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El cambio a la apurada por Alejandro Sánchez

El cambio a la apurada por Alejandro Sánchez
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Artículo 68. Queda garantida la libertad de enseñanza.
La ley reglamentará la intervención del Estado al solo objeto de mantener la higiene, la moralidad, la seguridad y el orden público.

* El relato hacía tiempo que estaba instalado y el cronista no dejó de expresar el descontento popular:
“La educación falta casi en absoluto en una gran parte de los estudiantes. Las aulas de los liceos tienen sus salones, sus muebles y útiles, destruidos, sucios, maltratados, cubiertos de inscripciones torpes y obscenas. La irrespetuosidad para con los profesores y con las autoridades, sus juegos bruscos y groseros como su lenguaje son signos deplorables de la pésima educación que los alumnos traen a las aulas.”
¿Cómo pudo haber decaído tanto la educación? ¿Cómo pudo llegarse a eso? ¿Serán las condiciones del país, el estado de la nación, la pérdida de valores o el pesimismo generalizado o todo esto lo que configuraba el escenario? ¿Cuál era el contexto?
El fragmento corresponde a Héctor Tosar Estades, quien, en El Bien Público, del 25 de junio de 1924, y bajo el título “Los estudios secundarios” daba cuenta de su impresión sobre algunos de los problemas de la educación y la enseñanza. Esa mirada tan desalentadora contrastaba con la euforia que se generó en la sociedad por el triunfo en Colombes como Campeones del Mundo en los Juegos Olímpicos de hace un siglo.
La historia está llena de capítulos de relaciones incomprendidas entre sociedad, calidad de enseñanza, fútbol, crecimiento económico, dictadura, democracia y no todo es siempre tal como uno puede suponer.
* El jugador número 10 de la “celeste” se apresta a convertir en gol, un penal que debe rematar. Será este el momento de probar su competencia. La voz del locutor en el video nos aporta la siguiente pregunta ¿“elegirías un jugador que sepa de memoria el reglamento, pero nunca haya pateado al arco”? En la meta, el golero, espera la definición. Él tiene que demostrar que logró su competencia conteniendo la pelota.
Se escucha decir nuevamente al locutor “la educación se transforma para que los estudiantes puedan saber y saber hacer”. ¡Golazo del 10! El arquero no alcanza el balón, por lo que fracasó. No “acredita” diríamos en la jerga de la “Transformación Educativa”.
Con los dos protagonistas de la acción solo se obtuvo un 50 por ciento favorable. Así pues, surge de este video, como de los otros de la misma serie propagandística, unos resultados de dudosa eficacia que demuestren la calidad del proclamado exitismo de la Transformación. El ejemplo de Tosar nos demuestra que en todos los tiempos la educación “está en crisis” y genera desconformidad. ¿Siempre está mal? ¿No hay nada que mantener? En la educación siempre hay para mantener y para cambiar. Todos suelen manifestar que se debe profundizar en valores. ¿Los valores cuáles son? ¿Son acaso una nueva edición? ¿Son valores 2.050 o nos vienen como conservación de lo importante a mantener? La educación, la enseñanza, necesariamente son conservación y transformación.
Además, el supuesto cambio poco puede tener de transformación cuando insiste en una oferta con una docena, más o menos, de asignaturas por curso en una fórmula de zapping que no desaparece por más que se les cambie de nombre o se les presente como taller. Todo simpáticamente envuelto en un régimen de evaluación por el que se determina eliminar la repetición, aunque esto no es del todo cierto en el trayecto liceal.
¿Cuál era entonces el apuro por el cambio? ¿Por qué se realiza extendiéndola rápidamente sin esperar la necesaria evaluación de lo que va ocurriendo? Todo lo que se propone se realiza a las apuradas.
En el mundo de la enseñanza se necesita tiempo y esfuerzo. Una mejor calidad de enseñanza se basa en la capacidad del docente para construir nuevas prácticas producto de una reflexión más profunda de lo que realiza en el aula. El análisis de las prácticas es el instrumento de investigación esencial para realizarlo. Reflexión y acción.
Los docentes deben reconocer cuáles son sus intenciones de enseñanza y en un segundo momento diseñar cuál será la forma en que han de enseñar. Es muy probable, que en tercera instancia advertirán como se despliegan naturalmente competencias en sus estudiantes, “con penales errados, convertidos y atajados”. El apuro por el cambio invirtió el orden de la tarea y el modelo presentó por adelantado infinitas competencias que los profesores automáticamente en cursos digitales responden sobre ellas sin otra chance que dar las respuestas esperadas por el programador, anulando la capacidad profesional, didáctica y pedagógica. Pocas veces los docentes hemos sido de esta manera tan subestimados. ¿Así se espera transformar la enseñanza? Sin reflexión sobre las prácticas no cambia nada.
Mi estimado colega Federico Lanza se ha preguntado y contestado magistralmente “¿Qué es lo mejor, que todos los docentes enseñen de la misma manera o que los estudiantes vayan conociendo diferentes propuestas (…)? Los líderes totalitarios responderán que la primera; los librepensadores se inclinarán por la segunda. La respuesta dependerá de qué tipo de sociedad pretendamos: una homogénea en la que predomine el pensamiento único o una comunidad diversa, tolerante y libre”.
Los discursos exitistas de que “ahora todos enseñan igual” se han llevado por delante a la libertad de enseñanza que nos recuerda el artículo 68 de la Constitución en el acápite y también a la diversidad de los estudiantes.

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