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En mi país, que tibieza… por Jorge Alastra

En mi país, que tibieza…  por Jorge Alastra
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El 15 de abril de 1972 en Montevideo, la Asamblea General vota el “Estado de guerra interno”. El día anterior, la ciudad entera había sido despertada con trágicos eventos. El ajusticiamiento de integrantes del MLN-T a civiles que el grupo guerrillero acusaba de participar del “Escuadrón de la Muerte”—que ya venía actuando desde años anteriores—, y la posterior represalia y muerte de varios tupamaros. El Ejército, luego del decreto, toma las riendas de la seguridad interna, para no soltarlas por mucho tiempo. Sería el preámbulo de la oscuridad. En el invierno del mismo año, Alfredo Zitarrosa escribiría una inolvidable canción popular. Meses antes, reunido con el dúo de las hermanas Fuentes (Marga y Betty) —con la intención de componerles una canción con la que presentarse en un festival— sucede lo siguiente. Guitarreando Betty, le enseña a Alfredo una obra que estaba preparando. En un momento escucha algo que a él le parece interesante: “¡Ese, seguí tocando!”. Betty siguió tocando el Estudio 19, Op. 35 de Fernando Sor. Esta pequeña obra sería el disparador de otra más ambiciosa. Quizá sin saberlo, Alfredo estaba siendo influido por el más importante compositor de guitarra del siglo diecinueve, y que además había sido docente personal del libertador José de San Martín en su exilio francés. “En mi país qué tristeza/ la pobreza y el rencor”. Así empieza “Adagio en mi país” (no “a mi” o “de mi” como suele bautizarse) con una especie de recogimiento en el relativo menor de la tonalidad. La siguiente frase cambia hacia el tono mayor, dotándola de un aire épico. “Dice mi padre que ya llegará/ Desde el fondo del tiempo otro tiempo/ Y me dice que el sol brillará/ Sobre un pueblo que él sueña/ Labrando su verde solar”. Y luego repite los dos primeros versos. Zitarrosa hace un juego anafórico. La reiteración es un modo de afirmación nada casual. El poeta está hablando de algo que debe quedar documentado y por eso lo subraya. Cuenta el notable escritor uruguayo —amigo íntimo de Alfredo— Enrique Estrázulas (1942/ 2016) que una madrugada de invierno de 1972, con fuerte temporal, recibió un llamado urgente. Su amigo le exigía que fuera a verlo en el acto. Estrázulas pudo conseguir un taxi y salió disparado esperando algo de gravedad, cruzando Montevideo “de punta a punta”. Al llegar, vio a Alfredo sentado frente a su grabador y con los ojos llorosos. Enseguida percibió que se trataba de algo bastante serio. “Solamente quería que escucharas este adagio que acabo de hacer…”. “Tú no pediste la guerra/ Madre tierra, yo lo sé”. Reitera la música melancólica del inicio. Y la canción empieza, poco a poco, a subir el voltaje. “Dice mi padre que un solo traidor/ Puede con mil valientes/ Él siente que el pueblo en su inmenso dolor/ Hoy se niega a beber en la fuente/ Clara del honor”. Es por demás estremecedora la cita al padre. Los que más o menos conocen la biografía de AZ sabrán que su relación paterna fue muy complicada; dura y distante, y que AZ fue criado por otro hombre (Carlos Durán) que él quería mucho. Durán era uruguayo y el padre biológico, argentino. Zitarrosa jamás quiso tener contacto alguno con su hijo, aun cuando Alfredo se había convertido en una enorme figura popular. Y esa cuenta está saldada en la impresionante «Explicación de mi amor”, basada en un hermoso poema de Estrázulas.
Lo que escribe AZ pareciera anticipar el corte abrupto de relaciones entre el Estado y el pueblo, como si contara con información privilegiada del advenimiento de la dictadura. Pareciera describir una profecía bíblica. Es más. Zitarrosa sentencia como un profeta: “En mi país somos duros/ El futuro lo dirá/ Canta mi pueblo una canción de paz/ Detrás de cada puerta/ Está alerta mi pueblo/ Y ya nadie podrá/ Silenciar su canción/ Y mañana también cantará”. Luego remite a la epopeya (¿bolchevique?) y se recuesta en el realismo socialista, poéticamente hablando. “Dice mi pueblo que puede leer/ En su mano de obrero el destino/ Y que no hay adivino ni rey/ Que le pueda marcar el camino/ Que va a recorrer”. Aquí el individuo (el padre) deja lugar a la masa. Es el pueblo ahora el que puede leer la realidad objetiva y no existe poder material que pueda marcar su camino histórico. AZ vuelca su corazón militante, lleno de esperanza en lo que creía para llegar a la justicia social. El final, con el coro en una especie de contracanto con la voz solista, retrotrae al cine soviético de Serguéi Eisenstein. No tengo información al respecto, de si Alfredo lo vio así o fue algo intuitivo. El mensaje del pueblo como un solo puño gritando “adelante” marca muy bien su postura ideológica, que acá queda al desnudo, como en ninguna otra obra que haya producido. Y esta decisión es tomada en un momento dramático del país. AZ marcharía al exilio poco tiempo después de la edición del álbum “Adagio en mi país” en 1973 en Argentina. A partir de ahí, su figura y su voz pasarían a ser prohibidas por las autoridades uruguayas (las mismas que luego escucharán sus discos a escondidas o en los cuarteles: “una cosa es una cosa/ y otra cosa es otra cosa”) Una canción símbolo, una bandera de un período que aún hoy, más de cincuenta años después, nos sigue y asombrando y emocionando.-

Agradecimiento especial a Beatriz (Betty) Fuentes
Ilustración: Óscar Larroca

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