EL PENSADOR Por Antonio Pippo  

Desde mi punto de vista, es riesgoso asegurar que ciertas cosas ocurrirán tal como se ha prometido, cuando, al mismo tiempo, se está diciendo que los elementos necesarios para que ello ocurra no están a la vista o se les advierte ahora no tan claros como se calculó al principio.

Simplemente para poner un poco de humor modestamente erudito, quiero recordar que algunos teólogos bizantinos sostenían que ni el propio Dios podría alzarse por los aires jalando sus sandalias.

Como siempre digo cuando mi introducción puede parecer entreverada, aclaro que esto viene a cuento de hechos objetivos de la realidad política nacional.

Cuando aún ni siquiera se conoce el texto final del proyecto de la ya famosa y vaya que baqueteada “ley de urgencia”, que no son pocos quienes la califican de “esencial” para lo que vendrá, –y esto es tan verdad como algunos contactos adelantados con el Fondo Monetario Internacional sobre la deuda externa-, miembros relevantes del gobierno electo han salido, precisamente, a dar certezas en lo que yo definiría como un contexto poco propicio.

Estoy pensando en la nominada ministra de Economía, pues ciertos vaivenes verbales que cruzan en medio del debate acerca de “qué se puede y qué no” son especialmente complejos cuando se manipulan números y se hacen cálculos con probabilidades de error no despreciables.

La economista Azucena Arbeleche reiteró, a fines de la pasada semana, que “aunque los números que se van encontrando no se corresponden con lo esperado”, es posible todavía ahorrar los novecientos millones de dólares del gasto público anunciados en la campaña prelectoral.

Aquí necesito hacer una declaración: creo que nada haría más felices a los uruguayos que ello ocurriese, en tanto suponga reducir el déficit fiscal y reordenar los ingresos hacia mejores destinos sociales.

De todos modos, Arbeleche, a nombre del gobierno a punto de asumir, está corriendo un riesgo.

Poco antes de morir, a Truman Capote le preguntaron, pretendiendo el periodista una cuestionable originalidad, en qué animal le gustaría reencarnarse. Capote contestó, sin dudar: -En un buitre. No tiene que molestarse por su aspecto ni por su habilidad de seducir. No va a gustar a nadie y es mal recibido en todas partes. Pero hay mucho que decir sobre la libertad que obtiene a cambio.

Creo que el lector entiende, pero aporto a clarificar la idea del escritor, saliendo del enfoque metafórico: si por la vía del rechazo de unos sectores políticos se logra hacer lo que se quiere y esto es bueno para toda la sociedad, es obvio que la aludida libertad de decisiones hasta influiría, aunque parezca contradictorio o una contorsión, en facilitar acuerdos y consensos. Obviamente, alguien podría decir que estoy convocando a un milagro. Pero…

Claro, hay más interrogantes. ¿Lo que viene, incluyendo más promesas, es bueno para la sociedad?

De inmediato a la pregunta salta el fantasmita de una espada de Damocles: los nuevos gobernantes sólo tienen cinco años para usar benéficamente esa libertad, si es que la consiguen. Vencido el plazo quizás puedan continuar o quizás los volteen de una suerte de escopetazo de votos en contra.

Según Aldous Huxley –que murió hace décadas, vale recordarlo-, para tener éxito en el empeño “hay que descubrir algún método para sacar el mejor partido del impulso social hacia la conformidad, que nos dará mayorías aunque no eliminará las disidencias”.

Tampoco es ocioso recordar que Aristóteles insistía en que la perfección, o el éxito, pueden alcanzarse en el justo medio entre la culpa y su admisión y la absoluta falta de ella.

“El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir”. Lo dijo Alberto Einstein y es un mensaje espléndido hacia el futuro, aunque, por supuesto, no creo que estuviese pensando en la llamada coalición multicolor que tanto inquieta a muchos.

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