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Dineros sin bandera por Ruben Montedónico

Dineros sin bandera por Ruben Montedónico
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Cuando se acallaron los ecos sobre depósitos encubiertos en los Panama Papers y los depositantes en este y otros lugares parecía que podrían volver a sus habituales métodos de elusión y evasión sin ser observados por inquisidores que los expusieran a la picota pública, hubo otro hallazgo del que nos enteramos por los medios y al principio nos lo figuramos con atisbos de lejana memoria como los del cómic del Pato Donald y su tío, Rico Mc Pato.

Me otorgo licencia para parafrasear a Carlos El Pibe Maggi y comentar que el tío del personaje de Disney moriría de vergüenza frente a esos cuentahabientes de hoy: Rico no pasó de ser un ricachón local. Cualquier burgués lugareño sería objeto de la risa de los depositantes semianónimos o mediante alguna corporación que lo hiciese en Andorra, Anguila, Aruba, Liechtenstein, Bahrein, Maldivas, Malta, Islas Marshall, Botswana, Mauricio, Montserrat, Nauru, Islas Cook, Samoa, Francia, San Marino, Alemania, Ghana, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Isla de Man, Israel, Vanuatu o Jersey, por citar algunos de los 73 países o posesiones -muy o poco conocidos- donde este tipo de “colocaciones y depósitos” son admitidos.

La prensa que refleja estos señalamientos llena sus informaciones con datos minuciosos sobre personajes de la vida pública vinculados al entretenimiento o a deportistas (aquellos que generan parte de la burbuja inflacionaria) y eluden hacerlo sobre corporaciones (que en general financian a cadenas y a grandes medios de comunicación). Tampoco ocupan mayor mención los políticos y otros “clientes”, entre los que podemos imaginar que hay dirigentes religiosos, narcotraficantes, traficantes de armas, especuladores de diversa laya y burócratas internacionales. La parte de información pública queda encubierta con los casos de personas o entidades que con su presencia atraen la atención pública. Por supuesto, constan clientes como Isabel II, el premier canadiense Trudeau y el entorno del presidente Trump –que no les afecta que se los nombre-, pero ganan en reflectores Bono o Madonna.

Los “paradise papers” es el apelativo de la OCDE (escritos de 1998) que se adopta para designar al grupo de documentos que expone el uso como método mundial -en muchos casos a través de intermediarias consultorías ad hoc– de ingenierías financieras que posibilitan asentar, distribuir y mover dineros, eludiendo normas impositivas y organismos reguladores de la fiscalidad en las matrices de residencia del depositante, que pueden ser personas físicas o jurídicas. El nombre evoca a alguno de esos paraísos (Bermudas, Barbados, Bahamas, Islas Caimán) del Caribe. La evasión fiscal -en muchos casos- está unida a actividades que conspiran contra sindicatos y agremiados (plusvalía depositada en una plaza distinta al lugar de su obtención) o directamente son producto de algún delito: por ejemplo, los sobornos por obras públicas (en América Latina ver caso Odebrecht). Según la información obtenida, la primera versión se publicó en Alemania por el Süddeutsche Zeitung y la radio Norddeutscher Rundfunk, los británicos The Guardian y la BBC, el francés Le Monde, el estadunidense The Washington Post, la televisión canadiense CBC y otros 31 medios del mundo. Los datos fueron extraídos de un disco duro con 2,5 millones de archivos, relación de unas 130 mil personas, 122 mil sociedades y unos 13.4 millones de documentos.

Poner los depósitos a salvo o en paraísos fiscales no es una práctica reciente; en un momento se dijo que nutría, fundamentalmente, la banca helvética, en parte subsidiaria de la británica. De lo que pudimos rastrear, llegamos hasta principios del siglo del siglo XVIII en Ginebra; al ligero crecimiento en la segunda mitad del XIX, y concluimos que se ha desarrollado con intensidad de la última postguerra hasta nuestros días.

Es en verdad -como nos adelantaba Juan Hernández Vigueras en 2005- un subproducto de la globalización de los mercados financieros, acerca de los cuales hay que explorar más su relación con las bolsas y los movimientos transnacionales de capitales y, en particular, con el hecho de que las grandes empresas, los bancos y los que disponen de mucho dinero puedan invertir donde les plazca. Este autor hace hincapié en dicho aspecto y demanda una rigurosa recopilación de datos y documentos referidos a los paraísos y a sus consecuencias nefastas, como la delincuencia financiera, la corrupción o la evasión fiscal que -en diversos casos- imponen decisiones a los gobiernos democráticos en nombre del pensamiento único. Para desentrañar hasta donde llegan estos dispositivos recomienda el estudio de sus mecanismos financieros, datos e ideas que permitan entender la situación creada por la globalización de la economía. Desentrañar el efecto en cada región y país, entonces, pasa por pensar que con cada sociedad offshore creada en un paraíso fiscal se enfrenta a una entidad que no lleva a cabo ninguna actividad comercial pero en principio se aprovecha de las ventajas tributarias y el secretismo de otro país.

Desde nuestro modesto punto de vista, la situación ante la que se encuentra la periferia de los países desarrollados de cara a este tipo de prácticas se enfrenta con un competidor irresponsable y desleal por los depósitos de capital: EE. UU. Si los paraísos representan un peligro para los Estados y sus organismos recaudadores de impuestos por la elusión de personas y empresas, la oferta de aspersión de capitales estadunidense es un peligro adicional y mayor.

«Qué irónico y qué perverso es que EE.UU., siempre tan mojigato en su condena a la actuación de los bancos suizos, se haya convertido en un referente del secreto bancario», escribía Peter A. Cotorceanu, del bufete de abogados suizo Anaford. «¿Escuchas ese gigantesco sonido de succión? Es el dinero que fluye hacia EE.UU.», añadía gráficamente. Quizá se refería a la centenaria financiera europea Rothschild que acaba de abrir oficina en Reno (Nevada) cerca de los casinos Harrah y Eldorado: se dedica a sacar las fortunas de sus clientes extranjeros de Bermudas e introducirlas en sus trust de Nevada.

Los diarios nos dicen sobre este fenómeno que la suiza Cisa Trust, asentada en Ginebra y especializada en el asesoramiento a latinoamericanos acaudalados, pidió permiso para abrir una filial en Pierre (Dakota del Sur), una decisión que responde, según su presidente John J. Ryan Jr., a las “necesidades” de sus clientes extranjeros. Agregan que uno de los principales proveedores de servicios en paraísos fiscales, Trident Trust, movió en diciembre docenas de cuentas de Suiza y las Islas Caimán, entre otros, a Sioux Falls (Dakota del Sur). “Cerramos en las Caimán en diciembre”, confirma su presidente.
Cuentan sobre Andrew Penney que es un abogado que trabaja desde hace tiempo para Rotschild en la pequeña isla británica de Guernsey, es directivo de la compañía Rothschild Wealth Management & Trust, con sede en Londres: mueve 23 mil millones de dólares de unos 7 mil clientes afiliados a oficinas en Milán, Zurich y Hong Kong. Hace unos años fue elegido «trust del año» por un núcleo selecto de asesores financieros británicos.

Refieren que algunos de los dichos de Penney fueron censurados de un discurso por Rothshchild ya que contenía pasajes controvertidos sobre EE.UU.  como que es el «mayor país fiscal del mundo», aunque su actitud para hacer cumplir las leyes tributarias de otros países es laxa y tiene una concepción de “privacidad” doble.

Como se ve, los gambusinos buscadores de inversión extranjera directa (IED) con que pretenden impulsar los desarrollos en sus países tienen un competidor en el propio continente, que no está en el Caribe sino más al norte.

 

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