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Emotivo baño de pueblo en La Teja por Hugo Acevedo

Emotivo baño de pueblo en La Teja por Hugo Acevedo
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Literalmente bañado de pueblo como durante toda su carrera política que se inició hace más de treinta años cuando fue electo intendente de Montevideo, el dos veces presidente Tabaré Vázquez cerró su segundo período de gobierno en las entrañas mismas del barrio obrero que lo vio nacer hace ochenta años. Al ritmo del bombo y el redoblante de las murgas que entonaron su pasional pero nostálgica retirada como si se tratara de una colorida liturgia laica que estremeció a miles de corazones, ese Tabaré querido –alabado por sus adherentes y denostado por sus enemigos políticos- se volvió a empapar de multitud.

La culminación de su presidencia, que marcó el transitorio epílogo del ciclo progresista, terminó naturalmente donde todo comenzó hace tres décadas, sin el acartonado protocolo y ni el boato de mandatarios precedentes de extracción burguesa. Es que Tabaré Ramón Vázquez Rosas, más allá de su descollante carrera profesional que goza de un amplio reconocimiento internacional y de sus batallas políticas ganadas, es –por genética familiar y por militancia- un hombre de origen obrero. No en vano, fue el único presidente homenajeado por el movimiento sindical en nuestro país, como reconocimiento a su protagonismo como hacedor de cruciales políticas sociales y sustantivos avances en materia de derechos.

Hace quince años, cuando se enfundó por primera vez la banda presidencial, abrió un espacio de tolerancia y diálogo en una sociedad radicalmente polarizada por la crisis terminal heredada de los gobiernos neoliberales, impulsando la restauración de la negociación salarial colectiva y la libertad sindical, entre otros beneficios para la eternamente postergada clase obrera. Durante ese auténtico abrazo de pueblo que lo tuvo como homenajeado en su querido La Teja y dirigiéndose a miles de hombres y mujeres de todas las edades, Tabaré Vázquez proclamó: “Les pido de corazón que no se rindan”.

Esa reflexión emitida en voz alta sintetiza, sin dudas,  la inveterada voluntad de la izquierda de luchar codo a codo junto a los trabajadores, los sindicatos y las organizaciones sociales, para preservar las conquistas y los avances de tres lustros de gobierno progresista, que, más allá de las falacias de los profetas del desastre y los alcahuetes de turno, son corroborados por el privilegiado posicionamiento del país en el concierto regional.

Al margen de la derrota electoral, que es multicausal y deberá ser abordada en algún momento con humildad y nada complaciente sentido autocrítico, los logros de los gobiernos del Frente Amplio-en las dos presidencias de Tabaré Vázquez y la de José Mujica- son realidades tangibles e incontrastables. Aunque aun queden asignaturas pendientes en un Uruguay crónicamente desigual, hoy los trabajadores y los pasivos perciben retribuciones superiores en casi un 60% en términos reales (descontando el costo de vida), la tasa de pobreza está en la quinta parte de la registrada en 2002, la desocupación es de poco más de un tercio de la que era ese año, el Producto Interno Bruto creció de trece mil millones de dólares en 2004 a cincuenta y nueve mil millones de dólares en 2019 y el PBI per cápita de cuatro mil dólares a diecisiete mil dólares. Asimismo, hay negociación salarial colectiva en todos los sectores y subsectores de actividad, las empleadas domésticas y los peones rurales tienen derechos y la inversión en educación se incrementó en más de un 160%, llegando al 5.2 del PIB. También se multiplicó exponencialmente el gasto en seguridad y en salud y hay un Sistema Nacional de Cuidados estatal que atiende a más de 80.000 uruguayos en situación de vulnerabilidad, entre otros logros que han impactado fuertemente en la calidad de vida de la población.

Por supuesto, hubo notorios avances en materia de derechos sociales, como la aprobación de las leyes de matrimonio igualitario, de unión concubinaria, de identidad de género, la denominada Ley Trans, la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo y la legalización de la comercialización de la marihuana bajo regulación estatal. Además, el Frente Amplio cumplió con su promesa de investigar las aberrantes violaciones de los derechos humanos perpetradas durante la dictadura, generando las condiciones jurídicas indispensables para el procesamiento de algunos de los más notorios represores, quienes permanecieron impunes durante dos décadas, amparados por el inconstitucional paraguas de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, sancionada en 1986 por el pacto blanqui-colorado. Aunque en su discurso Tabaré Vázquez no mencionó todos los temas ni valoró todas las mejoras del ciclo progresista porque sería interminable, igualmente resaltó y enfatizó en los números más significativos de su segundo gobierno. Obviamente y demostrando que está entero pese a haber padecido y convalecido de una grave enfermedad y perdido hace pocos meses a su compañera de toda la vida, se plantó ante su pueblo con la misma transparencia y espíritu de cercanía de siempre. Este es el mismo Tabaré Vázquez que, en su adolescencia, hacía trabajo social en su barrio en beneficio de los más humildes, el mismo que condujo al Frente Amplio al triunfo electoral y el brillante oncólogo que, desde la presidencia, le declaró la guerra al flagelo del tabaco y desafió y derrotó a poderosas multinacionales. Es el mismo hombre genuino y corajudo y el piloto de tormentas que asumió el poder hace 15 años, en medio de la más devastadora crisis económica y social de nuestra historia reciente.

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