Me vivo calentando con las polémicas posturas de Hoenir Sarthou.
Discrepé profundamente cuando decidió en el 2014 no votar al Frente Amplio.
Disentí con su férrea oposición a la iniciativa de la inclusión financiera.
No estoy de acuerdo con sus análisis sobre complots desde el primer mundo.
Creo que es un error su visión sobre el feminismo y los resabios patriarcales.
Y dos por tres nos trenzamos en discusiones de grueso calibre y alta tensión.
Debo reconocer que alguna vez me ganó la cuereada, y tenía plena razón, como
en el caso de Pluna, que me vaticinó el desastre mucho antes de que ocurriera.
Cada miércoles lo atomizo porque la puntualidad no es una de sus virtudes y
es impensable la entrada a imprenta sin contar con su Indisciplina Partidaria.
Pero en los últimos tiempos he sido testigo de ataques y críticas en su contra que
me muestran un fundamentalismo inadmisible en gente que se dice de izquierda.
Desde el comentario de una destacada feminista uruguaya que frente a mi reclamo
por no enviar un informe al semanario dice: “Sacá a Sarthou de VOCES y te lo mando”.
O del amigo de décadas que dejó de ir a los cumpleaños de Hoenir porque su compañera
(reconocida militante de izquierda radical) no tolera sus opiniones políticamente incorrectas.
O el copete de una crónica en Brecha que desliza una deslegitimizante suspicacia: “El acre
perfume neofascista de esta formación no impidió al Dr. Hoenir Sarthou ser parte de la mesa”.
Sin olvidar la infinidad de comentarios que lo golpean constantemente en las redes sociales.
¿Qué miedo hay en la izquierda con las opiniones que van contra la hegemonía imperante?
¿Se lee lo que se escribe o se interpreta de una, de acuerdo con lo que pienso sobre el autor?
¿Estamos frente a una horda de trasnochados “frommianos” con miedo a la libertad?
¿Resurgen bajo el manto de “Nuevos derechos” los stalinistas censores de otrora?
Nuestra sociedad y fundamentalmente nuestra izquierda precisa muchos “Sarthous”.
Tipos que te remuevan permanentemente las neuronas, en el acuerdo o en la discrepancia.
Contra las verdades únicas, contra cualquier tipo de censura, contra visiones globalizadoras
siempre estaré espalda con espalda con Hoenir, contra los policías del pensamiento siglo XXI.
Alfredo García
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