En Guatemala y Ecuador se realizaron actos electorales el pasado domingo. El primero se trató de un balotaje decidido por una primera ronda; el segundo, de una rueda inicial, con denominador común de algunas sorpresas, una acción delincuencial creciente y las intervenciones de la prensa empresarial hegemónica, junto a la híperactividad en las campañas de los medios electrónicos.
Otro elemento en común de dos latinoamericanos geográficamente distantes es que en el pasado inmediato se instaló el convencimiento popular de que sus cúpulas políticas y militares estaban impregnadas de corrupción y esta connivente con el narcotráfico.
La pobreza y el desempleo fueron otro elemento similar
redundando en forma ostensible en Ecuador en el incremento de la violencia y en Guatemala con el fenómeno de la migración (acumulada en gran parte en la frontera mexicano-estadunidense) y la trata de personas.
Para empezar por Guatemala, quiero reproducir lo que recoge la doctora Brenda Morales del libro presentado por José Luis Valdés Ugalde acerca de la “guerra fría” la intervención y golpe Estado de 1954. Sostiene Morales con razón: “La importancia de este libro radica en que nos ayuda a entender mejor la política exterior de Estados Unidos hacia el resto del continente pues, a pesar de que la ‘guerra fría’ ya no existe, podemos encontrar que muchos elementos de su discurso están todavía vigentes.”
Se cumplió a tiempo con las instancias formales de una nación que se prepara para un balotaje: el padrón electoral fue integrado por 9 millones 361 mil 68 personas; para el ejercicio del sufragio estuvieron habilitados 3 mil 482 centros de votación con 24 mil 427 mesas receptoras de votos.
Sin embargo, a la “sorpresa” del progresismo de Semilla y su líder, Bernardo Arévalo, se contrapuso al cúmulo de impugnaciones que la derecha le interpuso o fabricó e hicieron que la certificación de resultados de la primera vuelta se retrasaran por un amparo otorgado por la Corte de Constitucionalidad a nueve partidos, incluido el oficialista Vamos. Estas organizaciones alegaron “irregularidades” y “fraude electoral” a favor de Semilla e incluso demandaron una nueva elección.
Los abogados del partido y el equipo de defensa de Arévalo denunciaron la ilegalidad de estas denuncias y luego la Corte Suprema de Justicia no hizo lugar a ellos.
Arévalo, es hijo del ex mandatario guatemalteco Juan José Arévalo (1941-45) quien gobernó el primer período de lo que se conoce como la “Primavera” (1941-54) para entregarle el poder a su continuador, Jacobo Arbenz, quien vio interrumpida la presidencia por un golpe militar auspiciado por EE.UU. Juan José Arévalo, junto al depuesto, encontraron asilo en Uruguay, donde nació y vivió
Bernardo hasta los dos años; regresó a Guatemala a los 15 años. El periodo previo, este guatemalteco habitó los lugares que el exilio de sus padres le dieron. En 2023 fue acusado de no ser nacional: una de las tantas impugnaciones desechadas.
Durante la campaña por la segunda y definitiva vuelta, no solo enfrentó a su contrincante, la ex primera dama Sandra Torres, sino según analistas -encabezados por esta mujer, por tercera vez en un balotaje y perdidosa- encaró a “los poderes oligárquicos de los empresarios, el judicial, el de gobierno, los militares algunos evangélicos neopentecostales y, no podían faltar los “fake news” y el sector de prensa hegemónica de la derecha.
Arévalo, demócrata progresista, triunfó haciendo hincapié en su anticorrupción con 58.01% de los sufragantes (45% del padrón) sobre la derechista Torres (37,24%). El amplio margen le otorga más posibilidades de llegar al inicio de su mandato el 14 de enero. Tendrá que superar, asimismo, que el Constitucional no falle contra Semilla: aunque los diputados no perderían sus curules,
estarían impedidos de conducir el Parlamento y sus comisiones.
En su caso, es mi parecer, solo una nutrida movilización popular, sistemática, permanente, defendiendo las instituciones y la ley
serán el muro de contención de su gobierno ante la oligarquía, la corrupción y el imperialismo.
En Ecuador, la violencia continuó incontenible en la campaña electoral de primera vuelta y entre otros hechos se cobró la vida del candidato presidencial de la derecha Fernando Villavicencio, que se ubicaba en un segundo lugar en las encuestas. Quien lo sustituyó, Christian Zurita, se colocó tercero en la contienda comicial, con menos votos que los vaticinados para el fallecido. El futuro presidente de Ecuador surgirá del balotaje a realizarse dentro de siete semanas entre la “correista” Luisa González (31% en primera vuelta para el Movimiento Revolucionario Ciudadano) y el joven derechista Daniel Noboa (23.66%) de Acción Democrática.
En paralelo con el proceso electoral, se llevó a cabo un plebiscito acerca de la explotación por parte de Petroecuador en el Parque Nacional Yasuní (de aproximadamente un millón de hectáreas), del conocido como Bloque 43-ITT. El 59.14% lo hizo por el cierre del sitio de extracción petrolera y la empresa dispone de un año para desmontar las estructuras que costaron 2 mil millones de dólares erigirlas. Se trata de un triunfo de los indígenas
voluntariamente aislados, waoranis -principalmente-, tagaeros, taromenanes y dugakaeris. Como paradoja, los habitantes de esta región de la Amazonia ecuatoriana no votaron y no están registrados en el padrón electoral.
Para el caso del balotaje el 15 de octubre entre la “correista” González (integrante en su momento del gabinete de Rafael Correa) y Noboa (hijo del empresario más rico del país y 5 veces derrotado candidato presidencial, Álvaro Noboa), el alineamiento del conjunto de la derecha detrás de la candidatura de este joven (35 años) educado para dirigir empresas, asegura todos los privilegios de la burguesía.
Mi pronóstico, teniendo en cuenta la aritmética electoral actual y su proyección, es que resultan unos gobiernos futuros de derecha para Ecuador y uno progresista anticorrupción para Guatemala (dará más si deja la socialdemocracia).
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