Doctrina religiosa próxima al calvinismo que surgió en Inglaterra y Escocia en los siglos XVI y XVII; se caracterizó por intentar purificar la Iglesia de las doctrinas y ritos católicos y por defender una rigidez moral extrema y una absoluta adecuación de las costumbres a la moral evangélica.
Rigidez y escrupulosidad excesivas en el cumplimiento de determinadas normas de conducta moral pública o privada.
Sin dudas, la historia es porfiada y las personas tienden a repetirse.
Una doctrina que tiene más de trescientos años cobra vigencia.
Dicen que a Uruguay llega todo más tarde, pero esto parece mucho.
Asistimos en los últimos años a una tendencia generalizada a
convertirnos en jueces infalibles y severos sobre todo y todos.
Lo paradójico es que esta actitud trasciende a la ideología y en todo
el espectro político, surgen como hongos, pichones de Torquemada
No importa lo que digas, te pego por el lugar donde te ubicas.
Ya asistimos a los linchamientos de personas mediáticas, de la
cultura o políticas porque son considerados adversarios políticos.
Ejemplos sobran: Franklin Rodríguez, Álvaro Vázquez, Delgrossi,
Puglia, Daniel Martínez, Petinatti, Da Silveira y ahora Rafa Cotelo.
Lo peor es cuando se intenta callar la libertad de expresión a través
de la justicia y se acude a denuncias penales o civiles para lograrlo.
Recordamos el juicio de Susana Muñiz contra Gabriel Pereyra.
El de Víctor Hugo Morales contra Leo Haberkorn por su libro.
O el del director de Aduana Enrique Canon contra Ignacio Álvarez.
Ahora la candidata Laura Raffo denuncia a un montón de twiteros.
Y la frutilla de la torta es la denuncia penal contra Edison Campiglia.
Parece que nos argentinizamos de apuro y judicializamos todo.
Nos estamos muriendo de corrección política y el péndulo se fue
desde la izquierda a la derecha en esta llamada “Nueva normalidad”
El petizo stalinista que muchos en la izquierda llevamos adentro
ahora dio paso al enano fascista que habita en la derecha local.
Considero que la libertad de expresión es un derecho inalienable.
Ya escuchamos muchas veces eso de libertad y libertinaje, y de los
que reivindican el honor y el respeto como excusa de la censura.
No nos gusta nada esta tendencia de denunciar todo lo que no
vaya con nuestra forma de pensar o rechine con nuestra visión.
En lugar de avanzar estamos retrocediendo y se está construyendo
un puritanismo “oriental” que llega muchas veces a la estupidez.
Alfredo García
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