Mike Nichols y John Schlesinger, dos cineastas que marcaron caminos imposibles de ignorar en la historia del cine anglosajón. En estos días se conmemora el aniversario de una película de cada uno, títulos memorables, pero hoy bastante olvidados.
CONOCIMIENTO CARNAL. Creación de mucha inteligencia, esta película parte de un guion original de Jules Feiffer y se afirma por la brillante realización de Mike Nichols. Para éste, el film viene a contraponerse a su anterior El graduado, y lo prolonga como film que apunta a psicologías y costumbres de los estadounidenses, principalmente en lo que atañe a las pasiones. Cuenta la historia de la amistad entre Jonathan (Jack Nicholson) y Sandy (Arthur Garfunkel), jóvenes universitarios. El film presenta al primero como un cínico, egoísta y atrevido, dispuesto siempre a salirse con la suya, mientras que Sandy es más tímido y sensible. Desde el inicio hasta el final no dejan de ser amigos, pese a la diferencia de caracteres. Al culminar el film, sin embargo, Sandy ya no será tan inocente ni manejable, y Jonathan deviene en un pobre frustrado sexual y emocionalmente.
El personaje de Jonathan es un seductor obsesionado por su limpieza física, para quien toda mujer no es más que alguien hecho para cazar y dejar luego, cuando lleguen la saturación y el aburrimiento. Jonathan hace infelices a las mujeres porque teme ser “castrado” por sus conquistas. En medio de ellos está Susan (Candice Bergen), estudiante que alterna la relación con Sandy y la fascinación que sobre ella ejerce Jonathan. Pierde la virginidad con el primero, pero la atrapa el segundo. Luego aparece Bobbie (Ann-Margret), gran pasional, que enloquece casi hasta el suicidio al lado de Jonathan. El film se transforma así en un compendio de frustraciones, con un desarrollo ubicado en Nueva York, donde Sandy ejerce como médico y Jonathan se ha convertido en abogado.
Arte de amar y desamar, compendio erótico acerca de la sociedad intelectual americana de los años 50 y 60, el film poseía una descarada franqueza para la época. Notablemente actuada por Nicholson (su mejor rol antes de Atrapado sin salida) y muy bien secundado por el resto, en especial Ann-Margret; poseedora de un chispeante libreto original, una admirable fotografía de Giuseppe Rotunno y un excelente montaje de Sam O’Steen, la película destaca por la fluidez de relato y sus estupendos encuadres (pocas veces fue tan bien empleado el CinemaScope con finalidad dramática), además de una banda sonora inteligente, al servicio de todas las situaciones que oscilan entre el humor gélido y el trauma dramático. Esta película traslada las obsesiones típicas de una sociedad de la cual el cineasta sabía bastante, expresando un vacío sentimental angustioso y desesperante, sin perjuicio de mantener siempre un sostenido valor creativo. Hay que sacarla ya del olvido.
DOS AMORES EN CONFLICTO. Resulta una clara imagen de los problemas e inquietudes en los que se sumiría el cine británico en los años 70. La asfixiante censura de la década anterior empezaba a diluirse, y el inicio de la revolución sexual permitieron la realización de esta genuina película de John Schlesinger. La problemática social cayó en esta ocasión en un drama sexual de exquisitas proporciones, que en la carrera del director británico estuvo precedida por la intensa y magistral Perdidos en la noche, que planteaba una sexualidad americana que también comenzaba a abrirse.
Aunque ciertos cineastas y cierto público se dieran cuenta que la basura y los conflictos eran parte de ellos y de su sociedad, eso no significa que Dos amores en conflicto sea una visión maliciosa y descarnada de la homosexualidad. La mirada de Schlesinger es mucho más compleja. Aquí no se habla de un homosexual atormentado ni de sus amores masculinos, sino que se narra la triste historia de un hombre confuso (Peter Finch) y de una mujer de mediana edad aún más confusa (Glenda Jackson), ambos enamorados de un cautivador muchacho de 20 años (Murray Head), que llena sus vidas de vitalidad, pasión y esperanza. Por lo tanto, no es un drama homosexual ni heterosexual sino, sencillamente, sexual. La falta de información, el tabú y el temor al rechazo llevan a los protagonistas a una encrucijada terrible de desesperación. Se aferran obsesivamente a una manzana recién engendrada y a su jugo de vida. Ambos se vuelven a sentir jóvenes, abrazados dulcemente por todo aquello que ansiaron cuando ellos mismos tenían veinte años, y que se les había negado. Ahora son mayores, se acercan cada vez más al final, contemplan asombrados la luz creciente de la nueva década, y quieren formar parte de ello. Esta es una película sobre una ilusión cegadora que se torna enfermedad. Nadie quiere compartir su tesoro, y mucho menos tratándose del manantial de vida eterna. La triste Glenda Jackson) y el celoso Peter Finch darán comienzo así a una sutil batalla de propiedad, peleando por el único antídoto a sus miserables vidas: la grácil manzana llamada Murray Head.
La gélida mirada de Schlesinger posee una exquisitez formal que nos clava al entramado emocional de los personajes. No hay grandes peleas, gritos desgarradores ni asesinatos turbios con persecuciones urbanas. Todo es mucho más sutil y melancólico, dulce y triste a la vez. Finch y Jackson se sumergen de lleno en dos de las mejores y más fascinantes labores de sus carreras. El guion, ágil y tremendamente inteligente, culmina a su vez en una dirección perspicaz y evocadora. Muchos dijeron que se trataba de una alegoría de la bisexualidad, contra la obligación de definirse; otros, que era una metáfora del cambio drástico a nivel social y artístico que empezaba a transformar a Occidente. Personalmente, creo que Dos amores en conflicto es todo eso y mucho más.
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