Por el contario, el Frente Amplio llega al domingo 24 inmerso en profundas contradicciones internas en temas cruciales, ampliamente condicionado por el PIT-CNT y con un candidato inexperiente en los temas nacionales. No es el FA que gobernó entre 2005 y 2020.
Las certezas que daban Tabaré Vázquez y Danilo Astori ya no están. La representación de lo que podría denominarse “espacio astorista” está la alicaída. Por otra parte, el PIT-CNT se ha transformado en un grupo político en sí en el FA, con la libertad de no serlo y, por ende, sin necesidad de atenerse a su institucionalidad. Su incidencia es creciente. Está por verse dónde el MPP pondrá el límite a la injerencia sindical y, consecuentemente, del Partido Comunista y sus aliados. Recordemos el concepto de ”gobierno en disputa” impulsado por el Partido Comunista en momentos en que el FA gobernaba.
La incertidumbre de una eventual victoria del FA en materia macroeconómica no logra disiparse con el anuncio de una personalidad ampliamente respetada como promitente ministro de Economía y Finanzas. Las Bases Programáticas del FA van por un sendero diferente. La política previsional es el ejemplo evidente. La concepción de “ahorro no lucrativo” es incompatible con la existencia de empresas privadas administrando fondos jubilatorios. La incertidumbre lejos de atenuarse, se acentúa cuando el principal referente parlamentario del MPP, el senador Alejandro Sánchez, plantea la posibilidad de nacionalizar las AFAP. Se acentúa aun más cuando intenta aclarar diciendo que quiso hacer una ironía, pero resulta que ya había planteado la nacionalización de las AFAP años atrás. Y no deja de acentuarse cuando el secretario general del Partido Comunista, Juan Castillo señala que el Ec. Gabriel Oddone no es «la persona adecuada para ejecutar el programa de la izquierda». ¿Podrá Orsi borrar con el codo lo que se escribió con la mano?
El resultado de tanta inconsistencia e incoherencia no es otro que la falta de certezas en temas cruciales para el futuro del país. La única certeza en ese escenario es que habrá una tensión interna de proporciones en la definición de aspectos centrales de la economía nacional.
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