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El rescate de un fermental período del cine italiano Por Carlos Acevedo

El rescate de un fermental período del cine italiano  Por Carlos Acevedo
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El ciclo de Cine Arte del Sodre ofrece, desde hace más de ocho décadas, una oportunidad de volver a visionar películas clásicas de la cinematografía mundial, a la usanza de las cinematecas y cineclubes de larga trayectoria tanto en Uruguay como en muchos países del mundo. En esta oportunidad, nos permite revisitar un fecundo periodo del cine italiano, el que abarca desde principios de los años cuarenta hasta el año 1963, desde los estertores del régimen de Mussolini hasta el nacimiento y apogeo del neorrealismo.
El ciclo, que comenzó hace algunas semanas, incluye más de treinta obras maestras y continuará hasta mediados de octubre. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, Italia estaba, desde 1922, bajo el dominio del fascista Benito Mussolini, Tal y como ocurrió luego en Alemania a partir de 1933, toda la producción cinematográfica que se realizó durante el fascismo estuvo férreamente controlada, y orientada, por el Estado.
Se producía un cine patriotero en el cual se resaltaba el glorioso pasado del imperio romano o películas de pretendida actualidad, que fungían como encubiertos panfletos a favor del régimen.
Esta producción de películas históricas y patrióticas fue posible gracias al Centro Experimental de Cinematografía llamado Cinecittà.
Estos estudios de cine y televisión iniciaron su andadura en 1937, y su producción abarcaba las ya nombradas películas históricas, además de dramas de sesgo ultranacionalista y comedias italianas de baja calidad, conocidas como la “comedia de los teléfonos blancos”.
Pero, al mismo tiempo y eludiendo la censura hasta donde era posible, emergió otra corriente de directores que no hicieron cine de propaganda pero evitaban cualquier cuestionamiento al gobierno o intento de reflejar la cotidianidad de la época. Algunos, como Federico Fellini en sus comienzos, buscaron inspiración en los filmes norteamericanos. Esto sería el germen del nuevo estilo que se estaba gestando, un nuevo realismo que retomaba historias sencillas de personajes cotidianos. Los cineastas comenzaron a mostrar la realidad de un país devastado por el autoritarismo y la guerra, con una alta tasa de desempleo, pobreza y miseria social.
El ciclo, que se complementa con la interpretación de obras musicales italianas y charlas sobre algunas de las películas exhibidas, ofrece filmes como “Teresa Venerdí” (1941) del gran Vittorio De Sica, filme que se circunscribe en el estilo de la clásica comedia de la época fascista, la ya mencionada de “teléfonos blancos”.
Por fortuna De Sica, luego de la caída del régimen, se convertiría en una de las figuras emblemáticas del neorrealismo, con obras como “Los niños nos miran” (1944), “Lustrabotas” (1946), “Milagro en Milán” (1951) o “Ladrones de bicicletas” (1948), todas integrantes del ciclo que ofrece Cine Arte del Sodre durante seis meses.
No faltan, por supuesto, realizadores imprescindibles como Roberto Rosellini, presente con clásicos como “Roma, ciudad abierta” (1945), filme que muchos consideran el primero de la corriente, “Alemania año cero” (1948) o “Viaje en Italia” (1954), y Luchino Visconti con “Obsesión” (1943), “ Bellísima” (1951), “Rocco y sus hermanos”(1960), protagonizado por el gran Alain Delon, “ El gatopardo” (1963) –con el inconmensurable Burt Lancaster, y “Senso”, ( 1954), entre otros recordados títulos de estos destacados creadores.
También hay espacio para cineastas revulsivos como Pier Paolo Pasolini, que integra esta selección con “ Mamma Roma” (1962). El por momentos complejo Michelangelo Antonioni enriquece la antología con “El grito” (1957), “La aventura” (1960) y “La noche” (1961).
Otros grandes nombres del cine italiano como Mauro Bolognini, Luigi Comencini, Renato Castellani, Pietro Germi y Mario Monicelli, este último con dos filmes de culto como “Los desconocidos de siempre” (1958) y La gran guerra” (1959), engalanan esta cuidada y representativa selección.
Mención aparte merece el desmesurado Federico Fellini, que integra el ciclo con obras maestras como “La strada” (1954), protagonizada por Anthony Quinn y Giulietta Massina, sin duda dos de los más grandes artistas de su generación, “El sheik” (1952), “Los inútiles” (1953), “Las noches de Cabiria” (1957) o la emblemática “La dolce vita” (1960).
Si bien el neorrealismo italiano se caracterizó por retratar la vida y los padecimientos de personajes cotidianos, profundizando en su psicología y peripecia vital, la corriente no se valió de un único género para narrar sus historias. En ella lograron convivir el drama, la comedia, el cine bélico, el romántico e incluso el policial.
El menú de películas que podrá disfrutarse en la Sala Nelly Goitiño, la Sala Tosar y la Sala B del Auditorio del Sodre hasta mediados de octubre, da cuenta de lo más representativo de aquel fermental periodo del cine italiano, y es una gran oportunidad para reencontrarse o ver por primera vez algunos clásicos inmortales, que integran la mejor historia del Séptimo Arte.

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