“Mis obras son una mierda. Lo que pasa es que esos críticos no tienen idea de lo que es percibir el sentido de ninguna obra de arte (…) no están inspirados por la posibilidad de escribir a partir de lo que ven, sino buscando pretextos que justifiquen su incapacidad de hacerlo.”
Las palabras de arriba pertenecen a un personaje de la obra El ratón, de Leo Masliah. En la obra se cuestiona el sistema de validación de las obras de arte en la actualidad. Algo similar sucede en la película El artista, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, donde un enfermero le roba a un paciente de un geriátrico sábanas pintadas, las lleva a una galería, y todo el esquema conceptual argumental del arte contemporáneo se echa andar para convertir al enfermero en una celebridad. Por los mismos caminos anda Un artista de la muerte, un espectáculo-concepto en que se cuestionan los discursos que institucionalizan un hecho estético sin detenerse en el hecho estético en sí.
¿Un mismo hecho tiene valor estético si el cuerpo que lo acciona es de una persona pero no si es de otra? ¿Un artista debe esperar a la muerte para que otro hable de su obra y se convierta en un “artista de culto”? Algunas de estas preguntas surgen de un espectáculo en que se cruzan el teatro con la performance y las artes visuales y en donde Fernando Hernández, con un discurso provocador, interpela al espectador logrando que se cuestione sus propias convicciones estéticas a la vez que lo hace disfrutar de un hecho artístico singular. Un artista de la muerte se construye, aunque discutiéndolos, sobre los mismos supuestos que sustentan al arte contemporáneo en un juego de espejos conceptual en el que uno se queda enfrascado mucho tiempo después de presenciarlo. Recomendable experiencia
Un Artista de la Muerte. Textos: Diego Devincenzi, Fernando Hernández y Federico Puig Silva. Dirección: Diego Devincenzi y Federico Puig Silva. Intérprete: Fernando Hernández.
Funciones: domingos de agosto a las 19:00. Centro Cultural Terminal Goes (General Flores y Domingo Aramburú)
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