Felipe Paullier, Director del INJU “La persona, cuando es adicta, deja de ser libre”
Para averiguar que hace un médico pediatra al frente del Instituto de la Juventud nos tiramos hasta la sede de 18 de Julio y Eduardo Acevedo. Allí hurgamos de sus acciones y planes para los jóvenes, segmento cascoteado si lo hay, en nuestra sociedad. Lo más interesante de todo es que se apunta a que sean ellos los protagonistas de su propio destino.
Por Alfredo García / Fotos: Rodrigo López
¿Por qué medicina?
Porque era mi vocación.
La largaste a la miércoles.
Creo que la vocación política y médica tiene un punto de encuentro claro.
Tabaré Vázquez.
Podría ser Javier García, también.
Pero ese no es pediatra, vos sí.
Yo terminé, di la prueba. Él hizo todo el posgrado. No dio la prueba final. Creo que hay un tema de vocación por el servicio y por lo social. Encuentro un punto de encuentro. Hace tres años tomé una decisión, cuando Martín Lema, en ese momento diputado, me propone venir a trabajar en el Instituto de la Juventud, si se asumía el gobierno. Tomé la decisión de dejar un poco de lado mi carrera. Pero no me arrepiento en lo más mínimo de la decisión que tomé. Me encanta lo que estoy haciendo acá. Tengo vocación política y me siento útil en donde estoy. Creo que mi formación profesional tiene que ver con la agenda que estamos impulsando hoy desde el Instituto. Si bien no estoy ejerciendo la práctica clínica, mi formación como médico y lo que implicó no solamente la carrera de grado sino también el posgrado y el vínculo con la adolescencia y la niñez, y el vínculo madre e hijo, tiene que ver con lo que estamos impulsando desde acá, sobre todo en nuestra agenda de salud mental, que es hoy la prioridad del Instituto.
¿Terminaste la maestría en la Católica?
Todavía no, estoy en eso. Tuve un examen integrado que hay casi al final de la maestría, y ahora estoy en los cursos optativos. Termino en diciembre.
¿Había tradición política en tu familia?
No. Por mamá sé que mi abuelo estuvo vinculado a la política, a la Unión Cívica. Pero no más que eso. Sí pasó que, cuando me empecé a vincular en esto, mi familia se empezó a meter. Mi madre fue muy impulsora de que me desarrollara en esto, porque sabía que era algo que me generaba satisfacción, pero siempre con la condición de que la carrera no se deja.
¿Cómo llegaste a la política?
Llegué por la militancia gremial en Medicina. Entré a Facultad en 2009, en un momento en que en la facultad había una huelga estudiantil. En ese momento empieza a resurgir una CGU, que había existido antes en la facultad pero que estaba inactivada. Ahí me empecé a involucrar. Unos meses después de eso empezó el fervor de la campaña de 2009, la campaña entre Lacalle Herrera y Mujica. Por intermedio de un amigo me invitaron a una reunión en una casa de familia, y me empecé a engranar. En 2012 participé activamente en el proceso de elección de jóvenes del Partido Nacional, y ahí fue un antes y un después para mí. Ahí me empecé a involucrar más en la estructura política, y después de eso pude estar un tiempito como suplente en la Junta Departamental, en el período entre 2010 y 2015. Pero creo que el quiebre fue la elección de jóvenes de 2012, cuando Gonzalo Baroni era el presidente. Fui parte de esa comisión directiva del partido a nivel juvenil.
Fuiste suplente en el Municipio CH.
En la elección de 2015, cuando Andrés Abt fue candidato por primera vez, me pidió una reunión. Teníamos un grupo de jóvenes que era bastante activo a nivel de militancia en esa zona. Me hizo la propuesta de acompañarlo, y fui suplente de él en ese período, hasta el 2020, cuando renuncié.
¿Ejerciste como alcalde?
No, porque tenía una condicionante. Yo tenía un cargo que no es público pero que la jurídica de la Intendencia interpretaba como público, el cargo de residente en ASSE. Eso me condicionó. Igual siempre participé activamente en el Concejo Municipal, y particularmente en algún proyecto. Tengo recuerdos muy lindos de esa época. Andrés era un tipo súper interesante para laburar. Proponía un enfoque de política distinto para el partido, sobre todo a nivel departamental. Tenía una capacidad interesante para empezar a involucrar a la sociedad civil, grupos de vecinos. Realmente para mí fue un año de mucho aprendizaje, que implicó pararse en un lugar distinto. No es lo mismo ser concejal o suplente de un alcalde, pero fue como aproximarse a un cargo ejecutivo. Fue como empezar a entender la política desde ese rol. Yo no tenía una responsabilidad activa en ese rol, porque mi cargo era plenamente honorario, distinto a ahora, desde que asumí acá, donde tengo una dedicación completa y un sueldo para dedicarme a esto. Pero sí fue como acércame a la actividad política y a un cargo de gestión. Pero tengo recuerdos muy lindos, la verdad. Después pasó lo que pasó con Andrés. Creo que hasta el día de hoy para todos es difícil de entender lo que pasó.
¿Herrerista o Wilsonista?
Me considero blanco.
¿Qué es ser blanco? Nadie me lo ha podido definir. Todos tienen el mismo verso.
Por algo militamos donde militamos. Históricamente en este país hubo dos grandes corrientes político-ideológicas, el batllismo y el herrerismo. En el tiempo actual eso se lleva más a la visión de una perspectiva liberal, que representa el Partido Nacional, de la que me siento parte; y una visión de centroizquierda, que representa el Frente Amplio. Así me identifico yo. Por ser más cercana en el tiempo, a uno lo moviliza la figura de Wilson. Pero tampoco me defino wilsonista. No lo conocí a Wilson, y no tengo eso que traen otros más veteranos del partido, el haber estado cerca. Hoy me siento muy representado en el sentir de esa democracia más liberal, que para mí se representa en el partido en la figura de Luis, con su discurso ideológico de poner la libertad en el centro, que refleja lo que yo identifico en el partido.
¿Sos de los que van a Masoller y todas esas cosas?
Me voy el viernes a Masoller, sí. No hay nada más lindo. Hace como dos años que no voy, que no me reencuentro con esa raíz emocional que tiene el partido. Todo eso que revive la mística que uno ha leído. Este año voy.
Mucha mística y poca ideología.
No sé si es tan así. Pero sí, hay mucha mística.
¿Cómo ese tipo de cosas mueven a nivel juvenil? Algo que pasó hace ciento veinte años atrás.
Si no te mueve la historia de los ideales que defendía Aparicio, no tenés sangre en el cuerpo. Ver un tipo que se levantó con un montón de…
De gauchos brutos.
Algún doctor también había en la vuelta. Herrera. Defender los ideales de libertad, de democracia, de votar. Hay toda una mística, también, en el hecho de que el tipo muera en batalla y que eso siga vivo. Creo que es lo que contagia, lo que moviliza mucho a la juventud del partido. Es difícil de explicar, y es difícil decir si eso va a seguir para siempre así. En el partido es importante mantener vivas esas tradiciones. Masoller lo convoca un grupo de gente autoorganizada, y ahí no hay algo estrictamente orgánico. Es un grupo de personas donde muchos de ellos ponen de su bolsillo para asegurar que esa tradición siga viva. Es difícil explicarlo, tenés que ir.
Hasta ahí llega mi límite.
Es difícil transmitirlo sin vivirlo, la energía que hay en ese lugar, la energía que hay cuando pasan las delegaciones de caballos, la aparcería. Probablemente haya detrás mucho más de mística que de ideológico. Pero creo que hay una base de defensa de determinados valores, que es lo que lo hace permanecer vivo.
¿Estás conforme con el gobierno del Partido Nacional?
Sí, con la sensación de que nos falta tiempo. Es difícil evaluar y decir que pasaron cuatro años cuando estuvimos por lo menos un año y medio con una agenda totalmente trastocada. Llegué acá con determinada agenda y visión, y a los diez días se dio vuelta todo, porque la prioridad pasó a ser mantener la vida. En un ministerio como el nuestro, la prioridad pasó a ser dar respuesta a la vulnerabilidad que surgía, motivada por el cierre de muchas actividades económicas, por muchas personas que estaban en el límite y que la pandemia hizo que se cayera para un lado, con el Estado teniendo que apoyar. Y también, obviamente, el desafío de un partido que hace muchos años no gobernaba, con lo que implicó en preparación de cuadros y de entender la función. En ese escenario de mucha adversidad que planteó la pandemia, y posteriormente condicionado por el tema de la sequía y del contexto internacional, así y todo, creo que el partido y la coalición de gobierno no han perdido una agenda de ciertas transformaciones. Las dos más evidentes son la reforma educativa y la reforma de la seguridad social. Uno se da cuenta que los procesos de transformación requieren tiempo, y por eso está este planteo hacia delante de decir que considero que un segundo gobierno de la coalición lograría profundizar más la agenda.
¿Funcionó la coalición, como tal? Es un gobierno del Partido Nacional con algunos aliados que le daban votos. Fue muy presidencialista el gobierno.
Sí creo que hay un marcado liderazgo del presidente, que tiene que ver con…
¿La soberbia?
No considero que sea soberbio. Creo que es un liderazgo muy fuerte y creo que es una coalición construida con un rol muy activo del presidente. Sí entiendo que hay muchos desafíos hacia adelante para la coalición y es natural que eso pase. Pero creo que tampoco es esperable que coincidamos en todo. Si no, no seríamos una coalición y estaríamos todos bajo un mismo proyecto de partido político. Es sano que haya diferencias ideológicas dentro de una coalición. Le pasó y le pasa al Frente constantemente. No creo que sea un problema. Sí creo que en el tiempo que empieza ahora van a tener un rol fundamental los liderazgos de este proceso.
¿Ves liderazgos?
En el caso del Partido Nacional, Álvaro Delgado es particularmente una persona que ha demostrado tener la capacidad de construir esos acuerdos, y va a tener un rol clave para definir cuáles son esos puntos de encuentro que marcan la agenda de una coalición que en octubre va a ir con expresiones electorales distintas pero que, naturalmente, tiene que tener puntos de encuentro para que la opción de ir en un balotaje por un candidato común haga sentido a la gente. Es un desafío. Así y todo, en los grandes temas ha habido acuerdos. La reforma educativa es una realidad. La reforma de la seguridad social es una realidad. Dos reformas complejas, por diversos motivos. No son reformas fáciles de implementar, por ningún gobierno. Que esas dos reformas estén en la práctica es una demostración de que la coalición funcionó.
El tema es si los partidos de la coalición logran la misma proporción de votos que tuvieron antes. Está difícil, para los aliados menores.
Es difícil. Si bien no falta tanto para el proceso electoral, y los que estamos en eso somos ansiosos, también es verdad que no está claro el panorama electoral de los partidos. Es difícil marcar que las intenciones de voto sean las actuales. Creo que hay datos que reflejan que casi la mitad de las personas se identifican con el Frente Amplio y otra mitad que se identifica con la coalición de gobierno.
¿Cómo se distribuye eso a la interna?
Va a estar muy condicionado por quiénes sean los candidatos y por las discusiones electorales que se den. Las agendas de los partidos también van a marcar. Y, obviamente, en la coalición no es hoy lo mismo el escenario del Partido Colorado, sin la figura de Talvi, sin saberse quién va a ser el candidato. El escenario electoral de Cabildo Abierto ya no es el de un partido nuevo. Pero entiendo que también van generando su espacio, con algunas discusiones que están en la agenda. También para el Partido Nacional es un desafío la actual elección, porque no es lo mismo encarar un proceso electoral siendo oposición que siendo gobierno, si bien el principal activo de nuestra expresión electoral va a ser los logros del gobierno. Al final, lo que va a llevar a que la gente elija va a ser si están mejor hoy de lo que estaban antes, y si confían en el proyecto y las transformaciones que pretendan profundizar unas personas o las otras.
¿A qué atribuís la popularidad del presidente con respecto a la del partido? Porque la del Partido Nacional no ha crecido.
El liderazgo y el rol que toma el presidente en la pandemia, y su capacidad de conectar con las personas le dio a Luis la oportunidad de mostrarse como es él como persona y como líder político, y que toda la sociedad lo interpretara de esa forma. Hay discursos del presidente en la pandemia donde tuvo el coraje, que no tiene cualquiera, de dar la cara constantemente y asumir, en un momento de crisis, lo que la gente necesitaba en ese momento: tener confianza en las personas. Al final la confianza es el principal activo de cualquier político. Por eso el presidente de la República tiene esa popularidad y esa aceptación. También hay una asociación con los resultados del gobierno. Si fueran malos, naturalmente que ese liderazgo empezaría a caer. Es interesante ver la capacidad política del presidente en la conexión con las personas.
¿Por qué no lo sigue el partido?
Es una gran pregunta. Me encantaría que el partido pudiera capitalizar eso. No lo sé, la verdad. Pero es un desafío que puede estar condicionado por nuestra agenda, por los procesos propios tan estructurados que tenemos dentro del partido. Pero es interesante ver cómo un partido que tiene una masa militante grande, y grande a nivel juvenil, no logra, de todas formas, aumentar su caudal electoral. Si bien hay alguna tendencia a revertir la forma en que los jóvenes votan al partido, la gente joven sigue eligiendo más la agenda que propone el Frente Amplio, cuando en aparato militante somos un partido muy sólido y mucho más fuerte que otros en el sistema político.
La última encuesta de identificación ideológica muestra que el 40% de la juventud se define como de centro. Tradicionalmente la juventud era de izquierda.
Yo me refería a los números de la última elección, donde una mayoría de los jóvenes votaba al Frente. Probablemente esté habiendo un cambio generacional, que no creo que sea sólo a nivel de la juventud. Cuando uno ve fenómenos que se están dando a nivel de la región, se ve una cierta crisis de los partidos políticos como expresiones de confianza para la ciudadanía. Es un problema a largo plazo.
Acá todavía venimos zafando.
Venimos zafando. Hay que tener claro que no somos ajenos al mundo, y que es importante tener la madurez del sistema político para no generar que eso pueda pasar acá. Hay una cultura democrática, de debate y discusión. A veces a uno le tiende a preocupar lo que pasa en el debate público. Creo que parte de esa explicación de por qué la gente sigue confiando en los partidos políticos es porque logra ver acuerdos en los partidos políticos. Es lo que no pasa en la Argentina, donde la tendencia es a que de un lado está todo bien y del otro todo mal, y que cuando cambian los ciclos pasa lo mismo. Acá lo que nos ha mantenido es que en discusiones importantes hemos encontrado acuerdo. Me preocupa la tensión del debate en los últimos años. Tal vez está condicionado porque uno hoy está en el gobierno y ve del otro lado cosas que, cuando uno era oposición, pensaba que no las hacíamos tan intensamente. Probablemente sea una cuestión subjetiva.
Siempre el otro es peor que uno.
Sumado a eso, hay un detonante y es que no solamente les podemos echar la culpa a los políticos de que esto pase. Al final, los políticos son el reflejo de lo que pasa socialmente, y esto está condicionado porque, a veces, para un actor político rinde más ser radical y criticar, antes que mostrarse en el centro del debate. Eso es parte de la discusión. No es sólo culpa de los políticos. Es un ciclo que se retroalimenta. Así como en muchos otros aspectos de la vida está habiendo un condicionante del mundo hiperconectado, de noticias constantes y de corto plazo con las que nos bombardean, así como vemos en muchos otros aspectos de las personas, como el bienestar, la tranquilidad y la salud mental, también tiene impacto en el sistema político. La red social que mejor refleja esta dicotomía es el Twitter, donde, si pongo un comentario radical, tengo una ola de retuits, mientras que un mensaje sobre un punto de encuentro no lo replica nadie.
¿El INJU sirve para algo?
Sí.
Menos mal.
¿Y si te digo que no?
Cierro la entrevista.
Es una pregunta que me hice cuando llegué acá.
La dirección te la ofreció Martín Lema cuando vieron la posibilidad de ser gobierno.
Me planteó la posibilidad, luego de un acuerdo con el presidente. Sí, fue Martín el que me lo propuso. Realmente en ese momento había laburado mucho a nivel de los equipos técnicos del partido, en la agenda de primera infancia. Me hubiera imaginado ahí, también por mi propio perfil profesional. Pero me entusiasmó la propuesta de Martín de incidir desde este lugar. En ese momento yo era población del INJU, con veintinueve años. Y fue una de las preguntas que me hice en la preparación y cuando entré acá con los equipos, el desafío de repensar. Si el INJU siguiera planteándose en la agenda el seguir siendo la Tarjeta Joven, no tiene sentido en el Estado.
Eso lo hizo Gandini. No le pegues a Jorge así.
En ese momento era una cosa súper innovadora e importante. Cuando se crea el INJU, hace treinta y tres años, en el Estado no no se visualizaban las políticas de juventud. Eras niño, adolescente y adulto. No existía pensar que hay una etapa de la vida en la que podés disfrutar de esto, y que es una etapa en sí misma, no un periodo en el que estás preparándote para ser adulto o dejando de ser niño. Creo que ahí se explica mucho de lo que entonces se hizo. Más allá de las posibilidades de acceder a beneficios comerciales y culturales, la Tarjeta Joven tenía un sentido de identificación: sos joven y podés acceder a esto sólo por ser joven. Si eras joven, tenías un diferencial con el resto. De ese INJU al de ahora pasaron muchas cosas.
¿Cuáles?
Hoy existen diversas expresiones de la etapa juvenil, con organizaciones, con movimientos dentro de los partidos políticos. Hay un montón de acciones que hacen que haya que repensar institucionalmente. Hoy entiendo al INJU, y creo que tiene sentido que exista, como un lugar en el Estado que tenga un llamado a tratar de conectar con las nuevas generaciones, desde espacios de participación, de estudios específicos sobre cuáles son las preocupaciones, los desafíos y los intereses de los jóvenes, y poder llevar eso a la prioridad de las políticas públicas. El rol del INJU no es tener cada vez más presupuesto para ejecutar más programas específicos para jóvenes sino poder poner esos intereses y necesidades de los jóvenes en las agendas de los otros organismos, que muchas veces son los que manejan más presupuesto. Poner las prioridades de los jóvenes en la política de salud, y específicamente en la agenda de salud mental, en el área educativa, en la del Ministerio de Trabajo. Creo que ese es un poco el rol.
¿Te dan bola?
Sí. Creo que tiene que ver con la capacidad de conectar con los temas de los jóvenes. Creo que el principal proyecto que hemos logrado impulsar tiene que ver con haber puesto en la agenda las temáticas de salud mental. Y que va más allá de pensar la salud mental solamente como suicidio, como patología, depresión o ansiedad, sino decir que en la salud mental hay una cuestión de bienestar de la persona, de cómo se siente, de cómo se ve satisfecha con su vida. ¿Por qué tuvimos éxito en eso? Porque logramos conectar con las nuevas generaciones. El rol que estamos cumpliendo es el de tratar de dar esta discusión desde la participación de los adolescentes y jóvenes. Por algo dentro del Proyecto de Rendición de Cuentas del Poder Ejecutivo hay un montón de acciones, que no todas las vamos a ejecutar nosotros, pero que tocan específicamente a esta población. Y creo que el éxito es haber logrado la movilización de los jóvenes en eso. Muchos de los equipos del INJU me han dicho que detrás de lo que es nuestra estrategia en Ni silencio ni tabú y en las acciones que hemos promovido identifican al INJU por algo, más allá de la Tarjeta Joven. Creo que esa es una demostración de lo acertado, en haber elegido un tema que efectivamente moviliza a los gurises. Y elegir el tema de la salud mental está detrás de la estadística y del problema de país, pero también está detrás de que, cuando hablás con cualquier gurí, este es uno de los temas más prioritarios en su vida, y realmente lo sienten propio y cercano.
Hay diferentes realidades juveniles. La salud mental es diferente en los diversos sectores sociales. ¿Cómo encaran los diferentes grupos? ¿Hacia dónde apuntan?
Este es el desafío para todos los temas que quieras tocar desde el Instituto. En un sentido estratégico, y conociendo que en las instituciones no tenés recursos ilimitados, tenés que focalizar y dar batallas con los recursos que tenés. Por eso hemos hecho una fuerte apuesta a poner este tema en la agenda y centralizar muchos de los esfuerzos exclusivamente en este tema.
¿Es el único tema en la vida de los jóvenes?
No, a los jóvenes los cruza otro montón de dimensiones. Sí creo que es uno de esos temas que tienen que ver un poco con todo. Y proponer un abordaje distinto desde la política pública, distinto y más integral, es una condición necesaria. Los temas no son iguales para todas las poblaciones, como decías. Obvio que no. De hecho, el INJU desde el 2013 viene haciendo la encuesta de adolescencia y juventud. La primera se hizo en los años noventa. Se hace con el Instituto de Estadística. Propone conocer problemas, necesidades y desafíos a nivel de la población joven. Desde el 2013, por las características de la muestra, hace que la podamos comparar con un nivel de confiabilidad alto. Particularmente en los temas de salud mental lo que empezamos a ver es que venimos en un deterioro progresivo encuesta tras encuesta, que corta a todos los niveles socioeconómicos, pero con una mayor profundidad en los niveles socioeconómicos más bajos. Pensar que los temas de bienestar y salud mental no están marcados por el trabajo y la educación sería no conocer cómo funciona la vida de las personas. No sólo por lo que implican los ingresos económicos sino por lo que implica el contacto humano en esos ámbitos. Para cualquier persona tener trabajo y estar estudiando es un factor protector, porque significa que hay un montón de personas que están pendientes de lo que te pasa. O hay más probabilidad de que eso pase, o de que uno no esté solo a la hora de afrontar un problema.
El tema es el cómo.
Para nosotros ha sido involucrar en este proceso a los adolescentes y los jóvenes. Pusimos énfasis en lo etario a la hora de llevar a cabo las acciones, en la población de catorce a diecinueve años, por un tema estratégico: es la población a la que podemos llegar más fácil con herramientas concretas. La mayoría de esos gurises están estudiando, ya sea en la educación pública o en la privada, lo que genera un canal directo para proponer acciones con ellos.
¿Cuál fue el principal desafío que encontraron?
Primero, el generar un acuerdo común con todos los que tenemos que ver con este tema, y romper un primer paradigma: el de que la salud mental son sólo cuestiones sanitarias. Un paradigma que hasta está muchas veces en los propios debates, que es el decir que necesitamos más psicólogos o psiquiatras, cuando la realidad es que por ahí estamos fracasando. Sin duda hay debilidades en eso, y el sistema de salud tiene debilidades fuertes en algunos prestadores y localidades en particular, que hay que corregir, y parte del proyecto de rendición tiene que ver con eso. Pero lo más profundo es entender que en las cuestiones de salud mental hay una cuestión comunitaria y de involucramiento donde la educación tiene un rol a jugar, donde el deporte tiene un rol a jugar, y esa ha sido la estrategia que hemos venido impulsando. ¿Cómo vamos a llegar con acciones a todos los niveles socioeconómicos? Primero, planteando un marco en común. Por eso la estrategia que proponemos, y en la que venimos trabajando, busca lograr acuerdos entre la educación y la salud.
¿La educación se abrió a esto?
Sí.
Ellos son los que los concentran, los que pueden llegar a los gurises.
Sí, progresivamente. No fue de un día para el otro. Creo que la realidad es más fuerte que cualquier cosa, y eso ha marcado la necesidad de abrir. A veces no es falta de voluntad ni de incapacidad, sino que hoy la educación empezó a suplantar un montón de cosas que antes se daban a nivel familiar y comunitario. Por un cambio hasta en la forma en que las personas nos relacionamos, con las horas que trabajamos y un montón de cambios sociales rápidos, que hacen que en la educación empiecen a recaer un montón de cosas. Sí creo que hay un consenso general, y la ANEP así lo ha demostrado en cómo se ha involucrado, en esta estrategia que proponemos. El primer año, en 2022, desarrollamos una metodología específica para involucrar a los adolescentes y jóvenes, un formato de taller para poder ser ejecutado por agentes comunitarios, para no tener que implementar esto sólo con un psicólogo o con un profesional de la salud, sino dando una herramienta, capacitando rápidamente a las personas para que lo puedan implementar, y poder llegar a esos gurises. Es mucho más valioso hacer una intervención sobre salud mental, manejo de emociones e identificación con el grupo cuando la hace alguien que los gurises conocen, más que cuando viene un desconocido e implementa una acción, que puede estar buenísima, pero que después se termina yendo y nunca más vuelve a ese centro. Lo primero fue desarrollar eso. Empezamos a ver experiencias en otros países. Obviamente, el escenario actual está muy marcado por la pandemia, que nos marcó a todos y particularmente a las personas jóvenes, en todo el mundo. Hay países que hace años vienen trabajando con estos abordajes más comunitarios en salud mental. En suma, creo que lo que estamos proponiendo es, primero, ese cambio de paradigma, esa estrategia de mediano y largo plazo.
Con talleres a nivel de liceos.
Son cinco pilares de trabajo. Por un lado está el pilar de lo que nosotros llamamos Ni silencio ni tabú, con esto de generar esta metodología de talleres. Hoy son específicas en manejo de las emociones, en identificación de lo que es la salud mental para uno y cómo eso se vive a nivel grupal. Eventualmente, queremos seguir avanzando en otros temas, como el consumo, o la identificación y el vínculo con los adultos y la familia. Una segunda dimensión es la capacitación de adultos, porque estamos convencidos de que hay que darles más herramientas a los profesionales que trabajan en la educación, en el deporte. Estamos todavía muy verdes, pero trabajando con ONFI y con la Mutual de Futbolistas en la posibilidad de desarrollar este tipo de capacitaciones que hoy hacemos para profesionales de la educación, pensándolas, por ejemplo, para los profes de educación física. Realmente el deporte y el fútbol infantil tienen una capacidad de penetración social gigantesca. El tercer pilar es la posibilidad de que estos acuerdos los demos entre las instituciones. Muchas veces en el Estado creemos que las personas tienen dividido su cuerpo en función de los organismos, cuando la realidad es que las personas se enfrentan con el Estado, o con la institucionalidad. Lo importante para nosotros es tener un marco común, y ahí venimos avanzando mucho con la ANEP. Este año el CODICEN aprobó el desarrollo de esta estrategia, formalmente, lo que nos habilita para ingresar a las instituciones educativas de la ANEP en todo el país. Y tenemos para adelante el desafío de involucrar al sector privado.
¿No se mostró receptiva la educación privada?
Sí, pero por un tema estratégico arrancamos por lo público. Hay una demanda enorme y todavía nuestra capacidad es limitada en términos de escala. Por eso arrancamos por ahí, y porque también eso va marcando la cancha. La cuarta punta, como un pilar de laburo, es que hay que tener más evidencia de por dónde laburar estos temas. Son temas recientes a nivel mundial, muy condicionados por cambios recientes. El fenómeno de las redes sociales y la hiperconectividad de la que nadie se puede desconectar es algo nuevo, y ha condicionado mucho cómo nos relacionamos en el mundo actual.
Y creo que afecta la salud mental.
Sin duda. Empieza a haber trabajos que explican cuánto, y qué podemos hacer para revertir ese fenómeno. Porque tampoco es que vamos a prohibir que las personas en Uruguay puedan acceder a Instagram y a Facebook, pero claramente es importante cómo educamos en la autolimitación de eso. A veces escapa a los propios gurises, cuando son los padres los que están hiperconectados, sin espacios de diálogo en la casa, cuando todos estamos con el celular. Nos pasa a todos cotidianamente. Y hay un quinto punto, que es el del abordaje innovador, por un lado, porque propone una forma de trabajo distinta, y por otro más tradicional, que es la creación de siete centros de referencia que empiecen a trabajar a nivel territorial bajo este paradigma. El modelo de trabajo que proponemos no es ni el modelo educativo de los centros juveniles o de las instituciones educativas, ni el modelo sanitario de las policlínicas. Es probablemente una intervención que está en el medio de esos dos mundos, que pueda dar una primera respuesta para aquellos casos que uno identifica, que muchas veces se desbordan en las instituciones educativas sin que haya herramientas para abordarlos. Y sobre todo una propuesta de formar a los equipos de las instituciones desde este paradigma. El año pasado, cuando nos metimos de lleno en esto con el apoyo de UNICEF, se hizo un seminario internacional acá, y vinieron experiencias de Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Este modelo de los centros es un modelo que se viene implementando en Australia hace ya casi catorce años, donde ha tenido muy buenos resultados.
Siete centros en diferentes lugares. ¿Haciendo qué?
Son centros en tres niveles de intervención. Un modelo de atención individual, que lo que propone es poder dar una primera respuesta, del tipo tradicional, en la psicología y el apoyo social, donde cada uno va a poder atender cien jóvenes en simultáneo, en esa dimensión. Otra dimensión es la de trabajar en dispositivos grupales, en prevención de salud mental, donde cada centro se propone llegar a cinco mil jóvenes por año. Eso de alguna manera escala mucho en lo que hoy estamos pudiendo hacer a nivel central. Una tercera dimensión, desde este rol más comunitario, es poder interactuar con los equipos docentes de las instituciones educativas y los clubes deportivos, generando formación y capacitación. Todo bajo un modelo que busca entender que en cuestiones de salud mental el involucramiento y la participación juegan un papel. Hay mucho de ser parte de algo, que está muy atado al propósito de las personas. Más que romper el paradigma de lo sanitario, es definirlo por el modelo ecológico social, y que en el centro de una política pública hay que poner a la persona, y en este caso al adolescente y al joven, y entender que en el entorno hay adultos y que tenés que darles herramientas a esos adultos. Las personas no somos sólo cuerpo, mente y cerebro, y que hay una dimensión social, comunitaria, espiritual, que tiene que ver con el bienestar de la persona. Es lo que propone este abordaje integral. Es complejo, es distinto. Lo que nos ha costado al comienzo es ir haciendo camino.
Van a ser algunos en Montevideo y otros en el interior.
Son tres en el área metropolitana y cuatro en el interior del país. Todavía no está cerrado.
Salud mental es el tema.
Es el tema de los jóvenes.
Adicciones también.
Están vinculados. Cuando uno aborda el tema integralmente, nuestra perspectiva de trabajo es el bienestar. La adicción implica un grado de dependencia que implica intervenciones sanitarias, o bajo otros modelos, específicas para cortar la dependencia de una persona que ya no es libre. Una persona adicta no es libre. El problema es cuando por no encontrar la satisfacción se empieza a experimentar con determinadas sustancias, buscando en eso el bienestar. Por eso creo que sí son temas que están atados. Lo más probable es que hayan empezado consumiendo alcohol, que es la droga socialmente más aceptada.
A nivel juvenil, incluso.
En los resultados de la encuesta de drogas que hace la Junta a nivel de los centros educativos se ve que es la principal droga.
¿Cuánta gente está trabajando en el INJU?
Ciento cincuenta personas, aproximadamente.
Tenés de todo, psicólogos, asistentes sociales…
La gran mayoría tiene un perfil del área social. Hay heterogeneidad, con educadores sociales, psicólogos. Y después hay un área más técnica de las ciencias sociales. Hoy trabajamos bajo tres líneas estratégicas. La primera pregunta cuando comenzó este período de gobierno fue sobre el sentido del Instituto en la política pública. Creo que todos deberían preguntarse eso, en cualquier organismo. Para qué estamos, cuál es el sentido y la misión. Qué es lo que no va a hacer nadie en el Estado, si el INJU no lo hace. Hay un desafío en un lugar como este, y es que acá todo el tiempo viene gente a proponerte un montón de proyectos. En el paraguas del Instituto de la Juventud podría meterse básicamente cualquier cosa. El laburo es ver qué es lo esencial. Para mí, es conectar, generar un canal de participación e identificación en la agenda de los jóvenes, e impulsar las políticas públicas dirigidas a esa población. Lo llevamos a la práctica en un plan estratégico que tiene tres dimensiones. Una tiene que ver con acciones de participación juvenil. Otra tiene que ver con políticas de trabajo interinstitucional, donde un ejemplo es nuestro programa Ni silencio ni tabú, en salud mental, o el proceso que hicimos con el Ministerio de Trabajo cuando se reformuló la ley de empleo juvenil. Una tercera línea tiene que ver con la ejecución de programas dirigidos a la inclusión social, algo que tal vez el INJU asume desde los últimos años, cuando pasa a ser una Dirección Nacional del Ministerio de Desarrollo Social, lo que implica un canal directo. Dentro del equipo de personas que hay en el INJU, la mayoría, probablemente, estén dentro de la línea de inclusión, que es la acción directa en el trabajo de los jóvenes.
¿Qué tipo de actividades se hacen en la primera dimensión?
Hay tres grandes líneas. Una tiene que ver con un programa histórico del Instituto, que promueve herramientas y financiamiento de proyectos impulsados por jóvenes, que de alguna manera propone la identificación de proyectos impulsados por jóvenes a nivel país, y la posibilidad de vincularse y traer esos proyectos al Instituto, donde puedan recibir un apoyo técnico para mejorarlos, y seleccionar una cantidad limitada de cincuenta proyectos por año para ser financiados.
¿Proyectos de qué tipo?
Van desde proyectos de educación ambiental, como el que lideran los gurises del MIDES en Canelones, EcoCity, hasta proyectos para promover actividades de formación en salud mental en Artigas. La única limitante para presentar un proyecto es que sea gestionado y promovido por jóvenes. El objetivo del programa es darles impulso a iniciativas que tengan un impacto social, y darle un posicionamiento y un impulso al liderazgo joven. Una segunda línea en este programa está muy vinculada con la ANDE (Agencia Nacional de Desarrollo), se trata de un programa que apoya a jóvenes emprendedores, que se llama Germina. Entendimos que para dar un salto de calidad y de alcance, para no terminar generando programitas chiquitos con alcances limitados, era necesario vincularlo con los programas que realmente tienen alcance masivo y nacional, trabajando con la Agencia Nacional de Desarrollo, en este caso.
¿Germina es el hermano menor de Sembrando?
No tiene nada que ver (risas). Hemos recibido apoyo a nivel de consultoría de Sembrando para jóvenes. Pero, de hecho, Germina es un programa anterior a esta administración, que surge en 2011. Una tercera línea en la parte de participación, que para mí es la más importante, es la que llamamos Juventudes Protagonistas, que busca vincular al INJU con organizaciones juveniles, y entender que –más allá de promover espacios propios de participación juvenil, lo que es siempre muy difícil y costoso, con la dificultad de que participar en el Estado no es en general atractivo– es más atractivo participar en una organización que tiene causas más claras que las del Estado en sí mismo.
¿Organizaciones como cuáles?
Hemos variado cada año en el foco. Este año lo pusimos en los partidos políticos. Implementamos una primera etapa y ahora estamos buscando una continuidad. Durante todo el mes de agosto, involucramos a las dos grandes facciones políticas, de las que invitamos a veinticuatro jóvenes, doce del Frente Amplio y doce de la coalición de gobierno. Si hay algo que tenemos que conservar acá adentro es la institucionalidad. El INJU ha trascendido a los partidos políticos, más allá de algún cuestionamiento que ha habido en algún momento.
¿Doce y doce para qué? ¿Para hablar boludeces?
Para construir juntos en salud mental, uno de los temas que entendemos prioritarios en la agenda. El objetivo del encuentro fue darles herramientas de capacitación en el tema, y poder contribuir a dar un debate más profundo. Cuando uno tiene más información y una visión integral, eso hace que no terminen siendo debates básicos de voluntad o de cuánta plata hay, sino debates más profundos, planteando si como país es adecuado el marco que estamos proponiendo. Lo otro que hicimos fue vincular a estos jóvenes políticos con jóvenes de otras organizaciones de la sociedad civil, que también invitamos, como a un grupo de jóvenes que tienen un proyecto en Colonia que se llama Vitalmente, una organización juvenil que empezó hace tres años en la pandemia y que va a las organizaciones educativas en Colonia, donde hacen talleres sobre salud mental. Todo el tema de este año lo pusimos en salud mental. Primero hubo una parte de capacitación, más específica, de formación y datos, y luego una parte de compartir con jóvenes de fuera de los partidos políticos, que para mí es algo súper importante, porque muchas veces los políticos nos encerramos en un mundillo de políticos y a veces nos falta esa conexión con los grupos que efectivamente representan la agenda. Creo que el intercambio de traer otros gurises y hacerlos interactuar fue muy interesante, para que les comentaran a los jóvenes políticos en qué estaban, cuál era su entendimiento del tema, y que los jóvenes políticos les comentaran cuál era su entendimiento. Lo tercero que planteamos es en qué podemos encontrar acuerdos básicos y comunes como jóvenes políticos.
¿Se logró?
Sí, se logró. De hecho, el cierre de ese proceso fue en el Parlamento. Invitamos a todos los diputados menores de cuarenta, de todos los partidos, para que participaran y pudieran escuchar estos acuerdos que habían generado los jóvenes. Eran acuerdos muy generales, pero hay un tema de entender que estos temas trascienden la temática de salud, y que hay un rol para jugar a nivel de la educación y que hay que trabajar a nivel educativo para darles más herramientas a los docentes que se están formando, y más respuestas a nivel de los centros educativos desde los equipos multidisciplinarios. Una tercera propuesta que ellos traían a la mesa era la de darles continuidad a estos espacios de diálogo y construcción colectiva. Es lo que nos queda a nosotros como Instituto. Tiene sentido que el INJU se ocupe de promover eso, porque, al final, y volviendo al principio de la charla, tiene que ver con la madurez del sistema político y de encontrar acuerdos. Este tipo de cosas se construye.
Por suerte eso existe.
Que hoy tengamos un sistema político en donde nuestros parlamentarios puedan conciliar, no es porque sí, sino porque teníamos muchos espacios para que eso pasara. Creo que vivimos en un mundo en donde esos espacios empiezan a perderse. Se pierden a nivel de cosas básicas, por ejemplo, en que hoy a nivel del sistema educativo falta esa conexión que antes existía en la escuela pública. Sigue pasando un poco en el interior, y creo que es algo súper rico, donde en la escuela y el liceo público se encuentran los hijos del estanciero y de los peones, como un punto de encuentro. Y un poco empieza a pasar lo mismo en el sistema político, condicionado por un mundo donde las redes sociales te invitan a ser radical, donde garpa más tener un discurso radical que uno moderado y de centro. Escuchar de los gurises que ese espacio generó propuestas concretas, que generó una señal… Fue muy interesante ver que cuando presentaron las respuestas no fue que los del Frente presentaron lo suyo y los de la coalición presentaron su agenda. No. Entre dos gurisas, una del Partido Colorado y una del Frente, comentaron los acuerdos que habían hecho. Y eso es una señal para el sistema político. Ese día estaba Fernando Pereira, estaba la vicepresidenta de la República, y eso es una señal importante. Al replantearnos cómo damos continuidad a los espacios de participación juvenil en el INJU no es que no sirve tener proyectos de financiar iniciativas comunitarias. Eso siempre suma. Pero creo que donde tiene más sentido es en este tipo de espacios. Ahora estamos viendo cómo ponemos en la discusión a otras organizaciones juveniles, donde también participan otro montón de gurises de los movimientos universitarios y de las organizaciones de la sociedad civil. No se trata simplemente de tener una mesa de diálogo en las juventudes políticas. Lo que aprendimos con esto es que hay que poner temas concretos en la agenda, y a través de esos temas generar puntos de encuentro y debate. Cuando uno da ese espacio y lo piensa y lo construye, los resultados son estos que estamos teniendo.
En las juventudes hay diferentes organizaciones de acuerdo a intereses puntuales. ¿Cómo te conectás con esas organizaciones?
Es un desafío. Para llevarlo a un caso concreto, en su momento recibimos la propuesta vinculada a las juventudes rurales de tener un espacio para dialogar con el Estado desde una perspectiva de la ruralidad. Para nosotros es un tema súper interesante. Fue todo un proceso de laburo cómo construir ese espacio para poner a todos sobre la mesa y que no quedara representada solamente una parte. Tenemos un espacio donde participa desde la Asociación Rural de Jóvenes y la Federación Rural hasta la Red de Semillas Criollas, un movimiento vinculado a personas con intereses sobre la ecología y el cultivo de la tierra. Son formas completamente diversas de entender la ruralidad. Lo que entendimos es que estos gurises solamente van a participar en estas cuestiones. Los gurises que participan en la Federación Rural de Jóvenes tienen un interés en la militancia rural. El Instituto no tiene la capacidad de poder abordar todas las cuestiones específicas, obviamente. Pero sí hay un tema de priorizar y elegir. Hoy hemos elegido priorizar lo rural, porque de ahí vino una demanda concreta y un planteo específico, y hemos decidido priorizar, también, los temas de bienestar y salud mental. A medida que se vayan desarrollando en Uruguay, se tendrán que ir incorporando esas cosas. Hay toda una agenda que es un debe, y para nosotros lo es institucionalmente, y tiene que ver con las cuestiones ambientales y la representación de las personas jóvenes en la mesa. Hace unos meses, con un grupo de jóvenes y el Ministerio de Ambiente tuvimos un intento de construir ese espacio, pero lamentablemente no le pudimos encontrar la forma que hiciera sentido para las organizaciones y para el Estado, porque también acá hay un momento en que hay que encontrar un acuerdo. Con los jóvenes rurales nos costó.
¿Cuándo lo hicieron?
Empezamos con este proceso en el segundo semestre de 2020, de modo virtual, y realmente llegar a una estructura funcional donde las organizaciones participen, tengan una legitimidad y puedan encontrar proyectos concretos es algo que recién se está consolidando en este 2023. Hay cosas positivas, porque eso derivó, por ejemplo, en que hoy Colonización esté discutiendo y preparando un proyecto para convocar a tierras con una especificidad para grupos juveniles. Y esos son resultados de estos procesos. Es una demanda de las organizaciones juveniles, pero la tenemos en la mesa desde el año 2021. Lo importante es cómo vas conciliando eso, considerando los tiempos del Estado, que no son los mismos de las organizaciones, y generando un espacio donde haya un encuentro. Cuando vas logrando resultados puntuales, se empieza a generar esa confianza institucional. Pero sí, es un desafío, y este ejemplo refleja lo difícil que es.
¿Qué hacen en otros países?
He tenido la posibilidad de participar en algunos encuentros con referentes de juventud en otros países. Hace unos meses me invitó una organización juvenil que organizaba un encuentro en las Naciones Unidas, y ahí tuve oportunidad de compartir con gente de Chile, de Brasil. El desafío de conexión y participación es el principal desafío de todos los organismos de gobierno. Ha cambiado mucho, y doy un ejemplo concreto con la Tarjeta Joven: hace diez, quince años, conocías el INJU porque venías a sacarte la tarjeta, que sólo la podías sacar si venías presencialmente a la oficina de 18 de Julio. Hoy, desde hace un año y medio, luego de un convenio con el Banco República, la sacaron treinta mil jóvenes, en un año y medio, más que en los últimos cinco. Y esos treinta mil jóvenes no pisaron el INJU: la sacaron por WhatsApp y la fueron a retirar a una sucursal del Banco República, a nivel de todo el país. Eso te cambia el rol. Por un lado, te permite dar un producto más acorde a la realidad de los gurises, y los números lo reflejan, porque es una tarjeta que les sirve, que es de débito, con una cuenta bancaria gratuita y con beneficios, que se puede sacar por WhatsApp, sin tener que tomarte el bondi. Pero eso en cierta forma también empieza a alejarte. El equilibrio lo encontrás con causas concretas. Pero también hay que elegir dónde ponés la prioridad, porque no tenés la capacidad de ir a pelearlas todas.
¿Qué hay que hacer con el tema drogas? ¿Hay que liberarlas?
A priori te digo que no. Los riesgos son demasiado grandes. La experiencia de Uruguay con el tema de la liberalización de la marihuana no sé hasta dónde ha sido positiva, porque ha generado un aumento del consumo.
No está comprobado.
Los números de la Junta reflejan que hubo un aumento. Ahora está estancado. Para ir a una decisión de ese tipo tendría que haber un consenso global. A uno le preocupa mucho qué pasa con el poder del narcotráfico, y el camino actual despierta miedo. La discusión que daría antes es empezar a invertir efectivamente en políticas de prevención, en que no te drogues, y romper algunos mitos que se empiezan a construir. Antes de los dieciocho años todo consumo es problemático, y hay que decirlo claramente.
La naturalización de las drogas es un elemento jodido, y no se ha hecho campaña contra eso.
Soy medianamente optimista. Hoy está mucho más el tema en la agenda, y particularmente en los últimos meses. Estamos viendo las consecuencias de la adicción, en la vida cotidiana. El dato del último censo que hizo el Ministerio de Desarrollo Social marca la complejidad del fenómeno y está 100% atado al consumo problemático de drogas. El 92% de las personas que están en situación de calle consumen, y la mayoría más de una sustancia: pasta base, alcohol, cocaína, marihuana. Creo que lo importante es que estamos por empezar a llegar a ese consenso de que activamente hay que educar a la gente para que elija no consumir ninguna droga, como en su momento se hizo con el tabaco. No hay mejor ejemplo que el propio ejemplo del Uruguay. Las políticas activas en contra del consumo funcionaron y funcionan, y por algo se han sostenido.
Hablamos de droga y de la pasta base, por los delincuentes que pueden salir a robar para consumir. Pero el consumo per cápita de cocaína en Uruguay es de los más altos del mundo. Ahí hay sectores medios y altos. No es un tema solamente de fracciones sociales bajas. Corta la sociedad transversalmente.
Es un desafío que estamos viendo hoy cuando proyectamos el alcance de nuestra línea de trabajo en bienestar y salud mental. Es un tema que tiene que estar en la agenda de ese programa. El mensaje tiene que ser claro para los gurises. En la adolescencia siempre es problemático consumir. Para un adolescente consumir marihuana implica enormes riesgos en su neurodesarrollo y en la posibilidad de despertar patologías psiquiátricas graves y severas, como la esquizofrenia. No digo que no demos esa discusión de fondo, que la solución contra las drogas es la batalla contra el narcotráfico. Es una discusión que excede al Uruguay. Pero sí tenemos que ser claros en el mensaje de que la gente elija no consumir. Ese es el momento en que la persona es libre. Cuando es adicta, deja de ser libre.
¿Dónde te ves en 2025? Ya dijiste que optaste por la política. A la medicina no volvés, salvo que te echen y tengas que parar la olla.
No es tan así. Me veo en política siempre que entienda que pueda aportar valor y que vea un lugar para desarrollarme. Por ahora tengo la libertad de elegir dónde estoy. Sé que hoy, si tengo que salir a buscar trabajo, podría encontrarlo, incluso volviendo a la práctica clínica, que no es algo que me disguste y que hice muchos años de mi vida, y que elegí estudiar. Dónde me veo depende mucho del proceso electoral.
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