Entre la cantidad de propuestas que se pueden encontrar en la cartelera montevideana Solo las alas es una sorpresa. La referencia a Clemente Estable con que se presentaba sugería que de alguna forma la obra se remitiera a aspectos de la vida del científico uruguayo, pero Estable está presente como inspirador de uno de los extraños personajes que protagonizan el espectáculo, no como personaje del mismo. Pero vayamos en orden. Lo primero que llama la atención al espectador cuando se acomoda en las butacas es el “desorden” escenográfico. Viejos mapas, bancos, papeles y diversos útiles pedagógicos en desuso aparecen dispersos y amontonados en el escenario. Desde debajo de un montón de papeles amontonados en el piso veremos surgir a uno de los personajes, una funcionaria (Leonor Chavarría) que trabaja en una dependencia que se encarga de casos de ciudadanos que “dejaron de volar”. La funcionaria llamará a Ángel Regalado (Ernesto Pérez) para entrevistarlo y llenar un formulario, y el diálogo entre esos dos extraños personajes constituirá el eje del espectáculo.
Es evidente que hay una metáfora en esa pérdida de alas, en esa pérdida de capacidad de volar, pero uno de los aspectos saludables de la obra es que nunca se explica la metáfora. Si bien el espectador entiende que hay una referencia a la práctica pedagógica ya desde la escenografía, el símbolo no se enuncia, simplemente está allí, y eso permite que sea el espectador el que juegue con sus significados. Por otro lado, sí hay breves referencias explícitas a las condiciones en que los docentes deben cumplir su trabajo, pero esos aspectos “realistas” conviven con el plano más metafórico de forma natural, sin que un aspecto se “traduzca” en el otro.
Si el autor (Ernesto Pérez) inteligentemente nos pone ante una situación entre mágica y absurda, en que los personajes hablan de cómo empezaron a volar y perdieron las alas sin que se “explique” la metáfora, el director Julio Persa logra que esos diálogos, cargados de humor y ternura, se traduzcan en acción escénica con vitalidad. Es un desafío, en épocas en que el teatro camina por los senderos tradicionales realistas o más de investigación y vanguardia, dirigir una propuesta claramente simbólica, pero ni bien empieza el juego teatral uno cree en la convención propuesta. Persa logra que el contraste entre la aridez burocrática con arranques coléricos de la funcionaria y el casi infantil entusiasmo de Regalado se vuelvan un hecho teatral verosímil, y a partir de eso el espectador se compromete con las peripecias de los personajes. Y la clave, como decíamos, es que el aspecto metafórico si bien no se explicita, convive con otras referencias más terrenales naturalmente. El nexo entre el “vuelo” y la realidad más terrenal sí aparece apoyado en recurrentes frases de Clemente Estable que Regalado lee de un libro que ha convertido como referencia. Una de esas frases se puede leer en el programa de la obra: “Las aves no pueden iniciar el vuelo con las patas quebradas, para desprenderse del suele tienen que apoyarse en el suelo”.
El espectáculo en sí, más allá de la metáfora, logra esa combinación entre la propuesta simbólica y la verosimilitud teatral, entre la capacidad de volar y el apoyarse en el suelo teatral, un equilibrio muy difícil de lograr. Leonor Chavarría y Ernesto Pérez parecen disfrutar del trabajo que realizan dando vida a esos “ángeles caídos” que de todas formas no pierden el entusiasmo. Y el entusiasmo de los personajes se contagia al público. La obra tuvo dos breves temporadas en cartel, sería bueno que pudiera ser vista por más espectadores.
Solo las alas. Autor: Ernesto Pérez. Dirección: Julio Persa. Elenco: Leonor Chavarría y Ernesto Pérez.
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