A comienzos de la década del 80, la música popular uruguaya atravesaba un período especial. La dictadura militar estaba en su apogeo en cuanto a lo económico y cultural. Los artistas locales, montevideanos y del interior del país, dedicaban sus esfuerzos a crear un material que contuviera mensajes políticos (subliminales o no), que eran el corazón de las propuestas de los grandes festivales de Canto Popular. Por aquellos años existía una fuerte discusión sobre el uso o no de tímbricas «foráneas» entre los artistas del movimiento. Y esto se traducía como: instrumentación de rock = imperio yanqui. Como si la guitarra criolla o la trompeta no fueran instrumentos imperialistas. Pero en aquel momento de altísima politización esto se debatía de manera frecuente. Eduardo Darnauchans era uno de los artistas que era discutido por su estética, por ejemplo. Hasta había escrito la canción «Resumen» que abría Zurcidor, motivado por esta discusión. Fernando Cabrera venía de abandonar el proyecto acústico de Montresvideo (que había dejado un solo álbum en 1981) y quería ampliar la sonoridad de sus composiciones. Es entonces que forma un grupo con base roquera al que llama Baldío. Gustavo Etchenique y Andrés Recagno (batería y bajo, respectivamente) serían la base rítmica, agregando al tecladista Andrés Bedó, y al guitarrista y arreglador Bernardo Aguerre (1953- 2022), con quien ya había trabajado desde Zurcidor.
El primer y único trabajo discográfico fue Baldío (Sondor, 1983), con una estética inesperada para el medio local, con fuerte influencia de la música popular brasileña y del pop anglosajón. Aunque estas grifas se vuelven polvo cuando se produce el hecho de que el compositor y cantante líder tenga su propia personalidad y su lenguaje. La ecuación aquí fue tomar lo valioso de esos modelos y trasplantarlos a la canción uruguaya. El álbum fue grabado en los estudios Sondor de Montevideo por un joven ingeniero llamado Daniel Báez, quien estaba colaborando, en ese preciso momento, en la realización del maravilloso Cuerpo y Alma de Eduardo Mateo. “Estás acabado, Joe” es una parodia del western de TV que Cabrera utilizó para caerle a la dictadura (“Ya lo creo que estás arruinado, Joe, / ya lo creo y tú lo sabes, / siempre fuiste un hombre de cuidado, Joe, / siempre fuiste un chico duro”). El arreglo es beatlero, con “Got to get you into my life” como modelo. El autor escribe como si supiera del fin del régimen y al matón del pueblo le quedara poca pólvora: “Hicimos una poca de fuerza, Joe, / todos juntos a un tiempo, / hoy juntamos nuestras cobardías, Joe, / y jalamos de la soga”. La jerga del lenguaje neutro de los doblajes fue eficaz para inyectarle más dosis de ironía (“Largo Joe, / los años no han corrido en vano / Chispas Joe, / los años no han corrido en vano”. Luego del arranque -inesperadamente pop- llega una milonga; casi como un gesto identitario. “Méritos y Merecimientos” es una bella canción introspectiva que utiliza la rueda armónica de “Sí, sí, sí” de Jaime Roos. El arreglo de guitarras envuelve al texto, de carácter romántico, cantado a medias con Andrés Recagno. El tema es el del chico que no se anima a la chica porque le parece inalcanzable: “Cuando se trata de usted/ yo me quedo sin palabras, / ¡ay, mi vieja timidez! / que se agazapa en el habla”. M & M es una de las canciones más reconocidas (junto a “Llanto de mujer”) de este disco, y sigue siendo apreciada y ejecutada por Cabrera hasta el presente. En “Llanto de mujer” aparecen tres influencias en una. Por un lado, The Beatles, obviamente. Por otro lado, Chico Buarque e Ivan Lins. Chico aporta para el texto el procedimiento de colocar el sujeto en femenino (“Olhos nos Olhos”) e Ivan para la música; casi un desprendimiento de “Novo tempo” con texto de Vitor Martins. “Él salió de mis manos/ él se fue de mi abrazo/ él se abrió del adiós/ arrancó de aquel beso/ avanzó de mi llanto”. No sabemos a qué refiere esa mujer al pie del andén. Si despide a un amor o a un hijo que parte. Es una de las mejores canciones de Cabrera y con una intensidad heredada de la fuerza expresiva de Montresvideo. En “6 de enero” caemos en el drama más absoluto. Canción olvidada por su autor y que aparece en el disco como documento de lo poderoso de su expresión lírica de aquel período. Pertenecía al repertorio en vivo de Monstresvideo y era una canción conmovedora. La relación de pareja y el hijo que sufre la situación de la separación. Un tema jamás transitado –al menos, no conozco otra canción parecida- en el panorama de la música popular. Si en “Llanto de mujer” hablábamos de influencias diversas, acá lo que aparece es la toma de una música casi literal. La armonía y la idea del arreglo es idéntica a “Como nunca” (Beto Guedes, álbum Sol de Primavera, 1979). Por supuesto que la melodía y el texto no tienen nada que ver con la obra del mineiro. “Rara paradoja/ haberte querido/ sine/ namorarme/ sopor/ tado tanto/ no me acuerdo/ no te acuerdo/ no sos nada”. Cabrera utiliza herramientas del concretismo para armar la poética del texto. Deconstruye palabras que transforma en sustantivos o neologismos. Pero más allá de lo estético, lo que dice es durísimo: “Tara caminando/ hijo que tuvimos/ tara arañando/ Pablo le pusiste/ malcriado/ malreído/ malcantado”. Versos espeluznantes nacidos desde las tripas. El álbum, además contiene músicas de Recagno (“Mengana” y “Canciones de amor”) y un experimento musical concretista titulado “Segundo intento de Fuga del Cielo”, de Bedó. Cierra con un samba que es “Desbordando barrios”, una canción “buarquera” con texto surrealista (con mucho de Levrero) que cuenta la organización de un baile general, que reúna a las clases menos favorecidas, comparándolos un poco con los presos políticos. Un disco histórico porque tuvo un solo capítulo (hubiera sido bueno otro), y donde se pone de manifiesto, la creatividad y la fuerza expresiva de un sector de nuestra canción popular (ruptural) en 1983.
Diseño de tapa de Gerardo Mantero
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