Home Política El año en que vivimos presos de la duda por Luis Nieto  
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El año en que vivimos presos de la duda por Luis Nieto  

El año en que vivimos presos de la duda por Luis Nieto   
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Las primeras noticias sobre una nueva peste llegaron tan de lejos como para que las alarmas preocuparan a los uruguayos. Se parecían demasiado a otras anteriores como la fiebre aviar, la porcina, el ébola, la chikungunya, la malaria, el temible dengue, la fiebre amarilla, y otras pestes que siempre anduvieron dando vueltas alrededor de nuestra tierra de colinas suavemente onduladas.

Mientras todas esas catástrofes se mantuviesen lejos de nuestro país podíamos disfrutar del legado sanitario que heredamos. Lo llevábamos en el ADN. Inundaciones sí, sequías también, pero eso constituye parte de la letanía que llega a la capital como un lamento que apenas cambia el guion, de vez en cuando.

Llegó el 1ro. de marzo del 2020 y el cambio de gobierno se efectuó con normalidad republicana, muchos caballos acompañando al nuevo presidente hasta la Plaza Independencia, y tras ese primer día de fiesta empezó el ajetreo. El gobierno de los blancos y sus aliados habían preparado una ley ómnibus que no dejaba libre ni los pasillos. Con la mayoría que les había dado la elección de noviembre, la Multicolor podía subir por las escalinatas de acceso al Palacio y bajar por el lado opuesto con toda la estructura legal del Estado retocada, y con algunos cambios de fondo, que al país de las colinas suavemente onduladas le caerían muy mal, según la prospectiva de la otra mitad política del país.

El reflejo de la nueva oposición fue inmediato. De algo concreto había que prenderse para luchar, y preparar las condiciones para volver al gobierno. Y cada uno de los días se volvía importante, desesperadamente importante.

Bien pensado, se podría obviar todo el trámite parlamentario a que se había sometido la LUC, y resultar una buena plataforma de lucha. Perder después de haber batallado un siglo afirmando que se estaba frente a la lucha de clases, y eso era irrenunciable; después de tanta doctrina, tanta huelga ganada, ¿se podía enfrentar la nueva situación negociando todo lo que se había perdido en un día electoral? ¿En la cabeza de cuántos se podía concebir que la lucha de clases quedaba perimida y que volveríamos a negociar TODO, artículo por artículo, convenio tras convenio, conquista tras conquista?

El otro tema era la pandemia en sí. El manejo de la pandemia. Era un tema pesado, ocuparía recursos, horas de televisión, liderazgo en áreas como el de la salud, en el que la nueva oposición siempre se movió con comodidad. Pero también el gobierno empezó a moverse de forma inesperadamente solvente. Y si la oposición bajaba los brazos y abandonaba ese puesto de lucha arriesgaría mucho. A medida que avanzaban las semanas las noticias locales, y, también, las internacionales apuntaban a un proceso largo, tan largo que se colaría como uno de los temas centrales en las próximas elecciones. Si al gobierno le iba bien manejando la pandemia no sería una buena noticia, y si fallaba, el país podía quedar en escombros.

Esa metáfora de las perillas también funcionaba para la oposición. Manejar un tema tan grande le fue poniendo dificultades. De mover mal sus propias perillas implicaba consecuencias negativas. Trabajo y salud son dos variables que no siempre tienen el mismo peso en las preocupaciones ciudadanas, y eso corre tanto para pobres como para ricos, que arriesgan todo a pesar de que estrés lo pueda matar, como sucede con frecuencia

El resultado de las encuestas es un indicador, que de ninguna manera se puede menospreciar. Es sólo una foto, pero una foto de la realidad, no conviene olvidar eso.

A alguien se le ocurrió unir confinamiento con salario mínimo universal, sonaba perfecto. De alguna manera coincidía con la máxima aspiración de Marx: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”. Si me pagan me quedo en mi casa el tiempo que haga falta. Además, tiene un sustento sanitario razonable: disminuir la circulación está dentro de las medidas recomendadas. El gobierno, sorpresivamente, se opuso a tomar medidas que, de una u otra forma, implicasen represión.  Acuñó el concepto “libertad responsable”, frente al que la oposición no se sintió cómoda. Moverse entre ese concepto de libertad, con la espada de Damocles de que se acabase el recreo, advertencia de un socio fuerte del gobierno, descolocó a la nueva oposición.

Comenzaba a pasar lo peor: el desgaste empezó a sentirlo el Frente Amplio no el gobierno, que se había jugado a vacunar a todo el mundo, lo más rápido posible; una medida sencilla desde que la opinión científica comenzaba a aprobar el uso de varias vacunas con resultados positivos, y, mientras tanto, dejó los motores moderando. El momento de acelerar llegaría, más tarde o más temprano, pensó el gobierno.  No interpretar esa disyuntiva llevó a la oposición a opinar frente a cada decisión, sin mirar para adentro en lo que había implicado perder la elección.

Los partidos políticos tienen la obligación de cuidar la imagen de servicio que en un Estado de Derecho hace de la política una actividad tan noble como imprescindible. A la angustia de estar frente a una pandemia de la que se sabe poco, no se le puede agregar las medidas que la autoridad sanitaria están todas mal encaminadas. Calma, desde un principio ha habido un aprendizaje sobre la marcha, pero no todos fueron errores, y explotar las desavenencias con las propuestas del GACH fue más juego sucio que otra cosa. No vale agitar angustias, no le hace bien al país, y tampoco a los partidos políticos, que deben crear, siempre, un clima de serenidad, hasta en las peores circunstancias. Aceptar medidas razonables no siempre lleva a pensar en liderazgos débiles sino responsables.

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